EL DESEO HOMOERÓTICO.
Lander Arburua Lukanbio.
Orígenes y desarrollo del concepto de la homosexualidad.
¿Qué es la homosexualidad?
Para Baile, la homosexualidad “es la tendencia interna y estable a desear afectiva y sexualmente a personas de igual sexo, con independencia de su manifestación en prácticas sexuales”. Debemos distinguir entonces, entre orientación sexual y prácticas sexuales. Lo más frecuente es que haya concordancia entre ellas, pero no necesariamente es así. En la historia, muchas personas tuvieron deseos homosexuales, pero dada la represión que vivieron, sus relaciones fueron heterosexuales o simplemente optaron por la abstinencia. Por otra parte, no podemos definir la orientación sexual como un todo o nada. Existen personas predominantemente heterosexuales (con un deseo muy definido por personas de otro sexo) pero con prácticas puntuales con personas del mismo sexo. Y viceversa: Existen personas homosexuales, con prácticas heterosexuales puntuales en sus vidas.
Las prácticas sexuales, no pueden definir por sí mismas la orientación sexual de una persona. Como diría A. Kinsey, se trata de una cuestión de predominancia. O más bien una cuestión de grado. Cuando nuestro deseo se orienta mayoritariamente por personas del mismo sexo, y nuestras prácticas están de acuerdo con este deseo, podemos hablar de homosexualidad. Es sencillo decir que tal acto es homosexual y tal otro heterosexual, pero no es tan fácil etiquetar a las personas. Es más fácil usar “homosexual” como adjetivo que como sustantivo. Ya que el hecho homosexual humano, va más allá de los actos. Alfred Kinsey, quien realizó una investigación muy vasta entre miles de personas a mediados del siglo XX, sostuvo que: “el problema de la homo o heterosexualidad de muchos individuos no es una cuestión de todo o nada. Ciertamente hay personas que son exclusivamente heterosexuales, tanto en sus actos sexuales como en sus reacciones psíquicas, y, del mismo modo, las hay totalmente homosexuales. Pero nuestros registros indican también que los individuos que forman un considerable sector de la población son mixtos, es decir con experiencias o reacciones psíquicas homo y heterosexuales, predominando en unos las primeras y en otros las segundas, y que, por último, hay algunos con igualdad absoluta en ambos tipos de experiencia.”
El Cerebro.
Otras hipótesis se han dedicado a comparar cerebros buscando ver diferencias anatómicas o fisiológicas que se asocien a una distinta orientación sexual. Se ha postulado que una región del hipotálamo llamada INAH-3 sería más grande en los heterosexuales, pero los resultados no son categóricos, y además no se puede saber si las diferencias de tamaño de esa área son la causa o la consecuencia de la orientación sexual, si esa diferencia existía al nacer o es el resultado de la vida de cada persona. Véase, S. Levay “El cerebro sexual”.
Teoría Psicoanalítica.
Hay otro grupo de teorías que postulan que la homosexualidad es adquirida en el proceso de desarrollo, es decir, que no se debe a razones biológicas. Una de ellas es la teoría psicoanalítica, según la cual todos los seres humanos nacen con la posibilidad de adquirir cualquier orientación sexual y en su desarrollo atraviesan las etapas de desarrollo psicosexual: oral, anal, fálica y genital. Si las experiencias son “normales” y no hay ninguna alteración especial, la persona será heterosexual, sin embargo, hay ciertas alteraciones que conducirán a la persona a la homosexualidad que serían:
a) Una fijación narcisista en la fase anal: en esta fase, el niño encuentra placer en sentimientos auto eróticos hacia sí mismo. Al quedar fijado, en el futuro buscará a personas con la misma genitalidad que ha quedado fijada en su mente.
b) No superación del complejo de castración: en la fase fálica el niño debe superar el miedo a “perder el pene”, si no lo supera, en su adolescencia o juventud buscará otro compañero varón para encontrar en el pene de su compañero la seguridad que no encuentra en su propia genitalidad.
c) Complejo de Edipo: amor excesivo a la madre asociado al odio al padre. Para Freud, estos sentimientos son normales en la etapa fálica, pero si ésta no se supera adecuadamente, el niño se termina identificando con la madre y deseando “ser como ella” y comportarse sexualmente como ella, teniendo relaciones sexuales con hombres. Estos supuestos son difíciles de contrastar científicamente, lo que no quita que hayan tenido enorme influencia sobre las terapias y la vida de miles de personas.
Teoría del Aprendizaje.
Con respecto a la aplicación de las teorías del aprendizaje a los comportamientos sexuales, se han señalado tres factores:
-El aprendizaje por modelamiento: el comportamiento sexual estaría influenciado por los modelos a que tiene acceso el niño.
-Estímulos, conductas y refuerzos: la homosexualidad puede subdividirse en conductas concretas, como preferir fantasías homosexuales durante la masturbación, elegir estímulos homosexuales, tener relaciones homosexuales, etc. Cada una de estas conductas fue aprendida en la infancia-adolescencia y va conduciendo a cada persona hacia la homosexualidad.
-Consecuencia de las primeras relaciones sexuales: se intentó explicar la homosexualidad como una fijación de las conductas homosexuales por haber sido éstas las primeras que vivió una persona. Sin embargo, la mayoría de las personas homosexuales revelan en las encuestas que sabían que eran homosexuales antes de tener su primera relación sexual.
Hoy en día, los científicos aun no están de acuerdo sobre la naturaleza de la sexualidad humana, es decir, todavía no sabemos con exactitud si los humanos obtenemos nuestra orientación sexual por genética, por educación, por elección o incluso si es válido clasificarnos con las categorías de hetero, homo o bisexuales. No vamos a profundizar en el análisis de la orientación del deseo, concretando específicamente lo que supone el deseo en todo su espectro. Profundizar en las causas, no es el objetivo de este trabajo. Pero si lo hiciéramos, parando en cada uno de los aspectos que definen nuestro deseo, seguramente la clasificación de heterosexuales, homosexuales o bisexuales, la observaríamos como un reduccionismo bastante evidente y simple.
Balance Provisional.
