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Cultura Narcisista

Melchor Alzueta

Cultura o civilización engloba un todo, normas, valores, conocimientos, actitudes, hábitos y costumbres, derecho, creencias y moral, es un todo interelacionado que muestra y otorga una forma de concebir el mundo. Es componente básico en la conformación de la estructura social que orienta la conducta y crea el universo simbólico mediante el cual nos representamos a nosotros mismos y a los demás.
De siempre ha existido una cultura dominante que es la que impone el sistema en la acción social, y que puede llegar a distorsionar o discriminar otras culturas subyacentes, siendo una cultura que está transmitida en todas las formas de socialización, y se hace materia en su aplicación ya que es la que dota a sus miembros de carácter y personalidad. Cultura dominante que lleva implícito el poder de mando, de ejercer el dominio sobre otros, y otras culturas, a través de medios coercitivos, persuasivos o ideológicos. La ideología mantiene el control social, apoyada en una serie de valores de contenido moral, bueno/malo, relacionado con lo que debe ser, y cómo debe concretarse la acción dentro de una estructura social y un entramado relacional, ideología que crea conciencia de pertenencia y de referencia.
Con la desaparición del orden feudal en el renacimiento surgió la modernidad, que trajo una progresiva racionalización y culminó en el capitalismo industrial. Esto en la esfera del pensamiento conllevó el paso del cosmocentrismo a una visión andropocéntrica, donde el hombre pasa a ser medidas y sentidas de todas las cosas, en consecuencia las creencias míticas, y los saberes filosóficos y religiosos fueron sustituidos por la ciencia. La última finalidad del espíritu religioso, (la salvación del alma) se rompe en nombre de la razón, el espíritu científico es el medio a través del que el hombre ejerce su poder, y su ideal es la correspondencia entre producción, ley social y vida personal, estableciendo los principios de universalidad, individualidad y racionalidad, constituyendo el modo de producción capitalista el eje que estructuraba la modernidad.
Este marco social derivó en la sociedad de consumo de masas. Producción en serie, trabajo en cadena, seguridad social, estado de bienestar, e incentivos para el consumo, consumo que de estar enfocado a las necesidades propias, a satisfacer las necesidades básicas, pasa a satisfacer los deseos de estatus y prestigio. El consumo se convierte en la base de diferenciación social y de interpretación simbólica, atribuyéndosele la forma de alcanzar la felicidad y la autorrealización, “las necesidades siempre fueron mediadas socialmente, hoy se vuelven externas a sus portadores, y su satisfacción se convierte en obediencia a las reglas del juego de la publicidad” (Adorno 1969, pp. 49).
La posmodernidad surge como consecuencia de los movimientos sociales de los años 60 y con la caída del muro de Berlín y los sistemas socialistas en los años 80, como una nueva forma estética de contemplar la vida en general y el arte en particular. Van surgiendo transformaciones culturales, políticas y sociales, se desarrolla la tecnología informática y se establece un mundo dominado por la economía capitalista que da origen a la globalización.
Ante la falta de creencia en los ideales colectivos, la sociedad en su conjunto opta por la vivencia inmediata del placer, el culto al cuerpo y a la moda, el hedonismo, siendo estos motivadores básicos de la conducta individual. Predomina lo virtual sobre la palabra y las relaciones sociales pierden calidad de compromiso y caen en la virtualidad. Característica fundamental de la sociedad posmoderna es el narcisismo, donde el aspecto externo adquiere importancia por su significación social y donde esta manifestación externa persigue algo más allá de lo genuino, busca manipular con el objetivo de conseguir algo veladamente. El narcisista para conseguir su finalidad de atracción y seducción opera con su propio cuerpo, haciendo uso de él para conseguir su finalidad de dominio.
La cultura narcisista, o cultura de supervivencia, conlleva que los seres humanos inviertan sus esfuerzos primariamente en la realización individual. La belleza, la juventud, la felicidad, el éxito personal, son reivindicaciones como un bien que se adquiere a través del consumo, creyendo el consumidor que habita en una sociedad libre e igualitaria, plural y democrática.
En consecuencia la construcción de la identidad deja de ser producto de las interrelaciones humanas para convertirse en producto de las interacciones mercantiles, el lenguaje simbólico producto de la interacción está medido y mediatizado por los medios de comunicación de masas y la cultura pasa a ser industria, “industria cultural” de Adorno, al servicio del bienestar económico del capital. El ser humano busca en el consumo su fuente de estabilidad psicológica, se identifica con los valores asociados al mismo y en consecuencia necesita de mayor aprobación social, ya que entiende que la mera posesión es un rasgo de distinción, es decir, tiende a establecer una valoración de la forma, de lo estético, más allá del valor de su contenido, de su funcionalidad.
