TEORÍAS DE LA MOTIVACIÓN, HISTORIA Y EVOLUCIÓN
Historia
Como en tantas ocasiones, los griegos expusieron las primeras ideas y teorías con cierta base reflexiva, y más concretamente los pensadores como Platón, Aristóteles, Epicuro y Sócrates.
Platón defendía inicialmente que la motivación partía de un alma dividida en tres: la primitiva (relacionada con necesidades como beber, comer, sexo…), la competitiva (centrada en relaciones sociales…) y la superior (capacidad de tomar decisiones teniendo en cuenta la razón).
Posteriormente Aristóteles confirmó esta teoría del alma dividida en tres, denominando sus partes de otra forma: nutritiva, sensible y racional. Basado en la observación de los hechos concluyó que determinadas conductas humanas estaban relacionadas con los sentimientos de afecto que dirigen el comportamiento.
Epicuro argumentó una teoría en la que defiende que los sujetos están motivados para buscar el placer y evitar el dolor.
Sócrates por su parte, trató de encontrar el porqué de la búsqueda de la felicidad en el hombre.
Cientos de años después, se tendió a reducir esa terna y se consideraba que la motivación se dividía en cuerpo y mente (parte biológica y parte racional). De ahí nacieron tres grandes teorías que luego dieron origen en el siglo XX a múltiples miniteorías:
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La voluntad: pensadores como Descartes (su precursor), Ruchkmick y Rand empezaron a concretar la voluntad como actos de elección, esfuerzo y resistencia, pero su profundización se hacía demasiado compleja por lo que finalmente centraron sus estudios en algo más fisiológico: el instinto.
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El instinto: su principal creador fue Charles Darwin quien concluyó con pruebas fisiológicas que lo sustentaban que ante una situación dada, los animales respondían por instinto, el cual nos viene dado en nuestra herencia genética. Posteriormente en el campo de la psicología William James relevó a Darwin determinando que el estímulo
La motivación en la organización del trabajo, el equilibrio entre el factor de capital y el factor social es clave y esencial. Al popularizarse esta teoría comenzó la búsqueda de cuántos instintos existen dando al traste con esta teoría al igual que la de la voluntad.
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La pulsión: su idea consiste en que la satisfacción de las necesidades corporales es la esencia de la motivación, decantándose por tanto por una opción biológica.
Defensores de esta teoría fueron:
Hull: varias necesidades unidas y acumuladas generan pulsión, lo cual deriva en una conducta, que lleva a un acto y, mediante su repetición, genera un hábito que, repetido muchas veces, puede generar un aprendizaje.
Freud: Si alguien retiene y no satisface una necesidad, acumulando energía, genera ansiedad. Esto supone que la pulsión lo que hace es concretar en una acción toda esa necesidad acumulada (energía) que necesita salir mediante una conducta.
Tanto Hull como Freud dejaron carencias, críticas y dudas con la Teoría de la Pulsión. Hay conductas que surgen sin una necesidad biológica y no son explicadas por la teoría, por lo tanto, existen factores ambientales externos que generan esas necesidades. Una vez más, los pensadores, psicólogos, filósofos y estudiosos tenían que buscar una nueva teoría que explique lo mejor posible todo lo relacionado con la motivación. Diversos autores han intentado realizar una tipología de cuáles serían las necesidades que posibilitarían la movilización de una persona. Estos son algunos de ellos:
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Maslow (1954)
Para este psicólogo norteamericano considerado por muchos de sus colegas el más influyente en la primera mitad del siglo XX, la motivación es el impulso que tiene el ser humano de satisfacer sus necesidades. Maslow clasifica 5 niveles de necesidad en una pirámide como la de la imagen 1. La idea principal es que sólo se satisfacen las necesidades superiores cuando se han satisfecho las de más abajo, es decir, no puedes pasar a la siguiente hasta que no se hayan satisfecho las anteriores. Por ejemplo, si millones de personas en el Primer Mundo tienen como único objetivo conseguir algún alimento, ¿se plantearán problemas de autoimagen o realización personal?
Estos son los 5 niveles:
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Necesidades fisiológicas. Están en la base de la pirámide y son las que tienen más fuerza. Los seres humanos necesitan satisfacer unos mínimos vitales para poder funcionar. Una persona que careciera de alimento, seguridad, amor y estima, probablemente, sentiría con más fuerza el hambre física antes que cualquier otra necesidad.
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Necesidades de seguridad. En general, todos tenemos tendencia a la estabilidad, a organizar y estructurar nuestro entorno. No es fácil vivir permanentemente a “la intemperie” y de ahí que busquemos mínimos que nos den seguridad.
