Gestalt y proceso creativo El Suicidio Revitalizador. Selva Barón
El Suicidio Revitalizador Gestalt y proceso creativo
Selva Barón Aisa

“¡Hombre! ¡Presta atención! ¿Qué dice la profunda medianoche? «Yo dormía, dormía — De un profundo sueño desperté: — El mundo es profundo, y pensado aún más profundo que el día. Profundo es su dolor — el gozo, más profundo aún que el sufrimiento. Dice el dolor: ¡pasa! Mas todo gozo quiere eternidad — ¡quiere profunda, profunda eternidad!”
“El hombre es algo que debe ser superado”
(Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra, 1883)
INTRODUCCIÓN
Para vivir despierta y poder escribir desde ahí estas próximas líneas, ha sido necesario precipitarme antes en el abismo de un sueño y morir en él. Es entonces y en ese momento cuando todo lo preconcebido se invierte. Porque es lo que pasa al otro lado del espejo (“A través del espejo y lo que Alicia encontró allí” Lewis Carroll, 1871). Y una es capaz de verlo, en ese momento preciso, ya que la verdadera muerte era el espacio vacío y oscuro; seco, estático e infértil… Sin nombre ni luces.
Y yo ya estaba allí.
Vagando por un océano de neurosis y densidades, como si fuera un sujeto pisando el suelo de otro planeta con una gravedad más pesada, el vacío oscuro se hace insostenible e imposible de transitar. Los pasos dados se ralentizan y cuestan, como en las pesadillas. Cuanto más enfoco mi mirada analítica y catalogadora, más ahondo en la negrura de todo lo que me envuelve. Buscando identidades a tientas; las mías, las de otros… En formas que ya no están disponibles y que no corresponden, en la más asfixiante penumbra epistemológica desde donde de nada sirven las reglas de ningún juego sabido… Nada se hacía reconocible… Y yo ya estaba allí.
Cuando todo en mí da tumbos en esa espesa negrura, la luciérnaga, ínfima pero sólida como un grano de arena se apropia del control de la nave y cruza, tranquila y sigilosa, por los confines de la oscuridad.
Cuando todo está dormido, incluida mi noción de existencia y todo lo que yo creo que soy, ese silencio retumba en el infinito mientras la chispa, muy viva, capitanea este Nautilus con todos sus tripulantes meciéndonos dentro de un sueño lejano a toda aquella realidad que paradójicamente, era más nítida que ninguna otra.
La pulsión creadora me recoge de las tinieblas de todos aquellos estados alienados que buscan como locos el descanso en la forma, en el molde que supone el acto de su existencia misma, perseguidores de la geometría y la lógica, pero que al mismo tiempo aterrorizados y contradichos se precipitan, sabiéndolo sin saber, al abismo de la desidentificación más radical y genuina, para volver así a encontrarse en otro plano, en otro mundo, más muertos que nunca.
Más vivos que nunca.
El renacimiento constante del ser es el movimiento original de la vida y las pulsiones que nos llevan a ello, una y otra vez, son el latido de Dios a través de las corrientes del universo. El útero de todo el sentido vital podría ser ese espacio vacío y el milagro la creatividad fértil en el mismo, como un loto blanco emergiendo de los fangos, porque es ahí justamente donde residen todas las respuestas cuyas preguntas la mente, dentro de sus límites, no es capaz de formular.
Es aquí, en este encuadre perfecto donde las líneas se disipan; en donde va a fraguarse esta reflexión, propia y sentida, nacida del instante presente del aquí y ahora y que conjuga el tiempo lineal y el retroactivo, porque quiero escribir acerca de lo que yo creo que es la dimensión creadora humana y de mi propio proceso creador a través de la música y la poesía que desde mi más remota infancia me acompañan y se expresan como movimientos de lo transpersonal, impersonal y supra personal, a través de mi persona.
1. Capítulo Primero: El Huevo
(Una mariposa comienza su vida como un muy pequeño huevo de forma redonda. Lo más curioso es que si se mira lo suficientemente cerca puede verse realmente la pequeña oruga que crece dentro de él.)
Todo comienza en el mismo espacio: Un vacío. Vacío que es fértil. El lugar de desarrollo embrionario que transforma una célula fecundada en un ser nuevo. Una especie de laboratorio en donde ocurre el milagro de la creación. Milagro, porque yo lo entiendo y lo visualizo como un chispazo que no se sabe quién o qué lo prende… Una conjunción celular que tras un fogonazo imperceptible para nuestra mirada racional/sensorial, da paso a la vida, como si se abriese un portal desde otra dimensión y se colase por allí una espora bailarina y burlona de la divinidad.
Me gusta el número nueve. Lo escojo como leitmotiv de mi trabajo poético y creativo, porque se encuentra presente en muchas de las cosas y de los elementos más importantes de la realidad que nos envuelve: Los nueve meses de gestación humana, las nueve fases lunares, el número de curvaturas de la concha de los peregrinos de Santiago… Según el Corán, Alá tiene 99 nombres, y Tesla en una de sus frases célebres reza: “Si supieras la magnificencia de los números 3,6 y 9 tendrías la llave del universo.”
En el campo de la numerología el 9 está relacionado directamente con la espiritualidad y el misticismo, con lo artístico, con la apertura y la posibilidad de lo que pueda llegar a ser y a suceder y con las diversas vías del enriquecimiento personal y espiritual como seres humanos. Es como si el número 9 estuviera debajo de todas las cosas, como una especie de red invisible, guardando en sí todas las respuestas a los grandes misterios. Al igual que la pulsión creadora, la intangibilidad del número no niega su presencia en la existencia de las cosas.
