El Trauma, Recuperación.
Para que una persona traumatizada se recupere, necesita recuperar el poder y establecer nuevas relaciones con la comunidad. El núcleo del trauma gira en torno a la indefensión y la desconexión con otros. Necesita recuperar las facultades psicológicas que quedaron dañadas: confianza, autoestima, competencia, autonomía, poder y esto solo lo puede hacer en contacto con otras personas. Para recuperar su poder la persona necesita ser responsable de su propia recuperación, por tanto hay que eliminar la dinámica de dominación en el trato. En la relación terapéutica, que es una relación de poder, hay que utilizar esto para fomentar el bienestar del paciente, ya que el trauma destroza la confianza básica de la persona y por tanto la capacidad de confianza en la terapia.
Seguridad.
La principal tarea de la primera fase de recuperación es establecer la seguridad, pero también podemos hablar en esta primera fase de estabilización, confianza, comunicación y tratamiento orientado a los síntomas. La tarea de establecer la seguridad es básica, porque si no, no se puede hacer ningún trabajo terapéutico con éxito. Esto comienza con el control del cuerpo y poco a poco se va expandiendo hacia fuera, hacia el control del entorno. Para el control del cuerpo, la persona necesita atender a sus necesidades básicas (sueño, alimentación) y manejar los comportamientos autodestructivos. Asimismo necesita una seguridad económica, y reducir los síntomas de hiperactivación e intrusivos.
Una vez que la persona ha atendido sus necesidades básicas, va saliendo hacia el entorno. Necesita un lugar seguro y es prioritario encontrarlo. Desde ahí, la persona suele oscilar en sus relaciones entre dos extremos que van de no quedarse sola nunca, a aislarse por completo. Es muy importante el apoyo de la familia, y es posible que estas situaciones de crisis obliguen a la familia a tratar temas que anteriormente habían sido negados. Restituir la seguridad puede ir desde un periodo de semanas hasta meses y años.
El proceso se resiente si el entorno es hostil y no le protege. Asimismo se resiente en supervivientes de traumas repetidos y prolongados, especialmente en la infancia, donde la víctima depende patológicamente del abusador. Su capacidad de cuidarse a sí misma está dañada y hay comportamientos autodestructivos diferentes como impulsos suicidas, abuso de sustancias, comportamientos arriesgados, etc. Uno de los mayores errores en esta primera fase es precipitarse en el trabajo de exploración sin haber prestado la atención debida a establecer la alianza terapéutica y a las tareas de establecer la seguridad. Empezar prematuramente el trabajo de desenterrar los recuerdos es un error, por ejemplo no prestar atención a la necesidad de apoyo social.
La transición a la siguiente fase es gradual, la persona va recuperando poco a poco la seguridad y ya no se siente tan vulnerable o aislada. Asimismo la alianza terapéutica ha alcanzado una situación favorable, en la que la paciente debe tener el control en la toma de decisiones. Si no se observa de forma rigurosa este hecho la persona puede sentirse despreciada, infravalorada y controlada.
“Un terapeuta describe la progresión a través de las fases de recuperación como una espiral en la que continuamente se vuelven a visitar temas anteriores, pero, cada vez, con un nivel más alto de integración” “En el transcurso de una recuperación con éxito, debería ser posible reconocer un cambio gradual desde una sensación de peligro impredecible a una seguridad fiable, del trauma disociado, al recuerdo reconocido y del aislamiento estigmatizado a la restauración de la conexión social”. (Herman).
Recuerdo y Luto.
La segunda fase de la recuperación es el recuerdo y el luto. La persona cuenta la historia del trauma. Este trabajo se hace para poder integrar el trauma en la vida de la persona. La memoria traumática es como fotografías físicas de una película muda, es estática. Sin embargo este trabajo de recuperación de los recuerdos depende nuevamente de la víctima, siguiendo con la consigna de devolverle el poder al afectado.
La reconstrucción del trauma exige mucho valor, sin embargo no hacerlo lleva al estancamiento del proceso de recuperación y enfrentarse a ellos antes de tiempo puede ser dañino y re traumatizar a la persona. Al explorar los recuerdos puede ocurrir que la persona empeore y esto será señal de que hay que ir más lentamente.
