Mente Consciente:
Es todo aquello de lo que nos damos cuenta en un momento particular: las percepciones presentes, memorias, pensamientos, fantasías y sentimientos. Cuando trabajamos muy centrados en estos apartados es lo que Freud llamó preconsciente, algo que hoy llamaríamos “memoria disponible”, es todo lo que somos capaces de recordar, recuerdos que no están disponibles en el momento, pero que somos capaces de traer a la conciencia.
El inconsciente:
Incluye todo lo que no es accesible a nuestra conciencia, incluyendo impulsos e instintos originados en la propia conciencia, y otros que no podemos tolerar en nuestra mente consciente, (emociones asociadas a traumas).
El inconsciente es la fuente de nuestras motivaciones, ya sean simples deseos de comida o sexo, compulsiones neuróticas o los motivos de un artista o científico. Además, tenemos una tendencia a negar o resistir estas motivaciones de la percepción consciente, de tal manera que solo podemos observarlas de forma disfrazada. (En otras corrientes psicológicas se interpreta que hay algo similar al inconsciente que juega un importante papel en nuestro comportamiento, pero de distinta manera a la naturaleza de cómo este fue interpretado por Freud, que el inconsciente no es el gran recipiente de actividad que él describió, siendo más bien todo aquello que no necesitamos o no queremos ver, hay escuelas que ni tan siquiera usan el término, fue Jung el que definió con mayor amplitud el concepto de inconsciente).
El Ello, el Yo y el Súper Yo.
La realidad psicológica freudiana empieza con el mundo lleno de objetos. Entre ellos, hay uno especial: el cuerpo. El cuerpo actúa para sobrevivir y reproducirse, y está guiado a estos fines por sus necesidades (hambre, sed, evitación del dolor y sexo). Una parte del cuerpo lo constituye el sistema nervioso, del que una de sus características más prevalentes es la sensibilidad que posee ante las necesidades corporales. En el nacimiento, este sistema es poco más o menos como el de cualquier animal, una “cosa”, o más bien, el Ello. El sistema nervioso como Ello, traduce las necesidades del cuerpo a fuerzas motivacionales llamadas pulsiones.
Freud también los llamó deseos. Esta traslación de necesidad a deseo es lo que se ha dado a conocer como proceso primario. El Ello preserva el principio de placer que es una demanda para atender de forma inmediata las necesidades. El Ello es la representación psíquica de lo biológico. Pero, aunque el Ello pueda satisfacerse en un momento puntual, al cuerpo no le ocurre lo mismo, ya que no satisfago el deseo, el cual se irá haciendo más grande y se mantendrá aún más. Cuando no satisfacemos una necesidad, ésta empieza a demandar cada vez más su atención, hasta que llega un momento en que no se puede pensar en otra cosa. Este sería el deseo irrumpiendo en la consciencia.
Además de Ello, existe una pequeña parte de la mente, el consciente, que agarra la realidad a través de los sentidos. Alrededor de esta consciencia, algo de lo que era “cosa” se va convirtiendo en Yo en el primer año de vida del niño. El Yo se apoya en la realidad por medio de su consciencia, buscando objetos para satisfacer los deseos que el Ello ha creado para representar las necesidades orgánicas. Esta actividad de búsqueda de soluciones es el proceso secundario.
El Yo, a diferencia del Ello, funciona de acuerdo con el principio de realidad, el cual estipula que se “satisfaga una necesidad tan pronto haya un objeto disponible”. Representa la realidad y hasta cierto punto, la razón.
El Yo intenta satisfacer al Ello, finalmente al cuerpo, pero, está en contacto con el mundo externo, y así como a veces se encuentra con objetos que le ayudan a conseguir las metas, en otras, por el contrario encuentra más bien obstáculos. El Yo capta y guarda celosamente todas estas ayudas y obstáculos, principalmente las que tienen que ver con gratificaciones y castigos que obtiene de los dos objetos más importantes del mundo de un niño: mamá y papá. Este registro de cosas y situaciones a evitar, y estrategias para conseguir el deseo es lo que se convertirá en Súper yo.
