1 Factores individuales predisponentes
Factores genéticos, neurobiológicos, psicológicos y cognitivos. La influencia genética puede ser directa o mediada, un ejemplo de influencias indirectas de factores genéticos es el temperamento. Eissenberg et al., 2010 señalan el temperamento como componente biológico y predisposición básica y consistente, La emoción perturbadora (ira, frustración, hostilidad) apoya la aparición de comportamientos disfuncionales externalizados.
Asimismo, la influencia de factores genéticos y biológicos en problemas interiorizados se muestra por la influencia de éstos en temperamento y personalidad. Niños más retraídos, inhibidos y tímidos en la primera infancia, presentan una mayor predisposición a presentar síntomas ansiosos en etapas posteriores de su desarrollo. (Rubin, y Asendorf 2014).
Los primeros factores predisponentes (externos) con repercusión en las características del niño son las complicaciones de origen intrauterino; poco peso al nacer, períodos cortos de gestación (niños prematuros), o complicaciones como hemorragias, son circunstancias intrauterinas (Rutter, Giller y Hagell 1998; Sabriá, 2012).
Según el estudio de Arciniega, Márquez y Mayer-Goyenechea (2014) la hiperactividad y las conductas impulsivas, presentan en su historial este tipo de complicaciones. Por otro lado, están las conductas de riesgo y enfermedades de la madre en la gestación, las cuales igualmente pueden tener consecuencias en el desarrollo global del niño, incidiendo con posterioridad en el estado emocional y conductual.
Mencionan Crawford, Lepine y Rich (2010) que las emociones relacionadas con ansiedad, depresión y afecto negativo en los primeros años confieren mayor probabilidad de desarrollar conductas internalizadas durante la niñez intermedia y la adolescencia, ya que hay una alta reactividad y baja regulación emocional.
Se han ofrecido datos que indican que existen factores genéticos implicados en la vulnerabilidad de los niños a experimentar síntomas y trastornos ansiosos y depresivos. Martínez et al., (2010) encuentran que un 4% de la variabilidad en los trastornos ansiosos se deben a una variante genética polimórfica relacionada con el transporte de la serotonina”.
2 Factores psicosociales asociados.
Crecer en un entorno saludable, en el que la figura de apego es sensible a las necesidades de protección física y psicológica del niño, resulta un buen predictor de desarrollo. (Goldner, y Scahrf 2013). Al contrario, el desarrollo en contextos de crianza inseguros es factor de riesgo para el desajuste psicológico.
Las familias con riesgo psicosocial son más proclives al establecimiento de apegos inseguros o desorganizados (Moya et al., 2015) ya que las relaciones afectivas entre el niño y la figura parental de apego se encuentra habitualmente alterada. En relación con la desventaja socioeconómica que caracteriza el riesgo familiar, se ha reportado que “los niños en edad escolar, de familias con pocos recursos, han mostrado también una elevada tasa de problemas de internalización y externalización. (Burchinal et al 2006)”.
Escasez de recursos económicos, falta de seguridad, fracaso escolar, dificultad social y de relación con los iguales, han sido asociadas con comportamientos agresivos y externalizados (White et al., 2012). El bajo nivel socioeconómico puede propiciar familias con menor autoeficacia y autocontrol, en consecuencia, más vulnerables a presentar disfuncionalidades en salud mental y mayores niveles de psicopatología, lo que afecta directamente en la calidad del desarrollo. (Pearl et al., 2014).
En contextos difíciles hay diferencias educativas, distintos modelos de roles, y menos disposición de espacios lúdicos. “El nivel cultural es diferencial de una cultura a otra y en consecuencia está relacionado en función de sus propias diferencias en la aparición de conductas externalizadas e internalizadas”. (Crawford et al., 2010).
Por el contrario, Van Horn en su estudio del 2009 confirma su hipótesis de que no todos los estudiantes se ven afectados negativamente por la relativa falta de recursos de una familia. Un (67,3%) de su muestra tuvo niveles relativamente altos de logros y capacidad lingüística y fue resistente a los efectos de los bajos recursos familiares.
En general, se acepta que los niños responden de manera diferente al mismo entorno, sin embargo, con demasiada frecuencia, la investigación cuantitativa ignora las diferencias y se centra en los efectos promedio, el estudio de Van Horn et al. proporciona una fuerte evidencia de los efectos diferenciales de los recursos familiares.
Existen gran cantidad de factores externos al niño en el contexto psicosocial y familiar; factores que pueden crear desajustes adaptativos en función del momento del desarrollo en el cual ocurren, “por lo que no hay una causalidad directa o única en ningún factor, es la interacción entre ellos, los que puede incidir en la aparición y desarrollo de distintos tipos de comportamientos infantiles”. (Contreras 2015).
Aunque el menor y la familia comparten nicho ecológico se desenvuelven en contextos sociales distintos, (escolarización), “sobre todo en adolescentes donde los amigos, el entorno, el grupo de pertenencia, y cada vez más las pautas sociales de referencia (redes sociales), cobran su máximo apogeo dotándole de principios, valores, normas y actitudes para poder garantizar la aceptación y el respeto de sus iguales”. (Palacios y Oliva 2005).