• El Duelo.
Al reconstruir la historia del trauma, se empieza por contar la vida y circunstancias antes del suceso traumático de manera que la persona puede tener un sentido de continuidad con el pasado. Hay que reconstruirlo de manera organizada, detallada, situado en el tiempo y contexto histórico. En este relato se incluye toda la imaginación, sensaciones físicas y emociones. Si no hay sensaciones físicas no sirve. “El recuerdo sin emoción casi nunca produce un resultado” Freud. Los hechos deben ser vividos y sentidos.
La persona seguramente se preguntará ¿por qué?, ¿por qué yo? Al quedar destrozado el antiguo sistema de valores y quedar rota la burbuja protectora en la que la persona se sentía segura probablemente la víctima tenga que reconstruir un nuevo sistema de creencias que le da sentido a su sufrimiento inmerecido y que le ayuda a decidir qué hacer. A veces se pretende borrar todos los efectos del trauma con una especie de transformación mágica o purga del mal, pretendiendo anular lo ocurrido, pero esto no es posible, la psicoterapia ayuda a integrar no a exorcizar aunque bien es cierto que en todo este proceso la historia del trauma sufre una transformación.
Al contar la historia del trauma éste se convierte en un testimonio y hay entonces que hablar de la universalidad del testimonio como ritual de sanación. Este acto de duelo es la labor más necesaria y la más dolorosa de esta fase. Tan solo llorando todo lo que lo que ha perdido puede el paciente recuperar su vida. Sin embargo a veces la víctima se resiste a ponerse de luto como una manera de negarle al verdugo su victoria. Puede querer negarse creyendo que así puede librarse del dolor. A veces la persona necesita una compensación y cree que vengándose lo conseguirá; sin embargo debe darse cuenta de la imposibilidad de hacer las paces y de que no existe una compensación adecuada. Solamente llorando la pérdida podrá curarse y solamente podrá librarse del perpetrador cuando renuncie a la esperanza de recibir una compensación por su parte.
• Pérdida.
El trauma siempre trae consigo una pérdida, sea física, psicológica o bien pérdida de personas importantes, que llevan a la persona a enfrentarse con un vacío en relación con la comunidad. La aceptación de esta injusticia, es el punto de partida para recuperar el poder y compensar lo que no se puede deshacer. En el caso de los abusos crónicos infantiles también se pierde la confianza básica en los progenitores, la creencia en un buen padre o una buena madre y esto también se debe llorar
• Descongelación.
Hay otra fase en la recuperación que tiene que ver con la inmersión en una experiencia pasada de tiempo congelado y aquí entroncamos con la teoría de Levine: “la renegociación exitosa del trauma se produce cuando los recursos de adaptación de la persona se incrementan de una manera simultánea a la excitación. Al pasar de la periferia de la experiencia al “centro de conmoción” de la inmovilización, sus modelos congelados y no resueltos fueron neutralizados, a medida que la activación aumentaba, por otros modelos flexibles y resolubles”. Pero llega un momento en que el trauma ya no ocupa el primer lugar en la vida, y aunque la reconstrucción del trauma no se completa nunca del todo, el tiempo vuelve a moverse y esto nos hace ver que hemos conseguido superar esta fase y que la experiencia traumática pertenece al pasado.
• Ira.
Hay otro fenómeno en la fase de recuperación que es la ira. Al salir la persona de la etapa de inmovilización puede hacerlo con una energía desbordada; es la energía que quedó congelada y que la persona había puesto en marcha para defenderse. Si no se actúa enseguida, la energía puede asociarse con el terror a la pugna y este miedo a la violencia contra los demás o uno mismo puede reactivar el estado de inmovilidad y el círculo vicioso del trauma.
Reconexión con la Vida.
Reconectarse con la vida, supone asumir de nuevo el poder y en ocasiones tomar la decisión de enfrentarse al peligro. Asumir de nuevo el poder y la reconexión con la vida son las experiencias claves en la fase de recuperación, al igual que el aislamiento y la indefensión son las experiencias principales del trauma. En esta fase de reconexión, la víctima debe de crear un nuevo yo, se necesita una reeducación sobre lo que es sano.
