XX Jornadas Nacionales de Gestalt. A.E.T.G. Pamplona, Abril 2.006
Ponencias presentadas en las jornadas externas.
Buenos días, voy a intentar aportar alguna pincelada mas al espectro tan especial de la psicoterapia gestáltica. Los colegas ya han aportado cosas bien interesantes sobre la relación terapéutica. Yo quisiera apuntar algo sobre la escucha intuitiva dentro de ese formato, de ese encuentro dialogal yo-tu, que es como una cocreación que mencionaba Carmen Vazquez. Por un lado nos encontramos con un una persona, un ser doliente que viene con una serie de capas que internamente conllevan una serie de heridas, y por otra parte es el terapeuta que con su propia mochila, con su propia escultura, tiene su propio tránsito, heridas en su vida y conlleva también una serie de mapas, brújulas, ideas, etc. que son ayudas en el caminar del seguimiento terapéutico, en el acompañamiento terapéutico.
Pero qué sucede cuando se encuentras estas dos personas; en ese impacto, en ese impacto curativo entre ese doliente que conserva sus heridas, que a la vez las resguarda por temor a que se puedan abrir todavía más. Es esencial, en primer lugar, crear un horno, una especie de horno alquímico. Crear un espacio que sea generatriz. Como en palabras del escultor Oteiza, “una especie de desocupación del espacio”, En el encuentro se generaría un aprendizaje conjunto en el cual dos personas están intentando crear una atmósfera, una climatología a través de la que puedan ir surgiendo experiencias, no solo las propuestas emanadas del terapeuta sino también aquellas irrupciones que emergen desde la espontaneidad, desde la emoción, desde la emocionalidad, y también desde los vislumbres y las irrupciones del cliente.
Este eje matriz implica mucho, una cocción, un lugar que de alguna manera es un espacio útil, muy necesario para que puedan surgir todas esas herramientas valiosas, claro, muchas veces uno de los grandes pilares de la psicoterapia gestalt es también que el terapeuta es su propia herramienta. ¿En qué sentido? Es una herramienta valiosa no solo por los conocimientos, es una herramienta valiosa también por sus propios errores, por todos los impactos emocionales que el propio ser humano, terapeuta, a elaborado, a incorporado e interiorizado en su propia odisea personal, y a partir de ahí también surge lo simbólico, surge lo intuitivo, surge lo metafórico.
En esta relación terapéutica es realmente importante la presencia, una presencia mutua, en la que está el terapeuta, pero en esta relación dialogal es fundamental la inclusión del otro que genera una humanización conjunta. Evidentemente cuando hablamos de escucha es a, b, c básico, pilar esencial que todos tenemos dentro de nosotros la semilla, un profundo anhelo a ser vistos, a ser escuchados pero no solo en la superficie. A ser vistos y escuchados realmente en nuestras necesidades, aun que sean básicamente contradictorias, ser escuchados en nuestros temores, dudas, necesidades básicas, nuestras necesidades de individuación, de algo esencial que es la realización de nuestra propia vida, que es en esencia lo que cualquier psicoterapia intenta propulsar.
¿Qué sería la escucha intuitiva? De alguna manera etimológica sería el tener acrecentada la formulación, la irrupción de un ojo interno, una mirada desde dentro. Es una mirada desde dentro que catapulta, posibilita que se amplifique la conciencia, que se amplifique incluso ese motor que nos lleva hacia la autorregulación.
Evidentemente también hemos escuchado muchas veces la importancia que tiene en la psicoterapia gestalt esa profunda confianza, esa profunda fe en la autorregulación del organismo. El terapeuta propone, está disponible, con su presencia, con sus conocimientos, pero por suspuestísimo ese ser al que duelen sus propias heridas, es realmente el que sabe, siente, conoce en su profundidad lo que verdaderamente necesita para actualizarse, para reformularse de otra manera, como la serpiente que suelta la piel vieja y va en su intento hacia la renovación personal, que en definitiva también metafórica, arquetípicamente sería esa especie de renacimiento personal.
