La Histeria.
La primera persona que emprendió el estudio de la histeria fue Jean Martin Charcot a finales del siglo XIX, en un centro hospitalario llamado el Salpe’triére donde se daban cita mendigos y prostitutas. Hubo otros médicos que se acercaron hasta el Salpe triére como Pierre Janet, William James y Sigmund Freud.
Charcot puso el énfasis en los daños neurológicos; parálisis motrices, amnesia, convulsiones y pérdidas sensoriales y demostró que los síntomas eran psicológicos. Janet y Freud competían por demostrar cuál era la causa de la histeria. A mediados de la década de los 90 y por separado Janet en Francia y Freud con Breuer en Viena llegaron a formulaciones parecidas; La histeria estaba causada por un trauma psicológico.”Reacciones emocionales insoportables a acontecimientos traumáticos producían un estado alterado de la conciencia que, a su vez, creaba los síntomas de la histeria. A esta alteración en la conciencia Janet le llamó, Freud y Brener la llamaron doble conciencia”.
Ambos estaban de acuerdo en que los síntomas somáticos, eran representaciones de acontecimientos traumáticos que habían sido olvidados. Janet, describió a sus pacientes histéricos como conducidos por ideas inconscientes fijas, provocadas por los acontecimientos traumáticos. Por tanto, cuando esos acontecimientos traumáticos eran recordados y verbalizados se podían aliviar los síntomas de la histeria.
Freud siguiendo el hilo hasta el pasado llevó la exploración a la vida sexual de sus pacientes. En “la etiología de la histeria,” presenta la tesis de que en los casos de histeria, hay experiencias sexuales prematuras que se dan en la primera infancia. Un año más tarde Freud había renunciado a la teoría traumática de los orígenes de la histeria, debido en parte al ostracismo y la frialdad con que fue recibido su trabajo.
Por su parte Janet nunca abandonó la teoría traumática de la histeria. Estudió 591 pacientes histéricos y encontró antecedentes de traumas en 257 casos. Janet propuso que cuando una persona está expuesta a una situación emocional traumática, no pueden confrontar estas experiencias con sus esquemas cognitivos anteriores y por tanto como esos recuerdos traumáticos no pueden integrarse, se escinden (disocian). Esto produce una evitación de la integración de los recuerdos traumáticos en el plano consciente y por tanto continúan recordando continuamente la situación traumática. Quedan fijados a la idea.
Esto también afecta a las nuevas experiencias de su vida, como si su vida quedara bloqueada y el desarrollo de su personalidad se hubiera quedado detenido. Muchas de sus ideas se demostraron ciertas, en los últimos 20 años ha sido reconocido, aunque en años anteriores y debido al auge del psicoanálisis hubiera sido olvidado.
• La Neurosis Traumática De Guerra.
Durante la I Guerra Mundial murieron 8 millones de hombres en 4 años. Los combatientes se vieron expuestos a la muerte de sus compañeros, a la aniquilación propia, al horror y a la indefensión. Empezaron a quedarse paralizados de miedo, gritaban y lloraban; se quedaban mudos, perdían la memoria. A los psiquiatras militares no les quedó más remedio que reconocer que los síntomas se debían a un trauma psicológico propiciado por un trauma de guerra. El estar expuesto continuamente a la posibilidad de una muerte violenta, favorecía la aparición de unos síntomas parecidos a la histeria en hombres.
Rivers fue el promotor de esta visión más progresista en los ámbitos médicos militares y demostró que hombres valientes habían sucumbido ante el miedo aterrador y que la forma más efectiva para superar el miedo, era el amor que sentían los soldados unos por otros, más que el patriotismo o el odio al enemigo.
Posteriormente en 1922 Abram Kardiner un psiquiatra, analizado por Freud, se interesó por los soldados traumatizados, debido a una infancia traumática y luchó por desarrollar una teoría del trauma de guerra dentro del marco del psicoanálisis. Abandonó esta idea y en 1941 publicó un estudio clínico y teórico llamado “La neurosis traumática de guerra” donde reconoció que las neurosis de guerra son una forma de histeria. Junto con Spregel descubrió que el factor de protección más fuerte contra el trauma de guerra, es el grado de relación entre el soldado, su unidad de combate y su líder. Encontraron que desenterrar los recuerdos traumáticos a través del amital sódico o la hipnosis, no era suficiente para conseguir una cura duradera.