El balance de todas estas teorías es que ninguna puede explicar por sí misma como se configura la orientación sexual, lo que podría deberse a que cada una podría contribuir en cierta medida, pero también porque puede haber distintos tipos de homosexualidad y cada teoría explica mejor uno de esos tipos. Hoy en día prevalece la idea de una policausalidad de factores biológicos, psicológicos y sociales en la orientación del deseo. La complejidad de variables biológicas, psicológicas, de experiencias de vida y su interacción múltiple en cada persona explican también por qué nadie ha sido capaz aún de encontrar la “causa” de la homosexualidad. Las causas no son lo importante, ya que quizás nunca llegaremos a discernir con certeza su veracidad, sin embargo, sus efectos están ahí y es sobre ellos que debemos trabajar. La orientación del deseo, no es un problema, la homofobia sí.
La Neurosis Según Fritz Perls.
Como hemos visto, el pensamiento científico destinaba a la homosexualidad al espacio de una patología y aunque Freud no pensara lo mismo, sus seguidores se las arreglaron para seguir sosteniendo que la homosexualidad era una enfermedad hasta bien avanzado el siglo XX. Sin embargo, en “Yo, hambre y agresión”, Perls introduce ideas que apoyarán la puesta en entredicho de esta visión. En efecto, allí sostiene que el campo está integrado por el organismo y el ambiente y que ambos son interdependientes, lo que le permite cuestionar la “objetividad” de la ciencia, al decir que: “En psicología, más que en otra ciencia, el observador y los hechos observados son inseparables.”
Perls introdujo también entonces el concepto de “autorregulación organísmica”, basada en la idea de que cada organismo “sabe” lo que necesita para lograr su equilibrio, y vio que en la sociedad democrática ideal, el individuo no está al servicio del grupo ni el grupo al servicio de ningún individuo, postulando que el principio de autorregulación también es el que gobierna a ese tipo de sociedades. Al surgir el conflicto entre individuo y ambiente, se puede llegar a un enfrentamiento, que puede desembocar en un acuerdo más o menos satisfactorio para ambas partes.
Pero también las partes pueden resultar dañadas, si hay un exceso de agresión que lleva a la delincuencia o si hay un defecto de agresión que conduce a la neurosis. El individuo sano, siempre puede enfrentar el conflicto o evitarlo. Lo que transforma a la huida en neurosis es que orgánicamente, el individuo podría haber enfrentado la situación sin daño para él, pero al imaginar que no podrá, prefiere retirarse, ya que teme el rechazo de los demás si entra en conflicto con la sociedad. De ese modo, “el individuo aliena aquellas partes de su personalidad que le llevarían a entrar en conflicto con el medio ambiente. Pero la evitación de conflictos externos tiene como resultado la creación de conflictos internos”. Ese conflicto interno es la neurosis. El individuo se ha identificado con el miedo y ha alienado una parte de sí mismo. Por eso, la neurosis para Perls, es el resultado de “un patrón de identificación / alienación “orgánicamente” inadecuado
a la situación, por considerar hostil o peligroso lo que sería “orgánicamente” adecuado (…) estrechando con ello los ‘límites de su ego’.”
En la neurosis se produce una evitación del contacto, ya sea el contacto con uno mismo o el contacto con la realidad. Y es que mientras el contacto aumenta las funciones del yo, la evitación las anula, con lo que el yo se empobrece. Volviendo a Perls, él cree que el desequilibrio ocurre cuando el individuo y el grupo (es decir, la familia, el estado, el círculo social, los colegas, etc.) tienen necesidades diferentes y la persona no puede llegar a distinguir cuál es la necesidad dominante. Como podemos ver, el conflicto entre un ambiente homófobo y las tendencias homosexuales de una persona crean muchas oportunidades de conflicto que cada individuo resolverá como mejor pueda: ante cada situación concreta deberá elegir por el contacto o la retirada, sacrificando una necesidad en aras de satisfacer otra más urgente. Pero cuando no puede tomar una decisión y sentirse satisfecho con ella, tanto el ambiente como el sujeto se ven afectados, y no es extraño que éste sea un motivo suficiente por sí solo o acompañado de otros, para solicitar ayuda.
Fritz Perls y la Homosexualidad.
Como algunos recordarán, Fritz hace distintas referencias a la homosexualidad en un par de sus obras, principalmente en “Dentro y fuera del tarro de la basura”. Por un lado, nos habla de su relación con Ferdinand Knopf durante la adolescencia de ambos. “Estuve confundido en los años de mi pubertad. ¿Debería culpar a mis padres por su falta de comprensión, a Ferdinand por su seducción o a mí mismo por “malo”?” Parece evidente que luego vivió mal su relación con Ferdinand Knopf. Esta respuesta acerca de la “confusión” o a la mala influencia de su amigo es bastante clara, y totalmente lógica, ya que todo ocurrió hacia 1906, en un momento en que la represión de la homosexualidad era evidente y dura. Pero durante toda su vida, pese a tener clara su predominancia heterosexual, Perls fue alguien abierto a la exploración. Desde contactos con amigos del mismo sexo, a compartir con otras parejas experiencia afectivas y sexuales, incluyendo a su propia pareja en las mismas.
Una visión muy adelantada y progresista para la época, no solo a nivel de experiencias personales, sino también a nivel intelectual y profesional. En un pasaje de “sueños y existencia” dice así: “en el sexo, la ganancia final es el orgasmo. Los medios mediante los cuales se consigue esto pueden ser muy diversos. Reconociendo esto, el psiquiatra suizo Medard Boss ha curado a homosexuales. Logrando que el paciente acepte plenamente su homosexualidad como uno de los medios para conseguir su satisfacción orgánica”. Está claro que para Perls, “curar” a los homosexuales era conseguir que fueran felices con su orientación sexual sin intentar cambiarla. Una visión revolucionaria para la época.
Bases Sexológicas.
Como hemos comentado en la introducción de este trabajo, las bases sexológicas suponen uno de los pilares importantes, a la hora de comprender el “de qué hablamos cuando hablamos.” Un lenguaje común, necesario e indispensable para compartir ideas en la comunidad terapéutica: La sexualidad, es una manera de estar en el mundo. Es la manera en que mi realidad sexuada adquiere forma y sentido. Ya que los seres sexuados, solo pueden estar de esa manera. No hay otra forma: Yo soy yo, que soy hombre. Yo soy yo, que soy mujer. (Amezúa, Gómez Zapiain). Además, tengo una manera de serlo, única e intransferible. Mi manera de estar en el mundo, por tanto, es sexual y me relaciono con él desde mi realidad sexuada. Al mismo tiempo que me relaciono con otros seres, que también son seres sexuados.