Uno entra en un proceso terapéutico pero evidentemente no sale de la misma manera, sería como una especie de segundo nacimiento, y este segundo nacimiento implica que uno ha bajado desde el desplazamiento energético simbólico, ha bajado en esa especie de fina comedia, ha bajado a sus propios infiernos personales, ha permitido el reconocimiento de lo sombrío, de lo oscuro, de zonas que antes no nos atrevíamos a mirar, que tal vez, precisamente porque el terapeuta ha recorrido algunas de esas zonas, ofrece en ese espacio alquímico, en ese encuentro dialogal, ofrece un permiso, ofrece un lugar, un espacio desde donde pueda emerger toda esa autorregulación necesaria implícita en el proceso terapéutico.
Es evidente que si algo existe dentro de nosotros, diferentes maneras de disociación, o de desencuentro, el símbolo nos une, en el símbolo de alguna manera podemos unir lo obvio con lo imaginario. En un momento determinado yo puedo estar mirando. A veces recuerdo con un paciente, una persona, un ejecutivo que estaba realmente en una situación difícil, con accesos importantes de ansiedad, en una situación de impasse profundo.
Recuerdo que tenía un movimiento muy acelerado de las manos, evidentemente esa era una percepción, la percepción de lo obvio, un contacto visual con algo más allá de lo verbal. En ese momento también esa imagen, esa visión del canal de los sentidos se entrelazó también con una mirada interna, con una imagen que apareció en la cual yo visualizaba o imaginaba de algún modo una especie de hoguera, con unas llamas que se quemaban, a lo mejor en pequeñas visualizaciones, sencillas, que en su propia sencillez, desnudez, tienen un potencial importante porque en esa doble devolución de ¿Qué estaba sucediendo?, de qué manera se estaba quemando esa persona su alma, su ser, su emotividad. De qué manera estaba quemando sus propias necesidades, sus propios instintos y emociones más básicas, esto condujo a una serie de experiencias, emociones, visiones, etc.
Es un ejemplo ilustrativo de que de alguna manera lo obvio, lo imaginario, lo simbólico, lo metafórico también aunándolo en esa unificación, en ese entrelazado pueden converger y amplificar la conciencia, y pueden ser un motor profundo de introspección y por supuesto propulsar, ser como un motor hacia la autorregulación porque en el fondo nosotros realmente sabemos, tenemos un conocimiento intuitivo, profundamente intuitivo desde lo onírico de lo perceptivo, de lo instintivo, de lo visceral, de la huella corporal, etc.
Conocemos muchas más cosas de lo que aparentemente sabemos, y el espacio terapéutico es importante que pueda permitir que eso se vaya desarrollando, que todo ello vaya emergiendo gradualmente. Un filósofo de la intuición como Gerson introdujo una especie de conocimiento en el cual él planteaba que una de las condiciones esenciales para el conocimiento directo, intuitivo era una renuncia a dominar lo real, lo que está ocurriendo en el presente, y creo que esto es importante también, es como un aprendizaje a captar, a dejarnos estar en el silencio, a domesticar la soledad, a domesticarnos en la ansiedad de que las sesiones tengan una finalidad, tengan una conclusión determinada, a renunciar a que determinadas experiencias tengan una etiqueta rígida.
Y cuando uno renuncia al control, al sobre control, a la dominancia de la realidad, ahí si pueden aparecer otro tipo de irrupciones, palabras, pequeños genios, pequeños duendes, que a veces son como ayudas, faros que iluminan nuestra andadura en el seguimiento, en el acompañamiento del proceso terapéutico, claro, el tema es; a partir de qué estado simbólico, metafórico, cómo uno conecta con dentro de ese horno alquímico, de ese espacio dialogal, ¿cómo uno sintoniza con las necesidades, con la presencia del paciente? Ahí creo que es importante la imagen de un dial, un dial al igual que una radio. Uno con la importancia en la sensibilidad y el respeto en el encuentro va buscando un lugar, un término, una fisura por donde entrar en la comunicación humana, que es en realidad la psicoterapia gestaltica.
