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Marc Joslyn - Gestalt-Zen - Figura-Fondo

Recuerdo que años atrás, en un grupo al que yo asistía, Fritz Perls disuadió a un terapeuta profesional de llamarse a sí mismo “terapeuta gestáltico, sea lo que fuere lo que Perls quiso decir en esa situación única, su acotación me recuerda ahora las afirmaciones de los maestros zen “¡Hay zen, pero no profesores de zen!” “¡Cuando sea que digas Buda ve a lavarte la boca!”. Perls solía despreciar, especialmente en las sesiones de terapia, todo lo que fuera “hablar acerca de”, o sea, el distanciarse de nuestras propias percepciones y sentimientos inmediatos. Pero al igual que los estudiantes de la terapia gestáltica, los estudiantes de zen suelen “hablar acerca de”, “dar charlas” y “escribir capítulos”. De modo que, permítanme comenzar ratificando mi propia arrogancia al escribir esto. Después que muera iré seguramente a un infierno para estudiantes de terapia gestáltica y estudiantes de zen. ¿Quieren encontrarse allí conmigo?
Un tema central de este artículo es el fenómeno figura/fondo. Antes de la aparición de los psicólogos gestálticos, la psicología académica se centraba en los aspectos graduados, cuantitativos y generales de la experiencia. La investigación estaba dirigida, principalmente, a encontrar cosas o “eventos” intercambiables, y reducirlos a fórmulas cuantitativas. Se consideraba que el cambio era el resultado de un proceso gradual de acumulación cuantitativa. Con la introducción de la Gestalt, la atención se centró en los cambios repentinos, sin precedentes; a lo único, lo espontáneo, lo cualitativo, lo no-transformable e irreductible.
Aun así, con todas las contribuciones hechas por los psicólogos gestálticos, ellos tendían a limitar su atención a los aspectos figúrales, visuales y espaciales de la experiencia. Tendían a ignorar los aspectos de campo, los aspectos no formales, no visuales y temporales. Esto se corrigió, en parte, gracias a los trabajos del psicólogo danés Rubin sobre el fenómeno visual figura-fondo. La atención se centró en los “hoyos” o “vacíos” o aspecto de la nada que había en torno y en medio de las formas o de la coseidad. El fondo se integró rápidamente al cuerpo principal de la trocla gestáltica, y hoy en día “figura/fondo” o “figura/ campo” es casi sinónimo con Gestalt.
El trabajo sobre “figuras reversibles” de Rubin y otros, mostró que una figura podía ser alternativamente figura o fondo. El trabajo sobre “teoría del campo”, de Lewin y otros, demostró que los campos pueden tomar los atributos de la figura, y viceversa, pero de alguna manera la interpenetración de figura y campo no ha llegado a ser un elemento importante en la teoría gestáltica. Incluso el ingenioso trabajo de Metzger sobre el “ganzfeld” o “campo total” no fue mucho más allá de sus implicaciones visuales.
Koffka dedicó cinco largos capítulos al “campo ambiental”, uno de los cuales tituló “organización visual”, y otro, -figura y fondo”. Pero aunque en el mismo libro Koffka hace un extenso intento para desarrollar el concepto de figura/fondo y otras leyes gestálticas para incorporar la memoria, la voluntad y la acción; y a pesar que se refiere a la: “organización silenciosa” en la experiencia humana, la figura permaneció limitada esencialmente al fenómeno visual dentro-de-la-forma, y el fondo al fenómeno fuera-de-la-forma. Los sicólogos gestálticos estaban tan ocupados creando una “psicología científica” y refutando la metafísica
tradicional, que quizás no pudieron permitirse un enfoque fenomenológico más completo.
Koffka puede haberse acercado más a la comprensión del problema cuando se refirió al pasar a un “fondo supersensorial”, un fondo del cual emergen todas las figuras sensoriales y al cual retornan todas las
figuras. Cuando se persiste en este enfoque, radicalmente, nos encontramos con que no hay tal cosa como “un campo”. Sólo hay “campo”, tal como sólo hay “eternidad”. No tiene sentido hablar de imponer una condición o limitación, ya sea fuera o dentro de la eternidad. Del mismo modo, tan pronto se le añade al “campo” cualquier condición, como “visual” o “auditiva”, -personal” o “ambiental”, ya no hay campo, sino un tipo de figura, si bien vagamente” definida.
Pero, ¿cómo llega el campo a ser figura? ¿Y cómo es que una figura, después de emerger de un campo y desarrollar lo que los psicólogos gestálticos llaman “buena forma”, “pragnanz” y “carácter fisionómico tiende a desaparecer una vez más en el campo?
Fue la investigación “organísmica” de Goldstein y otros, que mostró cómo la figura/fondo y los principios relacionados podrían ser aplicados a la motivación total y al proceso de acción de los seres humanos, y que las patologías mentales y físicas podrían ser consideradas en forma más económica a la luz de estos principios, Pero fue Perls, junto con su esposa Laura, quienes aplicaron en forma más inteligente y acabada los descubrimientos gestálticos a la psicoterapia, especialmente la figura/fondo. He buscado en vano en los libros de Perls alguna discusión que ligue la figura/fondo, por un lado, con el hambre, el deseo, la voluntad y el cuidado, por el otro. He investigado en vano, en mis recuerdos de conversaciones con él, otras señales de un lazo teórico.
Existen varios precedentes, bajo formas de insinuaciones y especulaciones, tales como la discusión de Koffka sobre el “carácter de la exigencia” de la figura o la anotación de Wertheimer de que “una transformación ocurre desde ‘lo que quiero’ al ‘lo que requiere la situación”‘, o la afirmación de Goldstein en cuanto a que “la relación figura/fondo es: ” la forma básica de funcionamiento del sistema nervioso”. Pero de alguna manera fue Perls el primero en asumir (modesta o arrogantemente, y en su primerísimo libro Ego, Hunger and Aggression, la identidad de la figura/fondo, por un lado, y el nacimiento, realización y desaparición del hambre e interés, por el otro. Todas las discusiones subsecuentes de Perls son elaboraciones de este supuesto inicial, y no explicaciones o pruebas que aclaren cómo llegó a tal supuesto.
