En la actualidad, parecería haber unanimidad de opiniones en cuanto a que la conducta-problema del hombre es aprendida y la psicoterapia consiste, en esencia, en un proceso de reeducación o de aprendizaje.
Por lo general, el uso de términos como aprendizaje y conductismo implica que el hombre es un mero conjunto de respuestas condicionadas frente a los estímulos ambientales. Junto con Anderson pensamos que la única manera apropiada de explicar (…) la conducta de los seres humanos consiste en hacerlo a partir de una concepción radicalmente distinta de la naturaleza del hombre. El hombre es un ser viviente -el único ser viviente- con sentido de sí mismo. Gracias a él puede entablar diálogos internos consigo mismo, y así lo hace en casi todos sus momentos de vigilia» [1964, pág. 1].
En este artículo, traduciremos la terapia guestáltica a un esquema conductista-fenomenológico; vale decir, propondremos considerar los hechos fenomenológicos como conductas reales.
Dado que nuestro único acceso a la experiencia tiene lugar a través de alguna forma de conducta verbal o no verbal, el terapeuta guestaltista toma como datos de conducta todo lo que sucede en un individuo lo que piensa, siente, hace, recuerda y percibe con sus sentidos. Esto no implica que la terapia guestá1tica sea una forma de terapia conductista (siguiendo el modelo de Wolpe, Goldiamond, etc.) Recurrimos al lenguaje de la teoría conductista del aprendizaje porque nos permite aludir a hechos de la experiencia en términos operacionales, y nos suministra principios que dan cuenta de los cambios producidos en los sentimientos, percepciones y acciones de la persona. Queda por verse si esta traducción cumplirá con su propósito.
Como dice Scriven, “La prueba de que un vocabulario ofrezca una nueva y auténtica comprensión de los hechos es su capacidad para predecir nuevas relaciones, retraducir las antiguas y señalar la unidad donde antes había diversidad.
Conductismo y Fenomenología: Dos Enfoques del Aprendizaje.
Con el fin de establecer las bases para este análisis, parece oportuna una breve descripción de la teoría del aprendizaje. Empleamos aquí la expresión genérica «teoría del aprendizaje» para referimos a un cierto número de sistemas creados por los psicólogos para explicar la adquisición del conocimiento y/o la aparición de nuevas respuestas. La psicología ha enfocado este tema en distintas épocas desde dos perspectivas: la tradición asociacionista, a la que hoy podemos llamar conductismo, y las escuelas de la introspección, el funcionalismo y la psicología de la guestalt, que pueden agruparse bajo el rótulo de fenomenología o existencialismo. Ni el conductismo ni la fenomenología son, en sí mismos, sistemas psicológicos. Se trata más bien de enfoques o métodos para describir y estudiar las variables primordiales asociadas con la conducta y que la explican. Todas las teorías del aprendizaje juzgan que su función principal reside en especificar las condiciones-estímulo que determinan la conducta. Tanto el conductista cuanto el fenomenólogo conciben al aprendizaje como un fenómeno regido por leyes que es posible descubrir.
Puesto que se trata de un estado interno no observable en forma directa, para el conductista una respuesta o desempeño es un indicador de aquel; el fenomenólogo, en cambio, estudia el aprendizaje -así como otras conductas- a través de los datos sensoriales, perceptuales o cognitivos que le proporciona la persona.
Hay varias teorías diferentes, cuyo denominador común es un lenguaje que hace hincapié en las definiciones operacionales de conductas especificables, y su compartido interés por el papel del refuerzo o de la recompensa como determinante de la conducta. Además de ello, el psicólogo conductista piensa que la conducta observable es el único objeto de estudio legítimo de la psicología y el único criterio para evaluar el resultado de cualquier procedimiento experimental, la psicoterapia inclusive.
El fenomenólogo, por su parte, estima que todo lo que sucede dentro de una persona -o sea, sus sensaciones, percepciones, cogniciones; en una palabra, su experiencia- constituye datos psicológicos válidos, aunque no pueda verificárselos y los deba inferir otra persona considerándolos esquemas conceptuales hipotéticos. Así, los cambios generados en esquemas conceptuales como el concepto de sí mismo, la conciencia de sí mismo o el control del yo se juzgan datos válidos y criterios válidos para justipreciar el resultado de la terapia.
