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Narcisismo en psicoanálisis. Extractos de Lacan, Kohut y Kernberg.

 Ander Gastón Lujambio

  • Teoría del narcisismo de Jaques Lacan.

Jacques Lacan fue un psicoanalista y psiquiatra francés nacido en 1901. Propone en sus seminarios una re-lectura de los escritos de Freud a través de los cuales presenta no sólo su forma de interpretarlo sino también un nuevo posicionamiento frente al sujeto de consulta, nueva posición del analista. La concepción de inconsciente y de sujeto que propone hace una ruptura con la Psicología del Yo que estaba en auge en esa época, siendo uno de los psicoanalistas que genera un punto de quiebre en la forma de pensar el psicoanálisis de la época lo cual lo llevó a tener varios seguidores, pero también varios críticos.
Ahora bien, en cuanto al narcisismo en 1966 Lacan publica su libro Escritos donde se encuentra su teoría sobre el estadio del espejo, titulada “El estadio del espejo como formador de la función del Yo (Je) tal como se nos revela en la experiencia analítica”. Teoría que ya venía planteando desde 1936, que surge a partir de sus estudios sobre la paranoia lo que lo llevó a interesarse en los procesos de la formación del Yo.
En este texto se plantea que existe en el ser humano entre los seis y los dieciocho meses un estadio llamado del espejo que forma parte del desarrollo en el cual el niño, a pesar de aún no haber adquirido varias habilidades motrices, asume una imagen especular, reconoce su imagen en el espejo (Lacan, 1979).
Este acto (…) una vez adquirido, de la inanidad de la imagen, rebota enseguida en el niño en una serie de gestos en los que experimenta lúdicamente la relación con su medio ambiente reflejado, y de este complejo virtual a la realidad que reproduce, o sea con su propio cuerpo y con las personas, incluso con los objetos que se encuentran junto a él (Lacan, J., 1979, pp. 86).
Esta primera abrochadura de reconocimiento a través de la imagen instantánea de sí mismo que el niño construye a través del espejo una relación con el mundo. Relación que lo ayuda a obtener una imagen de sí más total, generada a su vez por la primera etapa de normalización de la libido que le permite ir dejando de lado esa fragmentación de su cuerpo que tenía antes de entrar en este estadio, dándole una mayor sensación de totalidad.
Más adelante Lacan plantea que en el estadio del espejo se manifiesta (…) la matriz simbólica en la que el yo (je) se precipita en una forma primordial, antes de objetivarse en la dialéctica de la identificación con el otro y antes de que el lenguaje le restituya en lo universal su función de sujeto (Lacan, J., 1979, pp.87).
Aquí tenemos entonces los primeros destellos de la formación del Yo y a su vez, introduce la idea de un sujeto que es Otro que lo reconoce y le da existencia, existencia otorgada por el lenguaje. Es decir que, la formación del Yo se empieza a constituir por la aparición de la mirada del Otro, y del reconocimiento de la imagen de sí mismo en el espejo.
Siguiendo con esta idea, el yo se forma a través de lo que es el Otro, es decir, a través de lo que le es devuelto de esta imagen en el espejo, de Otro como semejante. Por tanto, el Otro representaría entonces un espejo.
Por lo tanto, Lacan (1979) continúa planteando que debería llamarse yo-ideal a la imagen que el niño percibe de sí en el espejo, así como también a la imagen de sí en su semejante (que cumple función de espejo), en tanto funciona como tronco de las identificaciones secundarias.
Continuando con estas ideas, se propone como fundamental este estadio en el devenir sujeto, planteando que “el punto importante es que esta forma sitúa la instancia de yo, aun desde antes de su determinación social” (Lacan, J., 1979, pp.87).
Más adelante, Lacan desarrolla que la función del estadio del espejo se nos revela como un caso particular de la función de la imagen, que es establecer una relación del organismo con su realidad (…) Pero esta relación con la naturaleza está alterada en el hombre (…) por una Discordia primordial que traicionan los signos de malestar y la incoordinación motriz de los meses neonatales (Lacan, J., 1979, pp. 89).
Es decir que, en esta etapa el niño tiene una mente más avanzada de lo que su cuerpo real le permite hacer, y esta discordancia es la razón de su “alienación imaginaria en el espejo” (Nasio, J., 1996, pp.76).
Sobre el final de este ensayo, plantea que cuando está culminando la etapa del estadio del espejo se da un viraje del yo (je) especular, al yo (je) social. Esto quiere decir que, en ese momento se inaugura por la identificación con la imagen del semejante y el drama de los celos primordiales (…), la dialéctica que desde entonces liga al yo (je) con situaciones socialmente elaboradas. Es este momento el que hace volcarse decisivamente todo saber humano en la mediatización por el deseo del otro, constituye sus objetos en una equivalencia abstracta por la rivalidad del otro (Lacan, J., 1979, pp. 91).