Pero no fue hasta la guerra de Vietnam, que se emprendió un estudio a gran escala sobre los daños psicológicos debidos a la guerra. Estos estudios vinieron fomentados por los “grupos de critica” de los veteranos de la guerra. En 1980 el síndrome de trauma psicológico se convirtió en el diagnóstico de “desorden por stress postraumático” los rasgos clínicos son similares a la neurosis traumática descubierta por Kardiner 40 años antes. Es decir una vigilancia anormal y una sensibilidad excesiva. A nivel fisiológico hay un descenso en el umbral de estimulación y psicológicamente una predisposición a la huída. Afirmó que la neurosis traumática era una fisioneurosis.
• Los Abusos Sexuales en la Infancia.
El origen de los estudios sobre la histeria en el siglo XIX se basaban en el trauma sexual. En esa época no había constancia de que hubiera una violencia sexual y doméstica contra las mujeres. No fue hasta los años 70, con el movimiento feminista que se reconoció que los desordenes postraumáticos más frecuentes eran los de las mujeres en la vida civil y no los de los hombres en la guerra.
A las mujeres las silenciaba el miedo y la vergüenza. En el entorno protector de la terapia y los grupos se atrevieron a hablar de violación, y otras mujeres las creían, aunque anteriormente los hombres no las hubieran creído. En 1976 en Bruselas se constituyo el primer tribunal contra crímenes contra las mujeres. En los años 80 Diana Russell una socióloga y activista pro derechos humanos realizó un estudio con más de 800 mujeres escogidas al azar. Los resultados fueron concluyentes: “Una de cada cuatro mujeres había sido violada. “Una de cada tres había sufrido abusos sexuales durante la infancia. Parecía que la violencia sexual contra mujeres y niños era algo endémico en nuestra sociedad; algo que Freud no se atrevió a documentar.
En 1972 Ann Burges hizo un estudio sobre los efectos psicológicos de la violación y encontró un patrón parecido al de los veteranos de guerra; insomnio, disociación, pesadillas, nauseas, sobresalto. Solo después de 1980 cuando se instauró el desorden de estrés -postraumático debido a los esfuerzos de los veteranos de Vietnam, fue claro que el daño psicológico observado en las víctimas de incesto, violencia doméstica y violación era el mismo que en los supervivientes de la guerra. La histeria en las mujeres y la neurosis de guerra en los hombres son una misma cosa.
• Los Supervivientes de los Campos de Concentración.
Es otro de los acontecimientos que ha tenido un impacto en el desarrollo de la nomenclatura del stress postraumático. Se acuño el término síndrome del campo de concentración. La experiencia capital en este grupo de personas, es la rendición y aceptar la muerte y destrucción como inevitables. El estado de alerta evoluciona en una inhibición de la conducta y un bloqueo de las emociones. Todos estos antecedentes por supuesto se encuadran en lo que serían los antecedentes en el reconocimiento del síndrome o trastorno de stress postraumático.
Es importante en el estudio de estos diversos grupos, la observación que se hizo que los sucesos traumáticos conllevan en muchos casos asociados a un trauma psicológico. Desde el punto de vista gestáltico por tanto estos antecedentes nos interesarían en el sentido de ser los episodios que dan lugar a la observación de unos síntomas traumáticos y no dentro del reconocimiento de un síndrome o un trastorno.
Síntomas.
El ser humano siempre actúa con el fin de preservar su supervivencia. La intuición de un peligro pone en acción de modo reflejo el cortex cerebral, las estructuras del hipotálamo y la hipófisis, provocando una reacción de huída o de combate, o sea, una reacción de stress máxima sentida de forma negativa. La descarga hormonal actúa sobre la musculatura voluntaria y no voluntaria, provocando un aumento de la actividad circulatoria y cardiaca, el incremento de la fuerza muscular, la aceleración de la respiración y el pulso y una disminución de la sensibilidad, sudores fríos etc.
Psicológicamente, se produce al mismo tiempo una localización de la atención y una modificación de los sentimientos (anestesia emocional) Cognitiva; aumento de los pensamientos, mente inquieta, preocupación etc. El Bluthing es un sentimiento subjetivo de desapego o indiferencia emocional con relación al exterior, es decir, una disminución de la conciencia que se tiene del entorno. La atención se vuelve totalmente hacia el interior de uno mismo, para poder la persona sentirse segura.
Cuando el peligro ha pasado, la persona puede retomar su vida cotidiana, aunque con una cierta hiperactividad. La agitación, hiperactividad, disociación y recuerdos recurrentes tardan por término medio cuatro meses en atenuarse. En algunos casos sin embargo, los síntomas persisten después de varios meses y entonces se puede hablar de trastornos de adaptación. Lo que en psicología se está llamando “trastorno por stress postraumático”.