En el libro en el que trabajo conseguí al fin decidir y escoger el título. Es algo así como elegir el nombre de un hijo. Me vino de pronto, como una inspiración, Las marcas de Olapa. Olapa es una deidad que forma parte de la mitología másai. Es la diosa de la luna y está casada con Ngai, el dios sol. Cuenta la leyenda que ambos sufrieron una dura pelea, en la cual Olapa golpeó fuertemente a Ngai hiriéndolo de gravedad. Este a su vez le devolvió el golpe haciéndole saltar a su amada uno de sus ojos, cuya marca puede verse claramente durante las noches de luna llena. El dios sol, para ocultar sus heridas, llevó su brillo al máximo nivel para que ningún otro ser pudiera mirarlo fijamente, y de este modo, ocultar sus heridas.
Muchas de las poesías del libro están directamente relacionadas con la luna. Elegí esta imagen, este elemento, como símbolo para representar una parte fundamental de mi mundo íntimo…Se trata de una figura poderosa, porque tiene connotaciones con lo lejano y la distancia, con la soledad, la feminidad, la fertilidad (Madre)… La luna se oculta y se muestra de manera cambiante y tiene naturaleza inestable. Es fría y su luz no es propia, por lo que se convierte en dependiente de otro elemento más poderoso que ella: Una figura masculina que viene representada en este caso por otro elemento de peso: El sol (Padre).
Soy consciente de los tintes edípicos constantes y las alusiones freudianas que hay implícitas en esta alegoría. Y soy consciente ahora, a posteriori, gracias a una mirada panorámica y racional-analítica sobre todo este imaginarium poético, gracias al cual se han recogido – sin darme yo cuenta de ello antes- unas cuantas cuestiones y problemáticas no resueltas relacionadas con heridas venidas de mi infancia. Cuando estaba inmersa en el proceso creador, mientras escribía como una posesa bajo estados emocionales alterados y descentrados como forma de liberación y descompresión de mi parte más espiritual, no era consciente del contenido ni del mensaje que habían detrás de toda la simbología que de ahí brotaba.
La célula fecundada da paso al embrión y después al feto que finalmente se desarrollará por completo como ser humano. Del mismo modo, el huevo cobija el símbolo -la oruga antes de la metamorfosis- que ha sido la manera a través de la cual el entramado psíquico que conforma toda mi persona ha podido comunicarse entre sí:
Un hilo conductor no sólo entre el ello –yo –superyó, sino con algo más grande y más abstracto, algo que irrumpe por sí solo como la aparición brusca de un ángel. En ese espacio nos conectamos con algo que no pide permiso y que cuando quiere venir viene sin más, y no se puede retener por mucho tiempo sin darle la salida adecuada. Y una cosa está muy clara para mí: El momento o instante creativo sólo es posible dentro del marco teórico de la gestalt, dado como una conjunción, una simbiosis entre una variedad de factores y elementos, y también de tiempos, como los que caben destacar:
-La necesidad de transcribir lo imposible en posibles (Presente)
-El retorno a la idea (como nutriente y aporte para nuevas conformaciones de figura y forma): En tanto en cuanto a la vuelta a cuestiones no resueltas, heridas, pensamientos enquistados, recuerdos, etc.
¿Qué somos? ¿Por qué creamos? ¿Por qué elaboramos e inventamos continuamente; aparatos, teorías, mitos, religiones, música, obras artísticas..? ¿Por qué necesitamos hacerlo? ¿Qué nos mueve a sobrepasar continuamente nuestros propios límites de lo ya sabido y conocido? Quizás sea cierta la visión de que podamos ser seres infinitos, con infinito potencial, encasillados en cuerpos físicos concretos y mortales y que por eso nos nazca la necesidad de recolocar y remover constantemente las piezas del puzle. Quizás, nuestra naturaleza sea puro juego entre acto y potencia. (Aristóteles, Metafísica, libro IX, 1). Pero a mí me interesa mucho más el misterio que precede a ese conjunto de posibilidades que somos, a lo que hay detrás de las capacidades que aún no están actualizadas y que esa sustancia aristotélica guarda en su más secreta alcoba, en estado de espera de existir y de llevarse a cabo…
¿Es cierto que la creación puede llegar a tocar y a conectar con lo que llamamos infinito o divino?
El sentido último de nuestra existencia está ligado a la capacidad creadora del ser humano y sin ella la vida nos parecería carente de significado.
A mí me lo parece, no hay duda. No obstante, nos encontramos ante verdaderas paradojas cuando nos adentramos en esta cuestión, ya que los terrenos del infinito se nos presentan como arenas movedizas: No hay estructura sino posibles, perdemos toda referencia. La seguridad para adentrarnos en el vacío desaparece, dejándonos sentir así su vértigo.
Una parte de nosotros, de mí, queda atrás y muere cuando me sumerjo en esa matriz para que vengan las primeras batidas de alas y se muevan juguetonas por este espacio, tan mío como a la vez tan ajeno a mí. Aireado y lleno de una libertad real, aterradora y fascinante.
“En los procesos creadores una forma encuentra su movimiento. Y a la inversa, un movimiento encuentra su forma” (El psiquismo creador, Héctor Juan Fiorini, 2004).
Cierro este capítulo con un poema, en el cual trato de dar forma y salida a una sensación de angustia profunda. El escape físico, la materialización de esta sensación, era el llanto, que dentro del poema se transforma en lluvia: A través de varias imágenes plasmé los sentimientos que yo guardaba de tristeza (lloran lluvias) soledad (invierno, cima), desesperación (primavera alada y negra). Que me generaba la falta de comprensión ante el propio sentido de la vida. Estos sentimientos, que no encontraban salida inicialmente y flotaban a la espera de ser recogidos en ese espacio onírico, vacío, lograron ser formas y símbolos que liberaron y transmutaron la gran carga que por definición sostienen:
Llueve, en tu pálpito un gemido.
Llueve y llueve mojando mis latidos…
El invierno quedó muy lejos
pero aún se vislumbra la nieve, en la cima de tus gestos
para que yo no la alcance.
Llueve
sobre las laderas verdes.
Lloran lluvias calándome en tus tardes…
Niña, reina y verano
¡eres tú el verano!
