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Jesus Hernández - La tensión en la relación dialógica

XX Jornadas Nacionales de Gestalt. A.E.T.G.
Pamplona, Abril 2.006. Ponencias presentadas en las jornadas externas.

Jesús Hernández.
La tensión de la relación dialógica.
Terapeuta / Cliente.

Me encuentro en una situación un tanto paradójica, en primer lugar y en el tiempo, me puedo imaginar que estáis ya saturados de escuchar, yo os voy a invitar a que os durmáis, descanséis, hagáis lo que os dé la gana. Si entre medio, entre la somnolencia y la conciencia escucháis alguna palabra que os interesa, la guardáis, y si la palabra os lleva a algún sitio, iros allí y quedaros allí, que seguramente descubriréis algo que yo desde aquí no os puedo hacer. La otra situación paradójica es que si veis el programa soy un invitado, resulta que he sido miembro de la Asociación Española de Terapia Gestalt durante muchísimos años, pero por razones de itinerario profesional me quedé desenganchado, y ya no he vuelto a tener contacto directo tan intensivo como tenía anteriormente.
Pero siempre he tenido la sensación de contacto con el enfoque gestáltico, que tanto me proporciona a mí, y que en su día fue la plataforma en la que caí después de estar durante veinte años fuera de este país. Pero curiosamente ustedes son los de casa y yo soy el invitado, pero la paradoja viene de que yo soy de esta casa, soy profesor de la Universidad Pública de Navarra y yo soy el anfitrión, es mi casa y ustedes los invitados. Así que me sirve ya para deciros lo más importante de los que os voy a hablar en el tiempo que queda, y es que invitado de casa, de casa invitado es la esencia en realidad de toda relación, también de la terapéutica y paso a hacer una breve exposición.
La tenía preparada para hacer una proyección, pero el instrumento, con muy buen criterio, me abandonó porque ya sabe que yo tengo una relación un poco distorsionada con la tecnología. Los grandes maestros de la escuela de Palo Alto, de ese instituto de psiquiatría de Estados Unidos, filmaron una vez una escena que se conoce mucho, que es la “cena del cigarrillo”, y en esa escena aparece la interacción interpersonal del grupo de amigos que se reunían a cenar en casa de uno de ellos, como una danza en la que todos los movimientos parece que están combinados entre sí.
Cuentan en uno de sus libros que escribieron tantas páginas, cuentan que ciento y pico mil, y les resultó muy difícil poder resumirlas en un artículo que pudiera leer uno de sus alumnos interesados en la interacción humana, y es que la interacción entre personas es de tal complejidad que considero pretencioso querer explicarlo todo.
Es verdad, y aquí lo han recordado, que hay muchas teorías que han intentado explicarla, la más conocida, la del psicoanálisis con la transferencia y la contratransferencia. Pero ha habido otras teorías, a Levi también se le ha citado en el trabajo con grupos. Hablaba Paco Peñarrubia del campo de fuerzas en el ámbito de las teorías de carácter más sistémico hablamos de conjunto o red de interacciones, son todo expresiones que nos quieren aproximar a una realidad muy compleja. En mis talleres de comunicación ha desarrollado algunas técnicas para ralentizar lo que ocurre entre nosotros, para poder salirnos un poquito al mismo tiempo que estamos en la interacción, y poder observar lo que está ocurriendo.
No se puede entender al educador sin el educando, no se puede entender al terapeuta sin el terapeutizado, todos conocen la escena del principito bajando de satélite en satélite a la tierra, y cuando llega a una de esos sitios donde hay un rey que dice; yo soy el rey de este planeta, y le pregunta; y dónde están los súbditos; no tengo ninguno, y resulta la escena un absurdo, no hay terapeuta sin cliente, y no hay cliente sin terapeuta. Martin Buber, de quién he aprendido mucho en todos estos años de dedicación a mi trabajo, y de quién he publicado algunas cosas, Martin Buber, como quién descubre una especie de realidad encubierta y misteriosa, exclama en una de sus obras: Nuestros alumnos, podríamos poner nuestros clientes, nuestro ámbito, nos forman, nuestras obras nos construyen, cómo (exclama él) somos educados por nuestros niños, cuanto por los mismos animales.
La reciprocidad, el envolvimiento que resulta de la relación hace que la actividad profesional de asesoramiento, de terapia, o de cualquiera otra actividad de ayuda, o simplemente entre personas, alcanza una gran complejidad y su manejo es igualmente de suma complejidad. Yo he desarrollado una teoría, que la he llamado la “teoría de las implicaciones” para poder explicar los diversos niveles que establecemos en las relaciones. Hoy les voy a hablar de una de ellas, y para esto me voy a apoyar en la filosofía de Martín Buber, y en otro olvidado en nuestro ámbito cultural, Gabriel Marcel.
Los filósofos de la experiencia, que así se les ha llamado, sobre todo a Marcel, y más recientemente a la filosofía de Maria Hippius y Karlfried Durckheim, los creadores de la terapia iniciática, que incluye o coincide con elementos de la gestalt, sobre todo lo que se refiere a la metodología de la intervención y que está ampliamente influenciada por la filosofía del zen y de Jung. Quiero señalar que estos autores han influido, también se ha dicho hoy, ampliamente en el concepto de hombre y de sociedad que subyace a las condiciones del enfoque centrado en la psicología humanista de Carl Rogers y de la gestalt de Frit Perls, como ya lo he indicado en algunos escritos.