En sus sesiones de terapia estaba siempre presente la hipótesis de trabajo que señala que es nuestro interés o necesidad más inmediata la que en forma natural tiende a llegar al primer plano de atención, mientras que todo lo demás tiende a retroceder al fondo, o dicho de otra forma, si estoy atendiendo convenientemente, descubriré que lo que está en el primer plano de atención es sin duda la cosa más importante, aquí-ahora, ya se trate de una picazón que necesita que la rasquen, una idea que necesita clarificación o un árbol que necesita ser plantado en una ubicación particular del jardín. Recuerdo cómo una vez interrumpí el flujo del darse cuenta en una sesión, Perls me preguntó dónde estaba mi atención durante esa interrupción. Cuando se lo dije, me regañó: “¿Qué es lo que te pasa? ¿No te basta con ser tocapelotas?”,
Quizás el descubrimiento de Perls fue más allá de su experiencia previa en psicoanálisis y gestalt, hacia una identidad etimológica cotidiana entre percepción, emoción y motivación. ¿No Son acaso nuestras palabras “falta”, “querer”, “anhelo”, “necesidad”, sinónimos de “separación”, “limitación”, “interés”, “dirección”? Cuando la figura nace del fondo, ¿no nace simultáneamente hambre o interés de una clase u otra? Si asumimos la atención conveniente, ¿no percibimos acaso que también muere el hambre al regresar la figura al fondo? y esto es verdad, no importa de qué manera establezcamos conceptualmente la fuente del hambre, ya sea hambre por una idea o el hambre por un jardín.
¿Puedes comprender tu vida entera como una figura cambiante reversible, o como un caleidoscopio móvil con toda la diferenciación que proporciona la experiencia, y aun así sin ganancia o pérdida, sin ir o venir? ¿Cuándo o cómo comprende el niño que está separado de su madre? ¿Dónde estaba este párrafo antes de que lo leyeras?
La terapia gestáltica, tal como es practicada en estos días; ha llegado a incluir una gran variedad de técnicas, algunas originales, otras prestadas. La mayoría de estas técnicas tienen el propósito de evocar la capacidad de darse cuenta o incrementar la sensibilidad. En ocasiones, es difícil ver qué conexión con la gestalt podría tener una técnica particular en la mente del terapeuta que la está practicando, aparte de que parece dar resultados con los pacientes. La creatividad y libertad de la terapia v del estilo de entrenamiento de Perls tienden a alimentar también una especie de laxitud teórica en sus seguidores.
A mi entender, una de las cosas fundamentales que hacen de la terapia gestáltica algo más que una mera colección de métodos de alerta sensorial con poca o ninguna conexión a los descubrimientos de los psicólogos gestálticos es ésta: la teoría de que los problemas humanos son interrupciones o fijaciones en varios niveles del despliegue natural del proceso figura/fondo. Y en esta área, uno de los logros teóricos más brillantes de Perls fue la reconstrucción de las ideas psicoanalíticas acerca de las funciones y de las defensas del ego, en términos del aquí-y-ahora propios de la psicología gestáltica.
La mayoría de los términos topológicos freudianos pueden ser usados más económicamente y vivenciados en forma más directa si se les enuncia como formas inadecuadas de diferenciación o de integración de figura/fondo. Podríamos considerar al “inconsciente” como aquel conjunto de aspectos que es adjudicado siempre o frecuentemente al trasfondo de la experiencia. La “introyección” puede ser vista como una asignación inapropiada de no-yo al yo; la “proyección”, como una asignación inapropiada de yo a no-yo, El “egocentrismo” puede ser visto como el mantener una unidad inadecuada en la figura; la “confluencia” (palabra de Perls) como el mantenimiento de una unidad inapropiada en el fondo.
Cuando se les considera como parte del proceso figura/fondo, cada término permite una variedad de interpretaciones, cada cual resulta económico: se basta a sí mismo. La “confluencia” puede ser interpretada como un exceso de igualdad o como una falta de diferenciación: como una interrupción de la diferenciación o como una prematura llegada a la igualdad, y cada término del proceso de figura/ fondo tiene tanto un significado diagnóstico como un significado terapéutico, a diferencia de la mayoría de los términos psiquiátricos tradicionales.
La “confluencia” describe, no sólo lo que está “malo”, sino que también sugiere lo que se puede hacer al respecto, Por ejemplo (prescribiendo el síntoma), podemos decirle al paciente que sea deliberadamente confluyente, ignorando la distinción de sí mismo con su ambiente, desarrollando una falsa euforia, sujetando su respiración, jugando al muerto, etc., hasta que se presente espontáneamente alguna diferenciación.
Otras escuelas de terapia podrían criticar a la terapia gestáltica por formular únicamente “sugerencias” en muchas áreas; por carecer de una teoría más trabajada, sistemática. A medida que Perls envejecía, parecía menos inclinado a molestarse por elaborar una teoría sistemática.
Quizás en el futuro otro genio del calibre de Perls hará un renovado intento por sistematizar toda la evolución de la teoría en los últimos años de Perls, así como las innovaciones que ha habido desde su muerte. Sería una tarea ingrata, porque la terapia gestáltica, como el zen, como tu vida, tiene el final abierto, nunca se completa totalmente: cualquier presentación sistemática, no importa cuán buena sea, debe necesariamente fracasar.