La fascinación por la imagen, y la imitación de estereotipos creados por y para el consumo, dicta y crea la construcción simbólica de la realidad que nos vamos haciendo, en consecuencia más de la información, que de la propia realidad personal, convirtiendo la corporalidad en un bien de intercambio capitalista. Desde la pasión por la estética corporal creada por el sistema global se controla o domina el auto concepto y se adapta la autoestima individual a las necesidades del conjunto económico y de poder. La estética del cuerpo que ha pasado a ser una mercancía, es una forma de dominación del propio concepto y de la autoestima.
En nuestro sistema social actual (posmodernismo), existe un nuevo escenario social donde el proceso de globalización y los nuevos medios de comunicación favorecen un consumo que ya no está tan acorde con las necesidades individuales, la comunicación crea consumidores, y la globalidad estadísticas y bolsas financieras, mercados que se acomodan a sus necesidades productivas, no así a la propia necesidad individual.
Consumir es la referencia del sistema, su bienestar económico está basado en ello, en consecuencia postula a través de los sistemas de comunicación que consumir es el referente de la felicidad, estando inmerso en primer lugar en este concepto de felicidad el cuerpo humano, la corporalidad, a través de la que se obtiene un “estado de bienestar”, de salud, un nuevo orden moral creado al efecto, el cuerpo ha pasado de ser un campo de creatividad a un producto estético, Goffman menciona la fachada personal, como la expresividad corporal, no en el decir o en el hacer, sino en la apariencia.
Característica asimismo de la cultura narcisista es la falta de una ideología que explique y concrete el mundo. Al no quedar clara la existencia de Dios, al ser todo relativo, la felicidad está en lo social quien dice aparte de cómo hay que ser, lo que hay que hacer, y el cuerpo que hay que tener. Dado que todo es social, la sociedad tiende a obviar la posibilidad de trascendencia a un valor supremo, bien por pérdida de fe, o por falta de una creencia religiosa que nos sustente, “hay una sospecha ante cualquier pretensión de verdad” (Álvaro, Severiano 2002. Pp. 17), lo que conlleva una debilidad de pensamiento y una prejuicio ante cualquier argumento racional. El individuo a través de su imagen busca que los demás vean en él, y piensen de él en función del concepto social de belleza. Nos dice Martínez, A. (2004. Pp.139) que “se ha constituido un proceso de sacralización sobre el cuerpo como valor exponencial, el cuerpo parece haber sustituido al alma como objeto de salvación”. La conciencia narcisista está entonces más enfocada a los avatares del mercado que a su propia identidad.
En la lucha de clases el marxismo cita la conciencia de clase (proletaria), y la falsa conciencia, que es la forma de dominación. En la escuela de Frankfort Horkheiner y Adorno denuncian el dominio de la técnica como forma de uniformización de creencias, la razón con la que pretendía la ilustración liberar al mundo de la superstición, ha conseguido el dominio totalitario del hombre, y se ha convertido en un instrumento de legitimación del orden ocial dominante. La falta de diálogo, la virtualidad, las apariencias, han pasado a dominar el orden social y han creado una conciencia de relatividad donde “nada es verdad ni es mentira, todo depende del color del cristal con que se mira”.
Para Marx el agente responsable de la socialización son los medios de producción, para Durkheim la sociedad, para Mannheim es el grupo social el responsable, y cita cómo fue la burguesía, por intereses políticos la que aceptó como verdadero aquello que podía ser sólo válido, equiparando validez con necesidad, sólo lo generalizable se consideró genuino, erradicando intereses y valores humanos de otro tipo del “conocimiento verdadero”.
Para el marxismo el concepto de necesidad es base para poder entender el capitalismo y la lucha de clases, (a cada quien según su necesidad, de cada quien según su capacidad), por otro lado para existir como seres humanos, a un ritmo saludable debemos atender a nuestras necesidades, y así lograr un equilibrio de autorregulación en el organismo. La necesidad es concepto nuclear para poder entender la colectividad humana, el sistema social, que es en definitiva quien proyecta y delimita la necesidad a sus componentes.