El conductismo y la fenomenología contemporáneos están dando muestras de una convergencia en sus ideas. Por ejemplo, varios teóricos del aprendizaje -en particular Miller, Tolman y Skinner- se han apartado de un interés casi exclusivo por el ambiente (vale decir, por la conducta objetiva, observable, públicamente verificable) para incluir los hechos psicológicos internos como estímulos que gobiernan o modelan la conducta. Osgood propone un modelo de la conducta que se divide en dos etapas, en el que se supone que entre el estímulo observable y la respuesta observable hay una respuesta implícita generadora de un estímulo, un proceso no visible que podría representar, la reacción significativa de un oyente frente a algo que se acaba de decir y la auto estimulación o pensamiento que esa reacción desencadena; ambos pueden llegar a promover una respuesta manifiesta.
Este modelo constituye una tentativa de superar algunas de las limitaciones del modelo E-R de una sola etapa, principalmente su imposibilidad de manejar procesos simbólicos como la ideación, la cognición y el significado. En este tipo de paradigma, los hechos fenomenológicos pueden concebirse como variables intermediarias o respuestas mediadoras internas. En un análisis de los hechos públicos y privados en psicología, Skinner sostuvo: «Reviste particular importancia que una ciencia de la conducta enfrente el problema de la intimidad. Una ciencia adecuada de la conducta debe considerar a los hechos que tienen lugar dentro de la piel del organismo, no como mediadores fisiológicos de la conducta, sino como parte de la conducta misma» [19.64, pág. 84].
Con referencia a este mismo problema de los hechos privados en psicología, Homme acuñó el término «encuberante» (coverant), acrónimo de «encubierto-operante» (covert-operant). «Los encuberantes -sostiene- son aquellos sucesos que los legos denominan mentales, y que comprenden el pensamiento, la imaginación, la reflexión, la meditación, la relajación, la ensoñación, la fantasía, etc. Sin duda, por debajo de muchos desórdenes de conducta o de personalidad se encuentra la dificultad para controlar una u otra de las formas de encuberantes» [1965,pág. 502].
En síntesis: la ciencia actual parece caracterizarse por un diálogo cada vez más fructífero entre el conductismo y la fenomenología. Se dijera que está cobrando cuerpo la concepción de que «el hombre es a la vez un ser total y un conjunto de hábitos y conductas: el ser total del hombre puede concebirse como un producto de la interacción entre el sí mismo molar y los actos y hábitos específicos que conforman el mosaico de la vida cotidiana» [Truax, 1967, pág. 150].
La Experiencia como Conducta.
Liverant señaló que «cada vez que un organismo cualquiera reacciona frente a un estímulo cualquiera, hay implícita experiencia en su nivel más primitivo (tal como comúnmente se la entiende). Por obra del aprendizaje (o sea, de las interacciones de un organismo y su ambiente), estas experiencias sufren una alteración continua, que influye, según una pauta determinista, sobre un estado final arbitrariamente escogido (por el observador) y al que se denomina respuesta. Concebidas de este modo, todas las formulaciones sobre el aprendizaje se refieren a la experiencia» [1965, pág. 4].
Los informes verbales son, entonces, el vínculo directo con esa experiencia. En terapia guestáltica, tratamos la fenomenología de la persona -sus sensaciones, percepciones, pensamientos, visualizaciones, etc.- como una serie de conductas. En términos de Skinner, estas podrían denominarse respuestas mediadoras internas; en términos de Homme, encuberantes. Podríamos, pues, traducir la conciencia de sí mismo de que habla la terapia guestáltica diciendo que es un proceso mediante el cual los encuberantes se vuelven visibles al sujeto y al observador (o sea, al terapeuta).
En otras palabras, en terapia guestáltica tornamos visible u observable el mundo fenoménico del sujeto. Perls ha señalado: «Destacamos que en todo tipo de actividad, ya se trate de percepción sensorial, rememoración o desplazamiento físico, nuestros puntos ciegos y rigideces son, en algún aspecto, conscientes; que no están enterrados totalmente en un inconsciente inaccesible. Es menester prestar más atención e interés a cualquier aspecto que sea efectivamente consciente de manera tal que la figura borrosa se perfile y aclare contra su fondo. Al menos podemos ser conscientes de que hay un punto ciego, y, actuando alternativamente sobre lo que vemos o recordamos y sobre las manipulaciones musculares mediante las cuales nos “enceguecemos”, podemos diluir los bloqueos poco a poco, hasta llegar a la plena conciencia» [1951, pág. 117].