Esta instancia no se completa hasta los siete años de edad y en algunas personas nunca se estructurará. El Súper yo tiene dos aspectos: La consciencia, que es lo internalizado de castigos y advertencias. El Ideal del Yo, que deviene de las recompensas y modelos positivos presentados al niño. La consciencia y el Ideal del Yo comunican sus requerimientos al Yo con sentimientos como el orgullo, la vergüenza y la culpa.
Todo esto supone que en la niñez adquirimos un nuevo conjunto de necesidades y de deseos acompañantes, de naturaleza más social que biológica. Pero, el problema reside en que estos nuevos deseos pueden establecer un conflicto con los deseos del Ello, ya que el Súper yo representa a la sociedad, y esta pocas veces satisface sus necesidades.
Los Estadios.
Para Freud la pulsión sexual es la fuerza motivacional más importante, no solo en los adultos, sino también en los niños, e incluso en los infantes. Es cierto que la capacidad orgásmica está presente desde el nacimiento, pero Freud no solo habla de orgasmo. La sexualidad comprende todas las sensaciones placenteras de la piel, abrazos, besos, caricias, en definitiva, el contacto afectivo y táctil.
Freud observó las distintas etapas de nuestra vida. Vio que los bebés presentan una gran tendencia a llevarse a la boca todo lo que tienen a su alrededor, que los infantes obtienen un gran placer a través de chupar, especialmente del pecho. Después el proceso de crecer lleva al niño a concentrar su atención al placer anal de retener y expulsar. Alrededor de los tres o cuatro años, el niño descubre el placer de tocarse sus genitales. Y solo más tarde, y ya coincidiendo con nuestra madurez sexual, experimentamos un gran placer en las relaciones sexuales. A través de estas observaciones, Freud definió su teoría de los estadios psicosexuales.
• La Etapa Oral: media desde el nacimiento hasta alrededor de los 18 meses. El foco del placer es, por supuesto, la boca. Las actividades favoritas del niño son chupar y morder.
• La Etapa Anal: la establece entre los 18 meses hasta los tres o cuatro años de edad. El foco de placer es el ano. El goce estriba en retener y expulsar.
• La Etapa Fálica: va desde los tres o cuatro años hasta los seis o siete. El placer se centra en los genitales. Aquí puede comenzar la masturbación.
• La Etapa de Latencia: dura desde los cinco, seis o siete años de edad hasta la pubertad, más o menos a los 12 años.
• La Etapa Genital: empieza en la pubertad y conlleva la aparición de la pulsión sexual en la adolescencia, dirigida las relaciones sexuales.
Estas etapas siguen estando en vigor para la teoría analítica, tanto en el contenido como en las edades que comprenden. Cada estadio conlleva una serie de tareas difíciles de donde surgen problemas específicos. En la fase oral el destete, en la anal el control de esfínteres, y en la fálica la crisis edípica.
El Edipo.
El primer objeto de amor de todos nosotros es nuestra madre, queremos sus cuidados, atención y afecto, la deseamos de una manera claramente sexual. Pero el niño tiene un competidor ante sus deseos, su padre. Éste posee a mama, es mayor y más fuerte, y el chico se ve desplazado a dormir solo en su habitación. El padre es el enemigo.
Cuando el niño se da cuenta de esta relación arquetípica, ya ha visto las diferencias entre él y las niñas, desde su percepción, la diferencia es clara, él tiene un pene, cosa que no tiene la chica. Así, y durante este período de su vida, cree que es mejor tener algo que no tenerlo, y esto le produce satisfacción y orgullo de posesión.
Pero a la par surge la pregunta ¿porqué la niña no tiene pene? Quizás lo ha perdido, o se lo cortaron, y siente que eso también le puede pasar a él. Es el comienzo de la ansiedad de castración. El niño que reconoce la superioridad del padre y temiendo por su pene, comienza a usar algunas de sus defensas yoicas. Desplaza sus impulsos sexuales hacia la madre a las mujeres, identificándose con el agresor, su papá intentando parecerse cada vez más a él, es decir, el hombre. Después de la latencia entrará en la adolescencia y al mundo de la sexualidad madura.