Cuando consideramos los problemas humanos en términos de fijaciones o interrupciones, como desubicaciones en el proceso figura/fondo, hay un criterio de “salud mental”: la respuesta justa, la espontáneamente apropiada, la acción o palabra completamente libre aunque convenientemente ajustada. Si le preguntas a un maestro zen por qué hace algo en particular, quizás “repetirá” sus palabras o acción previa, quizás permanecerá en silencio, quizás te golpeará, quizás te ofrecerá una taza de té, quizás…
Todo eso depende de lo que es apropiado en este momento. Siempre que entre las personas surge una disputa acerca de una opinión, donde finalmente alguien dice: “Bueno, ¿quién puede decirlo?, se está evocando el misterio común de lo apropiado. Sí, sin duda, ¿quién puede decirlo? ¿Y quién va a sistematizar este profundo sentido de lo apropiado? Cada cierto tiempo, sin embargo, alguien como Perls lo intenta.
Otro buen ejemplo de la perspicacia de Perls fue su reformulación de la “compulsión repetitiva” de Freud al principio gestáltico de “asunto incompleto”. En el sistema freudiano, este es uno de los muchos principios ad hoc; en la Gestalt, es parte del sistema total. Años antes, en una serie de experimentos con niños, Zeigarnik había descubierto que las actividades incompletas tienden a ser recordadas con mayor claridad y urgencia que las actividades que han sido completadas. Luego, Lewin, Koffka y otros, concluyeron que este modesto descubrimiento podría haberse deducido del principio general que señala que una figura tiende a cerrarse o a completarse a sí misma.
Perls comprendió que la mayoría de los problemas humanos. Podían ser visualizados como figuras incompletas o necesidades interrumpidas en el pasado, que se entrometen una y otra vez en el presente, en un intento por ser solucionadas o completadas. Perls consideró que esta forma de visualizar la conducta auto-obstructiva y auto-destructiva del ser humano era mucho más económica que la de las teorías freudianas, como, por ejemplo, la del “deseo de muerte”.
Este principio trae aparejado, además, una dimensión futura. Recuerdo cómo Perls me, frustró hasta que logré percibir una fijación que yo tenía sobre el “tomar decisiones”. Eventualmente, llegué a ver cómo cuando me enfrentaba a una decisión conflictiva, a una elección del tipo esto, o aquello, era frecuentemente el resultado de tener que atender posteriormente a algo que podía haber atendido más adecuadamente en el pasado; o bien, era el resultado de especulaciones prematuras sobre algo que resolvería más adecuadamente en el futuro.
La verdadera madurez es ahora, ni pre-matura ni post-matura. La mayoría de las acciones que implican esfuerzo y auto-imposición son un tanto falsas. Con una atención adecuada, hay un proceso más o menos inmediato y fluido, donde lo que tiene importancia en el aquí-y-ahora compromete mi atención plena hasta el momento en que el asunto es atendido. No se trata de que deberíamos evitar pensar acerca del pasado o ensayar para el futuro, sino que no es sabio confundir estas actividades con la verdadera realidad.
Una persona puede crearse un asunto incompleto si no permite que una figura nazca del fondo, como ocurre en la confluencia; o si no permite que una figura alcance su completó desarrollo, como en el caso de la retroflexión. Esto se relaciona claramente con los principios gestálticos de cierre y buena forma. Pero Perls fue más allá de esto en el uso terapéutico que hacía del asunto incompleto. En su descripción de “egoísmo”, completó el círculo figura/fondo al señalar el fenómeno implicado: no permitir que la figura muera, impedirle regresar nuevamente al fondo.
Con esto acercó a la terapia gestáltica al zen, y se saltó la vieja disputa entre los teóricos del “impulso” (freudianos, conductistas) que sostienen que la motivación básica es satisfacer o cancelar necesidades (regresar la figura al fondo) y los teóricos de la “nueva ola” que dicen que la motivación resulta de despertar la curiosidad, las necesidades, las sensaciones (regresar el fondo a figura). ¿A qué regresa esto, a figura o a fondo?: mientras espero el próximo pensamiento, los pinos y las rocas están jugando con el viento.
Una de las contribuciones de Freud fue su delineación de la capacidad humana para negar, mediante el posponer, la sustitución y la simbolización. Un niño, por ejemplo, puede negar su necesidad por su madre ausente sustituyendo varios aspectos de su relación con ella, ya sea chupándose el pulgar, obteniendo calor de una manta o frotándose la cara con ella, meciéndose, cantándose, repitiendo un verso centrado en la palabra “mamá”, imaginando su cara o su voz, etc. Cuando el niño, ya adulto, vaya a terapia, su problema no será la insatisfacción de sus necesidades infantiles y el dolor que eso le produjo, sino más bien sus defensas contra esas necesidades y ese dolor, defensas que ahora están fuera de lugar y fecha.
Mientras tanto (y esto es más gestáltico que freudiano) el niño desarrolla un “ego” en la brecha entre “lo que es” y “lo que debería ser” (o “lo que podría ser”), y desarrolla estados emocionales que asemejan un estado de shock, en el sentido de que implican una actitud menos comprometida y sensible, un papel de espectador, en vez del de protagonista de su propia vida. Se distancia de su problema mediante sustituciones y simbolizaciones, que eventualmente llegan a ser obstáculos en su existencia en el aquí-y-ahora, dejando en el camino una gran cantidad de asuntos incompletos.
Sin embargo, una parte necesaria del crecimiento como ser humano es aprender a posponer, a poner distancia, a objetivar y simbolizar, así que, ¿Cómo podremos distinguir al “neurótico” del “normal”? A esto se debió referir Suzuki cuando señaló que el problema de la mente humana es que tiene el don de crear conceptos con el objeto de articular y manejar la realidad, y con ello -según Suzuki- la mente tiende a engañarse a sí misma y a mirar los conceptos que crea como si fueran “cosas reales” o como “externamente impuestas sobre la realidad” y, en consecuencia, perder totalmente de vista los movimientos internos de la vida.