Eres tú mi cisne de pluma caduca,
de extravagantes cantares.
Irrumpe tu primavera alada y negra,
anidando en mi tejado como un fantasma, una espera.
Como una sombra de lo anhelado
llueves en mí, para mí…
Y va quedando trenzado, con cada gota,
nuestro trágico secreto.
2. Capítulo segundo: La oruga.
(Las larvas de mariposa (orugas) no suelen permanecer durante mucho tiempo en ese estado y principalmente lo que hacen mientras dura, es comer. Cuando el huevo eclosiona, la oruga inicia su trabajo y se come la hoja en la que ha nacido. Muda de piel varias veces y su crecimiento es muy rápido)
Según los estudios de Fiorini (El Psiquismo Creador, 2004) dentro de lo que él llama la tópica del sistema creador habla de una tópica intersistémica, que es una especie de amalgama de sistemas en los cuales se entrelazan en un aparente pequeño caos, el cognitivo-adaptativo, el de sexualidad freudiana o el propio sistema creador, y explica también que cada uno de estos sistemas, dentro de ese “espacio” o lugar (huevo) en el cual se ven interactuando entre sí, intentan anclar e imponer sus estructuras según sus categorías e inercias, dando lugar a un constructo teórico general que se consolidará como campo de pruebas o terreno en el cual ese sistema creador tendrá que movilizar los elementos ajenos o externos al mismo, cambiándolos y replanteándolos continuamente.
Es interesante esta cuestión, porque de los tres sistemas nombrados prevalece siempre el impulso creador e igual que una olla a presión busca su válvula de escape en su realización, moviéndose igual que un insecto atrapado dentro de un tarro de vidrio.
Hay un movimiento primordial que nace de una insatisfacción, de una necesidad no resuelta, que es el objeto que se instaura. Fiorini habla de tres fases dentro de toda esta tópica, que a mí desde el principio me recordó a la fase de metamorfosis de las mariposas que utilizo como guía para la estructuración de este trabajo, y que creo que da en el clavo con respecto al proceso creador:
-Fase de exploraciones
–Fase de culminación de la etapa de búsqueda.
–Fase de separación, que es cuando ocurre por fin lo posible y tras esto, se requiere una distancia con respecto al objeto de fascinación.
En la fase de exploraciones, cuando Fiorini habla de las diversas estructuras neuróticas clásicas, las define como puntos de detención dentro del proceso creador y dependiendo de su forma, se quedan inmovilizadas en uno u otro espacio. Por ejemplo, en el espacio de lo dado que es el cognitivo-adaptativo se paran más las inercias obsesivas. En el espacio de lo imposible, que es donde se instaura el objeto del sistema sexual, se dan muchas ansiedades y deseos, que nos remiten directamente a las estructuras histéricas -de ahí la díada deseo-imposible-. Por último, se refiere a las fobias, también dentro del espacio de lo dado, pero adquiriendo una dimensión claustrofobizante dentro de otro espacio del caos creador, que es el espacio de las agorafobias.
Y con todo esto ¿qué hacemos ahora? La tópica psíquica de los procesos creadores ya está esbozada y mapeada por lo que ahora viene la segunda parte, que trataría acerca de qué tipo de simbolización esencial se utiliza y qué tipo de operaciones se constituyen para movilizar y reorganizar todos estos elementos, dentro del caos creador.
Según la rama artística expresiva que se trate, el campo de juego donde situar todos los elementos, varía: Un pintor, por ejemplo, define dicho campo dentro de un lienzo, es decir, de un marco que encuadra un espacio dentro de cuatro líneas que a su vez forman un rectángulo y que acotan ese espacio geométricamente y también físicamente.
Esta imagen me remite un poco a la tabula rasa de la teoría del conocimiento aristotélica, solo que yo discrepo con respecto a ella en la siguiente apreciación: Y es que, así como afirmaba el estagirita que el hombre nace sin ningún tipo de precognición ni de tendencia, y adquiere todo a posteriori conforme va teniendo experiencias vitales y conocimientos certeros a través de procesos racionales, yo opino que dentro del marco creador el instante creador no viene dado a través de ninguno de esos derroteros, sino que es una especie de experiencia espontánea, es un momento de magia pura que conecta al hombre con algo que no es del todo él mismo, y que tampoco considero que sea ajeno del todo a él.
En mi caso personal, hay momentos en los que percibo una especie de inquietud o de agitación internas. La sensación que describo es semi-física, porque por un lado estoy sintiendo en mi cuerpo -sobre todo en la zona del tronco (plexo solar y pecho)- una especie de cosquilleo que describiría como sutil y suave. Por otro lado, siento una necesidad que me empuja a ponerme a escribir o a tocar las teclas del piano. Es como un parto al cual preceden las contracciones. Pero en un ámbito onírico e intangible, aunque se padece y se siente en el cuerpo físico. Eso es la inspiración. Yo le llamo también la visita de las Musas. Las musas son para mí ese elemento etéreo y abstracto, ajeno a mí a medias, que llega de manera inesperada y se planta en mitad de ese lugar, en mitad de toda la tópica a la que me he referido anteriormente, y que me dice “Eh, amiga, no vamos a estar aquí por mucho tiempo así que haz algo ahora mismo, coge un lápiz y un papel y danos una forma bonita, y luego, cuando acabes vomítanos”.
Un buen amigo músico me dijo una vez algo que me gustó con referencia a este tema. Me contó que él ha entablado una especie de relación amistosa y juguetona con las musas. Me decía que algunas veces, en mitad de la noche, ha tenido que levantarse y ponerse a tocar y a componer, porque las musas habían aparecido e irrumpido en su sueño. “Son unas cabronas, cuando vienen no hay aviso previo y tienes que atenderlas en ese mismo instante, porque si se van sin que las hayas escuchado, no sabes cuándo será la próxima vez que vuelvan a verte… O si volverán siquiera. Las musas vienen cuando quieren, no cuando las llamas”.