Respecto a esto Nasio (1996) plantea que el narcisismo y la agresividad se dan simultáneamente a la formación del yo puesto que el yo se forma a partir de la imagen del otro, se produce una tensión cuando el sujeto ve su propio cuerpo en la imagen del otro: percibe su propia perfección realizada en el otro, y sin embargo este último sigue siendo exterior (Nasio, J., 1996, pp.76).
Es por esto que se genera una rivalidad con el Otro, que se da por la identificación con el Otro como semejante, semejante que posee mi imagen en su cuerpo. El sujeto localiza y reconoce originariamente el deseo por intermedio no sólo de su propia imagen, sino del cuerpo de su semejante. Exactamente en ese momento, se aísla en el ser humano la conciencia en tanto que conciencia de sí. Porque reconoce su deseo en el cuerpo del otro el intercambio se efectúa. Es porque su deseo ha pasado del otro lado que él se asimila al cuerpo del otro y se reconoce como cuerpo (Lacan, J., 1981, pp.223).
Por tanto, es por medio de la identificación narcisista con el Otro como plantea Nasio (1996) que el niño se enajena en la imagen de ese Otro que ocupa una posición de dominio. El infante se reconoce en la imagen del Otro en la cual reconoce su propio deseo, y es mediante esta proyección que el niño ve su deseo como el deseo del Otro, creando esa rivalidad con el otro al desear tener lo que el otro tiene, es decir su propio deseo.
Para finalizar, podría decirse entonces que según lo planteado en el estadio del espejo de esta imagen que adquiere el sujeto basándose en el modelo del otro y que es precisamente el yo. El narcisismo sería la captación amorosa del sujeto por esta imagen (…) Desde este punto de vista, según el cual el yo se define por una identificación con la imagen del otro, el narcisismo (incluso el primario) no es un estado en el que faltaría toda relación intersubjetiva, sino la interiorización de una relación (Laplanche, J.,Pontalis,J; 2005, pp. 240).
Posteriormente entre 1953 y 1954 Lacan empieza a dictar su primer seminario titulado “Los escritos técnicos de Freud”, seminario en el que propone una revisión de los textos de Freud introduciendo junto a una nueva forma de lectura de la teoría freudiana sus propios postulados teóricos. En este seminario expone su concepción de los tres registros: real, simbólico e imaginario. Real como el caos original “realidad pura y simple (…) no puede ser aún objeto de definición alguna (…) no es ni buena ni mala, sino a la vez caótica y absoluta, originaria” (Lacan, J., 1981, pp.128). Imaginario como nacimiento del Yo y el Simbólico como las posiciones del sujeto. Lo simbólico y lo imaginario se articularían según Lacan (1981) en la constitución de lo real. Para esto, retoma la concepción del estadio del espejo y desarrolla que cumple una función ejemplar ya que “nos revela algunas de las relaciones del sujeto con su imagen en tanto Urbild del yo” (Lacan, J., 1981, pp.121). En consonancia con esto, continua planteando que “el dominio propio del yo primitivo, Ur-Ich o Lustlch, se constituye por clivaje, por distinción respecto al mundo exterior” (Lacan,J., 1981, pp.127). Clivaje en el sentido de la función paterna que oficia de separación o escisión del infante con el deseo de la madre. Función determinante en la integración del mismo a la sociedad con sus leyes y reglas.
A continuación, plantea la relación entre lo imaginario y lo real, utilizando el recurso de una ilusión óptica mediante la cual explica que depende de la posición del ojo lo que pueda ver el sujeto, propone que para que la ilusión se produzca, para que se constituya, ante el ojo que mira, un mundo donde lo imaginario pueda incluir lo real y, a la vez, formularlo; donde lo real pueda incluir y, a la vez, situar lo imaginario, es preciso(…), cumplir con una condición: el ojo debe ocupar cierta posición (Lacan, J., 1981, pp.129).
Mediante este mismo ejemplo desarrolla que lo real en su estado puro muestra las cosas tal como son, al desnudo, en estado real, es decir que el sujeto no tiene inscripción en el registro de lo imaginario y lo simbólico, sino que percibe todo como pura realidad, esto sucede según Lacan en los casos de psicosis.
Para concluir este concepto Lacan (1981) desarrolla que en esa relación que se da entre lo real y lo imaginario en su constitución del mundo, todo está supeditado a la posición del sujeto, posición constituida por el registro de lo que denomina lo simbólico. Este registro es el que permite la relación y adaptación del ser humano con su medio. Es mediante éste en su conjunción con los otros dos registros que el sujeto crea una construcción del Otro a través de la cual medir y comparar su Yo (que se constituye durante el estadio del espejo).