Esta rigidez conceptual dificulta el despliegue natural del proceso de formación de figura/fondo. La psicoterapia puede encargarse de los aspectos “neuróticos” de esta rigidez, pero sólo un entrenamiento intenso y prolongado como lo es el zen (y potencialmente, la terapia gestáltica) puede hacerse cargo de los aspectos “normales” de esta dificultad.
Además de las fijaciones personales que interrumpen el proceso figura/fondo y que constituyen la neurosis, existe en el ser humano un problema más general: tendemos a concebir el fondo como distinto de nosotros mismos, como algo desconocido, inalcanzable, ajeno, inanimado, sin significación o, incluso, muerto. A menos que lleguemos a percibir el fondo como una figura vaga o indefinida, no lo reconoceremos como tal. Percibir el proceso figura/fondo desde el punto de vista dualístico de la figura, es el estilo habitual en los seres humanos. Percibir el proceso figura/fondo desde el punto de vista unitario del fondo, es el modo zen.
En una oportunidad, mi maestro zen dijo que todo lo que hay en el mundo existe, formando al sí mismo (figura) al limitar una parte del ser absoluto (fondo). La iluminación significa captar nuevamente el sentido absoluto de ser (que en realidad nunca abandonamos por completo) y, luego, captar el ir y venir (de fondo a figura y de figura a fondo) como el funcionamiento natural de la naturaleza absoluta. En otra ocasión dijo que ni Dios, ni Buda ni el verdadero sí mismo tienen ojos, oídos o nariz. Al no tener ojos, oídos o nariz, se es capaz de percibir al verdadero sí mismo. Cuando se está separado, de partes del mundo, buscamos “tener” esas partes. Cuando estamos en total unidad con este mundo, ya no necesitamos tener ninguna de sus partes. Cuando puedes usar tus ojos, oídos y nariz, unificando libremente este mundo, entonces entenderás por completo que tu verdadero sí mismo no tiene ojos, oídos ni nariz.
En la terapia gestáltica, ‘la toma de conciencia” del fondo se logra a menudo mediante la técnica de la “silla vacía” de Perls. El terapeuta le pide al paciente que ocupe una de las dos sillas y le hable a alguien o algo “en” la silla vacía, y que luego desarrolle un diálogo entre dos roles distintos, sentándose y hablando alternativamente desde cada silla. Perls rindió su debido mérito a Moreno, Berne y otros por originar tales métodos, pero él llevó el diálogo a un desarrollo ulterior. Hablar a otros y hablar consigo mismo son de igual importancia. No puedo hablar a otros sin estar, al mismo tiempo, “proyectando” roles internos, o hablarme a mí mismo sin estar “introyectando” roles externos.
Pero, aunque estamos la mayor parte del tiempo hablándonos a nosotros mismos, somos en gran medida ignorantes de este proceso interno, quizás porque se halla más próximo al fondo o a lo subjetivo (Nótese que “sujeto” se deriva del latín “arrojar bajo o debajo”, tal como el fondo: fuera de la vista o de la conciencia). De modo que necesitamos tener mayor conciencia de nuestro diálogo interno, y es allí donde Perls enfocó gran parte de su atención terapéutica.
Todas nuestras ensoñaciones y especulaciones son formas de diálogo interno: “Por un lado; por el otro lado”, para allá y para acá. Mientras consideremos a los subproductos del dialogar interno como realidades últimas, estamos en gran parte incapacitándonos para darnos cuenta de las formas de este proceso, y del gasto de tiempo y energía que implica el estar atado a él. No vemos que estamos asignando incesantemente nuestra experiencia vital a dos o más roles que están en conflicto, porque al menos uno de ellos está fijado por un ideal de lo que “debería’ suceder.
Al tratar de escapar de las dolorosas consecuencias de esta división, al tratar de unir las cosas nuevamente, no nos damos cuenta de que lo único que logramos hacer es crear una falsa unidad: nos identificamos con un rol y confiamos en su validez con abrumadora seriedad, y asignamos el rol complementario a alguna otra parte, como si no fuéramos responsables de él. La mayor parte de lo que el zen llama “la mente relativa” o “mente pequeña” y lo que la psicología occidental llama “ego” brota de la falsa unidad conceptual de este diálogo incompleto.
Así entonces, ¿cómo nos libramos del “ego”? Comprendiendo que no hay modo de librarse del ego; comprendiendo que el intento de escaparse de aquello que nosotros mismos hemos creado es la fuente del problema; comprendiendo que ambos roles de un diálogo son complementarios antes que antagónicos; comprendiendo que el ego no es una entidad completa e independiente; en resumen, comprendiendo lo que el ego realmente “es’: sencillamente una figura emergiendo del fondo.
En una oportunidad, Perls me citó un pasaje de un poeta alemán, donde decía que, en efecto, siempre estamos representando un rol (tocando un instrumento musical o jugando un juego) y que comprender esto es el meollo de la sabiduría. Otro terapeuta con quien trabajé una vez, comentaba que los juegos más solapados, sucios y destructivos son practicados por personas que están convencidas que están más allá de jugar juegos.
Sin embargo, esto resulta aplicable a la mayor parte de nosotros, al menos parte del tiempo. Nuestros roles favoritos, nuestros roles más serios, son precisamente nuestras “virtudes más sagradas”, los falsos roles de los “no roles”, los falsos juegos de los “no juegos”. Desde un punto de vista zen, sólo cuando estoy representando completamente un rol, sólo entonces estoy libre de él.
