Fritz Perls
Gestalt: Terapia de Apoyo y Confrontación
• El terapeuta siempre puede trabajar con los eventos del presente, ya sea en actualidad física o en fantasía.
• En segundo lugar, puede integrar inmediatamente lo que surge en el curso de la sesión y no debe permitir que las situaciones inconclusas se vayan acumulando.
• Y finalmente, el terapeuta puede trabajar con vivencias y no tan solo con verbalizaciones y recuerdos.
El terapeuta puede escoger uno de tres caminos a seguir, sean cual fueran sus prejuicios o su enfoque teórico:
• “Uno es la simpatía o compromiso con el campo total, un darse cuenta de sí mismo y del paciente.
• “Otro camino es la empatía, una especie de identificación en la que el terapeuta se excluye a sí mismo del campo y por ende elimina la mitad del campo. En la empatía el interés del terapeuta está centrado exclusivamente en torno al paciente y sus reacciones.
• “Y finalmente está la apatía, desinterés que no conduce a ninguna parte.
Si el terapeuta está en simpatía con el paciente, tenderá a darle el apoyo ambiental que quiere, o a tornarse defensivo o sentirse culpable si se lo niega, es frecuente que los terapeutas tengan experiencias en las cuales se ven demasiado comprometidos con sus pacientes, no se percatan de la naturaleza tremendamente sutil de sus técnicas de manipulación.En estos casos la terapia suele fracasar. Porque para lograr la transformación desde apoyoexterno al auto-apoyo el terapeuta tiene que frustrar los intentos del paciente para lograr apoyo ambiental. Y esto no lo puede hacer si la simpatía le enceguece ante los manejos del paciente.
Y sin embargo, si el terapeuta se refrena a sí mismo quedándose en empatía con el paciente, está privando al campo de su instrumento más importante: de su intuición y de su sensibilidad ante los procesos en transcurso del paciente. Por tanto tendrá que aprender a trabajar tanto en simpatía como en frustración. El arte del terapeuta está precisamente en su capacidad de fusionarlos de modo que sean una herramienta efectiva.
Para poder ser bondadoso tendrá que ser cruel, tendrá que darse cuenta de las relaciones del campo total, tanto de sus propias necesidades y reacciones ante las manifestaciones del paciente como de las necesidades del paciente y sus reacciones ante el terapeuta. Y deberá sentirse con libertad para expresarlas. Esta proposición es la que mas cercanamente llega a hacer del consultorio un microcosmos de la vida, en donde una relación verdaderamente satisfactoria y sana entre dos personas exige de cada una de ellas la capacidad de combinar la simpatía con la frustración. La persona sana no pisotea las necesidades de los demás ni tampoco permite que pisoteen las suyas propias. Tampoco se resiente si su pareja reafirma sus propios derechos.
El otro procedimiento terapéutico, el de la empatía, también es parecido a la vida real precisamente en aquellas situaciones que engendran y fortalecen el desarrollo neurótico. En la empatíano puede haber un contacto verdadero. En el peor de los casos se convierte en confluencia.Con solamente simpatía, el terapeuta se convierte en paciente,digamos que hace del paciente un “malcriado”.Con frustración solamente, el terapeuta crea un ambiente de hostilidad, en el cual el pacientepuede relacionarse solo de un modo neurótico. En ambos casos, la terapia no da al paciente incentivo alguno para cambiar.
En la simpatía al igual que en todas las formas de confluencia, el límite del contacto está ausente.El terapeuta se convierte de tal modo en el paciente que pierde absolutamente toda perspectiva del problema del paciente. Está tan sumergido en el campo que no puede ser testigo de él, y el paciente depende tanto de él que no ocurre ningún cambio decisivo.Si hay demasiada identificación, el terapeuta puede frustrar al paciente tanto como se puede frustrar a sí mismo. Y eso es lo mismo que nada en aquellas áreas de confusión y crisis que son relevantes para la producción de la neurosis.
Hay una excepción, la técnica no frustrante es útil en el tratamiento de la fase inicial de la psicosis, ya que la frustración ya está presente en tal grado que el terapeuta no tiene necesidad de engendrarla. El contacto con el paciente de por si puede facilitar la transformación del apoyo. Pero en primer lugar el paciente deberá darse cuenta de sus necesidades y en lo posible encontrar al posible auto apoyo en la comunicación como permitirse expresarlas, a pesar de que puede hablar con un lenguaje incomprensible para nosotros. Al tratar con psicóticos tenemos que tener mucho cuidado de no usar demasiado la herramienta de la frustración, y también tener cuidado de dejar que nos guíen ellos mismos y su conducta, antes que nuestras fantasías y teorías acerca de la psicosis.