Con frecuencia vuelven a aparecer los mismos temas que en la primera fase (cuidar su cuerpo, sus necesidades materiales, etc.) pero en este caso, se prioriza la conexión con el mundo, en vez de la seguridad básica.
La persona necesita enfrentarse al miedo, no para borrarlo, sino para aprender a vivir con él, dándose cuenta que no todos los peligros son abrumadores, no todos los miedos terroríficos. Necesita asimismo, volver a conectarse con las partes de sí misma más positivas en el periodo pre traumático y postraumático para poder integrar esos aspectos en la construcción de su nuevo yo. La persona puede necesitar asimismo contar sus secretos como una manera de salir de la indefensión y de acusar a abusadores, en el caso de traumas por abusos.
En la fase de reconexión, durante la terapia es posible que el trabajo se centre en el desarrollo del deseo y la iniciativa, y normalmente es necesario superar los aspectos de la personalidad impuestos por el trauma. Es posible que en estos momentos la persona empiece a valorar la capacidad de supervivencia, y los aspectos del yo desarrollados a partir del suceso traumático, aunque el precio haya sido demasiado alto.
De La Victimización Al Fortalecimiento: El Fenómeno Del Fénix.
Cada trauma es una oportunidad para una auténtica transformación. El trauma amplifica la expansión y contracción del cuerpo, del alma y de la psique. El cielo sería la expansión y el infierno la contracción; al trabajar en la integración de estas polaridades, de una forma gradual, podemos curar el trauma de una manera delicada. El modo en que respondemos al acontecimiento traumático, puede hacer que nos quedemos estancados de por vida como medusa o que, por el contrario, sea para nosotros un maestro espiritual.
“En el mito griego, la sangre del cuerpo herido de medusa fue recogida en dos frascos; un frasco tenía el poder de matar, mientras que el otro tenía el poder de resucitar. Si se lo permitimos, el trauma tiene el poder de arrebatarnos la vitalidad de nuestra vida y de destruirla. Sin embargo, también es posible utilizarlo para una importante renovación y transformación del propio yo. “El trauma, resuelto, es una bendición que proviene de un gran poder”. Levine.
El impacto del trauma puede provocar por tanto, tanto una reacción positiva como negativa, que tiene el potencial para cambiar la dirección de la propia vida. Este proceso, hace que la persona reevalúe la propia vida facilitando un movimiento hacia la salud. En ocasiones, el incidente traumático hace de centro, alrededor del cual la persona organiza una vida anteriormente desorganizada, reorientando sus valores y metas. La crisis puede ser como un catalizador de un cambio vital importante. A esta capacidad de crecimiento a partir de un suceso traumático o una crisis es a lo que se le llama el fenómeno del fénix. El fénix referido al pájaro mítico que es capaz de resurgir de sus propias cenizas. El trauma, por tanto es, como el viaje heroico que nos pertenece a todos.
La Resilience
La resiliencia, es el proceso que permite retomar un tipo de desarrollo a pesar de una situación traumática y en circunstancias adversas. La exposición a una situación crítica, no conduce obligatoriamente a desarrollar síntomas postraumático. Hay personas con capacidad individual para sobrellevar un traumatismo; descubrir sus recursos, fuerza interna y sabiduría y darle un significado.
La noción de resiliencia fue desarrollada para describir un proceso permanente de crecimiento interior a partir de los riesgos de la existencia. Las dificultades de la vida serían pilares en el desarrollo interno del individuo. También es la capacidad de enfrentar con coraje situaciones difíciles y las facultades de auto reparación y adaptación postraumática.
La personalidad positiva, puede influir en el modo de reaccionar frente a un evento traumático, debido a una menor vulnerabilidad individual. Uno de los autores que más ha estudiado y desarrollado el concepto de resiliencia es Boris Cyrulnik él dice en su libro “El murmullo de los fantasmas”: “Solo es posible hablar de resiliencia si se ha producido un trauma, que se haya visto seguido, por la recuperación de algún tipo de desarrollo; es decir, si se verifica la recomposición del desgarro.