En esa fisura, en ese puzzle perceptivo, están por supuesto los canales de los sentidos, estarían los aromas que tantos poetas han hablado, los aromas de la infancia. Cuántas veces no hemos hablado, o hemos expresado que, cuando llegaba mi padre tenía un aroma particular, o determinados aromas de la infancia, o ciertos coloridos que tienen algunos recuerdos, no es lo mismo ciertas coloraciones afectivas, porque lo imaginario en conjunción con lo obvio también nos remite a estados afectivos muy primigenios, arcaicos, y por eso es importante que, igual que muchos psicoanalistas actualmente reconocen que, sobretodo, para patologías graves es necesario ir más allá de lo pre-verbal.
Entonces creo que todo el espectro de la intuición, todo el espectro de lo simbólico, en conjunción con lo obvio y lo inmediato es potencialmente enriquecedor, profundamente enriquecedor a condición de que abracemos también esas irrupciones, a condición de que vayamos mas allá de lo real, o del enjuiciamiento auto limitador, que a veces sesga ese tipo de irrupciones que pueden ser altamente beneficiosas en el conocimiento de lo que le está sucediendo a la persona en su intimidad. Ese lado más profundo tiene su lado luminoso con su lado más sombrío, entonces como canales de conexión estarían por supuesto la sensibilidad, todo ese mundo de sensaciones, nuestro cuerpo es un campo de resonancia, es un campo eléctrico magnético, es como un atractor de visiones, es un atractor de propuestas, un atractor que también de alguna manera nos hace conectar, sentir, saber qué es lo que está ocurriendo en ese espacio dialogal.
Y sería algo así como una percusión, un tambor que va emitiendo vibraciones, va emitiendo sonidos que están deseando ser tenidos en cuenta, y que necesitan también nombrarse, que necesitan también rescatarse, que de alguna manera también somos pescadores de lo obvio, pescadores de lo simbólico. Antes ponía un breve ejemplo, recuerdo otro que expongo brevemente. Tuve un encuentro con una mujer que había tenido bastantes episodios psicóticos, y ya empezaba en un proceso muy positivo, de resolución física, y ella mostraba un exceso, por lo que yo pude percibir.
Venía a sesión con una alegría desbordante, lógica por otra parte, pero en un momento determinado yo sentía que físicamente, algo físico sensorial, que algo no funcionaba bien, en un momento determinado me percaté y amplifiqué mis sensaciones y pude traducir y devolver, y entender que también había algo mas, que juntamente con la alegría de un cierre de todo un ciclo de sufrimiento también estaba la pesada carga del duelo a soltar el dolor acumulado por todas las experiencias vividas a nivel corpóreo, mas todo un montón de experiencias que esa persona había sufrido.
Por supuesto está todo el diccionario emocional, ¿qué lugar ocupa el corazón en la terapia?, y creo que nuestro recorrido emocional, nuestro nivel de apertura emocional nos hace sentirnos más respetuosos, más sensibles también con la emotividad de la persona que está enfrente, y, en ese sentido también recordar la frase de Ferenczi, que sin empatía no hay curación, es como ese elemento sensibilizador que también acompaña, que es un manto que de algún modo puede favorecer el tránsito de episodios, de lugares que son realmente dolorosos, que es el proceso terapéutico hacia el núcleo de lo mas abandónico, de lo mas carencial.
Finalmente está todo el espectro de lo contra transferencial, no voy a entrar ahí mucho porque evidentemente sería un campo demasiado extenso, solo mencionar el concepto de securabilidad, que sería ir más allá de lo representable, más allá de lo verbal, más allá de lo que nosotros podemos representar.
Entonces, esa comunión de inconscientes que a veces se produce en un espacio hipnagógico, es como esa especie de cosa semionírica, como ese trance que a veces uno en silencio puede escuchar desde dentro, desde una pasividad alerta, atenta que implicadamente provoca una conexión mucho más profunda entre ese ser doliente y nosotros, también estaría la transformación entre lo irrepresentable y poder darle una forma para que esto tenga un lugar. Para cerrar simplemente mencionar que en esta bóveda interna que todos tenemos, y que puede transitar esas irrupciones, creo que sería muy importante mencionar “el aprecio”, el respeto por las irrupciones del propio terapeuta, y por supuesto del paciente, en ese encuentro dialogal hacia la dirección del encuentro de las necesidades más profundas.
Muchas gracias por vuestra atención.
Iñaki Zapirain.
Pamplona, Abril 2.006