Y eso es como un tren que pasa y que no sabes si lo volverá a hacer… Necesitas cogerlo, surge miedo de no cogerlo. Si no lo haces la sensación que se queda en el cuerpo es desagradable, de una insatisfacción muy intensa.
El miedo a perder la inspiración, a perder esas visitas que mueven por mí mi mano y mis dedos… (“Durante horas tuve la certeza de que siempre pintaría de la misma manera. La continuidad de estilo… Era el infierno” Pablo Picasso). Porque cuando este fenómeno ocurre tengo la sensación de ser un canal, un avatar. Mi voluntad y destreza sí que se encuentran presentes durante el instante creador, pero es como si tuviera “ayuda” extra, como si hubiera algo ajeno que no soy yo y que me echa un cable en esos momentos.
Dicen que Mozart no hacía borradores de ninguna de sus composiciones. Nunca se equivocaba, no había tachones en sus partituras, porque simplemente transcribía como si fuese al dictado lo que ya tenía dentro de su ser. Es como si su huevo estuviera rebosante de material catalogado, etiquetado y listo para empaquetar y enviar.
Como si él no hubiera tenido que hacer ningún esfuerzo por “parir” su música. No había resistencias ni trabas a la hora de darle la forma o los símbolos para poder hacer legibles, comprensibles y tangibles a todos esos imposibles previos a su actualización. Él escribía como si la divinidad misma le estuviese dictando cada nota o cada corchea…
No estoy diciendo que Mozart sea un ejemplo de lo que es más habitual dentro de un proceso creador, pero creo que es quien más se acerca a la hora de describir lo que quiero expresar yo en este trabajo y según mi vivencia, y es que hay algo que se encuentra más allá de nuestra naturaleza humana, que rompe totalmente cualquier referencia conocida.
En el instante creador hay algo que irrumpe, que quizás sea uno mismo descubriéndose en su propia infinitud, no lo sé… En cualquier caso, el componente para mí “mágico” del proceso es evidente y éste no puede obviarse ni estar sujeto a ningún reduccionismo. Es como si en nosotros hubiera un espacio que a veces es albergado por algo superior a lo conocido como personal. Como si la divinidad se manifestara así a través nuestro (“Dios es Dios, tan sólo en tanto y en cuanto se conoce a sí mismo”, Friedrich Hegel).
Hablo de divinidad, porque las sensaciones que me acompañan en el momento creador son de infinitud, de libertad, de amor y de puro presente. No hay tiempo. Hay algo eterno y perfecto en los poemas de Borges, lo hay. Y también ocurre con la música de Mozart. Estos dos autores son paradigmas de quienes consiguieron llevar a su máxima y mejor expresión los atributos de lo que entendemos por divinidad, a través de los medios mundanos/ humanos, combinando sonidos o letras de manera sorprendente y maravillosa con mezclas y propuestas novedosas e increíbles. A través de la poesía en el caso de Borges, o de la música en el caso de Mozart.
Así pues, al igual que la oruga en esta segunda fase vital de su desarrollo, los diversos sistemas psíquicos que nos conforman no pueden parar de engullirse y de darse bocados los unos a los otros, mudando continuamente y reinventándose, retorciendo sus esencias y haciendo equilibrios sobre la fina cuerda de sus propios límites. La búsqueda de la culminación de lo imposible en la forma es una energía vital real que requiere ser satisfecha, que se mueve y que empuja hacia fuera como un parto. Porque el sujeto creador es ciertamente el sujeto neurótico que necesita recodificarse para poder encontrar su lugar, su verdadera identidad. Por eso el vacío es necesario, por eso el vacío es fértil y es alimento y nutriente directo y sin él no hay puesta en marcha de ninguna operación.
Aquí, llegado a este punto, es cuando cierro este capítulo de la oruga para entrar a hablar de otra fase crucial, que es la de la deconstrucción del sujeto y que voy a desarrollar un poco más a lo largo del capítulo siguiente. El sacrificio de sujeto.
Para que se dé la transformación, el cambio, tiene que haber un acto de abandono y de entrega. El sujeto se sacrifica, el ego se suicida durante esta transición porque sin ella no es posible obtener una verdadera identidad. Un fragmento de un poema de Nietzsche es el que abría las primeras líneas de este trabajo. Poema que fue escogido también por Mahler para su tercera sinfonía, cuarto movimiento. El hombre que deja atrás su vieja forma, para arrojarse al vacío del caos y entregarse con un “sí” infante a la vida, a las corrientes de lo dionisíaco. El nacimiento del superhombre es precisamente a consecuencia del ego que se suicida en pos de una identidad más real
y más profunda y verdadera sobre sí mismo. Para ello se hace indispensable la bajada a los infiernos. Dejarse caer para transitar el vacío, momento muy dramático y angustioso, pero al mismo tiempo fascinante y emocionante porque esa búsqueda de nuevos lugares más allá del abismo, más allá de las líneas del horizonte conocido, son la paradoja sobre la que se sustenta todo nuestro sentido de la existencia.
Concluyo este capítulo con un poema de un amigo mío, otro argonauta en busca del vellocino de oro. En este poema se recoge de forma maravillosa a través del uso creativo y pionero de la semántica del lenguaje, este arrojo al vacío:
Amanece mi horizonte algo más lejos
Agarrando lo intocable,
Viendo lo que los ojos miran,
Sombra y luna, Luna y sombra
Y eterno sol en mi ser joven.
Atardece mi horizonte algo más cerca
Y algo entra, ya está adentro.
Un viejo yo que toma forma,
Sombra y luna, Luna y sombra
En el espacio de mi memoria.
Creer que hay algo donde tal vez no haya nada,
Mirar la luna desde donde tal vez no se vea,
Soñar que sombra, donde puede no haya luz.
El pequeño misterio de pensar que es la hora
Agarrando lo intocable,
Subiendo peldaños, sabiendo que no hay límites,
Siendo cada vez un poco más agua,
Un poco más aire.