El procedimiento de la silla vacía, con el diálogo de “perro de arriba” y “perro de abajo” es una formalización de juego y de humor, como también de trabajo y seriedad. Al usar sillas separadas, Perls facilitó el proceso de conocimiento y distinción de los “roles internos”, así como también el tomar seriamente “éste” y “ése” rol y con ello liberarse para asumir cualquier rol. Al dejar una de las sillas vacía, Perls permitió que en ella se colocase cualquier rol, ya sea que esté o no presente en el mundo “exterior”, ya se trate de’ animal, vegetal o mineral. La silla vacía es como la muralla blanca o el piso blanco frente al meditador en un zendo, el comienzo de la comprensión del “fondo” total de todo diálogo, rol y juego.
La verdadera meditación, en el sentido zen, resulta cuando no hay un objeto de atención, cuando no hay preocupación por la forma, por el significado o la intención: cuando la atención misma es el objeto de la atención y cuando todas las cosas percibidas, incluyendo uno mismo, son vivenciadas como manifestaciones de la atención. Una atención de esa naturaleza es semejante a la de alguien que espera alerta y pacientemente un no-sé-qué, aunque espera con la convicción de que él-sabrá cuándo ocurra. Una metáfora zen para ese tipo de atención es aquella del espejo que refleja todo, se manifiesta en todos sus reflejos, y aún así es libre de todos ellos.

¿Cómo podría concebirse tal espejo?

Es frecuente que ahora la gente conciba al zen en términos de bio-feedback. Esto es, suponen que el zen es un medio para producir más ondas alfa, o lentificar la velocidad del pulso, un medio de tranquilizar y obtener control sobre el cuerpo y la mente. Pero el zen no es tranquilizar o controlar, ni es un medio para un fin. El zen es más, es sencilla e íntimamente tú, lector, cuando has abandonado fines y medios; cuando no tienes nada más, por controlar o tranquilizar, cuando te estás comprendiendo totalmente a ti mismo.
El diálogo también es esencial en la práctica del zen: La mayoría de los modos y koans del zen son diálogos breves e intensos donde uno ambos participantes son iluminados, percibiéndose libremente a sí mismos…’
También puede ocurrir que uno de los participantes llegue a un profundo entendimiento, ya sea durante o después del diálogo. Estos diálogos son a la vez “externos” e “internos”. A un maestro zen se le oyó diciéndose a sí mismo: “¡Verdadero yol Sí! ¡Despierta, despierta! Sí, sí. ¡No permita que te engañen No, no, no lo permitiré!
También se recuerda que Buda después de su iluminación, afirmó que finalmente había logrado atrapar al hombre enmascarado o constructor del tabernáculo; finalmente vio en acción a si mismo que está más allá de todo diálogo y que, sin embargo, crea todos los diálogos y está presente en todos los roles.
Tanto la terapia gestáltica como el zen pueden ser considerados como una forma de empirismo radical o de existencialismo radical. No es necesario tener una fe a toda prueba en algún dogma o profesor que esté “allá fuera”. La duda o el problema es lo importante, Y la autoridad, tanto del terapeuta gestáltico como del maestro, surge de su habilidad para hacernos regresar a nuestra experiencia de vivir, para así resolver nuestras dudas. Sólo puedo dudar, si creo en algo.
Solamente si doy algo por hecho, puedo hacer una pregunta. Entonces, en última instancia, mi vida no puede tener una base sólida a menos que llegue a la raíz misma de mi negación o auto-limitación. Cualquier problema es ya algún tipo de negación, y la mayoría de nosotros generalmente negamos precisamente nuestra negación: tratamos el problema como si fuera ajeno a nosotros, algo de lo que hay que escapar.
Para bloquear este escape y evitación habituales, Perls usó lo que él denominó la “frustración terapéutica”. Paradójicamente, Y a pesar de ser una afirmación del problema o de la duda o de la resistencia del paciente, es una negación de su forma usual de negar o evitar el problema. A título de ejemplo, alguien con quien Perls estaba trabajando dijo que no podía recordar sus sueños. Una afirmación como ésa podría seducir fácilmente a un terapeuta a asumir un rol opuesto, como “ayudador”; con ello, le facilitaría inadvertidamente al paciente la posibilidad de continuar con un falso diálogo.
El terapeuta podría comenzar a darle consejos a la persona acerca de cómo recordar sus sueños, o a indicarle que se está resistiendo. Perls eludir esta seducción diciéndole a la persona que colocara, ya sea sus sueños o su yo soñante en la silla vacía y que entablara un diálogo. Con esto, Perls se excluyó como figura (recompensador, castigador, consejero) dejándole a la persona un fondo vació en el que podía generar su propia figura, y también, la posibilidad de descubrir que estaba “proyectando” su propio rol opositor sobre el terapeuta.
En otras ocasiones, Perls hacia que el paciente pusiera su noción del terapeuta en la silla vacía y tuviera un diálogo con él en lugar de argumentar directamente con Perls. Aún en otras ocasiones, Perls le sugería al paciente que fingiese o deliberadamente exagerase un problema del cual estaba tratando de deshacerse, como sentirse nervioso o desamparado o con un dolor de cabeza. De hecho,
Perls se eliminaba a sí mismo como terapeuta frustrando al paciente hasta que él llegaba a ser su propio problema, hasta que llegara a ser su sí mismo del aquí y ahora, invirtiendo su habitual relación figura/fondo. Esta práctica ha sido denominada de diversas formas por otros terapeutas contemporáneos: “intento paradójico”, “doble vínculo terapéutico, “prescribiendo el síntoma”.Algunos terapeutas parecen no percatarse que, de una u otra forma, otros colegas también la conocen, y que es, en realidad, una práctica muy antigua. En Gestalt, podemos considerarla como una consecuencia natural del proceso figura/fondo.