En la tradición filosófica occidental el hombre, el ser humano, hombre y mujer por tanto, han sido definidos como seres racionales, pero también se ha definido a los seres humanos como seres sociales, es decir, que de alguna manera, el otro, la relación con el otro es parte constitutiva del ser único, personal e intransferible que es cada individuo, este ser relacionado que somos los humanos adquiere una compledimensión, una relación consigo mismo.
En su duplicidad, o en su dialogicidad como ser que somos materiales y espirituales que es también la esencia de la dialogicidad humana, día logos es romper, dividirse en dos palabras. Me da pena no poder desarrollar el tema que he preparado por falta de tiempo, ya que es la síntesis de mi trabajo, y mi identidad, como formador tanto de terapeutas, como de supervisores, como de trabajadores sociales y otros profesionales del ámbito sobre todo social.
Somos seres relacionales también con el mundo exterior, con el OIcost, palabra griega, en uno de mis artículos hablo de la ecología como principio dialógico, porque entiendo que el mundo, una exteriorización del cuerpo, es parte también de nosotros con el que nosotros nos relacionamos. Y somos seres relacionales con los otros seres humanos, el aspecto mas dialógico, pero también somos dialógicos con el “tu”, como dice Buber, tú que tiene otras muchas acepciones, algunos hablan de Dios, otros de Ala, etc. A esta cuádruple relación han denominado los autores de referencia como relación dialógica, y que encuentra en la fórmula de Buber la expresión, el hombre-mujer se convierte en yo en el tu, de modo que la relación se establece en un yo-tu, un tu-yo.
Esta relación yo-tu, tu-yo, es lo que yo llamo la implicación de las implicaciones, el yo pertenece al tu, como este al yo, es el doble polo de la condición humana. Esta duplicidad fundamental y originaria hace posible la doble relación con el mundo exterior, con las personas y consigo mismo, como objeto, no hay que olvidar esto, y como participación, y que llevaría a Gabriel Marcel a expresarlo de una manera magnífica, “ser es co-ser”.
En la relación terapéutica se establece esta constelación yo-tu, tu-yo en una doble relación, el terapeuta puede establecer y establece una relación de sujeto a objeto, lo digo sin ponerme colorado, se ha dicho muchas veces que no podemos establecer una relación entre personas que sea de sujeto a objeto, pues sí, porque os puedo contar a vosotros y puedo contar las filas. Os hago objeto de mi mirada, naturalmente que si. Y cuando le doy un pedazo de pan a alguien lo considera también un objeto que recibe, es la relación entre sujeto-objeto, en el sentido de que el terapeuta puede escuchar al cliente en sus manifestaciones sobre fenómenos de su vida. Podemos entenderle en las interacciones con otros seres, podemos entender su relación con objetos y con acontecimientos.
Todo queda objetivado en sus palabras, en sus expresiones, y el terapeuta puede observar, analizar, establecer un diagnóstico, puede detectar traumas y partes enfermas patológicas de la personalidad en cuestión, es la parte de los fenómenos, de los hechos y de los acontecimientos de la vida del cliente, fenómenos objetivables y por eso manejables. Para ello no servimos de todo tipo de instrumentos que ya conocéis, desde pintar a la silla caliente, pero esta relación de sujeto a objeto es solo un polo de la relación terapeuta-cliente.
El otro polo es la relación entre sujetos que se encuentran, en el sentido que da a esta palabra el antropólogo Bollnow, al encuentro entre personas, “se encuentran y salen las dos tocadas”. En el ámbito artístico sabemos como Chillida escuchaba las piedras desde el interior, dice él que les pregunta, ¿Qué quieres que haga contigo? ¿Qué quieres ser?
Esa expresión es de lo que estoy hablando ahora, esa doble dialógica relación que establece o crea una doble tensión recíproca y simultánea entre terapeuta y cliente, no solo en el sentido de una cierta ansiedad, o estrés, o presión, que también, sino en un sentido más profundo, que es de búsqueda, de llamada, de trascendencia, que coloca al propio terapeuta en una situación en la que la respuesta solo puede ser en el amor, en la participación, es ese espacio que Buber lo denomina “el espacio entre dos”.
Algo de esto debieron percibir maestros nuestros como Rogers y Perls, y entre nosotros el más conocido, Claudio Naranjo. Cuando ellos mismos se adentran en este mar y océano del ser humano, herido y arrojado al mundo, y que se manifiesta de un modo especial, indisimulada, genuinamente, sin tapujos, ni trampas en lo que llamamos, o podíamos llamar “enfermos del alma”.
Para que hayan acabado estos maestros, estos amigos nuestros, todos ellos sentados en el cojín del zen, de la meditación transpersonal y de la espiritualidad, tal vez tenga que ver con una cosa que me enseñó a mí un discípulo de Jung, y que dice algo así: “La ignorancia no es nunca buena compañera pero incluso los mejores conocimientos con frecuencia no bastan”.
No debe pasar un día en el que el terapeuta no se recuerde humildemente así mismo que tiene todavía todo por aprender, y Fritz nos dio una invitación para hacer esto, que es mantener contacto con uno mismo, consigo mismo.
Muchas gracias.

Jesús Hernández
Pamplona, Abril 2.006