Una vez constituida está posición del sujeto (registro de lo simbólico), el mismo estaría finalmente inserto en el mundo del lenguaje, de la palabra. Y es precisamente mediante este ingreso en el mundo de lo simbólico, del lenguaje, que el infante entonces se constituye en tanto sujeto. Entonces, respecto a esta posición de la mirada (lenguaje) es que adviene el sujeto enlazado al ideal. A su vez, esta posición que adoptamos está dentro del campo que es configurado por el ser humano. El movimiento es provocado por ese sujeto deseante, movimiento que habla de la capacidad que tenemos de encuentro con el otro. En este sentido, el goce por el lenguaje (puente de encuentro con el otro), es uno de los goces que nos habita. A lo largo de la vida -no sólo en la infancia- uno de nuestros objetivos es, según Lacan (1981), hacernos objetos del deseo del Otro. Otro con el que mediante la voz siempre estamos en relación, Otro que nos constituye. Al decir de Lacan, podemos captar en todo caso cómo este mundo se pone en movimiento, cómo imaginario y real comienzan a estructurarse, cómo se desarrollan las cargas sucesivas que delimitan la variedad de los objetos humanos, es decir nombrables. Todo este proceso encuentra su punto de partida en este primer fresco constituido por una palabra significativa, que formula una estructura fundamental que, en la ley de la palabra, humaniza al hombre (Lacan, J., 1981, pp.139).
Más adelante, expone su concordancia con lo desarrollado por Freud respecto de que el yo no existe desde el origen, es decir que: el Urbild, unidad comparable al yo, se constituye en un momento determinado de la historia del sujeto, a partir del cual el yo empieza a adquirir sus funciones. Vale decir que el yo humano se constituye sobre el fundamento de la relación imaginaria (…) En el psiquismo aparece algo nuevo, cuya función es dar forma al narcisismo (Lacan, J., 1981, pp.178).
Por lo tanto, el narcisismo según lo expuesto aquí sería anterior a la formación del yo. Esto se ve reflejado en la puntualización respecto de la función del yo, la cual sería dar forma al narcisismo ya existente.
A continuación, empieza a hablar de los dos narcisismos de Freud, narcisismo primario y narcisismo secundario, que a fin de cuentas para Lacan da cuenta de “la relación entre la realidad y la forma del cuerpo” (Lacan, J., 1981, pp.191). Este primer narcisismo está en relación a la imagen corporal y el segundo narcisismo, el secundario, tiene que ver con la relación con el otro. En concordancia con esto,
el otro tiene para el hombre un valor cautivador, dada la anticipación que representa la imagen unitaria tal como ella es percibida en el espejo, o bien en la realidad toda del semejante. El otro, el alter ego, se confunde en mayor o menor grado, según las etapas de la vida, con el Ich-Ideal, ese ideal del yo constantemente invocado en el artículo de Freud. La identificación narcisista (…) la del segundo narcisismo es la identificación al otro que, en el caso normal, permite al hombre situar con precisión su relación imaginaria y libidinal con el mundo general. Esto es lo que le permite ver en su lugar, y estructurar su ser en función de ese lugar y de ese mundo (…) El sujeto ve su ser en una reflexión en relación al otro, es decir, en relación al Ich Ideal (Lacan, J., 1981, pp.193). 19
Por otro lado, Lacan (1981) plantea que el ideal del yo, corresponde a un conjunto de rasgos simbólicos implicados por el lenguaje, la sociedad, las leyes. Estos rasgos son introyectados y mediatizan la relación dual imaginaria: el sujeto encuentra en un lugar, en un punto-el ideal del yo- desde donde se ve como susceptible de ser amado, en la medida en que satisface determinadas exigencias (Nasio, J., 1996, pp.80).
Entonces el ideal del yo en lo que refiere a la carga amorosa, sería semejante al objeto amado. El ideal del yo oficia para él de guía en el plano del registro simbólico, llevando al sujeto al intercambio mediante la verbalización entre los seres humanos. Por lo tanto, el ideal del yo: es el otro en tanto hablante, el otro en tanto tiene conmigo una relación simbólica, sublimada, que en nuestro manejo dinámico es a la vez semejante y diferente a la libido imaginaria. El intercambio simbólico es lo que vincula entre sí a los seres humanos, o sea la palabra, y en tanto tal permite identificar al sujeto (…) El Ich Ideal, en tanto hablante puede llegar a situarse en el mundo de los objetos a nivel del Ideal Ich, o sea en el nivel donde puede producirse esa captación narcisistica con que Freud nos machaca los oídos (Lacan, J., 1981, pp. 215).
Para concluir entonces se podría decir que: para que se establezca una relación con el objeto del deseo, es preciso que haya relación narcisista del yo con el otro. El narcisismo representa la condición necesaria para que los deseos de los otros se inscriban, o para que los significantes se inscriban (Nasio, J., 1996, pp.81).
  • Teoría del narcisismo de Heinz Kohut.