En el zen, se manifiesta en cada intercambio entre maestro y alumno. Una y otra vez el maestro zen afirmará en un sentido, negará en otro, hasta que al alumno no le quede más que llegar a ser su koan. Los dichos zen: “No pongas cabeza sobre la tuya”, Y “Si encuentras a un maestro zen, ¡mátalo!”, también apuntan en este sentido. Alguien dijo una vez que los hombres tienen la tendencia de crear sus propios dioses para luego matarlos.
¿Qué haces si tu dios se mata o se auto anula antes de que tengas la oportunidad de hacérselo tú mismo? ¿Dónde quedamos después de la terapia? ¿No estamos acaso frente a la misma pregunta -acerca del sí mismo- aunque mejor preparados que antes de la terapia? ¿No es acaso esta pregunta la negación fundamental involucrada en el ser humano? Vista así, la neurosis puede ser considerada como la negación de la negación; la Gestalt y el zen son como la afirmación de la negación, basada en la confianza de que ello conducirá al completo esclarecimiento del problema del sí mismo.
Si usted, lector, tiene aún dudas acerca del aspecto negativo básico de la capacidad humana de tomar conciencia, trate de estimular esa duda ponderando algo como lo siguiente: Trate de imaginar un estado de existencia enteramente libre o enteramente feliz, y observe cómo se entrometen sin invitación los aspectos negativos, ya sea que se ‘llamen “desesperación” o “desafío”, “excitación o “miedo”. ¿Y quién los crea?
En el mundo relativo del tiempo y el espacio, debemos negar para afirmar y afirmar para negar. Debemos decir “no” a una multitud de otros estímulos (hacerlos fondo) con el objeto de decir “sí” a uno (hacerla figura) y debemos suponer algo (hacerlo figura) con el objeto de decir “no” o cuestionarlo (hacer un fondo en la figura).
En la literatura zen se señala una y otra vez que la experiencia de la iluminación es repentina y abrupta. Parecería ser, entonces, que no hay pasos o precedentes que conduzcan a la vivencia. Esto no es enteramente verdad. Supongamos que tratamos de describirlo en términos de figura/fondo. El primer problema es cómo experimentamos el fondo. En la terapia gestáltica, la vivencia del fondo es evocada mediante el silencio y la espera. Antes de llegar a ser un estudioso del zen, jamás había experimentado algo tan intenso como el comienzo de cada sesión en el grupo de Perls.
El se sentaba en silencio y esperaba, mientras cada miembro del grupo luchaba con un silencio que crecía en sonoridad a medida que los minutos pasaban. Sabíamos que la primera persona que hablara tenía que ser “genuina” en la presentación de su problema, a riesgo de sufrir el desinterés y quizás incluso la censura del resto del grupo y de Perls.
De modo que cada uno de nosotros tenía una lucha personal; equilibrar nuestra necesidad de que se nos prestase atención, a nosotros y a lo que pensábamos eran nuestros “problemas” vs nuestra necesidad de permanecer a salvo como espectadores en el grupo. El énfasis en el silencio y la espera creaban un fondo ‘puro” contra el cual cualquier problema llegaba a ser una gestalt claramente definida, una vez que alguien sintiera el coraje o el deseo suficiente como para plantearlo.
El mismo principio de poner énfasis en el fondo y retener la formación de la gestalt hasta que alcance un cierto nivel de intensidad y claridad, puede verse en muchas otras formas de terapia y entrenamiento religioso. He escuchado que los drogadictos que van a Synanon, suelen ser puestos en un círculo de ex adictos que los bombardean una y otra vez con preguntas como: “¿A qué viniste aquí?”, hasta que desechan sus racionalizaciones (Gestalt débiles) e irrumpen con un “¡Ayúdenme, por favor!”.
Y hay varias formas de terapia que surgieron de las investigaciones sobre depravación sensorial motivadas por los efectos de los métodos de “lavado de cerebro” usados por los chinos en la guerra de Corea. Algunos de los resultados espectaculares que dicen obtener terapeutas abren activos tales como los terapeutas primales pueden deberse a la depravación paralela, que simplifica el fondo de la experiencia personal, intensificando así la gestalt-necesidad y facilitando la terapia.
En el zen, la depravación y la retención de la figura no son técnicas especiales, sino que son parte natural del proceso total. Un simple hecho primordial es que los verdaderos maestros zen han sido siempre pocos y distanciados entre sí, incluso en el apogeo del zen, en la China de hace mil años. Aquello que es valioso porque es difícil de encontrar o difícil de alcanzar va a evocar una atención anhelante y concentrada (sin ningún esfuerzo especial para remover las distracciones periféricas) conduciendo finalmente a una Gestalt clara.
Aunque los estudiantes zen ya no tienen que caminar muchas millas para entrevistar a algún maestro en la cima de una montaña, durante el sesshin moderno (período de meditación de siete días) deben hacer zazen durante horas, antes de poder ver al maestro durante uno o dos minutos.
Llevando esto a otro terreno, podríamos decir que la razón por la cual las acciones de un niño son tan espontáneas, es que su experiencia del fondo está menos atiborrada de conceptos, esperanzas y temores, etc. A medida que envejecemos tendemos a acumular recuerdos fijos y a imponer más expectativas fijas sobre nuestra experiencia inmediata, suprimiendo gradualmente el temor, la maravilla, la novedad, la frescura y la sorpresa que acompañan a las Gestalt intensas. En términos de la teoría de la comunicación, es como si el aumento de la estática del fondo dificultara la aparición de mensajes claros.
Cuando decimos que alguna acción es “espontánea” u “original”, ¿no estamos diciendo acaso que al parecer no tiene precedente en el tiempo, o que emerge en forma independiente de la causalidad de su contexto espacial? ¿No estamos diciendo que parece provenir de la nada: de un fondo no atiborrado? El entrenamiento zen es a menudo descrito como un “des aprendizaje” más que un “aprendizaje”. Si desaprendemos nuestro fondo atiborrado, ¿no experimentaremos, acaso, el aquí-y-ahora como sin principio ni fin, o como comenzando y terminando con cada Gestalt que, experimentamos?