Como el niño, la niña también comienza con amor hacia su madre, y surge el problema ya que la niña a de dirigir el afecto hacia el padre antes de que tenga lugar el proceso edípico, ante esto surge la envidia al pene. La niña percibe que ante la diferencia de sexos, no puede hacer nada, le gustaría también tener un pene, y tener todo el poder que a esto se asocia, y sabe como todo niño que es hace falta un papá y una mamá para tener un bebé, de manera que gira su atención y cariño hacia papá.
El problema es que papa ya está cogido por mama, con lo que la niña entonces le desplaza por los hombres, identificándose con mamá, la mujer que posee al hombre que ella desea. Aquí algo falta, la niña no sufre por el poder motivacional de la ansiedad de castración, ya que ella no puede perder lo que nunca ha tenido. Freud pensó que la falta de este tremendo miedo es lo que provocaba que las mujeres fuesen menos firmes en su heterosexualidad que los hombres y un poco menos inclinadas hacia los aspectos morales en general.
Las Ideas Asociadas al Complejo de Edipo.
Ansiedad de castración y envidia del pene, han tenido multitud de detractores, pero, ¿cuál es su realidad? algunos niños están muy unidos al progenitor del sexo contrario y son muy competitivos con el otro de su mismo sexo, algunos se preocupan de las diferencias entre chicos y chicas y tienen miedo de que perder su pene, algunas niñas también se preocupan con esto y quisieran tener un pene, y es notorio que algunos de niños mantienen estas sensaciones, miedos y aspiraciones hasta la edad adulta.
No obstante, la mayoría de los teóricos de la personalidad sostienen que estas son singularidades más que leyes universales; excepciones más que reglas. Ocurren en familias disfuncionales, donde los padres eran infelices entre ellos y usaban a los niños en contra del otro. Estos resultados surgen de familias donde los padres denigran a las niñas por el hecho de serlo y hablan de cortar el pene a los chicos que se portan mal.
Si consideramos al Complejo de Edipo, la ansiedad de castración y la envidia al pene de una manera más metafórica, pueden resultarnos conceptos útiles. Amamos a madres y padres de la misma forma que competimos con ellos, aprendemos el comportamiento sexual a través de imitar al progenitor del mismo sexo, practicándolo sobre el opuesto. En una sociedad dominada por el hombre, tener un pene (ser varón) es mejor que no tenerlo y perder la posición como hombre provoca bastante miedo, que una mujer aspire a lograr los privilegios de un hombre, más que su órgano masculino, es una cuestión razonable.
Carácter.
Las experiencias que acumulamos a lo largo de nuestra vida van construyendo una personalidad o carácter como adulto. Cada trauma en particular tiene su impacto específico en cada persona, lo cual se puede explorar y comprender sobre una base individual, pero hay traumas asociados con los estadios de desarrollo por los que todos pasamos y tienen una mayor consistencia. Si una persona presenta algún tipo de dificultad en cualquier estadio, el destete, el control de esfínteres o la búsqueda de la identidad sexual, tenderá a retener y repetir los hábitos primitivos o infantiles creados. Esto son las fijaciones. La fijación provoca que cada problema de una etapa específica se prolongue, y perdure en nuestro carácter o personalidad.
El Carácter Oral-Pasivo: (etapa oral hasta los 18 meses)
Corresponde con la frustración en la necesidad de chupar, sea porque mamá está incómoda o porque es arisca u hostil, o sencillamente porque por su propia necesidad quiere destetar demasiado rápido al niño, se desarrolla este carácter. Una personalidad de este tipo tiende a depender mucho de los demás, busca gratificaciones orales tales como comer, beber y fumar. Está continuamente buscando los placeres que perdió en la infancia. Entre los cinco y ocho meses comienza la dentición, al comenzar a salir los dientes el bebe se lleva todo a la boca, y desea morder todo lo que tiene a su alcance, por ejemplo, el pezón de mamá. Si esta acción es causante de displacer o se corta demasiado rápido, se puede desarrollar una personalidad oral-agresiva. Personas que tienden a ser verbalmente agresivos, sarcásticos, irónicos, etc.