El psicoanalista, psiquiatra y neurólogo austríaco Heinz Kohut, nacido en 1913 y falleció en 1981. Dicho autor, quien fue presidente de la Asociación Americana de Psicoanálisis fue uno de los exponentes de la teoría de la Psicología del Self. Nos basaremos en sus textos “Análisis del Self” publicado en 1971 y “La restauración de si-mismo” publicado en 1977. Kohut fue a su vez, el primero en teorizar acerca de los trastornos narcisistas de la personalidad que luego formarían parte del gran repertorio de trastornos de los manuales de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría.
El autor explica que el narcisismo es para él la catexia del self, con esto “se refiere a la mitad de los contenidos de la mente humana- la otra mitad son, evidentemente, los objetos-” (Kohut, H., 1986, pp.13). Kohut (1986) refiere a uno de los problemas del narcisismo, este es, el concebir al narcisismo y a las relaciones de objeto como mutuamente excluyentes es decir que, no se puedan dar simultáneamente. Al respecto plantea que “algunas de las experiencias narcisistas más intensas se relacionan con objetos; objetos que, o bien están al servicio del self y de la preservación de su investidura instintiva, o bien son vividos como parte del self” (Kohut, H., 1986, pp. 14). A estos últimos, es decir, los objetos vividos como parte del self, son los que Kohut denomina como objetos del self.
Por otro lado, para explicar lo que es el self, hace una distinción entre éste y las nociones de yo, ello y superyó. El autor refiere a estas últimas como las constituyentes del aparato psíquico las cuales se encuentran alejadas de la experiencia (Kohut, 1986). Al self por su parte, se lo conceptualiza como cercano a la experiencia “como un contenido del aparato psíquico (…) es una estructura interna de la mente puesto que: a) está catectizada con energía instintiva, y b) tiene continuidad en el tiempo, es decir, es duradero” (Kohut, H., 1986, pp. 14). Asimismo, continua planteando que “Siendo una estructura psíquica posee (…) localización psíquica (…) es un contenido del aparato psíquico, pero no es ninguno de sus constituyentes, es decir, ninguna de las instancias” (Kohut, H., 1986, pp. 14-15).
Kohut entonces, define estos conceptos para luego desarrollar su teoría sobre los trastornos narcisistas de personalidad. Al respecto plantea que estos pacientes: sufren perturbaciones específicas del self y de aquellos objetos arcaicos catectizados con libido narcisista (objetos del self) que aún se encuentran en estrecha relación con el self arcaico (esto es, objetos que no se viven como distintos e independientes del self) (…) estos casos se localizan en un segmento (…) temprano del eje temporal del desarrollo psíquico (Kohut, H., 1986, pp. 18).
Es así que, a mi entender las perturbaciones de los trastornos narcisistas estarían localizados en el self y en los objetos del self ya definidos más arriba según plantea el autor. Estas perturbaciones estarían dificultando la distinción de los objetos con el self, los cuales se vivirían como indistintos del mismo, es decir que estarían fusionados.
En lo que concierne al aspecto deficitario, estos pacientes parecen haber quedado “fijados en arcaicas configuraciones de un self grandioso y/o en objetos arcaicos sobreestimados, narcisistamente catectizados” (Kohut, H., 1986, pp. 19). En consecuencia:
  1. a) la personalidad adulta y sus funciones maduras se ven empobrecidas, en razón de que están privadas de la energía que se halla invertida en las antiguas estructuras, y/o b) las actividades adultas y realistas de estos pacientes se ven estorbadas por la ruptura y la intrusión de las estructuras arcaicas y de sus arcaicos reclamos (Kohut, H., 1986, pp. 19).
Por otro lado, Kohut (1986) refiere a los pacientes con trastornos narcisistas como pacientes analizables ya que cuentan con un self cohesivo y con objetos arcaicos idealizados cohesivos (self grandioso, imago parental idealizada), por lo cual no existe una amenaza de desintegración de ninguna de estas dos estructuras, lo que las convierte en estructuras estables que no corren peligro de ser fragmentadas frente a las regresiones que plantea la terapia psicoanalítica. Ahora bien, es necesario definir para terminar de comprender la idea anterior, qué entendemos cuando hablamos de self grandioso y de imago parental idealizada. Self grandioso es empleado aquí “para designar la estructura grandiosa y exhibicionista que constituye la contrapartida de la imago parental idealizada” (Kohut, H., 1986, pp. 38), sería entonces “la concentración de la perfección y el poder en el self” (Kohut, H., 1986, pp. 106). Por su parte, la imago parental idealizada equivale a “la entrega de la perfección anterior a un objeto del self omnipotente y admirado (transicional)” (Kohut, H., 1986, pp. 37).
En lo que atañe a la sintomatología de estos trastornos narcisistas de la personalidad, el autor plantea una descripción de varios síntomas que según su investigación clínica se dan en este tipo de patología (todos vistos desde la óptica de lo que el paciente describe). Entre ellos puntualiza:
sentimientos de vacío y de depresión muy sutiles pero muy penetrantes (…) tiene la impresión de que no es completamente real, o de que tiene las emociones embotadas, y tal vez agregue que realiza su trabajo sin entusiasmo, que se deja llevar por la rutina, pues parece desprovisto de iniciativa (Kohut, H., 1986, pp. 30).