3 Factores familiares asociados.
A) Características Cognitivas parentales
La disfuncionalidad cognitiva parental puede llevar a un estilo cognitivo negativo en el niño. Para Bornstein (2010-2011) las cogniciones de los padres son la base de las prácticas parentales y de su interacción con los hijos, lo que finalmente lleva a los comportamientos que presentan los niños.
Para el autor las cogniciones son constructos claves involucrados dentro del proceso de la crianza, y en el origen y desarrollo de los problemas de los padres con los hijos, menciona características esenciales de la cognición parental:
–Las creencias de las figuras parentales son punto de partida para todas las experiencias que tienen con sus hijos, son relevantes en el desarrollo del niño porque moldean y median la efectividad y eficacia de la crianza y ayudan a determinar y regular el desarrollo cognitivo y socioemocional de los hijos. Los padres desarrollan y mantienen creencias globales (relacionadas con todos los niños), específicas (relacionadas con su propio niño) y relacionadas con la valoración que hacen de su comportamiento de paternidad, las que llevan a su vez a comportamientos positivos o negativos con sus hijos, (Azar,et al., 2013; Johnston y Ohan 2005).
–Las atribuciones sobre el comportamiento de los hijos son filtros que atribuyen significado al niño, y guían sus reacciones comportamentales y afectivas hacia los padres, las que a su vez influyen en sus comportamientos. (Bornstein et al., 2011). Están relacionadas, con el ambiente inmediato, “los padres que otorgan más importancia a eventos inestables externos (suerte) que a los internos (capacidad), al hacer atribuciones causales, son reactivos al comportamiento aversivo y no obediente de su hijo lo que incrementa los comportamientos problemáticos” (Johnston, y Oham 2005).
–Expectativas, lo que los padres esperan de sí mismos en su rol como padres, y lo que esperan del desarrollo y comportamiento de sus hijos (Azar et al., 2013), y lo que esperan que sus hijos hagan o logren en sus diferentes contextos y momentos de vida (Hewitt, et al., 2014), esto, obviamente, influye en la relación entre ellos y en el comportamiento.
Expectativas reales o irreales, lo que media entre el conocimiento real que la figura parental tenga sobre el desarrollo del niño, y el ideal de padre que se haya planteado. Las expectativas de los padres son el predictor a nivel familiar más fuerte del desempeño escolar de los niños (Kim et al., 2012; Yamamoto, y Susan 2010).
B) La relación parental
Es parte fundamental de la problemática infantil y juvenil. Tremblay (2011) propone, a nivel teórico, cuatro dimensiones relacionadas:
1.- Compromiso con el otro padre
2.- Valoración de competencias del otro en su rol parental
3.- Respeto hacia la autoridad y decisiones del otro.
4.- Comunicación con el otro sobre educación de los hijos.
Se consideran tres factores de relación parental: Apoyo, consenso y conflicto.
– Apoyo, como “estrategias y acciones que sostienen, aprueban e incentivan los esfuerzos del otro padre en la educación de los hijos” (Tremblay 2011) Es el intercambio de información producida entre las figuras parentales acerca de los hijos, y la comunicación con ellos de una forma objetiva sin hostilidad, “en un proceso de revisión permanente que no tiene fin, esto supone un intercambio que no existe en una actitud pasiva o una falta de compromiso”.
Cita Pla (2015, p. 30), que el otro lado del apoyo es “el sabotaje”, estrategias y acciones que frustran y critican las acciones del cónyuge en sus intentos por lograr los objetivos de educar al hijo, se manifiesta en la falta de respeto o de crédito hacia las decisiones del otro, esta actitud facilita dinámicas relacionales marcadas por la competitividad, por ejemplo, desviar la atención del hijo cuando interactúa con la otra figura parental, sea de forma hostil o encubierta. (Belsky, Putnam y Crnic 1996; Feinberg, Kan y Goslin 2009; Tremblay 2011).
– Otro factor relacional es el consenso que puedan establecer las figuras parentales para la educación del hijo. Valores, creencias, expectativas, tipo de disciplina y atención en la emocionalidad, prioridades educativas y vinculación afectiva. (Bakeret al., 2010), y (Teubert y Pinquart 2010). En este acuerdo van a influir significativamente las experiencias y actitudes adquiridos por los padres en las familias parentales de origen, estos referentes pueden originar una extrema dificultad en el entendimiento.
-Factor que va a definir la problemática juvenil es el conflicto entre padres, la capacidad para resolver incompatibilidades es básica en la educación parental. Este factor se refiere a conflictos vinculados con el hijo, y a la capacidad de exponer al hijo, o no, a los conflictos parentales habitualmente. “Esto oscila desde la evasión estratégica del conflicto hostil (por ejemplo, evitar la discusión hasta que el hijo no esté presente), hasta la exposición hostil entre los progenitores delante de los hijos”. (Plá 2015 p. 37).