Lo todo en el infinito.
Han vuelto a caer las hojas del calendario,
Amanece mi horizonte más lejos,
Un viejo yo que toma forma,
Porque de nada sirve pensar “pudo haber sido”.
Creer que hay algo donde tal vez no haya nada.
Subiendo peldaños, tú haces tu mundo.
No hay límites, lo todo en el infinito.
Formar parte de un sueño es abrir la mente
y navegar en la esperanza.
Esta vez, formar parte de un sueño
Es juntarnos con nuestro entorno y dar forma
A todas esas ideas buenas que navegan
Por nuestras mentes.
(Luis Ollo, Palabras rescatadas por el ruido.2001)
3. CAPÍTULO TERCERO: LA CRISÁLIDA
(Es una de las mejores etapas de la vida de una mariposa. Tan pronto como una oruga se hace cada vez mayor y que ha alcanzado cierta longitud y peso, se envuelve a sí misma en una especie de crisálida. Desde el exterior de la misma pareciera como si la oruga estuviera descansando, pero en el interior es donde ocurre toda la acción, allí es donde la oruga está cambiando rápidamente.
Dentro de la crisálida las partes antiguas del cuerpo de la oruga están experimentando una notable transformación, denominada metamorfosis, para convertirse en las partes hermosas que componen la mariposa que surgirá. Los tejidos, órganos y miembros de la oruga han sido modificados en el tiempo que dura la crisálida y ya todo está listo para la etapa final del ciclo de vida de una mariposa.)
La metamorfosis de lo imposible en posibles es también una de las mejores etapas del proceso de creación. En palabras de Octavio Paz “El hombre se reconcilia cuando se hace otro”. La reconciliación con su propia esencia real, a través de la renuncia a todo lo previo y gracias al momento creador, es una de las mejores y más elevadas experiencias humanas.
En una clase de literatura en el instituto, la profesora nos leyó el siguiente poema de Lorca:
Cuando yo me muera, enterradme con mi guitarra bajo la arena.
Cuando yo me muera, entre los naranjos y la hierbabuena.
Cuando yo me muera, enterradme si queréis en una veleta.
Cuando yo me muera
Yo nunca había oído ni había leído a nadie hablar así acerca de la muerte hasta ese momento. Aquella fue la primera vez que leía a una persona que expresaba un sentimiento en relación a su propia vivencia de la muerte, y eso se me quedó grabado en el corazón. El impacto que me causó saber que las emociones más profundas, irracionales y abstractas, tenían vía de escape y salida a través de la expresión poética fue una enorme revelación. Y no sólo eso, sino que además también me di cuenta de que mis angustias y mis inquietudes filosóficas no eran sólo mías, sino que había más gente que las sentía. Me sentí acompañada y aliviada. Es entonces cuando comencé a plasmar en palabras, en metáforas, pareados, rimas, versos… Todo lo que sentía y llevaba guardando desde siempre.
Recuerdo que escribía acerca de todas las cosas. Escribía y escribía, casi de forma compulsiva… Cuentos, fábulas, poesías, aforismos… Como si llevase siglos perdida en mitad de la inmensidad de un desierto árido y seco, a punto de morirme de sed y de desesperado cansancio y de pronto encuentro el oasis de mi salvación. ¡Qué refrescante recuerdo! Cuánto alivio sentí… Alivio, sí. Y lo vuelvo a sentir ahora rescatándolo de las aguas de mi memoria, a través de estas líneas que escribo.
Esta experiencia en la infancia en relación a la fase de transformación del proceso creador, me ayudó a empezar a experimentar y a jugar con las formas que recién estaba descubriendo, todas nuevas y refrescantes, para dar salida a todo lo que necesitaba en esos momentos ser expresado a través de mí. Mi vida, mi felicidad y mi salud, dependían de ello. Todos mis movimientos internos comenzaron a encontrar nuevos espacios donde alojarse, y yo pude empezar a identificar y a reconocerlos, a ponerles cara, olor, textura, sentido, palabras y música…
La oruga, en la tercera fase de su ciclo vital se envuelve dentro de una crisálida y se queda en el interior de la misma, padeciendo activamente el cambio, la metamorfosis de su naturaleza. Deja atrás su antigua forma y se transforma en otra nueva mucho más adecuada a su verdadera esencia. Aquí se da una de las mayores paradojas, que es la de morir para vivir.
El ciclo vital de una mariposa y en concreto, el momento de la metamorfosis, es una metáfora perfecta para explicar el sacrificio del ego, porque realmente ocurre una muerte y una renuncia, que al mismo tiempo abren paso a otra nueva vida, desconocida y maravillosa.
El superhombre de Nietzsche, que es encarnado a su vez por la figura del niño, es en esencia otro paradigma más de este asunto: Nietzsche elige al niño como símbolo del superhombre porque es donde habitan la pureza, la ingenuidad, la verdad, el “sí” puro a la vida… Del ser humano. El niño es la aceptación. Sin ningún tipo de entretelas ni pajas mentales, ni de elucubraciones ni de ornamentos. Es el arrojo del sujeto al abismo y la entrega al caos creador en su eterno retorno de lo mismo. El ser humano intenta meter en moldes la realidad que le rodea, a través del intelecto y sus teorías científicas y filosóficas, a través de una moralidad determinada por las religiones, a través de sistemas sociopolíticos, leyes y normas… Toda una vertiente apolínea para sentirnos seguros y tranquilos, para engañarnos haciéndonos creer que tenemos el control sobre la vida y la existencia, sobre la realidad de todas las cosas…
Por otra parte, la otra vertiente denominada dionisíaca es donde se encuentran el arte, el placer, la música, los deseos… El maquillaje del caos, dicho de otra forma; una bella máscara, que al igual que la otra nos sigue manteniendo dentro del engaño.