El enfoque completamente frustrante y la actitud sádica son de hecho la mercancía de aquellos terapeutas que aterrorizados de la contratransferencia y temerosos de sus propios sentimientos, le presentan al paciente una cara de póquer. Lo negarán vociferando, pero frustran al paciente con su apatía. Podemos definir el sadismo como crueldad innecesaria, pero esta definición suena como muy laxa. No es que sean innecesarias todas las formas de crueldad, ya que, por ejemplo, matamos animales para obtener carne. Como esquema fijo de tomar contacto, el infligir dolor es sadismo, pero el hacer doler como un medio o un significado puede ser beneficioso. Herimos a nuestros hijos cuando les negamos algo no razonable, pero eso no es sadismo. Somos crueles para poder ser bondadosos.
Sin frustración no hay necesidad, no hay razón para movilizar nuestros recursos y descubrir que tal vez somos capaces de hacer algo por nosotros mismos. Para no frustrarse, lo que es una experiencia bastante dolorosa, el niño aprende a manipular el ambiente. Cada vez que el niño es impedido en su desarrollo por el mundo adulto, cada vez que el niño es mimado para evitarle una frustración, se le está condenando, porque en vez de usar su potencial para crecer, lo usa para controlar a los adultos, para controlar el mundo.
En vez de movilizar sus propios recursos, crea dependencias. Invierte su energía en manipular el ambiente para conseguir apoyo, controla a los adultos empezando por manejarlos, descubriendo sus puntos débiles. A medida que el niño empieza a desarrollar sus medios de manipulación adquiere lo que llamamos carácter. Cuanto más carácter tiene una persona, menor es su potencial.
El imponerle sufrimiento innecesario al paciente en terapia, aparece como frustración innecesaria y por tanto es sadismo, hay terapeutas que imponen largas listas de “deberías”, tabúes de abstención, les culpan de sus resistencias.
Si el terapeuta es dominante e impositivo, las razones que tiene para hacer estas exigencias son de naturaleza sádica. Pero, por lo general, este no es el caso, lo que frustramos son los intentos de controlarnos por parte del paciente mediante sus manipulaciones neuróticas, esto le obligará a recurrir a sus propios recursos y desarrollar su propio auto-apoyo, entonces podrá dirigir toda su destreza manipulatoria hacia la satisfacción de sus necesidades reales. El paciente sobre-frustrado sufrirá, pero no se desarrollará, y con la aguda intuición del neurótico y su visión distorsionada encontrará todo tipo de maneras de evitar las frustraciones de largo alcance que le impone el terapeuta. Sin embargo la frustración es necesaria en terapia.
El terapeuta que quiere ser servicial está condenado desde el principio. El paciente hará cualquier cosa para que el terapeuta se sienta inadecuado. De algún modo tiene que compensarla necesidad que siente de él, cuanta mas y mas ayuda le pide el paciente al terapeuta mas lo sienta en su rincón, hasta hacerlo sentirse fuera de lugar, absorberá mas y mas al terapeuta dentro de su neurosis y ya no habrá fin para la terapia.
Para evitar esto procedemos en terapia gestalt, sabiendo que el paciente usa al terapeuta como telón de proyecciones, y esperan de él lo que exactamente no pueden movilizar dentro de sí mismos. De modo que el terapeuta lo que primero da a la persona es descubrir lo que necesita, que son las partes enajenadas que le faltan a las que ha renunciado en bien del mundo, así el terapeuta da la oportunidad, crea la situación propicia para que el paciente pueda crecer, y el medio no es otro que la frustración del paciente, de tal modo que se vea obligado a desarrollar su propio potencial, que descubra sus posibilidades, y que descubra que lo que espera del terapeuta, él mismo lo puede hacer tan bien como el terapeuta.
Todo lo perdido por la persona puede recobrarse y el modo es entendiendo, jugando y llegando a ser esas partes enajenadas, haciendo que el paciente descubra que él ya tiene todo eso que no reconoce como propio, pero, lo necesita descubrir por él mismo, descubriendo, cogiendo y captando por sí mismo.
De modo que lo que estamos tratando de obtener en terapia es que, paso a paso, las partes desposeídas de la personalidad sean re-poseídas, hasta tal punto que la persona se haga lo suficientemente fuerte como para poder sustentar su propio crecimiento, aprenda a entender dónde están sus vacíos. Para que llegue a la comprensión de que su neurosis es no poder ver lo obvio, y para esto frustramos a la persona hasta que esté frente a frente con sus bloqueos, sus inhibiciones, su manera particular de evitar el tener oídos, ojos, músculos, autoridad, seguridad en sí misma.
En la medida en que progresa la terapia, la sesión terapéutica se hace cada vez más parecida a la vida cotidiana ideal. En la medida en que aumenta la vivencia que tiene el paciente de sí mismo es mas capaz de apoyarse en el auto-apoyo, y más capaz, asimismo, de hacer buen contacto con los demás. A medida que deja a un lado sus técnicas de manipulación neuróticas, el terapeuta tendrá que frustrarlo cada vez menos en la obtención de sus satisfacciones.
El auto apoyo es muy distinto de la autosuficiencia. Cuando el paciente termine su terapia no habrá perdido su necesidad de las otras personas. Por el contrario, por primera vez encontrará satisfacciones en su contacto con los demás.
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