Estos padecimientos demuestran según Kohut (1986) el agotamiento del yo “como consecuencia de tener que defenderse contra los reclamos no realistas de un self grandioso arcaico, o contra la necesidad intensa de un poderoso proveedor externo de autoestima y otras formas de sustentación emocional en el campo del narcisismo” (Kohut, H., 1986, pp. 30). La angustia del yo, se puede vincular con la conciencia de la fragilidad del self maduro (Kohut, 1986). Asimismo, refiere que en cuánto a lo psicopatológico de este tipo de personalidades se pueden observar:
el espectro que va desde grandiosidad y la excitación ansiosas a la turbación y la autoconciencia leves, o bien a la vergüenza intensa, la hipocondría y la depresión. Los pacientes cuya psicopatología dominante se halla en el área de los trastornos narcisistas de la personalidad parecen quedar expuestos (…) al temor a la pérdida de objeto, a la pérdida del amor del objeto y a la angustia de castración (Kohut, H., 1986, pp. 33).
En relación a esto, continúa planteando otros síntomas que pueden presentar este tipo de pacientes, como por ejemplo: problemas en su sexualidad, en el ámbito social (además de lo laboral ya mencionado), también puede presentar dificultades para entablar relaciones significativas, o ejercer actos delictivos; en cuanto a la personalidad puede presentar pérdida de humor, pérdida de empatía con las necesidades y sentimientos de los demás, ataques de ira incontrolada, mentira patológica; y en el área psicológica ya mencionamos los cuadros hipocondríacos y perturbaciones vegetativas (Kohut, 1986). En sus palabras:
En los casos de trastorno narcisista de la personalidad no resulta difícil discernir la naturaleza defensiva –una suerte de seudovitalidad-de la excitación manifiesta. Detrás de ella sólo hay depresión y falta de autoestima, una profunda sensación de desvalorización y de rechazo, un hambre insaciable de respuesta, un anhelo de sentirse reasegurado (Kohut, H., 1980, pp. 21).
En relación a la evaluación diagnóstica explica que “no debe fundarse en la evaluación de la sintomatología actual o incluso en la historia vital, y sí en la naturaleza de la transferencia que se desarrolla espontáneamente” (Kohut, H., 1986, pp. 35-36).
Más adelante, Kohut (1986) explica lo que sería el óptimo desarrollo del ser humano en el cual las vicisitudes que va planteando el self grandioso arcaico (su omnipotencia y su exhibicionismo) van siendo dominados gradualmente hasta que se integra en la personalidad adulta y brinda la energía instintiva necesaria para el equilibrio y buen desarrollo de nuestra autoestima, así como poder disfrutar de nuestras actividades. Asimismo, plantea que para esto es necesario que la imago parental idealizada se integre a la personalidad adulta que “Introyectada como nuestro superyó idealizado, se convierte en un componente importante de nuestra organización psíquica” (Kohut, H., 1986, pp. 39). En consiguiente, si el niño vive grandes traumas narcisistas aparecerán consecuentemente fallas en la integración de cualquiera de estos dos objetos a la personalidad adulta. En palabras del autor:
Si el niño sufre grandes traumas narcisistas, el self grandioso no se funde con el contenido relevante del yo, sino que queda retenido en su forma inalterada, y presiona por la realización de sus fines arcaicos. Y si el niño experimenta traumáticas frustraciones de parte del adulto a quien admira, la imago parental idealizada también queda inalterada, y no se convierte en una estructura psíquica reguladora de tensiones, ni alcanza el nivel de una introyección accesible, sino que sigue siendo un arcaico y transicional objeto del self, necesario para mantener la homeostasis narcisista (Kohut, H., 1986, pp. 39).
Por lo tanto, la internalización óptima de ambas estructuras no se concreta y el desarrollo de la psique se ve alterado creando trastornos narcisistas de personalidad. En relación a esto, se podría decir que la psicopatología primordial de los trastornos narcisistas tiene que ver con “las configuraciones narcisistas, psicológicamente elaboradas, cohesivas y más o menos estables” (Kohut, H., 1986, pp. 42).
Por otra parte, el autor introduce el término internalización trasmutadora, la cual hace referencia a un proceso que desempeña un papel importante en la formación de la estructura. En dicho proceso se da la disolución de la imago parental idealizadora y “se produce una despersonalización de aspectos introyectados de la imagen del objeto” (Kohut, H., 1986, pp. 58). En consonancia con esto, “la fijación patogénica específica se establece siempre antes de completarse la internalización trasmutadora de la imago parental idealizada, esto es, antes del momento del desarrollo en que la formación de un superyó idealizado se hace irreversible” (Kohut, H., 1986, pp. 78).