Pero cada ser, independientemente de ser hombre o mujer, tiene una manera de serlo. Cada hombre y cada mujer, son de una manera única e irrepetible. Al igual que cada persona tiene su personalidad, también poseemos una manera de vivir y estar en el mundo, desde nuestra sexualidad. Dicha característica, nos hace únicos. Yo soy yo, que soy hombre, y además tengo una manera de serlo. Única e intransferible. En mi caso, además, mi deseo se orienta hacia otros hombres. Así que soy un hombre, con una manera de ser hombre y que desde su deseo, se relaciona con otros hombres.
El hecho de que mi deseo se oriente de manera homoerótica, hace que mi deseo y mis relaciones se definan como homosexuales. Me relaciono eróticamente con personas de mí mismo sexo (además de relacionarme de otras maneras con otras muchas personas, sean hombres o mujeres). Pero ningún hombre heterosexual ni homosexual se relaciona eróticamente con todas las personas que en apariencia podrían ser objeto de su deseo, ya que existen una serie de matices y peculiaridades que hacen que una persona sea eróticamente atractiva para nosotros, o no lo sea.
Esta serie de matices, en ocasiones, son imperceptibles. Son tan sutiles, que no sabríamos decir o explicar el por qué alguien nos resulta atractivo/a. (E.Amezúa) En resumen, desde esta particularidad de mi manera de relacionarme desde el deseo con otros hombres, podríamos añadir mis modos, en cuanto a que no me relaciono con todos los hombres, ni los deseo a todos. Y si vamos al meollo de la cuestión, también deberíamos de mencionar mis matices y peculiaridades a la hora de relacionarme incluso con el tipo de hombre que deseo.
Por tanto, definirnos como homosexuales, heterosexuales o bisexuales, no es más que una manera bastante genérica y global de poner una etiqueta, para entender nuestras tendencias eróticas predominantes. Insisto por tanto en la importancia de lo irrepetible de cada ser, independientemente de sus tendencias generales. El hecho sexual humano, es un hecho incuestionable, objetivo y empírico. Incluso en los casos más ambiguos y más difíciles de objetivar, las personas son poseedoras de esta característica innegable. Si vamos al origen de la palabra sexo, proviene de secare, que indica separar.
Y esto nos lleva a recordar que el proceso de sexuación, comienza en el útero materno. Desde el momento en el que hay vida en él, comienza un proceso que se orientará hacia uno u otro lado. Con estadios intersexuales que no debemos olvidar, ya que, así como todos tenemos hormonas masculinas y femeninas, durante el periodo de sexuación, también existen fases en las que no somos ni de uno, ni de otro sexo.
Tampoco estaría de más recordar que genéticamente, todos provenimos de una misma raíz femenina. El origen de la vida (está probado), es femenino. Para obtener un XY (hablo a nivel cromosómico) no solo es necesario un origen común XX, sino que es también necesario un fallo genético en el proceso de sexuación intrauterina, y la ayuda de otros genes (antimullerianos) para la obtención de un segundo fallo. Es por tanto, que los hombres, somos el resultado de un doble accidente genético.
Quiero decir con esto, que el hecho de ser hombres o mujeres, parece algo sencillo e incuestionable. Pero si conocemos lo que supone en realidad el proceso de sexuación, tal y como es, con todos y cada uno de los niveles, a los que se somete este proceso, ya la cosa cambia: Podríamos hablar de niveles genéticos de sexuación, como hormonales, físicos e incluso cerebrales: Sí, autores como Simón Levay hablan de un cerebro sexual. (El cerebro sexual. S. Levay).
Existen personas con apariencia de hombres o de mujeres, a los que se les atribuye un sexo de crianza (Money) que corresponde a sus genitales externos, esto que llamamos género. Pero que a la hora de realizar análisis más profundos, genéticos u hormonales, podrían ser internamente más cercanos al sexo opuesto. O sea, al sexo que no se les ha atribuido por su apariencia. No me refiero al fenómeno transexual. Ya que éste, tiene unos matices parecidos a los que acabo de mencionar, pero también existe el añadido de una disconformidad con el sexo de crianza o que se le atribuye a partir de sus genitales externos (disconformidad con su aparente realidad sexual).
Me refiero a que el proceso de sexuación y el cómo vive cada persona el resultado de ese viaje, es algo complejo, único e intransferible; resultado de un montón de factores, que la mayoría de las veces no tenemos en cuenta, por desconocimiento. Y sería muy interesante reflexionar sobre ello, ya que una sociedad basada en el conocimiento de la diversidad, es una sociedad mucho más respetuosa.
De la misma manera que el proceso de sexuación nos lleva a ser hombres o mujeres, la aparición de la orientación del deseo (proceso no menos complejo), nos lleva a desear a unos, otros, o ambos. Al igual que el proceso de sexuación, el establecimiento y desarrollo de la orientación del deseo, no es fácil ni sencillo. Es un fenómeno que ocurre al finalizar la etapa de la sexualidad infantil, en la que el otro, como objeto de deseo, no existe. La sexualidad infantil es una sexualidad centrada en el conocimiento de uno mismo, y de la vivencia del placer, con uno mismo. Y aquello que el niño vive con su entorno, tiene que ver con los afectos, con las emociones, con las sensaciones y sentimientos que va viviendo y reconociendo como propios poco a poco.
Sin embargo, en el entorno al decimosegundo año, aparece “el otro” y el deseo por conocer más sobre ese otro que nos atrae. Cosa que hasta el momento, no había ocurrido. Se trata de una novedad abrumadora y excitante, en la que el niño se va adentrando poco a poco, desde su ámbito más cercano. Puede haber, y de hecho existe mucha confusión en este inicio de viaje. Y en muchos casos, suelen pasar años, antes de definir por completo la orientación del deseo. En este momento del desarrollo humano, cobra sentido un concepto que creo, resulta muy adecuado conocer. Me refiero al concepto de Sensar: Sentir + pensar (Gómez Zapiain, J.)