En el Estadio Anal: (Desde los 18 meses hasta los tres, cuatro años)
Percibimos nuestras funciones corporales, desde ensuciar el pañal comenzamos a entrever que podemos tener control sobre ellas, y además dependiendo del control tenemos premios y estímulos, o tal vez castigo. De todas formas nos damos cuenta de que los padres valoran el producto final de nuestros esfuerzos. Algunos padres se someten al niño en el trabajo del control de esfínteres, se alegran cuando lo hace bien y se entristecen cuando no lo hace adecuadamente, el niño es el rey de la casa, y él lo sabe. Este niño, con esos padres, desarrollará una personalidad anal-expulsiva, o anal-agresiva. Personas sensibles, desorganizadas, generosas y comprensibles ante una falta, y que pueden, asimismo, ser destructivas y crueles.
Los padres competidores y estrictos, que creen que si su niño controla con rapidez los esfínteres es un niño inteligente, pueden llegar a castigar o humillar al niño para lograr sus deseos. Estos niños son posibles estreñidos, controladores, y que desarrollarán una personalidad anal-retentiva, posiblemente, serán pulcros, perfeccionistas y sus actitudes en la vida tenderán a ser dictatoriales. El anal-retentivo está atado por todas partes.
Existen también dos personalidades fálicas:
Una en la que el niño se siente rechazado por su madre y es amenazado por un padre excesivamente varonil, tendrá una sensación de pobre valoración en cuanto a su sexualidad. En este caso, saldrá por cualquiera de los dos polos, tal vez un intelectual desconectado de la sexualidad, o bien el macho de todas las mujeres. Una niña rechazada por su padre y amenazada por una madre excesivamente femenina, tendrá también una autoestima muy baja en lo sexual, y tal vez, pueda ser un bonito florero, o una belleza exageradamente femenina.
En otra situación, el niño sobreprotegido en sus debilidades por la madre, mucho más que por el padre, más bien pasivo, puede desarrollar una gran opinión de sí mismo, omnipotencia, lo que le traerá sufrimiento al enfrentarse al mundo real, y darse cuenta de que los demás no le quieren como su madre lo hizo, un niño así puede parecer afeminado, ya que no existe ninguna razón por la que tenga que identificarse con su padre. De la misma manera, si una niña es la princesita de papá y este es su amigo más íntimo, y mamá fue relegada a una posición de sirvienta, la chica será muy superficial y egocéntrica, o por el contrario muy masculina.
Estos distintos caracteres fálicos demuestran un punto importante de la caracterología freudiana: los extremos conllevan a los extremos. Aunque cada problema desarrolla sus propias características, estas pueden ser fácilmente reversibles. Así, por ejemplo, una persona anal-retentiva puede volverse excesivamente generosa o ser bastante desorganizada en algunos aspectos de su vida.
Los Mecanismos de Defensa.
Deseos del Ello y exigencias del Súper yo, más la realidad del yo en relación con el exterior están continuamente generando experiencias que conllevan un cierto grado de ansiedad, cuando esta se torna insoportable, abrumadora, el Yo ha de defenderse a sí mismo como pueda, y eso lo hace bloqueando inconscientemente los impulsos o distorsionándolos, logrando que sean más aceptables y menos amenazantes. Estas técnicas se han llamado mecanismos de defensa, en análisis hay una buena relación de ellos, tanto de Freud como de Anna, como de los neofreudianos, Negación. Represión. Aislamiento. Proyección. Formación Reactiva. Introyección. Regresión. Racionalización. Desplazamiento. Agresión al propio self. Sublimación…
Ansiedad.
La realidad del Yo está en el centro de dos grandes fuerzas. La sociedad representada por el Súper yo y la biología representada por el Ello. Cuando estas dos instancias establecen un conflicto sobre el Yo este se siente en peligro, amenazado y abrumado. Este sentimiento es la ansiedad, se considera como una señal de sobrevivencia del Yo, y cuando concierne a todo el cuerpo es una señal de que este está en peligro.