Nietzsche habla de las transformaciones del espíritu, a través de tres figuras: El camello, el león y el niño. La simbología que utiliza para explicar estas transformaciones es una de las más potentes y poderosas que he leído nunca. Y me resulta curioso, porque él mismo era uno de los filósofos que más se esforzó en su crítica del lenguaje y especialmente del figurado “El lenguaje no expresa nunca una cosa en su integridad, sino que se limita a señalar un signo que le parece relevante” (Nietzsche, 1974). Sin embargo, él utiliza la fábula como recurso literario para expresar una de sus teorías más significativas y trascendentes dentro de toda su filosofía, y lo hace recurriendo al símbolo precisamente para poder expresar de la manera más óptima lo que quiere decir.
De entre las tres figuras antes nombradas, la última es la que más me interesa destacar aquí, porque es la que está totalmente ligada al instante creador. El camello (yo debo), que representa la sumisión, la moralidad, la religión (un animal que se arrodilla antes de cargar peso), es el primer estadio mental.
El camello en un momento dado se rebela y huye por el desierto buscando su identidad y es entonces cuando ocurre la segunda transformación del espíritu que da paso al león (yo quiero), figura que confronta la moralidad y las leyes establecidas. El león es la fuerza, la voluntad desafiante que pretende destruir al camello y vencer al dragón (sistema moral establecido). Este paso es fundamental para alcanzar nuevos valores, nuevas formas de identidad.
Cuando el león se hace libre ocurre la tercera y última transformación del espíritu, y da lugar al niño: El niño representa la creación de los nuevos valores y lo hace a través del juego, del “sí” primigenio. El niño es el espíritu creativo, libre de las antiguas formas. Es el que ofrece la nueva visión y el nuevo enfoque de entender el mundo y también a sí mismo, desde la espontaneidad y la adaptabilidad más absolutas, en ese espacio de puro caos que es la existencia.
En él se transforman y recodifican todos los valores previos y es una fuente de nuevas posibilidades no condicionadas ni manchadas por los lastres viejos de la razón. Es el puro “sí”, el sí incondicional a lo que es, el “sí” gozoso y libre a la vida tal y como se presenta. Puro presente. Ahí, el hombre se reencuentra en la alegría del eterno retorno de lo mismo.
Cierro este capítulo con una de mis poesías, en donde también englobo todos estos conceptos que acabo de exponer y que está directamente relacionada con la teoría del superhombre de Nietzsche y con el instante creador:
Solo yo me traigo de vuelta desde el sideral infinito
hasta mis confines, que son carne, hueso, córneas y sangre.
Cruzo rápida y con sigilo las vidrieras coloridas del patio,
que devuelven de mí una imagen fragmentada
como una secuencia de fotogramas efímeros y esquivos.
¡Igualita que Ivy Close! esparcida
en mil relámpagos co-dependientes,
en mil momentos que se suicidan.
Como un espectro equivocado huyendo para volver
a un punto de partida nuevo, sabiéndolo sin saber.
Pequeña Siddartha escapando a hurtadillas
por corredores de mármol y bermeja arenisca…
¡Corre, pequeña, corre! ¡Adéntrate en tus afueras!
Piérdete en ese mercado lleno de locura y locos.
Dales de comer a los monos, a los pájaros
porque jamás tuviste el control,y jamás lo perdiste.
¡Tócalo todo! ¡Huele, metiendo las narices hasta donde puedas!
Degusta los dulces, los panes, las especias…
Mete tus deditos en una montaña de curry
¡Destrúyela!
Y cuéntame después a qué saben los colores…
Descríbeme los geniales atuendos del caos.
Salta, baila, ríete de todo ¡Por favor te lo imploro!
Y conversa…
Con todas las personas, sobre todo con las que parezcan de mentira.
Esas son las auténticas.
Busca a las más solitarias, a las líderes, las marginadas.
Bufones, payasos, vendedores, lisiados, parias… ¡Secuestra sus esencias!
Que yo te prometo y te juro
que ninguno se dará cuenta.
Cuando logres salir de ese lugar guarda este intangible tesoro,
a buen recaudo, en tu diminuto saco de piel, huesos y suelas de esparto.
Todo lo que adquiriste en aquella primera salida
¡Guárdalo bien, pues es la vida!
Y cuando estés preparada
el crepúsculo te llamará con su media luz, igual que un faro,
para que la escuches con el espíritu
y con los oídos la veas…
A la luz alegre, sí… Pequeña Siddartha. Sirena.
Solo yo me traigo de vuelta desde el sideral infinito
hasta mis confines, que son cráneo, ecos, figura y forma.
Solo yo me traigo de vuelta desde el inconcebible vacío
hasta mis confines, que son eso, justo eso:
Puro retorno, pura existencia.
4. CAPÍTULO CUARTO: IMAGO
(Cuando la oruga ha hecho toda su transformación dentro de la crisálida, se puede ver cómo emerge una mariposa adulta. Al principio las alas van a ser suaves y dobladas contra su cuerpo, debido a que dentro de la crisálida debía adaptarse a las condiciones de su nuevo cuerpo. Pero tan pronto como la mariposa ha descansado después de salir de la crisálida, bombeará sangre en las alas con el fin de ponerlas en funcionamiento y poder volar.)
La palabra metamorfosis (μεταμόρφωσις), etimológicamente viene del griego meta-morfe que significa “más allá de la forma anterior”. Cualquier tipo de transformación que ocurra, da igual de qué índole sea, lleva implícita el dejar atrás algo, una renuncia a una parte de sí mismo, de la esencia antigua.
Hay tanta literatura, arte y música rodeando a este concepto… Desde la antigüedad clásica con Las Metamorfosis del poeta Ovidio, hasta el existencialismo de la Metamorfosis de Kafka de principios del siglo XX (aunque a esta última obra yo la denominaría contra-morfosis o anti-morfosis, porque la entiendo más bien como la mariposa volviendo a un estado anterior e inferior, que viceversa. Un proceso involutivo o atrófico que se mueve en dirección opuesta al movimiento de su propio significado).