Hasta aquí vamos bien. Pero, ¿y qué hay acerca del ego? ¿Qué hay acerca de las necesidades y de los problemas del mundo adulto? Si intentas quedarte en el fondo perfectamente homogéneo y vacío, ¿cómo puedes vivir en el mundo de las causas, de los planes, los éxitos y las desilusiones?
Si enfrentas a un maestro zen en el estado de samadhi (meditación intensa) como si estuvieras perfectamente calmado y sin ego, te golpeará repentinamente y luego preguntará: “¿Quién es el que ahora siente dolor?”, o “¿Cómo es que tu no-ego siente rabia ahora?”. Quizás comprenderás algo si esto te sucede a ti. La terapia gestáltica conduce a gestalts fuertes y claras, a la calidez, al estar vivos, y así sucesivamente. Pero no parece conducir a lo que está expresado en uno de los sutras budistas:
“La forma es vacío, el vacío es forma’,
lo que puede ser reformulado como que la figura es fondo y el fondo es figura, o también que los dos están separados, pero interpenetrándose. A pesar de que Rubin descubrió las figuras reversibles donde la figura visual y el fondo son interpenetrantes, a pesar de que , Koffka propuso un fondo supersensorial (no sólo inusual) que podría ser interpenetrable con todas las figuras empíricas, a pesar de que los terapeutas gestálticos desarrollaron éstos y otros descubrimientos relacionados tanto como les fue posible, la figura y el fondo aún tienden a ser tratados en forma separada, si bien ya no como antagónicos.
Cuando un maestro zen levanta su vara y declara’ que ella es todo el universo”, no está sumiéndose en la retórica. Está diciendo exactamente lo que vivencia. No experiencia una guestalt como un objeto separado de él mismo, rodeado de un montón de fondo vacío. Ve exactamente lo que todos ven, pero con la diferencia de que todo el fondo o sí mismo se manifiesta en su vara, ni más ni menos. En cualquier gestalt él puede captar toda la eternidad y el infinito como una figura reversible o como una figura/fondo totalmente interpenetrados. Ya no tiene ninguna necesidad de buscar lo universal, dios, o esas cosas de las que estoy absurdamente hablando aquí, como zen y terapia guestáltica.
Con sólo llevar la taza de té a los labios comprende todo esto. Algunas veces pienso que parte de los problemas humanos se originan en la visión, ese maravilloso sentido tan altamente desarrollado en los seres humanos y que parece estar tan íntimamente unido a nuestros procesos intelectuales. Toda la lógica está basada en lo que podríamos denominar “metáforas visuales”: A es A y C es C, y ambas no pueden ocupar el mismo espacio al mismo tiempo; la relación de A, B Y C no puede ser entendida a menos que estén contenidas en un espacio mayor o en un nivel de abstracción más alto; y así sucesivamente.
No puedo ver dos objetos densos en el mismo lugar y al mismo tiempo. Si uno de estos objetos densos está al frente de otro objeto, no puedo ver el objeto de atrás a menos que camine rodeando al objeto del frente. Si quiero ver la relación entre dos objetos, debo retroceder lo suficiente como para permitirme el espacio necesario para ver ambos a la vez.
Ahora, si dijera que puedo percibir cosas de una manera finamente articulada, pero sin ninguna de las condiciones anteriores, dirían que estoy loco, que me he tomado una droga o que he tenido una experiencia mística. Pero le aseguro que usted también percibe cosas de esta manera, sólo que probablemente no se da cuenta de ello porque no son estímulos visuales, sino auditivos. Se pueden oír dos, o dos docenas de tonos musicales en el mismo espacio y al mismo tiempo. Se puede oír un tono alrededor o a través de otro tono. Se puede oír cualquier tono como contenido en o como conteniendo todos los demás tonos.
Ninguna de las asignaciones espaciales que se establecen comúnmente en el campo visual resulta necesaria; para las discriminaciones maravillosamente complejas que podemos hacer en la música o en el discurso. Posiblemente no es accidental el que más personas hayan llegado a una comprensión zen mediante el oído que mediante cualquier otro sentido.
Una de las principales diferencias entre el zen y la terapia gestáltica es que el entrenamiento zen es más espiritual y a la vez más mundano, y que prosigue por años. Aunque el estudiante zen es exhortado a comprender el infinito y la eternidad, y a responder las preguntas más profundamente espirituales, en el zendo no tiene lugar ni tiempo para responderlas, sino en medio de sus actividades cotidianas. Cuando has estado sentado por largos períodos, sólo el pararse o caminar es un milagro. Cuando has estado haciendo zazen, caminando o trabajando durante veinte horas a la vez, dormir cuatro horas es un milagro.
Todo es un milagro cuando le pones toda tu atención, y aun así todo es bastante corriente. De modo que cuando anhelas “lo sobrenatural estás obviando lo natural”. Cuando no hay nada que obviar de lo natural, ¿queda aún lugar para que exista lo sobrenatural?, y cuando estás encuclillado en una esterilla en una pequeña y sencilla habitación enfrentando a un maestro zen, ¿de qué otra manera podrías responderle si no es con tus acciones y palabras cotidianas?
Comparar el zen y la terapia guestálticá es limitar a ambas como si fuesen únicamente sistemas de terapia. Al igual que usted, que es mucho más que un sistema de terapia, así ocurre también con el zen y la gestalt. La idea zen es retomar a la sociedad cotidiana después del entrenamiento, indistinguible de la otra gente, excepto dos personas interactuando sin mencionar al zen, aunque cada palabra y acción plena de zen, sea la comprensión final.