Cuando los síntomas se cronifican hace falta ayuda psicoterapéutica o psiquiátrica; mientras que en la fase aguda son reacciones naturales y transitorias. Sin embargo, es deseable intervenir en esta fase para impedir el tránsito hacia la cronificación de los síntomas. De estos últimos síntomas es de los que voy a hablar a continuación. He seleccionado como los 4 más importantes la hiperactivación -excitación, la intrusión, la constricción, y la dialéctica del trauma. Por otro lado desarrollaré también la inmovilización y descongelación, la negación y el vivir en el ayer.
• Hiperactivación –Excitación.
Después de una experiencia traumática el instinto de supervivencia parece ponerse en alerta permanente como si en cualquier momento pudiera volver el peligro. La activación fisiológica permanece y esto lleva a lo que Kardiner propuso:
El sistema nervioso autónomo parece haberse despertado de una manera crónica. La persona se sobresalta e irrita con facilidad, duerme mal y tiene síntomas psicosomáticos. “Los pacientes, padecen una combinación de síntomas generalizados de ansiedad y miedos específicos. No poseen un nivel de alerta básico y una atención relajada, sino que tienen un elevado nivel de alerta”. Herman. Esta alteración se da tanto en el nivel de sueño como en el de vigilia, por lo que hay trastornos del sueño.
En la misma línea de hipótesis fisiológica habla Levine de excitación para él “la excitación es la actividad que carga de energía nuestras respuestas de supervivencia”. Uno de los resultados del ciclo completo de la excitación es la satisfacción profunda. Las personas traumatizadas no confían en el ciclo de excitación, porque han asociado la excitación a sentirse paralizadas por el miedo. Por tanto, evitan la finalización del ciclo de excitación y se quedan estancadas en el miedo. Cuando la persona confíe en la excitación y se deje fluir en la autorregulación del organismo empezará la curación del trauma.
Al dejarnos fluir los síntomas alcanzan un punto máximo y empezarán a descargarse a través quizás de temblores, estremecimientos, olas de calor, respiración profunda, relajación muscular, latidos más lentos y una sensación general de alivio y seguridad y por fin se resolverán. La hiperexcitación es el núcleo de la reacción traumática y como todo proceso instintivo, no es posible controlarlo de una manera voluntaria.
• Intrusión.
Las personas traumatizadas reviven el suceso traumático una y otra vez como si estuviera ocurriendo en el presente, mucho después de que haya pasado el peligro. Aparece en la conciencia en forma de flash -Back, tanto en estado de vigilia, como durante el sueño, en forma de sueños recurrentes. Según Freud y Kardiner “se podría decir que el paciente tiene una fijación con el trauma”. Los recuerdos traumáticos tienen algunas cualidades especiales; No tienen una forma lineal, su naturaleza es congelada y silenciosa y carecen de una narrativa verbal y de un contexto y están codificados en forma de sensaciones vívidas e imágenes. Todo esto es lo que les da esa sensación de realidad; en esto se parecen a los sueños de los niños por la predominación de imágenes y sensaciones y ausencia de narrativa verbal. Puede haber una alteración neurofisiológica que produzca éstos síntomas tanto en el sueño como en la vigilia. Esta repetición además de en los pensamientos y sueños también se da en la acción; por ejemplo en los juegos repetitivos de los niños. El juego postraumático, al contrario que el normal, se repite de forma obsesiva.
El momento traumático se vive de forma repetitiva, como si fuera una manera de poder cambiar el resultado de lo que ocurrió. En este sentido es la misma dinámica que en la obsesión. Esta repetición del suceso puede no ser consciente. Freud llamó “compulsión repetitiva” a ésta instrusión recurrente de la experiencia traumática. Como no le encontró una explicación adaptativa para la vida, apeló al instinto de muerte. Esta última explicación ha sido rechazada y parece más bien que el revivir la experiencia de manera recurrente sea un intento espontáneo y fracasado de curación. “Janet habló de la necesidad que tiene la persona de asimilar y liquidar el trauma. Revivir el trauma puede suponer la posibilidad de liquidarlo.
• Constricción.
Cuando la persona se encuentra en una situación traumática la hiperexcitación va acompañada por constricción en el cuerpo y la percepción. La constricción en el cuerpo altera el tono muscular, respiración, aparato circulatorio. Todo se contrae preparándose la persona para la defensa. La percepción del entorno también se contrae, fijando la atención en la amenaza, esto es una forma de hipervigilancia. Cuando la constricción no es suficiente para defender el organismo, entonces el sistema nervioso se vale de otros mecanismos como la congelación o la disociación.