Salvador Dalí lo plasmó también a través de su surrealismo, en la obra La Metamorfosis de Narciso (basada en el en el mito de Narciso del propio Ovidio antes mencionado). El ejemplo de esta obra artística en concreto me parece muy relevante con respecto a todo lo que llevo exponiendo acerca del proceso creador, y de las distintas etapas o fases del mismo, y en especial la de la de la “muerte” del ego.
El propio pintor, a parte del cuadro, escribió además un poema que lo acompaña. El cuadro y el poema deben ser observados y leídos conjuntamente. La última estrofa del Poema Paranoico de Dalí dice:
“Cuando esa cabeza se raje, cuando esa cabeza estalle, será la flor, el nuevo Narciso,Gala,mi narciso.”
La metamorfosis de Narciso, 1937- Salvador Dalí

Si se mira durante algún tiempo y con un ligero distanciamiento y cierta “fijeza distraída” la figura de Narciso que es hipnóticamente inmóvil, desaparece progresivamente hasta hacerse absolutamente invisible.
La metamorfosis de Narciso se produce en ese preciso momento, porque la imagen de Narciso se transforma de manera súbita en la imagen de una mano que surge de su propio reflejo. Esta mano sostiene con la punta de los dedos un huevo, una simiente, el bulbo del que nace el nuevo Narciso- flor. A su lado se puede apreciar la escultura calcárea de la mano, mano fósil del agua que sostiene al mismo tiempo esa flor abierta.
Dalí empleó para la creación de este cuadro el llamado método paranoicocrítico, que con sus propias palabras define como “método espontáneo de conocimiento irracional basado en la objetividad crítica y sistemática de las asociaciones e interpretaciones de fenómenos delirantes”
En mi opinión, el pintor hace una descripción fabulosa de todo el entrelazado de los diversos sistemas que he mencionado anteriormente y que componen todo el escenario global del proceso creador. De alguna manera el ser humano se ve proyectado en las cosas (sujeto-objeto) y con los movimientos oscilantes de muerte vida/ inclusión-disyunción del propio proceso, se logran experiencias de transcendencia profunda de los límites, del espacio y por supuesto de la propia identidad. De ahí la dimensión de lo transpersonal.
En palabras de Fiorini haciendo alusión a Jung:
“…-Dimensiones en las que actúan símbolos de transformación, capaces de abrir grietas en las zonas de captura del inconsciente freudiano (el de la sexualidad infantil, el Edipo, el deseo, el objeto perdido, las organizaciones defensivas, el conflicto y los síntomas). Abrir grietas supone para nosotros activar las dinámicas de otro sistema, el del Psiquismo Creador en cuyo inconsciente trabajan todas las categorías que definen, a nuestro juicio, este sistema: pensamiento, tópicas, sujeto, objetos, temporalidades. -…El Psiquismo Creador activado abre otros ámbitos, otros dominios de inconsciente y de conciencia: trabajos de la sublimación, símbolos de espiritualidad, apertura al misterio y a búsquedas de sentido en la situación de existencia.-”
Fiorini habla de una “empresa existencial” cuyo objetivo es que el sujeto se instaure y se constituya a sí mismo en algún lugar y de alguna manera. Vemos, en la obra pictórica anterior el intento de búsqueda y finalmente el estado de cierto reposo de un sujeto (Narciso) en plena acción transformadora de sí mismo, pero al mismo tiempo existe una segunda lectura de esta obra que puede entenderse como una proyección del propio artista creador, en la cual al igual que el personaje/símbolo que representa, se quiebra y se fosiliza en un constante anhelo de hallar su propia identidad y lugar. Destroza su propia imagen una y otra vez a través de sus obras.
Reinventa incansablemente su propio ego, sometiéndolo a múltiples escenarios pertenecientes todos ellos a la paleta de los imposibles. Igual que lo haría un niño construyendo castillos de arena que seguidamente destruye y desmonta nada más terminar de hacerlos.
Dalí es uno de los artistas que más gráficamente trabaja con esta deconstrucción de su propio ego a través de la ruptura de las formas y de los conceptos establecidos por la razón convencional y el surrealismo de su pintura metafísica. Utiliza la duplicación de objetos como fruto de la alucinación o de la paranoia (un Narciso duplicado), la plasmación de objetos que no existen en la realidad, la modificación de la estructura natural o del estado del objeto representado, etc… Estas y muchas otras son las características de su técnica, con la cual él accede a todo ese hervidero de elementos volátiles, fugaces, cíclicos y un largo etc…que componen el tejido subconsciente.
La mariposa adulta, una vez consolidado su nuevo estadio no tiene más meta ni objetivo que el de reproducirse lo antes posible. Normalmente su vida durante este período es muy corta, algunas especies carecen incluso de piezas bucales y ni siquiera se alimentan, porque no sobrepasan el día. Esto siempre me ha parecido un tanto injusto y falto de sentido. Nunca he comprendido por qué es esta la fase más esplendorosa y hermosa y al mismo tiempo, la más efímera y corta. Sin embargo pienso que algo así ocurre también con el objeto del proceso creador. El sujeto ha dado la forma y el lugar a los elementos nacidos de sus necesidades neuróticas y estas, de alguna manera, ya se han visto satisfechas por el poder catártico del instante creador. Hay una purificación, una elevación de las vibraciones tanto de los elementos que interfieren como del propio sujeto, y esto es puramente vivencial. La metamorfosis del sujeto dentro del proceso creador es catártica, porque la dialéctica entre los elementos de los diversos sistemas se mueve de esta guisa y consiste en el equilibrio de fuerzas conflictivas y/u opuestas.
En el marco terapéutico Joseph Zinker plantea la terapia gestáltica como “un permiso para ser creativo”. Ve al individuo como un conglomerado de fuerzas polares que trabajadas terapéuticamente hacen que este crezca y se ensanche a través de la ampliación de su campo de conocimientos, de experiencias y de emociones.