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Necesidades de amor, sociales. Una vez cubiertas las necesidades anteriores, surgirán las de afecto, sentido de pertenencia, etc. Somos “animales sociales” y necesitamos relacionarnos con los demás para poder desarrollarnos como personas. Por ejemplo, cualquiera que participa en una organización, junto al cumplimiento de una serie de objetivos, también pretenderá relacionarse con otros que comparten esos mismos ideales. El formar parte de una determinada organización sirve como elemento de referencia y comparación social.
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Necesidades de estima. Todas las personas tienen necesidad de una buena valoración de sí mismos, de respeto o de autoestima, que implica también la estima de otros.
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Necesidades de autorrealización. El proceso de maduración humana se enriquece durante toda la vida. Siempre podemos desarrollar nuevas posibilidades. Esta necesidad se caracterizaría por mantener viva la tendencia para hacer realidad ese deseo de llegar a ser cada vez más persona. La forma específica que tomarán estas necesidades diferirá de un sujeto a otro. Unos pueden realizarse plenamente siendo un buen padre o madre, otros colaborando en proyectos solidarios o en su faceta profesional.
Las necesidades fisiológicas y de seguridad las subclasifica como de orden inferior; las tres siguientes las clasifica como de orden superior. Las necesidades de orden superior se satisfacen en el interior del individuo; en cambio las de orden inferior lo hacen en el exterior (sueldos, antigüedad, etc.).
Maslow afirmó: “Un músico debe hacer música, un artista debe pintar, un poeta debe escribir, si quiere finalmente sentirse bien consigo mismo. Lo que un hombre puede ser, debe ser”.
Con ello da a entender que no todos los hombres estarán motivados a satisfacer las mismas necesidades, por lo que está en cada uno satisfacer las necesidades que crea oportunas para llegar a su propósito.
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McClelland (1961)
Su objetivo será describir cuáles son las necesidades que auténticamente movilizan a las personas en relación con su superación personal. Según McClelland se distinguen tres tipos de necesidades:
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Necesidad o motivación de logro. Sería la tendencia a vencer obstáculos, realizar nuevos retos y superar las tareas difíciles lo mejor y más rápidamente posible. De esta manera, líderes políticos, ejecutivos de empresas, deportistas, se caracterizarían por una alta necesidad de logro.
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Necesidad de afiliación o social. Se refiere a la necesidad de afecto e interacción con los demás.
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Necesidad de poder. Necesidad de controlar y ejercer influencia sobre otros.
Estas necesidades pueden definirse como características de la personalidad y tienen influencia en el desempeño laboral, ya que unir las metas organizacionales con las individuales favorecen la optimización del esfuerzo en la dirección deseada por la empresa.
Individuos orientados al logro: prefieren el reto de resolver un problema y aceptar la responsabilidad del éxito o fracaso en lugar de dejar el resultado a la suerte o a las acciones de otros. Dan su mejor rendimiento cuando sus posibilidades de triunfo están al 50% y prefieren metas que les exigen esforzarse un poco más.
Individuos con alto grado de necesidad de poder: les gusta “ser jefes”, luchan por influir en otros, buscan puestos en situaciones competitivas y orientadas al status antes que dar un rendimiento adecuado.
Individuos con alto grado de necesidad de afiliación: luchan por conquistar la amistad, prefieren situaciones de cooperación a las de competencia como el trabajo en equipo y desean relaciones que incluyan un alto grado de comprensión mutua.
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Herzberg (1966)
Herzberg, a partir de una muestra de 1685 trabajadores de varias empresas de Pittsburgh de diversas disciplinas y niveles directivos, llegó a la conclusión de que los factores que contribuyen a la satisfacción son distintos e independientes de las variables que tienden a provocar insatisfacción. De ahí que describiese dos tipos de factores relacionados con la motivación:
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Factores higiénicos o ergonómicos, que son aquellos que evitan el descontento. Es decir, si no están presentes provocan insatisfacción, pero no son por sí motivadores. Están relacionados con el entorno del puesto de trabajo: el salario, el estatus, la seguridad, las condiciones laborales, el control, etc.
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Factores de crecimiento o motivadores, que son los que auténticamente motivan. Se refieren al contenido del puesto de trabajo: el reconocimiento de la tarea, su realización, la responsabilidad, la promoción, etc.
La aportación de Herzberg es de gran utilidad en las organizaciones (lucrativas o no), ya que incide sobre aquellas variables que están relacionadas con “los intangibles” que muchas veces se dan por supuestas y que es muy necesario tener en cuenta. Por ejemplo, la experiencia demuestra que a veces se puede trabajar con más ilusión con menos factores higiénicos – medios físicos, instalaciones pobres, bajos sueldos, etc.- si están presentes los factores motivadores. De ahí que sea fundamental activar componentes como el reconocimiento, la participación, la comunicación, la responsabilidad, etc.