No se trata de un desarrollo normal, ya que, a partir de ese momento, el trauma inscrito en la memoria forma parte de la historia del sujeto y le acompaña como un fantasma. La persona herida en el alma, podrá retomar un desarrollo, un desarrollo que en lo sucesivo se verá modificado por la fractura de su personalidad anterior”.
No podemos hablar de situación traumática, más que si ha habido fractura. Una fractura que desgarra nuestro mundo, deshace nuestro sistema y nos sumerge en la confusión. En estos momentos de confusión es muy importante, que haya una representación de los acontecimientos, pues esta representación puede llegar a ser el eje de nuestra historia. Cuando el niño pierde a sus padres antes de que se desarrolle el lenguaje, el entorno sensorial del niño se convierte en un desierto y si no dispone de figuras sustitutas los daños son duraderos. Sin embargo cuando hay tutores de resiliencia afectivos acompañando al niño, este retoma enseguida su desarrollo.
Freud decía “todo duelo precoz, toda pérdida afectiva producida durante los primeros años de vida hace que la persona sea duraderamente vulnerable y prepare las depresiones de la edad adulta”. La pérdida afectiva de un objeto real es lo que crea el sentimiento de mundo vacío y gris. Sin embargo, desde el punto de vista de la resiliencia no hay un determinismo tan grande, de hecho existen diferentes escenarios afectivos y todos provocan reacciones diferentes.
Lo que altera al niño es el aislamiento afectivo y la falta de rutinas, pero en cuanto los niños, aunque sea en una institución, tienen un medio afectivo estructurado comienza a mejorar en sus habilidades motrices, recuperan el retraso lingüístico e incluso logran superar sus dificultades de relación.
Permitir la resiliencia consiste en proponer un tutor de desarrollo a un herido. Los niños que han tenido una figura que los quiere, sobre todo en los primeros meses de vida, son los que logran desarrollar un sentimiento de esperanza que les hace reparar la propia autoestima. La esperanza aprendida debida a un vínculo protector, les de la capacidad para soñar el porvenir, en el que desarrollan un rol de niño amado, o de héroe o de adulto feliz.
Es muy importante esta labor de imaginación, digamos que lo que constituye la resiliencia requerirá de una reparación del golpe real, seguida de una reparación de la representación de ese golpe. Esto se puede producir a través del dar, dándose el niño el derecho a dar y de esta manera reparar su autoestima. Los niños traumatizados antes de la edad del habla quedan alterados emocionalmente: Se angustian con facilidad, ante las separaciones, tienen miedo de las novedades, se sobresaltan y se distancian emocionalmente para no sufrir.
“Un niño agredido en la época pre verbal no podrá por tanto realizar el mismo trabajo psíquico que un niño traumatizado en un momento en el que puede efectuar una remodelación lingüística. Cuando el desgarro sobreviene antes de la aparición de la palabra, lo que deberemos reparar para remendar al niño será el entorno. Por el contrario, si un niño resulta herido después de poseer la palabra, el trabajo deberá incidir sobre todo en la representación de lo que ha pasado” Cyralmik.
Cuando el suceso traumático, la agresión, el niño lo sufre del exterior, es decir socialmente, los tutores de resiliencia se suelen encontrar en las familias bien estructuradas, con roles definidos y vínculos afectivos que tienen una meta común; en cambio cuando la agresión es interior, en la familia, los tutores de resiliencia se encuentran en el exterior (abuelos, tíos, colegio, vecinos etc.) Lo que conduce a la resiliencia es la conquista de la autonomía. Si el desarrollo es normal el niño se individua cada vez más del vínculo parental, que además los padres o sustitutos propician. Cuando ha habido un trauma, el niño necesita hacer la misma conquista pero es más costoso, ya que hay que retomar el camino a pesar del desgarro y en circunstancias adversas.