Freud habló de tres tipos de ansiedades:
• La primera es la ansiedad de realidad, es el miedo cierto ante una experiencia cierta, cuando me encuentro en una calle solitaria con dos perros peligrosos y amenazantes, se me genera una ansiedad de realidad.
• La segunda es la ansiedad moral y se refiere a lo que sentimos cuando el peligro no proviene del mundo externo, sino del mundo social interiorizado del Súper yo. Es otra terminología para hablar de la culpa, vergüenza y el miedo al castigo.
• La última es la ansiedad neurótica, es el miedo a sentirse abrumado por los impulsos del Ello. El temor a la pérdida de control, a la locura, a la muerte, a la soledad, al abandono son ansiedades neuróticas. Esta es la ansiedad que trabajó Freud y está relacionada con la neurosis. Neurótico en latín significa nervioso, por lo que esta es la ansiedad nerviosa (por así decirlo).
Pulsiones de Vida y Pulsión de Muerte.
Según Freud el comportamiento humano está motivado por las pulsiones, que son la representación neurológica de la necesidad física. Al principio las denominó pulsiones de vida. Las pulsiones son las motivaciones de la vida humana, cualquier satisfactor desde el primordial de alimento y agua, hasta el de perpetuar la especie, que le lleva a buscar sexo. A esta energía de vida Freud la llamó libido, a partir del latín “yo deseo”. Freud consideró el sexo como la necesidad más importante en la psique. Somos seres sociales y el sexo es la mayor de las necesidades sociales. Pero, aunque cuando Freud habla de sexo, habla de mucho más que solo el coito, la libido se ha considerado como la pulsión sexual.
Con posterioridad Freud empezó a creer que las pulsiones de vida no explicaban toda la historia. La libido es una cosa viviente; el principio de placer nos mantiene en constante movimiento. Y la finalidad de todo este movimiento es lograr la quietud, estar satisfecho, estar en paz, no tener más necesidades. Ante este supuesto la meta de la vida es la muerte, y comenzó a considerar que “debajo” o “a un lado” de las pulsiones de vida había una pulsión de muerte. Perfiló la idea de que todos tenemos una inconsciente necesidad de morir.
La evidencia cotidiana de la pulsión de muerte está en nuestro deseo de paz, de escapar a la estimulación, en nuestra atracción por el alcohol y los narcóticos, en nuestra propensión a actividades de aislamiento, como cuando nos perdemos en un libro o una película y en nuestra apetencia por el descanso y el sueño. En ocasiones esta pulsión se representa de forma más directa como el suicidio y los deseos de suicidio. Y en otros momentos, tal y como Freud decía, en la agresión, crueldad, asesinato y destructividad.
A Freud le tocó vivir en la época de la racionalidad, y en ella nos demostró cuánto de nuestro comportamiento está influenciado por la biología, tomó en cuenta el impacto de la sociedad en la persona, definió Ello y Súper yo. En la teoría básica su explicación de que ciertos síntomas neuróticos son causados por traumas psicológicos, aunque podamos creer que el trauma no es la única causa, está claro que una niñez llena de rechazo, abuso y tragedia tiende a producir un adulto infeliz.
Aunque no nos sintamos incómodos con su idea del inconsciente, partimos de la inconsciencia de los mecanismos de adaptación o evitación, con los que manipulamos la realidad. Freud estableció claramente una forma de terapia, de la que se han nutrido prácticamente todas las corrientes de una u otra manera, salvo para algunos conductuales, la técnica fundamental sigue siendo “la cura por la palabra” (The talking cure) y tienen la misma atmósfera de relajación física. E incluso cuando algunos autores no creen en la transferencia, la naturaleza personal de la relación terapéutica es lo más importante para lograr el éxito. Algunas de las ideas de Freud están claramente atadas a su cultura y su época, otras no son fáciles de comprobar, es bien posible que algunas pertenezcan más a su propia personalidad, pero Freud fue un excelente observador de la condición humana y mucho de lo que dijo tiene total relevancia, tanto que Freud será parte de los libros de personalidad en los años venideros.
Apuntes de Freud.