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Alderfer (1972)
Realiza una síntesis de los modelos anteriores. Para Alderfer existirían tres tipos de necesidades (E-R-G):
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Existencia. Necesidades básicas y materiales que generalmente se satisfacen a través
de factores externos: el alimento, el sueldo, las condiciones laborales.
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Relación. Necesidades sociales. Implican la interacción con los demás: familia, amigos,
compañeros, jefe, subordinados.
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Crecimiento. Necesidad de desarrollo personal. Se satisfacen cuando el sujeto logra cumplir objetivos que son importantes para su proyecto personal.
Alderfer cuestiona el modelo piramidal de Maslow. Para él existiría un movimiento ascendente que denomina satisfacción progresiva y otro que lleva a la persona hacia atrás y que lo expresa como frustración regresiva. Por tanto, si alguien se frustra al no poder satisfacer unas determinadas necesidades, retrocedería para satisfacer necesidades inferiores.
Por ejemplo, quién no logre conseguir cotas de realización personal y autonomía en su vida -necesidad de crecimiento-, “regresará” al nivel inferior -necesidad de relación-. A su vez, cuanto más insatisfechas estén las necesidades de relación, más se potenciarán las necesidades de existencia.
A diferencia de Maslow, en la Teoría ERG no que debe seguirse un orden correlativo para su satisfacción, considera que si el individuo no logra satisfacer una necesidad de orden superior aparece una necesidad de orden inferior (frustración-regresión), pueden operar al mismo tiempo varias necesidades y variables tales como antecedentes familiares y ambiente cultural pueden alterar el orden de las necesidades.
B.F. Skinner (1977) Teoría de modificación de conducta.
“Se cazan más moscas con una gota de miel que con un barril de vinagre” (P. Rubio)
Las teorías que se basan en el manejo de incentivos parten de un presupuesto: las personas suelen realizar comportamientos con el objetivo de obtener algún beneficio y evitan o dejan de hacer aquellas conductas que conllevan un daño. Para este enfoque toda modificación de conducta se realiza básicamente a través de refuerzos, recompensas o mediante la evitación u omisión de aquello que sea desagradable.
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Si queremos que se inicie o que se mantenga un comportamiento, sólo tenemos un medio: el reforzamiento. Se suele distinguir:
o Reforzamiento positivo. La presencia de un estímulo reforzador ante una conducta incrementa la probabilidad de repetir esa respuesta. Se le suele aplicar también el término de condicionamiento de recompensa, ya que el sujeto es premiado por la ejecución de un determinado comportamiento. Por ejemplo, si ante la realización de una actividad que ha supuesto un gran esfuerzo se recibe la felicitación de los compañeros, nuestra labor se ve reforzada.
o Reforzamiento negativo. Como consecuencia de la realización de una conducta se puede evitar o dejar que actúe algo desagradable. Así, en el origen de muchas asociaciones está el planteamiento de alternativas para afrontar una situación social que no es placentera. Por ejemplo, que los jóvenes realicen cursos formativos con el objetivo de escapar de la mendicidad o para evitar que caigan en la delincuencia.
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Si lo que se pretende es disminuir o eliminar un comportamiento, sólo podemos emplear dos técnicas: la extinción y el castigo.
o Extinción. Se produce cuando no presentamos el estimulo reforzador que sustenta esa conducta. Al no reforzar el comportamiento, se irá “debilitando” y disminuirá la probabilidad de que se repita. Por ejemplo, si alguien gasta bromas muy pesadas y no le hacemos caso, es más probable que no utilice esa estrategia.
o Castigo. Un estímulo desagradable para el sujeto posterior a la ejecución de una conducta que no se considera adecuada aumenta la probabilidad de que ésta no se repita. Así, si alguien se salta un semáforo en rojo, recibirá una multa.
Las teorías que se basan en incentivos lo que potencian es la creación de un ambiente adecuado para que el sujeto se plantee la realización de aquello que le reporta beneficios y no ejecute lo que le proporciona perjuicios. De ahí la importancia de adaptarse a cada contexto y a cada individuo, ya que los estímulos reforzadores pueden diferir.
Así mismo, mientras el refuerzo positivo produce cambios en los comportamientos en el sentido deseado y además enseña, el castigo produce un cambio de comportamiento en el individuo, pero de forma impredecible e incluso indeseable adoptando éste más bien conductas de escape a situaciones que le lleven a tal comportamiento que le llevó al castigo.
Modelos cognitivos.
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Adams (1965) Modelo de equidad
Hasta ahora las teorías sólo tenían en cuenta al individuo, pero no como integrante de una organización. Adams presenta una teoría basada en la equidad por la cual sería el juicio que el sujeto realiza, comparando su trabajo y beneficio con el de otros similares, el que influye en la motivación. Para establecer ese juicio, hay que tener en cuenta varios elementos:
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Inputs. Las aportaciones o contribuciones que el sujeto aporta al trabajo: formación, capacidad, experiencia, habilidad, nivel de esfuerzo, tiempo de dedicación, tareas realizadas, etc.