Una manera positiva de remendar el yo rasgado es a través de la escritura, como una manera de dar palabra a los fantasmas. Prácticamente el 50% de los escritores, han padecido acontecimientos traumáticos graves en su infancia. La escritura permite situar fuera de uno mismo, para volverlo visible, un sufrimiento que existe en el fondo de uno mismo.
Aquí quiero introducir el concepto de Debriefing o integración a través de la escritura. Según el Debriefing, no parece haber una diferencia significativa en el uso de la escritura o la palabra hablada con relación a los efectos biológicos, cognitivos y emocionales. Los hombres parece que se benefician más a través del proceso de escritura que las mujeres. Los efectos positivos de la escritura están directamente relacionados con la magnitud e intensidad de la hostilidad y el odio expresados.
El hecho de encerrar en sí mismo (inhibir), pensamientos, sentimientos, o actitudes ligados a un hecho traumático es un stress importante. Liberarse del stress a través de la palabra oral o escrita reduce la tensión mantenida por la inhibición. Poner por escrito el relato de una vivencia extremadamente difícil, cuyo recuerdo es a menudo confuso y caótico, debe pasar por un proceso de estructuración lógica, que causa la mejoría física. Parece que es esencialmente la puesta en palabras de los sentimientos difusos, vagos y confusos, lo que genera un efecto positivo, sumado al beneficio aportado por la pérdida de inhibición.
Las personas que no consiguen organizar sus recuerdos presentan generalmente trastornos psicológicos. Los relatos de eventos traumáticos de víctimas se caracterizan por el uso de expresiones enfáticas, repeticiones, frases incompletas, rupturas a nivel tempo-espacial y por numerosas incoherencias. La estructuración progresiva y la organización de los recuerdos traumáticos por el lenguaje están asociadas a una disminución de síntomas de stress y depresión. A partir del momento en que la narración es coherente y está realmente estructurada se puede acceder fácilmente a los pensamientos y sentimientos y los síntomas tienden a desaparecer.
He querido hacer un inciso y hablar de la importancia del relato en la recuperación del trauma y también en el desarrollo de la resiliencia. Continúo ahora con estudios y desarrollo de la resiliencia. Cuando a una desventaja, una vergüenza o un sufrimiento se les hacen frente pueden transmutarse en un florecimiento personal.
Todos los héroes en su viaje hacia la luz, deben superar una prueba “un traumatizado no tiene elección, ya que el quebranto está ahí, junto con la rutina que le conmociona y le pone en el disparadero de tener que elegir entre el aniquilamiento o la pelea. El hecho de que la vida pierde de ese modo todo sentido es un sufrimiento inigualable”. Cyrulnik.
En el camino del hombre normal también hay pruebas, sin embargo el camino del traumatizado es un camino dislocado. Hay un agujero, un derrumbe que conduce al precipicio. El resiliente tiene que tomar un camino lateral, ha de abrirse un camino nuevo, teniendo en la memoria el borde del precipicio. Una persona normal puede volverse creativa, al resiliente no le queda otro remedio. Un niño traumatizado que no es creativo, que no sueña, queda sometido a una realidad que lo destroza. El niño traumatizado que se refugia en la ensoñación y se aísla de lo real, no se socializa adecuadamente, por tanto hace falta que este niño se proteja mediante la ensoñación y que encuentre a alguien que le pide que haga el esfuerzo de crear, para poder desarrollar la resiliencia .
Dar forma a la sombra es volverse a construir tras el trauma. Es el primer paso de la creación artística. Nombrar la sombra es demostrar que mis fantasmas han sido reales. Es incorporarse al mundo de los humanos con una herida convertida en obra de arte. Cuando nadie invita al niño a salir de él mismo, sus sueños acaban aislándolo de lo real, que se convierte para él en algo soso; el único placer lo obtiene imaginando. Hace falta que el entorno disponga alrededor del niño algunos encuentros para que esta parte imaginaria se pueda convertir en una pasarela de resiliencia.
La frontera que separa la resiliencia natural y la resiliencia de los traumatizados que han vivido una iniciación a su pesar es estrecha. Se han codeado con la muerte y algunos se han quedado en el infierno y otros se han vuelto resilientes. El trauma es un desgarro que en los resilientes termina por ejercer el efecto de una iniciación. Se ha constatado no obstante que si se satisfacen todas las necesidades del niño, si se le evitan hasta las mínimas pruebas, si se le tiene sobre protegido y se le ceba con amor, todo esto le impide desarrollar algunos factores de resiliencia.