Kinsey.A de manera muy acertada, mostró al mundo una visión muy amplia acerca de la orientación del deseo. De manera muy sencilla, mediante un continuo, explicó la ausencia de estados puros de orientación del deseo. Y habló por primera vez de predominancias. Un concepto que se ajusta de forma bastante más clara a la realidad. Su argumento más claro llegó de manos del estudio de la bisexualidad. Ya que se encontró con una variedad muy amplia de conductas sexuales, en las cuales no había ningún sujeto que fuera de igual manera heterosexual y homosexual. En todos los casos existía una predominancia: Hacia uno u otro lado del continuo.
Esto le llevó a plantearse que incluso dentro de los estados de orientación más claros, siempre existía algo que tenía que ver con la predominancia, pero no por ello, se excluían otras opciones, del panorama sexual de cada individuo. Opciones que tenían más que ver con las personas que con el sexo al que pertenecían. Ocurre lo mismo hoy cuando te encuentras con personas que se autodenominan heterocuriosas, homoconfusas, incluso con aquellas que dicen sentirse gay heteros.
Existe una metáfora muy interesante que muchos autores utilizan (Silberio Sáez) y es la siguiente: Imaginemos una pared de ladrillos. Vista de lejos, podemos advertir dos colores. Rosa o azul. Pero si nos vamos aproximando a la pared, empezamos a ver ladrillos rosas, azules, lilas, añiles, moradas etc. Y otra gran variedad de colores que de lejos, resultaba imposible distinguir. Esta metáfora, resulta válida tanto para explicar el proceso de sexuación, como el proceso de adquisición y establecimiento de la orientación del deseo.
La erótica, sea virtual (fantástica), real (beso, coito, caricia…) individual (masturbación) o relacional (con otros seres), siempre tiene que ver con cada uno y su circunstancia. Así como cada persona posee una personalidad, cada sexo también tiene su manera o su sexualidad, y por tanto, su orientación, su predominancia y toda una serie de particularidades, únicas e irrepetibles. En este sentido, también creo conveniente recordar aquello que Miguel Albiñana nos decía en torno a la sexualidad y el carácter. Ya que ambos aspectos, conforman un conjunto único e irrepetible al que pertenecemos (nos guste o no). La cuestión que se nos planteaba era la siguiente: De qué manera sacarle el máximo partido a lo que somos. Cómo puedo obtener máximo provecho a partir de las fichas que me han tocado en esta aventura que es la vida.
De Dentro A Fuera.
Como ya hemos descrito anteriormente, la orientación del deseo, puede estar determinada por muchos factores (genéticos, ambientales, culturales, etc.) pero no se ha podido demostrar que ninguno de estos factores sea determinante. Más bien parece que sea el resultado de un montón de variables y de la combinación de ellos. Se establece en torno a los 10-12 años de edad, y se desarrolla de manera diferente en cada persona, dependiendo de su situación social, familiar, escolar, aspectos que ayudan (o no), en el proceso de aceptación que cada individuo sin duda realiza, en el caso de que la orientación del deseo se perciba como homoerótica (en este caso, diferente a la mayoría).
Imagino que ocurre lo mismo con cualquier otra particularidad o diferencia respecto a la población en general: Si un individuo se percibe diferente a la mayoría en algún aspecto, deberá pasar por un proceso de aceptación, no exento de sentimientos de culpa, rabia, tristeza, impotencia, etc., que gestionará mejor o peor, dependiendo de los apoyos y actitudes que tenga en su entorno. Se trata de un proceso que en ocasiones comienza mucho antes de que la orientación del deseo se establezca de manera clara. En muchos casos, se intuye o se tiene cierta conciencia a edades muy tempranas.
Lo cual permite un proceso de aceptación y conocimiento más claro y pausado (no exento de sufrimiento). Sin embargo, en casos en los que la represión es percibida y vivida de una manera más clara, existe la posibilidad de no hacerla siquiera consciente. De pasarla a un archivo temporal oculto en la mente, alineándose con la mayoría social, y viviendo una vida heterosexual, seguramente monógama e incluso con hijos. Existen muchas personas que se hacen cargo de su orientación del deseo (quiero decir que se responsabilizan de su sentir) después de haber vivido toda una vida con una pareja heterosexual, incluso teniendo hijos en común y con la percepción de haber sido muy felices, tanto en la relación como en la crianza de los hijos.
Datos que indican que no se trata de un proceso fácil. Incluso teniendo la suerte de haber nacido en un país en el que las leyes amparan las relaciones homoeróticas, existen otros aspectos sociales que siguen haciendo difícil la visibilidad y la vivencia propiamente dicha de la homosexualidad. Aspectos como el de la religión, la política, las familias de pensamiento conservador y poco progresistas, hacen que para los individuos que se perciben como homosexuales, el proceso de aceptación y socialización de su sentir, en ocasiones no sea nada fácil. Es por tanto complejo hablar del proceso de aceptación y desarrollo del sentir homoerótico en general, ya que depende de muchos factores, algunos de ellos muy duros, como los religiosos o legales. Habiendo que añadir a éstos, los factores personales de cada uno. Es por tanto quizás más sencillo, hablar del proceso vivido por uno mismo.
Homofobia y Homofobia Interiorizada.
Cuando hablamos de homofobia, hablamos de prejuicios. Hablamos de miedo o de repulsa irracional (fobia) hacia personas homosexuales. Puede deberse a: Vivencias particulares tenidas con homosexuales. Derivarse de aquello que la homosexualidad signifique socialmente. Intentos por mantener oculta la propia homosexualidad. Educación rigurosa y extremadamente conservadora. Persistencia de clichés sociales sobre la homosexualidad y los homosexuales, etc. A las actitudes hostiles hacia personas homosexuales, también debemos añadir legislaciones de muchos países que, penan severamente el hecho homosexual. Pero, ¿Qué ocurre cuando la homofobia se observa en una persona homosexual? ¿Es posible que una persona homosexual albergue sentimientos contra sí mismo?