El concepto de necesidad en el diccionario nos dicta que es “un impulso que hace que las obren infaliblemente en cierto sentido”, otra definición igual de clarificadora dice “todo aquello a lo cual es imposible faltar, sustraerse o resistir”. Ambas mencionan un impulso movilizador en la búsqueda de la satisfacción de la necesidad. Descartes nos dejó dicho que, Dios no hace lo que hace porque ello sea necesario, pero lo que hace, crea las condiciones para que haya necesariamente lo que necesariamente hay. Si hacemos abstracción de la idea de Dios, y la modificamos por sociedad, vemos que esto es así, lo social crea las condiciones que conforman la subjetividad de las personas y esto origina necesidades a las que es muy difícil sustraerse, ya que objetivan nuestro mundo interno e interrelacional.
La propia insatisfacción del cuerpo, el deseo de “mejorar” la estética corporal lleva a una obsesión (tal vez adicción) insaciable que trae la angustia por la necesidad de cambio. En la actualidad se parte de la idea de que el cuerpo se puede modificar a medida, y de que se puede planificar sobre él un deseo estético que habitualmente coincide con un criterio externo, fundamentado en estereotipos de belleza que a veces no tienen nada que ver con la cultura de pertenencia.
Foucault al hablar de los cuerpos dóciles se refiere a aquel que puede ser sometido, que puede ser utilizado, que puede ser transformado y perfeccionado, estando inmerso en un campo político, donde las relaciones de poder que operan sobre él, le obligan a efectuar unas ceremonias y le exigen signos, siendo la “disciplina” el arte de hacer obediente al cuerpo humano. Pensemos en lo positivo que sería, como decía Rogers, que “la persona pudiera ser creadora, libre y responsable en la funcionalidad de su cuerpo”, menos susceptible al bombardeo consumista de los medios de producción, con mayor capacidad de discernimiento desde su propia subjetividad.
El ser humano en la cultura narcisista está profundamente mediatizado en la aceptación de su propio ser como individuo por los medios de comunicación que, estando al servicio de una economía de mercado, dictan normas y formas de sentir y concebir el propio cuerpo.
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La personalidad narcisista está centrada en sí mismo, pero no en su verdadero sí mismo, ya que los narcisistas dependen del campo, son dependientes de la actitud positiva de los demás hacia ellos, están más bien fusionados en la búsqueda del reconocimiento externo, que una vez conseguido, tampoco le sirve al narcisista para dejar de buscarlo, ya que, o no se lo atribuye, o desconfía de la intención del otro. Consideran el ambiente propicio para sus fines, y piensan que este existe únicamente para apoyarlos, en consecuencia no ven a los demás como autónomos o diferentes, como un fin en sí mismos. No consideran las necesidades de otros tan importantes como las suyas propias, a menudo ni siquiera perciben que los demás tienen necesidades, la personalidad narcisista se cree que el mundo entero es él. Esta personalidad es así, o puede ser así, es decir, está siempre actuando en la relación con el medio bajo estas características, que causan perturbación en el ambiente, y que son egosintónicas, ya que el narcisista no se hace cargo de sus rasgos, tendencias y actitudes, o bien son actitudes usadas en circunstancias concretas, en la obtención de un beneficio.
De una u otra forma la personalidad narcisista queda atrapada en su imagen, entre la imagen de quien imagina que es y la imagen de quien es en realidad, se identifica con la imagen idealizada de sí mismo, quedando perdida la imagen del yo que le resulta inaceptable, no quiere ver su verdadero yo. Niega su yo y se identifica con su imagen, por lo tanto ve a los otros también como una imagen, que la mayoría de las veces representa aspectos negados de sí mismo. Escinde su realidad como persona en aspectos aceptables (grandiosos) e inaceptables (terribles), y estos los proyecta sobre otras personas. El ataque a los demás proviene en parte del deseo de destruir los aspectos (horribles), que rechaza de sí mismo.
Esta búsqueda social de los otros en el impulso lleva aparejada una falta de definición de la necesidad propia, la cual no se reconoce como tal sino está enfocada hacia el logro narcisista, el reconocimiento. Esto crea la dependencia del narcisista hacia el estímulo externo y su falta de concreción del yo, no tiene clara la realidad de lo que necesita, ni sabe con certeza de lo que carece, en definitiva, en la cultura narcisista las personas, en mayor o menor grado, no están demasiado atentas a lo que su corporalidad realmente requiere, viven más en función del deseo proveniente de lo externo, que ya quedó reiterado, proviene de las exigencias económicas del sistema, deseo que tiene la facultad de no colmarse en sí mismo y que vincula dependencia.