Ahora bien, en lo que compete al self grandioso, sus rasgos no están solo supeditados al narcisismo original del niño sino también por las personas que lo rodean. Es así que, Kohut (1986) le imprime cierta responsabilidad respecto del óptimo desarrollo de estas estructuras (imago parental idealizada y self grandioso) al entorno del niño, es decir, a las figuras parentales principalmente. En relación a esto, explica que “las interacciones básicas más significativas entre madre e hijo tienen lugar por lo común en el área visual; en efecto al despliegue corporal del niño responde el destello de los ojos de la madre” (Kohut, H., 1986, pp. 115). Es decir, que cómo ejemplifica Kohut la madre tiene un papel fundamental en todo sentido en lo que refiere a su óptimo desarrollo. Por tanto, a modo genérico, si los padres responden bien y van frustrando gradualmente al niño el mismo no tendrá problemas en el desarrollo de sus estructuras, ahora si es frustrado bruscamente por los padres entonces, es probable que el niño sufra los traumas ya mencionados y en consecuencia desarrolle trastornos narcisistas de la personalidad. Por lo tanto,
la jubilosa respuesta global de la madre (…) sirve como soporte en la fase correspondiente, a la evolución desde el autoerotismo al narcisismo, del estadio del self fragmentado (…) al self cohesivo, esto es, el desarrollo de la vivencia del self como unidad física y mental con cohesión en el espacio y continuidad en el tiempo (Kohut, H., 1986, pp. 116).
Para finalizar es importante ver lo que plantea el autor en lo que refiere a la posición clínica del analista, a fin de tomarlo en cuenta en el análisis de la variación de las teorías aquí expuestas.
Sea cual fuere la constelación básica que subyace al síndrome seudológico –es decir, este motivada por la presión del yo grandioso o por la búsqueda de una
imago parental idealizada- el analista que haya adquirido experiencia en el tratamiento de trastornos narcisistas de la personalidad podrá predecir con un gran margen de seguridad el modo en que ocurrirá la transformación del material patológico (Kohut, H., 1986, pp. 110).
  • Teoría del narcisismo de Otto Kernberg.
Otto Friedemann Kernberg es un psiquiatra y psicoanalista austríaco nacido en 1928, actualmente tiene 86 años y reside en Estados Unidos. Es profesor de la Universidad de Cornell y de Columbia, y realizó investigaciones por varios años en el Hospital John Hopkins. Actualmente trabaja en el Hospital de Nueva York y es miembro del Instituto Psicoanalítico de Nueva York. Su principal obra es “Desórdenes Fronterizos y Narcisismo Patológico” publicado en 1993, en lo que refiere al narcisismo y los trastornos narcisistas.
Ahora bien, ¿a qué refiere Kernberg cuando habla de narcisismo? Él propone dos narcisismos, narcisismo normal y narcisismo patológico. El narcisismo normal lo define como “la catectización normal del sí-mismo” (Kernberg, O., 1993, pp. 278). Este narcisismo surge a partir de las relaciones del sí-mismo con estructuras intrasistémicas (dentro del yo) e intersistémicas (ello y superyó).
A su vez, el sí-mismo es para este autor una estructura intrapsíquica formada por múltiples representaciones de sí mismo con sus correspondientes disposiciones afectivas. Las representaciones de sí mismo son estructuras afectivo-cognitivas que reflejan la manera en que un individuo se percibe a sí mismo en las interacciones reales con los demás y en interacciones fantaseadas con representaciones internas de otras personas significativas, es decir con representaciones objetales (Kernberg, O., 1993, pp. 278).
En consonancia con esto, el sí-mismo se encuentra localizado en el Yo y cuenta con imágenes ideales de sí mismo, imágenes objetales ideales y con representaciones objetales. El sí-mismo a su vez se encuentra integrado, ya que las representaciones que lo componen “están dinámicamente organizadas en un todo” (Kernberg, O., 1993, pp. 278-279). Esto hace que las representaciones objetales que lo forman se encuentren integradas, es decir, que se fueron integrando gradualmente las primitivas representaciones objetales ‘buenas’ y ‘malas’ hasta conformar imágenes integrales de los demás (Kernberg, O., 1993).
“Del mismo modo, el sí-mismo representa una integración de imágenes contradictorias de sí mismo ‘totalmente buenas’ o ‘totalmente malas’, que derivan de primitivas imágenes contradictorias de sí mismo de origen libidinal y agresivo, respectivamente” (Kernberg, O., 1993, pp. 279). Con esto quiere decir que, para que se desarrolle de manera óptima el narcisismo normal es necesario que esta estructura (el sí-mismo) logre integrar correctamente ambos componentes catectizados (libidinales y agresivos), pero también es necesario que la catectización libidinal sea mayor que la agresiva de lo contrario estaremos hablando de un narcisismo patológico. Asimismo, Kernberg (1993) plantea que en el acontecer clínico se puede reconocer un sí-mismo integrado (característica del narcisismo normal) por la continuidad de la vivencia de sí mismo a través del tiempo así como también en lo que respecta a las “áreas de funcionamiento simultáneamente existentes en diferentes interacciones psicosociales” (Kernberg, O., 1993, pp. 279).