Autores como Mario Gatti o Gabriel. J. Martín, hablan de la homofobia interiorizada. De la aversión que un homosexual siente por la homosexualidad o aquello que sea manifiestamente homosexual. Así, la homofobia interiorizada es un entramado de representaciones mentales (que incluye desde creencias nucleares a distorsiones cognitivas), presente en una persona homosexual, según la cual la homosexualidad se valora sistemáticamente en inferioridad respecto de la heterosexualidad. La homofobia interiorizada se manifiesta en sentimientos de vergüenza y culpa así como en una respuesta de ansiedad ante situaciones en las que la persona deba manifestar directa o indirectamente su homosexualidad.
¿Y cómo es posible esto?
Básicamente existen dos motivos: Primero, que somos expuestos a la homofobia del entorno, desde que somos muy pequeños. Segundo, la mayor parte de los aprendizajes se dan mediante la imitación de patrones de comportamiento. Las costumbres y valores que observamos en nuestro entorno, los modelos que predominan. De la misma manera, la homofobia, se nos cuela, casi sin darnos cuenta. La homofobia interiorizada, minusvalora la homosexualidad, respecto de la heterosexualidad: La persona homosexual homófoba, pensaría que ir de la mano con su pareja sería una provocación para los homófobos.
La homofobia interiorizada viene acompañada de:
a) Miedo a ser rechazado. Todo un repertorio de conductas que va a evitar, precisamente por miedo a ese rechazo (la persona se invisibiliza).
b) Una representación mental de sí mismo empobrecida, un auto concepto deteriorado que redunda en una pésima autoestima. Si rechazas tu homosexualidad, claramente tienes homofobia interiorizada. Pero si la rechazas incluso parcialmente, estaríamos hablando de homofobia. Primero habría que comprobar si se trata de un miedo real (ya que existen países en los que el riesgo de que algo te pase, es bastante elevado). O por el contrario si se trata de un miedo imaginario.
Solo en este segundo caso, el miedo o la vergüenza por mostrar tu homosexualidad respondería a una actitud homofóbica. Ansiedad, miedo o vergüenza, son aspectos bastante claros en lo referente al sentir homofóbico.
Para liberarnos de la homofobia interiorizada, debemos tener en cuenta dos aspectos:
• Primero, las cogniciones. Ideas que influyen en la vida y que debemos revisar. Aquellas que recordamos con facilidad, dada la intensidad emocional del momento en que se vivieron, Pero también hay que hacer un poco de arqueología emocional y buscar las que no recordamos. Debemos buscar aquellos prejuicios fosilizados que sin saberlo aun influyen en nosotros.
• Segundo, la activación emocional. Evitamos situaciones por miedo a ser rechazados. Pero generalmente son miedos irracionales (fobias) que se superan por exposición al medio, progresivamente, utilizando técnicas como la desensibilización progresiva. Hasta la obtención de seguridad necesaria para la vida, sin vergüenza y sin miedo.
Pero la homofobia según Borrillo, también es una construcción ideológica consistente en la promoción de una forma de sexualidad (Hetero) en detrimento de otra (Homo). La homofobia organiza una jerarquización de las sexualidades. Y según este autor, habría que diferenciar entre homofobia individual y homofobia social.
• La actitud hostil hacia los homosexuales, sería la homofobia individual.
• El temor a que la identidad de la homosexualidad sea reconocida y equiparada a la de la heterosexualidad, sería la homofobia social.
Para entender mejor los procesos psicológicos anteriores a la homofobia, primero debemos prestar atención a la adquisición de la conciencia de género: La conciencia del niño de ser chico y comportarse como tal, es anterior a la conciencia de la orientación del deseo. La orientación y el deseo, son aspectos posteriores al hecho de vivirse y sentirse como chico o chica.
¿Y cómo nos hacemos chicos? ¿Qué significa ser chico o chica?
La clave está en todo un repertorio de roles que los adultos atribuimos a los niños (sexo de crianza. Money), por el mero hecho de ser machos o hembras. Los niños son extremadamente sensibles a nuestros comportamientos y actitudes. Es por tanto fácil para ellos, asumir rápidamente los patrones que de nuestra actitud se derivan. Patrones que en el caso de los niños tienen que ver con la masculinidad. Y en el caso de las niñas tienen que ver con la feminidad. Se trata de toda una serie de valores, repertorio de comportamientos, actitudes, lenguaje, que utilizamos con los niños, solo por el hecho de serlo. La prueba más evidente de ello, la encontramos en la ropa y accesorios que ponemos a un niño o a una niña, nada más nacer. A esto se le denomina, género. De esta manera, los niños aprenden y asumen las etiquetas de la identidad de género, mucho antes de ser conscientes siquiera de su orientación sexual.
¿Cuáles serían las atribuciones que desde el mundo adulto realizamos a la masculinidad y a la feminidad?
Valores que se le atribuyen a lo masculinidad:
-Dominación.
-Actividad.
-Agresividad.
-Racionalidad.
-Dureza.
-Insensibilidad, etc.
Valores que se le atribuyen a la feminidad:
-Sumisión.
-Pasividad.
-Suavidad.
-Delicadeza.
-Sensibilidad, etc.
La homofobia, tiene que ver con el miedo a perder esa masculinidad. Podríamos decir que se deriva de la masculinidad heterosexual. Este pánico o miedo a ser tratado como un ser, de un estrato inferior (mujer o marica), produce este tipo de actitudes en la sociedad. Incluso en niños de primaria, pueden presenciarse escenas homófobas, incluso años antes del establecimiento de su propio deseo. Lo hacen por imitación, por mero aprendizaje e interiorización de lo que perciben de su entorno. Sin ser conscientes del daño que puedan estar haciendo, incluso a sí mismos.