El concepto de deseo quedó muy trabajado en las lecturas de Lacan, el deseo se determina por el aforismo “El deseo es el deseo del otro”, Lacan lo que nos viene a decir es que el primer modo que toma el deseo, es el deseo de reconocimiento, esta es la tendencia fundamental de la actitud narcisista, donde querer no es lo mismo que desear, ya dejó dicho Lacan que “Se quiere lo que no se desea, y se desea lo que no se quiere”. El deseo en sí es un deseo de nada, es lo no dicho, lo que no se articuló en la demanda. En el momento de transmitir el impulso a través del lenguaje, queda un residuo sin especificar y que por no ser manifiesto no puede satisfacerse, este excedente sobre lo manifiesto, que es a la vez lo faltante en el contacto, es el deseo, lo no manifiesto en la demanda.
El deseo entonces queda en ese lugar que resulta de la diferencia entre lo que se demanda y lo que se recibe o es satisfecho. Esto impulsa a seguir demandando, a que la demanda se repita pues el deseo irá siempre más allá de esta, está sujeto a ella, y por tanto es insaciable. En definitiva del deseo poco podemos decir pues no podemos contemplarlo desde lo simbólico, si podemos contemplar los efectos del deseo, la actitud encubierta o latente, el movimiento que este deseo provoca en la persona, pero el deseo inconsciente como tal es un vacío.
Al ser el deseo un deseo del otro, podemos añadir que la personalidad narcisista siempre busca ser causa de deseo, esto quiere decir que lo que desea no es un objeto si no que desea que el otro le desee (lo que es en sí un deseo de reconocimiento, Lacan lo desarrolla como el deseo del deseo), pero como consecuencia de las propias características personales del narcisista, esto le produce una paradoja, pues piensa el narcisista, que si el otro le desea es que algo quiere, o algo le falta a este, y si hay algo que no soporta es la carencia del otro, que le pone en contacto con su propia carencia, de la cual se intenta liberar proyectándola, entonces la paradoja es que cuanto más se acerca a su deseo más se angustia.
La sociedad actual se encuentra menos estigmatizada por creencias morales o de fe que la culpabilizaron en tiempos pasados, en consecuencia el rechazo y la restricción del deseo ya no constituyen un tema central en nuestra cultura, podemos tomar esto como una característica actual de la sociedad posmoderna. Aristóteles afirmaba que lo que explica el movimiento es siempre el deseo, “ya que este puede mover contrariamente al razonamiento”, así el deseo es el motor que nos pone en marcha y moviliza, y que nos lleva a salir de nosotros mismos, traspasando nuestro propio límite y queriendo que “eso” (motivación publicitaria) que está fuera nos sea propio.
Podemos resumir que en esta cultura narcisista no existen los paradigmas universalmente aceptados y que existe una profunda crisis de procedimientos metodológicos y marcos teóricos, en los que poder sustentar la propia identidad, la sociedad en su conjunto, por mor de la globalización, está inmersa en un conjunto relacional dependiente de las relaciones de producción que constituyen la estructura económica de la sociedad, constituye asimismo la base social en la que se crea la realidad. Siguiendo ideas de Marx, no es la conciencia de los seres humanos la que esté creando su propia realidad sino, más bien al contrario es la realidad social la que determina la conciencia humana, y esta realidad está mediatizada por el control económico, ya que la estructura económica constituye los cimientos de la sociedad y determina el régimen político y jurídico que regula la convivencia social, estando asimismo condicionada por esta estructura la vida intelectual en general, ciencia, arte, religión y moral.
En esta cultura narcisista existe una pérdida de sentido, Braudillard nos habla de “simulacro” cuando se disocia la información de la producción de sentido, ya que el sentido está asociado a la acción disuasoria y persuasiva de la información, de tal forma que la ficción se vuelve más real que la propia realidad, “el mundo hiperreal” de Braudillard, quien nos dice que los medios han logrado hacer desaparecer cualquier realidad entre ficción y realidad ya que el único acontecimiento es el propio medio, en cuyo interior se acaban todas las cosas, cierto es el gran poder persuasivo de los medios, pero hemos de entender que la verdad que todos los seres humanos se construyen aunque está en el lenguaje, como decía Hobes “la verdad y la mentira son atributos del lenguaje”, esta verdad es el objeto del deseo, creemos lo que queremos creer, en palabras de Bacon, “la verdad que más fácilmente admite el hombre es la que desea, deseo contenido en la intencionalidad de la conciencia.