Las alteraciones de la conciencia o percepción son el núcleo de la constricción o embotamiento. Esto puede provocar una extraña calma, como una anestesia parcial, donde el sentido del tiempo queda alterado y la persona ve la situación como en cámara lenta.
• Disociación.
La disociación nos protege en un principio del dolor de la muerte. Es una protección de la naturaleza contra un dolor insoportable. En su forma más leve se manifiesta como un cierto distanciamiento y su forma más fuerte será la personalidad múltiple. Siempre incluye distorsiones del tiempo y de la percepción. La persona puede experimentar una desconexión fundamental de su cuerpo, como estar fuera del cuerpo. Los síntomas son parecidos al trance hipnótico; Suspensión de la iniciativa, calma, analgesia, distorsión de la realidad, despersonalización y rendición en la acción voluntaria.
Parece que los acontecimientos traumáticos sirven como poderosos activadores de la capacidad de entrar en trance. Cuando debido al trauma la persona no puede disociarse es posible que busque los mismos efectos en el alcohol o las drogas; por lo que corren un grave riesgo de desarrollar una dependencia de otras sustancias.
• La Dialéctica del Trauma.
La dialéctica del trauma hace referencia a las dos respuestas contradictorias de constricción y de intrusión que tienen un ritmo oscilante. Estos estados opuestos es quizá una de las cosas más significativas de los estados postraumáticos.
La alternancia de estos dos estados se puede ver como un intento de encontrar un equilibrio satisfactorio entre ambos. Sin embargo la persona se encuentra entre los extremos de:
o “Amnesia y revivir el trauma.
o “Sentimientos intensos y estados sin sentimientos.
o “Acción impulsiva e inhibición de la acción.
Esta dialéctica, en el transcurso del tiempo sufre cambios. En los primeros seis meses predominan los síntomas intensivos y la persona se siente fundamentalmente agitada y alerta. Conforme van disminuyendo los síntomas intrusitos y la persona ya no parece tan asustada empiezan a predominar los de constricción con la evitación, el distanciamiento y la distorsión de la realidad. Su importancia radica en lo que falta. Como si hubiera muerto una parte de la persona.
Por tanto, la amenaza de aniquilación pervive en el tiempo, así como el terror, la rabia y el odio. Freud encontró en la neurosis traumática, signos de una “fuerza demoníaca” y no es de extrañar. El acontecimiento traumático destruye los sentimientos de seguridad y de confianza básica en la vida. La persona se siente absolutamente abandonada y sola sintiendo que pertenece más a los muertos que a los vivos.
• La Impotencia.
La impotencia es el freno del sistema nervioso y tiene una relación con la respuesta biológica. Por el contrario, la hiperexcitación es el acelerador del sistema nervioso. En una situación traumática, ambos, acelerador y freno actúan a la vez. Por un lado el sistema nervioso no reconoce que la situación traumática se ha terminado hasta que la energía movilizada se ha liberado, pero como por otra parte hay mucha energía acumulada echa el freno. La inmovilización es real, el cuerpo no es capaz de moverse. Una parálisis donde no se puede gritar, sentir o moverse. Aunque pasado el episodio la inmovilización vaya pasando, siempre quedará en nosotros un residuo de esa congelación.
• Negación y Vivir en el Ayer.
La reacción inicial, antes de que se activen otras defensas de la persona, es probable que sea una combinación de la negación y del vivir en el ayer o fenómeno del deshacer. Ante cualquier situación que nos cambie repentinamente la vida, hay una reacción de negación del tipo “Esto no está sucediendo” “esto no me puede estar pasando a mi”.
Es como si estuviéramos en el mundo en medio de una burbuja protectora, donde nos sentimos seguros y estables. Las cosas verdaderamente terribles no invaden nuestra burbuja personal; eso les ocurre a otros. Sin embargo, cuando un suceso traumático irrumpe en nuestras vidas, nos hace cambiar todo el sistema de valores que teníamos hasta entonces, con respecto a nosotros y a la vida. La segunda parte de esta reacción es “vivir en el ayer”, pretender que el acontecimiento sea deshecho y dejar que la vida siga como antes de que ocurriera la tragedia. Tanto la negación, como el deshacer (vivir como si el acontecimiento no hubiera sucedido) son reacciones defensivas que empleamos en los traumas y las crisis vitales.
Además de los síntomas más específicos a los que me he referido; un suceso traumático produce en las víctimas vergüenza, dudas, culpa, aislamiento social, ansiedad, y depresión. Todos estos sentimientos hay que tenerlos en cuenta asimismo al tratar los síntomas postraumáticos.