La ansiedad de muchos chicos homosexuales, nace de un desequilibrio entre lo que son y lo que deberían ser: “Recibí de la naturaleza mi cuerpo y mis emociones, es absurdo que me censure por estar asustado, por sentirme inseguro, egoísta o vengativo. Hacerlo es como enojarme por el tamaño de mis pies. No soy responsable de mis sentimientos sino de lo que hago con ellos”. “No deberías sentir de esa manera”, me digo. Pero mis emociones no siguen las leyes de la lógica. Mi intelecto no puede saber lo que mi cuerpo debería estar sintiendo. Mi cuerpo tiene sus razones para sentir de ese modo y considerando todos los factores que escapan a mi mente no puede sino sentir así” 28 La función de los adultos (padres y educadores) es clara en este sentido. Debemos ayudar a nuestros hijos a desaprender lo aprendido en valores, para empezar a construir juntos una sociedad más justa, revisando y actualizando conceptos como el de la masculinidad. Ya que no se trata de eliminarla de nuestro repertorio, sino revisarla, observar qué significa y actualizarla, dando cabida a un concepto positivo sobre la masculinidad. Un valor que no genere actitudes como el de la homofobia.
Más allá de esto, la homosexualidad está siendo más tolerada en Occidente. Esa tolerancia se debe a que la estructura de la familia patriarcal está en crisis. Me atrevería a decir que todo el régimen de sexualidad está en crisis. Como la sociedad asume que la familia tradicional no es el único modelo de convivencia y que la reproducción no es el único fin de las relaciones sexuales, tienen cabida nuevos modos de relación fundamentados en el amor y el deseo de compartir, entre los que entra el de las parejas homosexuales, que ahora pueden ser más fácilmente asumidas por la sociedad. Lo que no implica que haya terminado la homofobia, ni mucho menos.
Mecanismos Neuróticos De La Homofobia.
El ser humano necesita contacto. Necesita de otras personas para sobrevivir en lo psicológico. Para Perls, el sentido de identificación es quizás el impulso psicológico de supervivencia más primario. La vida humana, desde un punto de vista gestáltico, se entiende como una interacción continua del individuo y su ambiente. Un marco en continuo cambio, para lo cual, las formas de interacción también deben de ser fluidas. Cuando la persona se ve incapaz de interactuar de manera fluida, es cuando surge la neurosis.
La Introyección.
Cada uno de nosotros crece en contacto con el ambiente. Y para este crecimiento, tenemos que digerir lo que de él recogemos. Lo asimilado queda hecho nuestro y lo podemos retener o lo podemos devolver, en su nueva forma, tras haber sido integrado en nosotros. Sin embargo, aquello que tragamos y no podemos digerir, tenemos que vomitarlo. F. Perls dice en “Yo, hambre y agresión”: “Cualquier introyección, total o parcial, debería pasar por el molino de los molares trituradores para no convertirse en un cuerpo extraño o seguir siendo, un elemento extraño, un factor perturbador en nuestro sistema.”Todos los introyectos que se han tragado sin masticar constituyen la carga que conforma el carácter, el “ego”. Allí están las normas morales, sociales, religiosas, etc., no digeridas que en cada caso concreto llevarán a acumular situaciones inconclusas. Y entre ellas la homofobia: la creencia de que alguien es menos que otro por el mero hecho de ser homosexual.
Por tanto, llamamos introyectos a los modos de actuar, de sentir, de evaluar. En definitiva a todas las actitudes que hemos adquirido sin masticar y que no podemos digerir. La introyección sería el mecanismo por el cual las adquirimos. 30 Para recuperar la sensación de ser uno mismo, es indispensable masticar y desestructurar el material introyectado, de modo que podamos asimilar lo que hagamos propio y desechar lo que nos resulte ajeno. Los introyectos o creencias, impiden el desarrollo normal de la personalidad. A mayor cantidad de introyectos, menos espacio para lo que uno quiere ser. El insulto por ejemplo, hace saber a la persona insultada que es diferente a los demás. Quien profiere la injuria hace saber al destinatario que tiene el poder de herirlo, de avergonzarlo. Si la víctima se traga el insulto sin masticar, ofrece en su interior cabida a la homofobia que pasa a ser interiorizada.
Hemos visto que la sociedad pone en los homosexuales otros estereotipos, como que son promiscuos, inestables, frívolos, inmaduros, celosos, etc. En cada homosexual existe el riesgo de incorporar esos introyectos, actuando de acuerdo a estas conductas que la sociedad parece esperar de ellos, aunque no respondan a las pulsiones reales de su self. El trabajo terapéutico consiste en este caso, en ayudar al individuo a elegir libremente cómo quiere ser, sin pretender encajar en aquello que el mundo espera de él.
La Proyección.
En la proyección, la persona ve en el mundo exterior las partes de su propia personalidad con las que niega identificarse. “La persona que está inclinada a proyectar, se parece al que está sentado en una casa con espejos en todas las paredes. Dondequiera que mira piensa que ve el mundo a través del cristal, mientras que en realidad, sólo ve reflejos de las partes no aceptadas de su propia personalidad.” Perls. En general, son los introyectos que llevan a sentimientos de poca aceptación de sí mismo los que generan las proyecciones. Cuando el homófobo es un homosexual asumido, es bastante común que proyecte lo que no asume de su homosexualidad en otros antes que verlo en él mismo, sea la masculinidad, el afeminamiento, la superficialidad, la promiscuidad, etc., aclarando a cada paso que él “no es un homosexual como los demás”.
El creer que hay un solo modo de ser homosexual, responde al estereotipo designado desde afuera y no se corresponde en absoluto con la realidad, del mismo modo que no existe una manera de ser heterosexual. Al margen de la orientación sexual, resulta necesaria la expresión de esas ideas para su posterior asimilación e integración. El beneficio se produce a nivel individual y también social. El trabajo terapéutico se centraría en indagar sobre aquello que uno pone en lo que proyecta. Ya que es probable que quien proyecte su odio, perciba odio hacia él, o quien descalifica, se sienta descalificado.
La Confluencia.
Cuando un individuo ha perdido el contacto consigo mismo, cuando no se da cuenta de donde termina él y donde comienzan los demás, cuando una persona no siente ningún límite entre él y el ambiente que le rodea, se dice que está en confluencia. En esta situación, un buen contacto, no es posible. Tampoco es posible una buena retirada ni un buen contacto consigo mismo. Cuando el homosexual hace suya la homofobia de la sociedad, acepta que es menos que otro ser humano por el simple hecho de ser homosexual. Confluye con cada homófobo, identificándose con la discriminación de que es objeto como algo hasta cierto punto merecido y adapta su conducta a esa discriminación, facilitando que ésta se perpetúe. Castañeda sostiene que en los homosexuales suele verse una dificultad para poner límites, ya que por estar más atentos a ver las necesidades de los demás, pueden sentir dificultad en defender las propias.