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Outputs. Los resultados, las ventajas o beneficios que la persona obtiene del trabajo: salario, prestigio, estatus, reconocimiento etc.
Si la persona percibe que el valor de la relación aporte/resultados es igual a la de otros compañeros, lo considerará equitativo y no habrá tensión, pero si percibe desigualdad, se producirá una tensión que intentará eliminar o reducir con actitudes como reducción de esfuerzo, solicitud de mayor pago, absentismo, impuntualidad, robos, etc.
El planteamiento es importante, ya que, quizás, objetivamente no exista la injusticia o la desigualdad, pero es fundamental la percepción que el individuo realiza de esa experiencia.
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Vromm (1964) Modelo de expectativas
Para Vromm (y posteriormente para Porter y Lawler), las fuerzas internas del individuo combinadas con su situación motivan y determinan su comportamiento además el individuo toma decisiones conscientes acerca de su conducta las cuales dependen de la expectativa de obtener resultados deseados en vez de resultados indeseados.
Para este modelo, la motivación es el resultado matemático de multiplicar los valores asignados a la valencia, expectativa e instrumentalidad:
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Expectativas: es la convicción de la persona de que su esfuerzo producirá el efecto deseado. ¿Qué imagen construye el sujeto de sí mismo? ¿Se siente capaz? ¿Tiene formación? ¿Esforzándose obtendrá lo que pretende? Dependen mucho de la percepción que tenga la persona de sí misma. Su valor será 0 si la persona no se considera capacitada para alcanzar el objetivo y 1 si considera que posee la capacidad.
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Instrumentalidad: representa la opinión de la persona de la valoración y recompensa que recibirá al realizar el trabajo. ¿Qué consecuencias tendrá el rendimiento? Es decir, si consigue un determinado resultado, ¿servirá para algo? Su valor será 0 si no espera ser valorado o recompensado por ello y 1 si así lo considera.
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Valencia: es el nivel de deseo de una persona por alcanzar determinada meta u objetivo. ¿Qué valor aporta a la persona cierta actividad? ¿Qué deseo o interés tiene para realizarla? Este nivel depende de la persona puede cambiar a lo largo del tiempo, estando condicionada por la experiencia de cada uno. El valor de ésta es –1 si no se quiere llegar a un, 0 si el resultado le es indiferente y +1 cuando se desea alcanzar el objetivo.
Esta teoría atribuye a las personas la capacidad de estimar probabilidades de ocurrencia, lo cual es determinante en su comportamiento, por tanto cuanto más sencillo sea el incentivo, más fácil le resultará a la persona relacionar su esfuerzo con la probabilidad de éxito y resultará más motivante.
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Locke (1968) Modelo de Fijación de metas u objetivos
Según Locke, son los objetivos o metas que los individuos persiguen con la realización del trabajo los que determinarán el nivel de esfuerzo que emplearán en su ejecución. La intención de trabajar para conseguir un determinado objetivo es la primera fuerza motivadora del esfuerzo laboral y este modelo trata de explicar los efectos de esos objetivos sobre el rendimiento.
Una meta u objetivo es lo que alguien intenta alcanzar, el fin de una acción. ¿Cuáles son los factores que debe tener un objetivo para que pueda motivar?
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Conocimiento. Se ha de conocer la meta y los medios para conseguirla.
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Participación y aceptación. la participación de los trabajadores para establecer los objetivos incrementa la calidad y la cantidad del rendimiento. Ha de existir acuerdo sobre lo que se desea realizar.
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Dificultad. Las metas deben ser difíciles, pero no imposibles. Deben suponer un reto, pero no han de ser inalcanzables. Siendo aceptados por el sujeto que ha de trabajar para conseguirlos, los objetivos difíciles conducen a mejores resultados de ejecución que los objetivos más fáciles.
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Especificidad. Cuánto más concreto sea el objetivo, más fácil será aglutinar los esfuerzos de todos para alcanzarlo. Los objetivos de tipo general son poco adecuados.
Según Locke y Latham, en el establecimiento de metas se ha de resaltar que el objetivo:
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Orienta la acción. Anima a realizar estrategias y planes de actuación. Al centrar nuestra atención, seleccionamos qué actuaciones son importantes y obramos en consecuencia.
Así, para conseguir una meta, tendremos que plantearnos las alternativas más idóneas.
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Sirve para regular el esfuerzo. Al tener claro qué es lo que hay que hacer, nos podemos programar para obtenerlo.
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Logra que se trabaje de una manera más persistente. El objetivo, más que algo imposible, se presenta como aquello que con el esfuerzo y la persistencia se puede alcanzar.
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Los objetivos promueven las estrategias y planes de acción.