En el enfoque gestáltico pues el trabajo en el presente, en el aquí y ahora, tiene como objeto producir conducta observable, más que instigar meramente a la persona a que hable sobre lo que piensa. La pregunta por la que se guía el terapeuta no es « ¿Por qué se conduce usted de esa manera?, » sino « ¿Qué está usted haciendo?; ¿Cómo lo está haciendo?; ¿Para qué le sirve actuar de este modo?».
Aprendizaje, Teorías de la Personalidad y Estrategias para el Cambio en la Personalidad.
En nuestro examen de la teoría del aprendizaje hemos visto que considera a este un cambio relativamente estable producido en la conducta, por medio de la práctica, a lo largo del tiempo, o bien dicho en forma más simple, el aprendizaje es un cambio en la conducta como resultado de la experiencia. En tal carácter, el aprendizaje tiene cabida en la teoría de la personalidad y en la psicoterapia.
Las teorías de la personalidad cumplen dos funciones principales: describir en forma significativa a una persona tal como es, y explicar por qué y de qué manera ha llegado a serlo. Estos conceptos explicativos, como señaló Gendlin [1964], nos dicen qué es lo que impide que un individuo cambie o sea modificado por la experiencia.
En otros términos, la gente aprende de algún modo a ser como es, y las teorías de la personalidad nos ofrecen alguna información acerca de la manera como llegaron a serlo. La psicoterapia es en esencia un proceso destinado a modificar al sujeto en un sentido significativo. Las estrategias en ella empleadas para lograr ese cambio se basan, por regla general, en una teoría de la personalidad, pero el propósito global es posibilitar a la persona aprender nuevas formas de pensar, sentir y actuar.
Remitiéndonos al contexto del aprendizaje, podríamos expresar esto diciendo que las estrategias psicoterapéuticas difieren según cuál sean, para la teoría de la personalidad en cuestión, los determinantes decisivos de la conducta.
Por ejemplo, la teoría psicoanalítica de la personalidad explica la conducta, particularmente la inadaptada o neurótica, sobre la base de lo aprendido en el pasado. La terapia psicoanalítica se ocupa entonces del pasado, de la historia de los estímulos recibidos por la persona. Merced a la técnica de la asociación libre y a la interpretación de los sueños, este llega a entender mejor de qué modo se convirtió en lo que es. El análisis de las relaciones transferenciales con el terapeuta le permite descubrir que continúa actuando como si el pasado fuera presente. El descubrimiento de la realidad tiene lugar mediante un reaprendizaje, en la relación que entabla con la persona no punitiva del analista.
Los terapeutas conductistas, en cambio, se centran en la conducta o síntoma actual que está provocando el problema básico del cliente. Si la terapia se funda en principios operativos, se recompensa la conducta nueva apropiada cuando ella se produce, mientras que las respuestas antiguas e inapropiadas se extinguen por la falta de recompensa o por el castigo subsiguiente.
Los terapeutas existenciales estiman que los determinantes primordiales de la conducta están dentro de la persona, y por ende se centran en su propia fenomenología, o sea, en sus sucesos internos o mundo de experiencia interno.
Terapia Guestáltica y Aprendizaje Fenomenológico.
El objetivo de la terapia guestáltica es desarrollar una conducta más «inteligente», vale decir, facultar al individuo para que actúe sobre la base de toda la información posible y para que capte, no solo los factores relevantes del campo externo, sino también la información relevante interna. Se instruye al individuo para que preste atención, en un momento determinado, a lo que siente, a lo que desea, a lo que hace.
El objetivo de ello es alcanzar una conciencia ininterrumpida. El proceso de aumento de la conciencia permite al sujeto descubrir de qué manera interrumpe su propio funcionamiento; tales interrupciones pueden concebirse como las resistencias, o la evidencia de las resistencias: a lo que el individuo se resiste es a tomar conciencia de las necesidades que organizan su conducta. La toma de conciencia en el presente se convierte así en una herramienta para traer a luz esas necesidades y para revelar en qué forma el sujeto evita experimentarlas.
A causa del carácter básico del concepto de «conciencia», los guestaltistas insisten en la manera en que el sujeto bloquea o interrumpe sus comunicaciones con el sistema interno del sí-mismo o con el sistema interpersonal. La conciencia del bloqueo se facilita dirigiendo su atención a lo que está haciendo su cuerpo, a lo que está haciendo su mente, y a lo que sucede o deja de suceder entre las personas (conductas motriz, simbólica e interpersonal).