Cuando se produce la integración de todas estas fuerzas, que él denomina “multirealidades” a través de la aceptación de las mismas, ello implica necesariamente el haberlas sacado a la luz y haberlas alumbrado con el foco de la percepción consciente.
“Para crecer como persona y tener con los otros experiencias de conflicto más productivas […] debo poner al descubierto esa parte de mí mismo de la que me desentiendo.[…] necesito entrar en contacto con esa parte de mí mismo que no asumo. Este es el paso preliminar: ponerme en contacto con la forma en que mantengo en secreto algo de mí mismo”
Zinker plantea varias formas de trabajar creativamente para interactuar con las polaridades y los puntos oscuros de nuestra conciencia y poder hacer contacto con esa parte “secreta y misteriosa” de y para nosotros mismos. Comparto un fragmento de otro de mis poemas, en donde describo a través de imágenes opuestas y metafóricas, la cuestión de las polaridades del sujeto:
Veo mi yo al final del pasillo largo
¿Cómo avanzo, cómo llego…?
Queriendo rozar su extremo
solo soy eso… Un extremo.
Y como en un mal sueño
me alejo de él.
Veo mi yo…
¡Y mi yo AHORA me ve!
No hay acceso, no hay bajada, no hay avance.
Despertando en ese trance y durante muy breves instantes
de consciencia plena,
ambos nos reconocemos
¡viejas tórtolas!
Bajo la guardia centinela de aquella llama
eterna.
Bañados por aquella extraña luz
se hace visible lo oculto
y se oculta
lo que siempre vemos.
Como un encuentro entre dos lobos blancos
que atraviesan la tundra inmensa,
con mirada rendida y paso cansado
¿Soy bestia esteparia o su reflejo
helado?
El darse cuenta, también como concepto gestáltico y que aparece plasmado en este poema, está enfocado hacia la consciencia de las polaridades. La percepción como el “instante del contacto entre sujeto-objeto”, que es fundamentalmente el origen del propio concepto de Gestalt.
Puedo comprender, por tanto y a modo ya de conclusión de este último capítulo, el juego de polaridades neuróticas como una interacción que atribuye al individuo de cierta salud en lo que a su personalidad se refiere, ya que todas estas fuerzas dinámicas entre los conflictos internos del ego van direccionadas siempre a la integridad total de la personalidad auténtica, en la cual no se niega nada, ni se oculta ni desconoce. Estas fuerzas polarizadas que se albergan en los subsuelos de la conciencia del sujeto, son las mismas que mueven a la mariposa adulta a la hora de batir sus alas en busca de su propia perpetuidad.
Con catorce años me tatué una mariposa en la parte inferior de la espalda, por supuesto, esto lo hice a escondidas de mis padres. Nunca me habría imaginado el poder simbólico que este animal ha ejercido sobre mí.
Mi propia vida tiene un paralelismo total con el desarrollo vital de una mariposa. Así lo siento.
El hecho de haber dividido este trabajo en cuatro secciones asociadas cada una de ellas a uno de los estadios de la generación de este insecto, y el hecho también de haber hilado todo el proceso creador con el proceso de metamorfosis de este animal, fue una idea que brotó desde uno de los lugares que ya he comentado en párrafos anteriores; uno de esos espacios oníricos e intangibles y cargados hasta los topes de posibles que necesitan ser actualizados; e igual que un pez que salta fuera del agua y se queda en la orilla coleteando junto a los pies, la idea inicial ha sido fuente importante de nutrición para con toda esta reflexión. La mariposa ha sido el símbolo que me ha permitido cristalizar y materializar el proceso creativo, que es el tema que me ha sido encomendado aquí.
La vida de la mariposa nos cuenta una historia. Una narración preciosa de nacimiento, conservación, crecimiento, lucha, supervivencia, superación, transformación, integración, desprendimiento y muerte.
El imago cuenta la historia de un solo individuo, pero también de toda una especie.
Mi conclusión final es que el imago nos cuenta la historia del universo, un universo que es caos creador y una fuente inagotable de energía que fluye y que se expande hacia el infinito, filtrándose en absolutamente todos los recovecos de la realidad que son tanto el huevo de una oruga, como el hoyo más negro del subconsciente. Y como tal, siempre buscará seguir expandiéndose rompiendo cualquier limitación o frontera, ya sea material o mental.
Cierro este trabajo con un texto de René Char (La palabra en archipiélago, 1952-1960):
Tierra en la que duermo, espacio donde despierto,
¿Quién vendrá cuando vosotros ya no estéis? (En qué me convertiré tiene para mí un calor casi infinito),
Algo que hemos previsto, que no iluminamos,
que va a hablar a nuestro corazón,
por sus propios medios se cumple…
Cómo decir mi libertad, mi sorpresa, al cabo de mil rodeos: no hay fondo,
No hay techo…
Relámpago y rosa, en su fugacidad, para cumplirnos,
Se suman en nosotros.
En este estallido del universo que sufrimos, ¡Prodigio!
Los pedazos que caen están vivos…
Ataca el infinito, pero una nube salva.
Sólo podemos vivir en lo entreabierto, exactamente
En la hermética línea divisoria de la sombra y la luz.
Pero somos arrojados irresistiblemente hacia delante.
Todo nuestro ser presta ayuda y vértigo a ese impulso.

El Suicidio Revitalizador. Gestalt y proceso creativo. Selva Barón Aisa
Bibliografía:
Fiorini, H.J. (2004) El psiquismo creador
Nietzsche, F. (1883) Así hablo Zaratustra. Un libro para todos y para nadie
Aristóteles, Metafísica
Zinker, J. Proceso creativo de la Terapia Gestalt
Jung, C.G. (19154-1930) El libro rojo
Gombrich, E.H. Historia del arte
–Wikipedia
–Apuntes de Gestalt del Instituto Ananda.