La Retroflexión.
El retroflector se hace a sí mismo lo que le gustaría hacer a otros. En lugar de dirigir sus energías hacia fuera para cambiar el ambiente según sus intereses, intenta cambiarse a sí mismo, ya que “sí mismo”, para el retroflector, nunca coincide con “yo”. La depresión podría decirse es una forma de retroflectar. En lugar de orientar la ira o la agresión hacia el entorno, el retroflector lo hace hacia sí mismo. Según Perls, las retroflexiones más importantes son el odio dirigido al self, el narcisismo y el autocontrol. La autodestrucción sería la más peligrosa de las retroflexiones y su hermano pequeño sería la tendencia a reprimir. Según Pedro De Casso, toda retroflexión tiene origen en un introyecto. Los introyectos que dan origen a la retroflexión pueden ser de lo más diversos, pero además de trabajar con ellos, debemos lograr que el paciente tome conciencia del modo en que se está dañando, lo que permitirá al sujeto ganar la fuerza y motivación necesarias para masticarlos y digerirlos. La ira que debería surgir en los homosexuales ante cada agresión homófoba es negada, siendo a menudo transformada en depresión, en conductas autodestructivas o en una intolerancia generalizada y difusa ante los demás.
La Deflexión.
Se trata de una maniobra que evita el contacto directo. Se quita calor al diálogo, se enfría el contacto real. Se habla sin especificar, yéndose por las ramas, prefiriendo la cortesía a la franqueza. La deflexión está presente en los contactos que cualquier homosexual dentro del armario mantiene con quienes imagina como heterosexuales, sean parientes, amigos, compañeros de trabajo, etc. Cuanto más dura haya sido su forma de vivir la homosexualidad, más encerrado en esta forma de contacto estará el sujeto, y más difícil tendrá entablar una verdadera comunicación. En algunos casos puede ser útil. Siempre y cuando se emplee con discernimiento y con conciencia de los límites. Una persona homosexual puede tener necesidad de mantener una imagen neutra en ciertos ámbitos, pero conviene poner conciencia sobre cuáles son los mejores “límites de su armario”, en especial en los casos en que se haya explorado con el que vivirá mejor si se permite ser más espontáneo.
La Teoría Paradójica Del Cambio.
Según Arnold Beisser, la teoría paradójica del cambio sostiene que “el cambio se produce cuando uno se convierte en lo que es, no cuando trata de convertirse en lo que no es”. Es decir que el cambio no ocurre por el intento de uno mismo por cambiar o de otra persona por cambiarlo, sino que ocurre cuando la persona invierte tiempo y esfuerzo en ser lo que es, dejando de lado aquello que quisiera llegar a ser. En otras palabras, el cambio llega cuando la persona intenta ser lo que es. Por eso Perls sostiene que psicoterapia significa ayudar al paciente a enfrentarse a aquellos hechos que se oculta a sí mismo. Para que el paciente se convierta en lo que es, es fundamental que hable en primera persona y se haga responsable de lo que hace en vez de tomarse como un sujeto pasivo: él mismo se provoca tensiones musculares, se critica, se culpa, etc.
En la medida en que lo sienta y lo acepte, podrá decidir qué hace con eso, si se sigue identificando o si lo aliena. Ese es el camino, asumir su responsabilidad y darse cuenta de que es él quien acepta y quien rechaza. Otra premisa es que uno debe sostenerse en una buena base porque sin ella es complicado cualquier movimiento. El paciente llega con una demanda de cambiar, una parte suya quiere cambiar a la otra y el rol de terapeuta pasa por no aliarse con ninguna de las partes, sino en conseguir que el paciente las acepte a ambas como propias. Perls fue muy claro al decir que el paciente llega con toda su capacidad de manipulación, y es que el cambio que quiere producir es el de la actualización de su auto-concepto para evitar llevar al acto su propio potencial. Para poder convertirse en sí mismo, es necesario que el paciente se haga responsable de cualquier cosa con la que se identifique. En síntesis, el terapeuta gestaltista alienta al paciente a hacer suyo lo que está experimentando en cada momento. Ante la aparición de partes alienadas del paciente, busca darles luz e integrarlas. Así, siendo el paciente plenamente lo que es, se transforma en alguien distinto.
Mitos Sobre La Homosexualidad.
Hasta el momento, hemos hablado del significado que se le ha concedido a la homosexualidad en nuestra historia reciente. También hemos incidido en el fenómeno de la homofobia e incluso hemos hablado sobre la homofobia interiorizada. Aspectos que integramos sin darnos cuenta, y que parece que en la actualidad no tienen cabida. Sin embargo, existen todavía muchos prejuicios en forma de mitos, que merecen una pequeña mención:
1.- La homosexualidad es una opción sexual, puedo elegir otra.
La orientación del deseo, no es algo que podamos elegir. Independientemente de nuestra identidad sexual o de género, la decisión de hacia dónde orientamos nuestro deseo, no es nuestra. Tampoco decidimos, que tipo de personas nos resultan atractivas o nos gustan. Seguramente, existen toda una serie de características que hacen que una persona sea atractiva para nosotros, y de igual manera existen otras características que hacen que no lo sean. Independientemente de nuestra orientación del deseo, seamos homosexuales, heterosexuales o bisexuales, las personas que nos gustan, responden a la suma de todas esas características que como resultado nos ofrecen una impresión (atractiva o no), para cada uno de nosotros.
La homosexualidad si es una elección, en tanto somos libres de ejercerla. Podemos decidir ejercerla y vivir con libertad aquello que somos. Pero el impulso de sentirlo, surge desde algún lugar muy profundo de nuestro ser, y nada tiene que ver con una elección. No se trata de elegir mi color preferido. Eso sí, en sociedades en las que el prejuicio es moneda de cambio corriente, es una “elección” difícil.
2.- La causa de la homosexualidad está en una mala crianza o en familias disfuncionales.