Incluso en el zendo, el maestro enseña el zen de estar libre de zen: como cuando te acercas a él fuera del entrenamiento con una pregunta zen y él contesta: “¡Ahora soy sólo un zurcidor de calcetines!”. ¿Cuál es el ideal gestáltico final? Ojalá sea algo más que producir más terapeutas y ex pacientes expertos en el juego de la “conversación psiquiátrica”.
Cuando hemos aprendido a atender un tanto, descubrimos que estamos gastando gran parte de nuestra vida en el pasado y en el futuro, en alguna “otra parte”, fuera o dentro de lo que consideramos ser nosotros mismos: ya sea en planes, ensoñaciones, esperanzas y fantasías. Aprendemos que realmente no estamos tan aquí-y-ahora como pensábamos. Potencialmente, al menos, todos los seres humanos podrían llegar a una iluminación zen o a una plenitud gestáltica con sólo atender ininterrumpidamente durante sus asuntos cotidianos. Pero la cosa más simple de todas resulta ser la más difícil.
A pesar de que nosotros los humanos anhelamos una verdadera identidad, anhelamos una experiencia fundamental que permita que todas nuestras dudas y luchas acerca del significado de nuestras vidas descansen por fin, somos muy perezosos. Más aún, estamos enamorados de los subproductos de nuestro análisis y fantaseo.
Una vez Perls me dijo que cuando tuviera alguna experiencia como terapeuta, descubriría que aunque las personas se quejan de un problema, me sorprendería al ver con cuánta fuerza se aferran a él si yo intentaba aliviarlos. Como ser humano, me puedo adaptar y puedo aprender a hacer fácil lo difícil, normal lo anormal; natural lo no-natural; pero si alguien intenta aliviarme, incluso de una parte de este ego elaborado y de todo el trabajo que ocasiona el sostenerlo, me asusto, dudo y me resisto.
¿Qué garantía tengo de que un modo natural y fácil de existir será tan excitante e interesante como mi presente estado neurótico? ¿Cómo estar seguro de que continuaré existiendo si abandono mi rol favorito, habitual y falso? En sus últimos años, una frase favorita de Perls era. “Abandona tu mente y vuelve a tus sentidos”. A mi entender, Perls quiso decir: “Abandona tu farsa y tu especulación acerca del mundo y de ti mismo y vuelve a tu experiencia inmediata del aquí-y-ahora”. Pero, ¡cuán pocos de nosotros le escuchamos!
Un monje recién llegado le preguntó a un maestro zen si le daría alguna instrucción acerca de cómo comprender la naturaleza Buda. El maestro le preguntó al monje si había comido su arroz. Cuando el monje respondió “Sí”, el maestro le dijo que fuera a lavar su escudilla, y el monje logró la iluminación. Este poner atención a cada instante, o proceso de una cosa a la vez, es parte integral al aquí y ahora. Esto no significa negar o ignorar la transitoriedad y lo ilimitado de la existencia. Por el contrario, el maestro la confirma de inmediato: en efecto, ya sea que vivas sólo cuarenta minutos más o cuarenta años, ya sea que seas feliz o desgraciado, ya sea que entiendas o no, ya sea lo que fuere, entrégate al próximo evento: “¡Anda a lavar tu escudilla!”
Todo tiene su voluntad. Entregarse a lo que sea que te encuentres en tu camino, es una forma de comprender la voluntad de todas las cosas. A medida que crecemos, aprendemos a restringir la noción de “voluntad’ a los animales superiores, a los humanos y a Dios. Pero, ¿cómo comprendes la voluntad de una montaña, de un árbol, de un río? Hay un proceso auto regulador en los seres humanos, en todas las criaturas sensibles, sin duda en todas las cosas del universo. En el proceso auto regulador hay un tiempo y un lugar para todo, para todas las vivencias.
El terapeuta guestáltico no “cura” a una persona, no le sustrae ni le añade nada, como sería el dictado del modelo médico: dar medicamentos o quitar un órgano enfermo. Cuando realmente captamos y atendemos al aquí y ahora esto es, cuando el ser y el llegar a ser se Ve a sí mismo, se atiende a sí mismo no hay nada superfluo, no hay carencia.
El terapeuta guestáltico intenta: poner en contacto a la persona con su proceso auto regulador; que se comprenda a sí mismo y al mundo como ese proceso auto regulador; que cese de interferir con ese proceso; que cese de obstruir lo que claramente “es” con nociones de lo que “debería ser”. Finalmente, el terapeuta gestáltico, como el maestro zen, no tiene nada que enseñar, fuera del hecho de que no hay nada que enseñar. Y todas las “técnicas” zen y guestálticas están ahí meramente para evocar la comprensión de uno mismo y del mundo como el proceso del aquí y ahora.
Ahora todo depende de ti; ¿a qué te estás aferrando que te impide comprender esto? ¿Hay algo realmente malo con tu existencia actual? Si buscas lo que concibes ser un poder exterior, ¿qué otra respuesta puedes obtener que no sea también externa? Si preguntas con desánimo, ¿qué respuesta puedes esperar que no sea desanimada? ¿Quién o qué te puso en ese cautiverio? ¿Quién o qué te va a liberar de ese cautiverio? El propósito del zen y de la terapia gestáltica es que no hay propósito; esto es, ningún propósito aparte de cada uno de tus actos, de cada una de tus experiencias. La “terapia” ha tenido “éxito” cuando comprendes al sí mismo que jamás ha necesitado de terapia.

Marc Joslyn
Figura – Fondo: Gestalt – Zen
Esto es Gestalt
Colección de artículos sobre terapia
y estilos de vida gestálticos
Cuatro Vientos Editorial (1.978)
http://www.cuatrovientos.net