Comunidad -Intervención Temprana.
“Los acontecimientos traumáticos destruyen los vínculos entre el individuo y la comunidad. Aquellos que los han sobrevivido saben que el sentido de su yo, de su valía y de la humanidad depende de una sensación de conexión con los demás. La solidaridad de un grupo proporciona la mayor protección contra el terror y la desesperación, así como el antídoto más fuerte contra la experiencia traumática.
-El trauma aísla; el grupo devuelve la sensación de pertenencia.
-El trauma avergüenza y estigmatiza; el grupo hace de testigo y reafirma.
-El trauma degrada a la víctima; el grupo la exalta.
-El trauma deshumaniza a la víctima; el grupo le devuelve su humanidad” Herman.
En este sentido, los grupos de supervivientes ocupan un lugar importante en el proceso de recuperación, ya que la persona se ha sentido muy alienada. Estos grupos, ofrecen un grado de apoyo y comprensión que no se da en el entorno habitual de la víctima. El hecho simplemente de estar en compañía de otras personas que han padecido un sufrimiento similar, ya es de por sí curativo. La interacción del estímulo mutuo surge con mayor fuerza en el contexto de un grupo. Irving Yalom describe este proceso como una “espiral de adaptación” en la que la aceptación del grupo hace que aumente la autoestima y de cada uno de sus miembros y por otro lado los miembros aceptan mejor a los demás.
En este tipo de grupo también se da la posibilidad de una restitución colectiva del poder, ya que los miembros del grupo se relacionan entre ellos como iguales. No obstante no hay que perder de vista el potencial destructivo del grupo. Para que uno de estos grupos tenga éxito, el grupo debe comprender su labor terapéutica y proteger a los participantes contra la amenaza de volver a vivir el trauma. En el caso de los supervivientes de un trauma repetido y prolongado los grupos pueden ser una buena fuente de apoyo durante la primera fase de la recuperación siempre y cuando el trabajo del grupo sea educativo y cognitivo y no exploratorio del trauma (ejemplo intercambiar información sobre los síntomas, y compartiendo estrategias de protección). En definitiva lo prioritario es la seguridad.
En el caso de los supervivientes de un trauma agudo no se recomienda el trabajo en grupo inmediatamente, sino que es mejor esperar unas semanas o meses. Es mejor favorecer el contacto con las personas del entorno de la víctima que es con quien ella quiere estar normalmente, debido a los síntomas intrusivas, las pesadillas y los flash -back.
Por otro lado en la segunda fase de la recuperación, la de recuerdo y luto, el trabajo en grupo puede ser muy provechoso. Es como si la persona hiciera un testimonio social de su historia. Este tipo de grupos deben estar muy estructurados y orientados a la labor de desenterrar el trauma. El compartir el trauma es un paso para dominarlo y no solo una catarsis, y se centra en la experiencia compartida del pasado y no en las dificultades del presente. El grupo puede ayudar a soportar el terror y el dolor del luto que podría ser abrumado para un solo oyente. El grupo da una cierta formalidad y su creatividad ayuda a construir ritos de luto y homenajes compartidos.
En la tercera fase, que es la de la reconexión con la vida, un grupo puede seguir siendo muy favorable para tratar temas específicos como el secretismo, la hiperactivación, y el miedo, las relaciones interpersonales, la disfunción sexual postraumática etc. El grupo interpersonal se centra más en el presente, en el aquí y ahora que en el pasado y puede ser más homogéneo que los grupos de las fases anteriores. Por otro lado este tipo de grupos no tiene por qué tener límite en el tiempo y se permite y estimula que surjan conflictos entre sus miembros hecho que en los grupos anteriores no se daba. Podría decirse que cuando la persona recupera la sensación de comunidad, su recuperación se ha completado.
El Trauma.
Recuperación.
Ana Berruete. 2-005