No existe ninguna investigación que haya logrado de manera concluyente establecer un vínculo entre homosexualidad y conflictos familiares. Los homosexuales hemos crecido en todo tipo de familias (más o menos funcionales). Algunos hemos sido criados por una madre y un padre, otros hemos tenido como criadoras a nuestras tías o abuelas. Los abuelos en algunos casos han sido (y están siendo en la actualidad) muy importantes. Y muchos otros provienen de familias adoptivas, otros de familias monoparentales. En definitiva, la orientación del deseo, nada tiene que ver con tu familia ni con la relación que tengamos con ella. Lo importante para que nuestra vida y nuestra futura familia sean equilibradas, es el amor que hayamos recibido en nuestra familia de origen. Solo de este modo, sabremos querer a nuestras parejas e hijos.
3.- Los homosexuales no tienen parejas estables y son promiscuos.
Existen muchísimas parejas de homosexuales duraderas. En todo caso, se enfrentan a dificultades similares que las parejas heterosexuales a la hora de construir una relación sana, duradera y estable. La fugacidad en las relaciones, la falta de compromiso o la superficialidad emocional no son patrimonio exclusivo de los homosexuales. La creciente dificultad social para establecer relaciones equilibradas, no tiene que ver con la orientación del deseo. Esa especie de síndrome de desamor colectivo, esa horda de amores líquidos, es el resultado de una sociedad excesivamente individualista que responde más a las necesidades del yo que a las del nosotros. Pretendemos tener pareja como si se tratara de un bien. Pidiéndole demasiado en ocasiones. Y sobre todo, exigiéndole que no castigue al yo. No queremos pasar del yo al nosotros. No queremos lastimarnos. Y cuando nos abrimos a una pareja, nos hacemos candidatos a que en algún momento nos duela. Solo aceptando esa posibilidad la pareja es posible. Querer a una persona a pesar de las dificultades que supone, y dejarse querer, a pesar de las dificultades que uno mismo también supone, quizás sea la tarea más difícil, en una sociedad en la que se le pide demasiado a la pareja.
4.- Los homosexuales acosan constantemente a personas del mismo sexo.
Decir esto es igual que decir que los homosexuales no respetan las reglas del juego de la convivencia. También es decir que un homosexual podría acostarse con cualquiera que sea del mismo sexo. El acoso, el abuso y la falta de criterio, son aspectos que lamentablemente existen en nuestra sociedad, independientemente de la orientación del deseo de sus protagonistas.
5.-El hombre homosexual es amanerado y la mujer machorra.
Confundir amaneramiento con orientación del deseo, es un error bastante habitual. El hecho de que existan muchas personas amaneradas en el colectivo homosexual, no quiere decir que todas las personas amaneradas sean homosexuales. Es sin duda, un error. Las maneras que una persona expone a la hora de comunicarse con su entorno, son exactamente eso: Maneras. Maneras de ser, de estar, de comunicar etc. La orientación del deseo, la manera de desear al otro, parte desde un estrato mucho más profundo que aquel que mostramos o dejamos ver con nuestra manera de ser. Se trata de un impulso que tiene que ver con aspectos no tan evidentes. Por tanto, declinar una orientación del deseo a partir de datos única y exclusivamente visibles y
evidentes, es un reduccionismo excesivamente simplista.
6.- Los homosexuales son jóvenes, bellos, divertidos.
Parece que nos referimos únicamente a un sector la realidad existente. El hecho de que los homosexuales más visibles sean jóvenes, puede ser cierto. Pero no quiere decir que todos lo sean. La orientación del deseo (la que sea) no es una moda juvenil que luego se pasa. Lo que ocurre es que vivimos en una sociedad que premia y valora la juventud y la belleza, condenando a la invisibilidad al resto. La vida y las relaciones sexuales, no acaban junto con la juventud. Es más, la madurez y la vejez, pueden suponer una gran ventaja a la hora de establecer relaciones equilibradas y estables.
7.- Los homosexuales son cultos y tienen un poder adquisitivo alto.
Al igual que en el punto anterior, creo que la cultura no es patrimonio de los homosexuales. Es posible que muchos homosexuales tengan un buen curriculum, o un buen trabajo, porque hayan tenido acceso a la universidad o a otros estudios o especialidades. Otros muchos no lo tienen. Pero no debemos confundir curriculum con cultura. Existen muchas personas muy cultas (algunas incluso sabias), sin curriculum. Por otra parte en cuanto al poder adquisitivo, el hecho de que los homosexuales no tengan cargas familiares, puede ayudar a que sean económicamente más solventes. Pero no creo que sea una característica de los homosexuales. Hoy muchos de ellos se deciden a tener o adoptar niños en países donde la ley les ampara. Y no son precisamente procesos muy baratos. Es más, muchos homosexuales no pueden permitirse (por muchos motivos) ser padres. Al igual que tampoco pueden muchas mujeres que (homosexuales o no) deciden ser madres por su cuenta.
Sin Apegos Ni Dependencias.
Existen dos grandes poderes en la vida. La sexualidad, que abre el camino de la vida. Y la muerte, que cierra dicho camino. La sexualidad, como manera de estar en el mundo, responde a una realidad sexuada de todo ser humano. Una realidad en la que como hemos visto, podemos establecer relaciones con personas del mismo sexo, o no. A la hora de establecer dichas relaciones, la pareja o las distintas parejas con las que vayamos encadenando nuestra vida sexual, relacional y sentimental, es fundamental e indispensable. No quiero decir que la pareja tenga que ser necesariamente algo estable. Me refiero a que para poder tener contacto, es necesaria la figura del otro.
Dicho así, parece algo muy obvio. Pero no debemos olvidar que la figura del otro es la que nos proporciona la posibilidad de ser individualmente de una manera (con el otro), y un ser de manera colectiva, juntos. Ya que la resultante de una relación de pareja, es más que la suma de sus partes. El hecho de estar en pareja, nos obliga a estar de una manera diferente. Esa manera de estar, es la que nos va a proporcionar un buen amor o un mal amor. No hay malos ni buenos en una relación de pareja. Lo que hay es un buen amor, resultante de una relación que nos hace bien, nos hace crecer y progresar. O un mal amor, una resultante que nos empobrece, nos hace mal y nos deteriora como personas. El buen amor no entiende de orientación sexual. Independientemente de nuestras preferencias, el hecho de estar en pareja, es mucho más que tener pareja.
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