La conducta motriz se refiere al lenguaje corporal, y puede apreciarse en las emisiones vocales del cliente, en su manera de mirar y de sentarse, en las partes de su cuerpo que están en movimiento. Esta es conducta directamente observable; se dirige la atención de la persona hacia lo que está haciendo. Por ejemplo, el terapeuta puede comenzar a trabajar con el cuerpo diciendo: «Cierre los ojos y preste atención a sus sensaciones físicas. Concéntrese en ellas. ¿Qué siente en su cuerpo? ¿Puede usted mantener esa sensación?». O bien tomará como punto de partida algún movimiento del cliente. Esta focalización en la conducta motriz puede poner de relieve, de qué manera evita el individuo tomar conciencia de su ira y expresarla abiertamente. En términos de aprendizaje, se identifica el encuberante, la ira, y se advierte su pertenencia al sí-mismo. Tal identificación permite una expresión congruente y apropiada del sentimiento.
La conducta simbólica alude a «sucesos mentales» como el pensamiento, la imaginación, la ensoñación, etc. Esta conducta no es observable directamente por el terapeuta, pero es posible dirigir la atención del cliente hacia su propia fenomenología -o sea, hacia lo que siente fundamentalmente por medio de la fantasía o de la visualización efectiva. Los terapeutas guestaltistas tienen especial interés en las representaciones simbólicas del cliente por ser los encuberantes que determinan su conducta manifiesta.
La visualización puede consistir en imaginar un diálogo con otra persona o con toda una serie de personajes. Al trabajar con la visualización, se solicita al cliente que, sin apartarse de la situación por ellos imaginada, la sometan a cambios librados al azar; el terapeuta se ocupa entonces de los sentimientos, movimientos, etc., del cliente vinculado con la visualización tal como se desenvuelve.
Por ejemplo, al visualizar un encuentro con su suegro, un sujeto tiene la fantasía de que es perseguido por los indios; a medida que su fantasía se desarrolla, puede volverse y disparar el revólver contra sus perseguidores, con lo cual logra salvarse. La visualización fue una representación simbólica de un problema; puso en evidencia, con la huida, su evitación inicial, y su posible solución: enfrentar al perseguidor y afirmarse. sí mismo. Al poner de manifiesto estos encuberantes, el cliente pudo encontrar una respuesta distinta de la evitación.
La conducta interpersonal incluye aquellas conductas que atraviesan las fronteras psicológicas de contacto entre organismos aislados. La persona tiene ciertas funciones por medio de las cuales entabla contacto con los demás p.ej., la visión, la audición, el tacto, la vocalización, etc. Si consideramos que uno de los propósitos básicos de la terapia es que el individuo vuelva a estar en contacto con sus prójimos, asume especial importancia que el cliente tome conciencia de la forma en que bloquea ese contacto, y que experimente con conductas interpersonales que lo intensifiquen.
Merced a la experimentación, un individuo puede descubrir cómo se aparta de los demás. Por ejemplo, una mujer que se creía inferior al resto pudo verificar el grado de realidad de esta idea con otros miembros del grupo, descubriendo que si bien en ciertos aspectos podía tal vez sentirse inferior a ellos, en otros se sentía comparativamente bien ubicada.
Los experimentos en el aquí y ahora permiten al cliente observar sus encuberantes, tomar conocimiento de ellos y especificarlos. Gran parte de nuestra conducta está bajo el control de tales encuberantes. La conducta se rige por lo que se aprende a través de la experiencia. En otras palabras: la persona aprende qué es lo que hace o lo que no hace que le impide tomar contacto consigo mismo y con los demás. Tal conciencia implica la posibilidad de elegir entre continuar con esa conducta o modificarla.
Por consiguiente, es posible concebir la conducta-problema del ser humano o sea, la «patología»- como una conducta aprendida y la psicoterapia como un proceso esencialmente reeducativo. Todas las teorías psicológicas del aprendizaje tratan de identificar las variables que determinan la conducta.
Al conductista le interesan fundamentalmente los hechos externos, e intenta dar cuenta de ellos; el fenomenólogo, en cambio, parte de ciertos «elementos dados» acerca de la naturaleza del hombre y atiende a lo que ocurre dentro de la persona, vale decir, al rico, variado y elusivo mundo interno del individuo. El fenomenólogo conductista aborda este mundo de la experiencia personal de modo de volverlo externo, manifiesto, especificable y comunicable.
TERAPIA GESTÀLTICA:
UNA FENOMENOLOGÌA CONDUCTISTA.
Elaine Kepner y Lois Brien.
Teorìa y tècnica de la psicoterapia gestáltica.
Amorrortu Editores 1.973