En definitiva, cuando el organismo humano llega a un determinado nivel de carencia, es decir, cuando ésta se hace muy intensa, se transforma en necesidad. Por lo tanto, podemos definir la “necesidad como una carencia sentida” que se impone en el continuo de conciencia. La carencia se transformará en necesidad dependiendo de la resistencia de cada persona, y de sus experiencias respecto a la satisfacción de la propia necesidad. Las necesidades existen en la persona, y pueden ser modificadas por la cultura, pero no anuladas, ya que las necesidades teniendo una raíz biológica son condicionadas por el medio social.
Ya vimos que el deseo es en sí mismo insaciable, es lo no implícito en la demanda, que va más allá de la satisfacción de la necesidad, puesto que esa presencia simboliza el amor del otro. De modo que la demanda asume desde la infancia una doble función: sirve como articulación de la necesidad y como demanda de amor. A diferencia de una necesidad, que puede ser satisfecha y deja de motivar a la persona hasta que surge otra necesidad, el deseo no puede ser satisfecho, es constante en su presión y es eterno. La realización del deseo no consiste en “satisfacerlo” sino en perpetuarlo como deseo de amor.
En esta cultura narcisista donde el deseo está más al servicio del consumo, hay una pérdida del deseo de amor del otro, que ha sido suplantado por una necesidad narcisista de reconocimiento, pérdida que lleva aparejada una sensación de insatisfacción, ya que esta necesidad no acaba de satisfacerse en sí misma, ni de satisfacer el deseo de amor. El amor ha motivado avances tecnológicos, descubrimientos científicos, guerras y conflictos, encuentros y desencuentros, ya que es la fuerza más grande que mueve el universo, es una profunda emoción que se manifiesta a través de nuestra intención y nuestra voluntad.
Podemos elegir con nuestro libre albedrío amar o no amar, cuando un científico trabaja su laboratorio, necesita de una fuerza creadora que le ponga en contacto con su capacidad intelectual, y esta fuerza no es otra que el amor, que es la forma más alta de inteligencia que podemos expresar, y que nos da el poder de trascender nuestros propios límites y la capacidad de entrega para poder crear, cuando un hombre o una mujer aman aceptan la totalidad del otro ser, como es, no seleccionan aquello que está bien o mal. Esta cultura narcisista insiste en decirnos cómo tenemos que ser y estar para poder ser amados, nos da pautas y crea parámetros de belleza para obtener la felicidad, limita nuestro criterio y delimita totalmente lo que es objeto de amor, y esto produce insatisfacción ya que atenta directamente contra nuestra libertad.
Cultura narcisista, cultura insatisfecha, cultura sin libertad, cultura dirigida hacia unos fines que no tienen que ver con la necesidad individual, cultura manipulada por la comunicación hacia el beneficio de unos pocos, cultura injusta en sus sistemas de legislación y ejecución de justicia, cultura del relativismo sin valores de trascendencia, cultura inmediata sin posibilidad de un goce real, cultura que absorbe todos los logros humanos en aras de su propio beneficio.
Actitudes sociales que no son nuevas, estructuras que de una u otra forma han venido ocurriendo a lo largo de la historia. Desde el señor feudal y los poderes regios, desde la moralidad implícita en el manejo de la fe por las religiones, hasta el actual capitalismo. La diferencia estriba en que en esta sociedad narcisista hay una pérdida notoria de la conciencia del sí mismo, la identidad ya nos viene estructurada en su totalidad por la propia cultura. El siervo del señor feudal le debía a este sus actos, pero no sus pensamientos, el cristiano doblegado a la culpa de su pecado tenía la esperanza de la salvación eterna, la diferencia es que el sistema social ahora ocupa todo el espacio individual, sea emocional, racional o corporal, y está en toda la sociedad en su conjunto. Al ser esta cultura narcisista una totalidad en sí misma, no hay otra esperanza que la de permanecer en ella supeditado a sus dictados, que marcan cualquier tendencia y engloban la totalidad y lo segmentado. Lo ocupa todo.
Los mitos, las creencias que combatió el modernismo en sus comienzos en aras de la razón, de la objetividad, han dado paso a los medios de comunicación y a la imagen, a la virtualidad, como apunta Regis Debray en su cuadro de las tres edades. Nos movemos por el espacio y la fe se ha convertido en opinión, la fuente de autoridad que era la revelación divina, es ahora lo más visto en internet y en las televisiones, y como tal el centro de subjetividad que era el alma ahora lo es el cuerpo, sobre el actúa el sistema en propio beneficio.

Cultura Narcisista.
Melchor Alzueta.