Por tanto, un narcisismo patológico se caracteriza, por lo contrario, es decir, por un sí-mismo que se encuentra desintegrado con estados yoicos contradictorios (componentes libidinales y agresivos disociados), escindidos. Esto genera en la persona según Kernberg (1993) sentimientos de irrealidad, de vacío, de extrañamiento. A su vez, esto viene de la mano de la falta de integración de las representaciones objetales que a consecuencia de esto las vivencia como “caricaturas superficiales”, en palabras del autor “totalmente buenas” o “totalmente malas”. Por lo tanto, transforma a las representaciones objetales en bastante irreales y patológicas ya que no permite al paciente integrarlas en un todo y conformar así un narcisismo normal. A estos pacientes se les dificulta mucho establecer relaciones interpersonales y por ende mantener vínculos empáticos con su alrededor.
Por otra parte, la autoestima depende del narcisismo. “El nivel o la intensidad de la autoestima indican la medida de la catectización narcisista del sí-mismo. Sin embargo, la autoestima no es un simple reflejo de las ‘catexias instintivas’, sino una combinación de componentes afectivos y cognitivos” (Kernberg, O., 1993, pp. 280). Siguiendo con esta idea, nos encontramos con que la autoestima es regulada por distintas estructuras intersistémicas e intrasistémicas como ya mencionamos más arriba. En lo que refiere al yo concretamente, oficia como regulador de la autoestima ya que cuenta con algunas funciones de autocrítica que actúan midiendo la realidad del sí-mismo. Asimismo, el yo interviene en la autoestima a través de las relaciones objetales que se relacionan con el sí-mismo integrado.
En lo que refiere al superyó, éste controla la autoestima mediante el ideal del yo y mediante sus aspectos críticos y punitivos que formulan objeciones al sí-mismo logrando mediante estas estructuras la regulación de la autoestima.
En cuanto al ello, “la autoestima aumenta cuando se han satisfecho las necesidades instintivas y cuando el sí-mismo ha logrado conciliar sus necesidades internas con los requerimientos ambientales” (Kernberg, O., 1993, pp. 282).
Por último, el autor enumera 3 factores de la realidad que pueden intervenir en la normal regulación de la autoestima: “1) gratificaciones libidinales provenientes de objetos externos; 2) gratificación de metas y aspiraciones yoicas a través del buen funcionamiento o éxito social; 3) gratificación de aspiraciones intelectuales o culturales concretadas en el entorno” (Kernberg, O., 1993, pp. 282).
En resumen, la catectización libidinal del sí-mismo aumenta con el amor o la gratificación provenientes de los objetos externos, el éxito alcanzado en la realidad, la creciente armonía entre el sí-mismo y las estructuras superyoicas, la ratificación del amor de los objetos internos, la gratificación directa de las necesidades instintivas y la salud física (Kernberg, O., 1993, pp. 282).
Ahora bien, para que el narcisismo normal se desarrolle es necesario que el aumento de la catectización libidinal del sí-mismo vaya a la par con la catectización libidinal de los objetos (Kernberg, O., 1993).
En contraposición a este narcisismo normal, Kernberg (1993) desarrolla el concepto de narcisismo patológico, el cuál se caracteriza por pacientes que cuentan con reacciones neuróticas o desórdenes del carácter:
Su patología caracterológica es una defensa contra la anormal vulnerabilidad de su sí-mismo (…) el contenido de las metas y expectativas yoicas y de las demandas superyoicas ha quedado fijo en un nivel infantil, en contraste con las aspiraciones y expectativas narcisistas maduras de los sectores yoicos más libres de conflicto (Kernberg, O., 1993, pp. 284).
En lo que refiere a este narcisismo patológico Kernberg (1993) explica que existen a su entender, distintos niveles o tipos de desórdenes narcisistas según el grado de integración del sí-mismo, distinción que la hace de acuerdo a lo observado en el acontecer clínico. El más benévolo es aquél en el que:
La movilización de conflictos centrados en la agresión (…) junto con la fijación o la regresión a conflictos neuróticos infantiles en el marco de un yo y un sí-mismo relativamente bien integrados, dan lugar a severas frustraciones y/o distorsiones del narcisismo normal (Kernberg, O., 1993, pp. 284-285).
En un nivel más severo de patología narcisista tenemos a aquellos que presentan procesos identificatorios patológicos, “el sí-mismo adopta las características de un objeto internalizado patógeno, en tanto que en algunos de sus aspectos más importantes (manifestados en la relación con ese objeto) están proyectados en representaciones objetales y objetos externos” (Kernberg, O., 1993, pp. 285). En la clínica estos pacientes se presentan como “individuos que (en sus relaciones objetales intrapsíquicas y su vida externa) se identifican y aman a un objeto que los representa a ellos mismos (en el presente o en el pasado)” (Kernberg, O., 1993, pp. 285). Este tipo de narcisismo patológico sería análogo a lo que Freud desarrollo en su teoría como relación objetal de tipo “narcisista”. Asimismo, aún en este tipo de relación, para Kernberg (1993), sigue existiendo una relación entre objeto y sí-mismo.
Por último, propone el tipo más severo de narcisismo patológico en el cual ya no existe relación entre objeto y sí-mismo, en este caso el vínculo se establece entre “un sí-mismo grandioso, primitivo y patológico, y la temporaria proyección de ese sí-mismo grandioso en los objetos” (Kernberg, O., 1993, pp. 286). La relación es entonces de sí-mismo a sí-mismo, es decir que “una relación objetal ha sido remplazada por una relación narcisista” (Kernberg, O., 1993, pp. 286).
Estos tres tipos de trastornos narcisistas, poseen una mejor o peor integración del sí-mismo dependiendo a cuál tipo de narcisismo patológico refiramos, pero aun así todos tienen aunque en distinto nivel un sí-mismo con una estructura integrada.
En relación a esto, nos encontramos con que -al igual que Freud- Kernberg (1993) coloca a la homosexualidad como una patología. Kernberg ubica la homosexualidad dentro de los trastornos de tipo narcisista, clasificándola en sus distintos tipos de gravedad. En el menos grave, “el sí-mismo infantil edípico se somete al padre edípico prohibitivo y dominante, y con frecuencia hay una represión subyacente de las tendencias heterosexuales, como consecuencia de la renuncia a los impulsos sexuales hacia la madre edípica prohibida” (Kernberg, O., 1993, pp. 290). El siguiente nivel de patología está “caracterizado por una identificación conflictiva con una imagen de su madre y que trata a sus objetos homosexuales como una representación de su sí-mismo infantil” (Kernberg, O., 1993, pp. 290).
Y por último, está el tipo más severo de relación homosexual donde “el otro miembro de la pareja homosexual es ‘amado’ porque el paciente lo ve como una extensión de su propio sí-mismo grandioso; de ahí que la relación (…) es (…) de sí-mismo a sí-mismo (grandioso y patológico)” (Kernberg, O., 1993, pp. 290). En este tipo de clasificación se puede ver que el tipo de relación que se establece es exactamente el mismo que en el narcisismo patológico descrito anteriormente, lo único que cambia es que el autor quería distinguir, separar, la homosexualidad de la heterosexualidad reafirmándola en sí misma como un tipo de relación patológica, ya que en sí estos tres tipos de trastornos narcisistas clarifican un tipo de vínculo patológico que es igual al narcisismo patológico de relaciones heterosexuales.
Por otro lado, en contraposición a todas las patologías narcisistas presenta a los trastornos fronterizos de la personalidad. Estos cuentan con un sí-mismo desintegrado caracterizados por tener escindidas o disociadas las representaciones del sí-mismo y la de los objetos. En consonancia Kernberg (1993) también distingue a los trastornos narcisistas de los cuadros que presentan identificaciones psicóticas en las que sí-mismo y objeto se encuentran fusionados.
Ahora bien, en lo que refiere a los pacientes con trastornos narcisistas de la personalidad, Kernberg hace una descripción caracterológica sobre los mismos.
Son aquellos caracterizados por una exagerada centralización en sí mismos, por lo general acompañada de una adaptación superficialmente eficaz, pero con serias distorsiones en sus relaciones internas con otras personas. Las ambiciones desmedidas, fantasías grandiosas, sentimientos de inferioridad y una excesiva dependencia de la admiración y el homenaje de los otros, suelen estar presentes en ellos formando combinaciones diversas. Junto con la sensación de hastío y futilidad y la continua búsqueda de gratificación de su necesidad de brillo, riqueza, poder y belleza, presentan serias deficiencias en su capacidad de amor y preocupación por los demás (Kernberg, O., 1993, pp. 235-236).
En lo que tiene que ver con la psicogénesis del cuadro, el autor refiere a que el tener una figura materna “crónicamente fría, narcisista y al mismo tiempo sobreprotectora parece ser el principal elemento etiológico en la psicogénesis de esta patología” (Kernberg, O., 1993, pp. 245).
Por lo tanto, para Kernberg (1993), se deben considerar dos indicadores, que en su análisis conjunto y simultaneo dan los parámetros significativos para medir la normalidad o la patología del narcisismo, estas son “las consideraciones económicas (…) que tienen en cuenta la intensidad o el monto de la catectización narcisista (…) y (…) el análisis combinado de las cargas libidinales y agresivas” (Kernberg, O., 1993, pp. 288).

 

Uso del término narcisista en el psicoanálisis

Extractos de Lacan, Kohut y Kernberg.

Ander Gastón Lujambio. Pamplona, noviembre 2.019