La resolución de conflictos implica utilizar estrategias y métodos para resolver desacuerdos y poder llegar a soluciones. Si los padres no son capaces de solucionar o comprender, sus diferencias, puede ocurrir que cada uno continúe educando individualmente o que se retire de la relación parental educativa. Los hijos pierden en ambos casos, sea por recibir mensajes inconsistentes, o bien por establecerse un conflicto permanente que conduce a incertidumbre, inestabilidad y preocupación, surgiendo problemas de conducta (McHale 2007).
Rodrigo et al., 2008, hacen hincapié en que los desajustes y desacuerdos en la educación parental pueden arraigar el conflicto, así como que el sabotaje y la falta de apoyo pronostican problemas internalizados. La hostilidad-competitividad, con bajos niveles de solidaridad y armonía en la relación parental, ha sido asociada con ansiedad, y conductas internalizadas y externalizantes. Baril et al., 2007, indican que los padres con altos niveles de apoyo tenían hijos con pocos problemas externalizantes.
La hostilidad parental ha sido asociada con problemas de conducta, los hijos expuestos al conflicto abierto entre padres pueden ver la agresión como un mecanismo para manejar el conflicto. (Plá 2015).
Por otro lado, el conflicto encubierto puede promover una aceptación en los hijos de que el resentimiento y la tensión mantenida e ignorada puede ser una forma adecuada de manejo del estrés. (Buehler y Welsh 2009; Teubert y Pinquart 2010).
C) Vinculación afectiva. La teoría del apego
El apego en la edad infantil lo definió Bowlby, como “un vínculo emocional de larga duración que el niño/a forma con su cuidador, con una tendencia a establecer lazos afectivos y la reacción emocional producida cuando esos lazos se ven amenazados o rotos”. El vínculo afectivo lleva a mantener proximidad y contacto en el logro de seguridad, consuelo y protección, hallando en la otra persona un refugio emocional al que recurrir ante situaciones percibidas como amenazantes.
No se trata de una dependencia objetiva, es una relación emocional más profunda, este es el primer tema de la trilogía de Bowlby (1969). Los efectos del retraimiento emocional después de la separación y su conexión con los cuadros de angustia y depresión, (la separación afectiva), corresponde al segundo tema de la trilogía de Bowlby. La respuesta de desapego planteaba el tema de los efectos de las pérdidas afectivas y sus manifestaciones en los procesos de duelo normales y patológicas, (la pérdida afectiva), constituye el tercer tema de la trilogía de Bowlby (1980).
El apego es un sistema integrado: Una función protectora (mantener la proximidad física en momentos de peligro o estrés). Con tres componentes:
1.- Componente conductual: Se activa ante variables contextuales y dependen del nivel de amenaza percibida
2.- Componente cognitivo: Representaciones mentales, se construyen sobre la interpretación de la experiencia relacional, es el modelo mental de relación.
3.- Componente emocional (Sentimientos asociados): Seguridad por la proximidad de la figura de apego y la angustia originada por su ausencia o pérdida
La vinculación se establece en base a patrones relacionales desarrollados con las principales figuras de apego, son estrategias que inconscientemente se eligen en la relación con los otros, particularmente en los vínculos íntimos. Son, asimismo, mecanismos de defensa que la persona tiende a utilizar contra ansiedades relacionadas con su historia vincular. Y es, asimismo, la organización cognitiva de la experiencia, básicamente a través del lenguaje.
La madre es el primer regulador externo de la bioquímica del cerebro en la maduración del niño, el desarrollo de la corteza prefrontal es esencialmente posnatal. El periodo primario de crecimiento sináptico, y de la estructura límbica que regula los afectos en la corteza prefrontal, comienza al final del primer año y está irremediablemente influenciada por los intercambios que se van produciendo con la figura parental primaria.
El ambiente afecta al crecimiento cerebral, “Un sistema de cuidado sensible y receptivo puede funcionar como un amortiguador de las respuestas al estrés en el niño, el apego seguro dota al niño de estrategias conductuales apropiadas y reductoras del estrés al comunicarse con el cuidador, con incrementos insignificantes de los niveles de cortisol cuando se le plantea un desafío”. Cortiñas (2017 p. 187).
La relación entre apego y psicopatología es inherente al proceso de maduración orgánico, ambos tienen su maduración, igual que el cerebro y todos los sistemas. El cerebro del recién nacido va experimentado un cambio progresivo. Inmaduro en su comienzo necesita ir elaborando y regulando conexiones con las estructuras límbicas, para ello ha de ir realizando un cambio progresivo.
Este cambio no consiste en añadir elementos, lo que caracteriza su desarrollo es la interconexión y la reorganización de las neuronas en sistemas complejos. “Cuando vemos la patología como el resultado de adaptaciones sucesivas en el tiempo, se unifica la comprensión del desarrollo emocional y del trastorno emocional. Cuando estas adaptaciones necesarias afectan a los recursos que deben estar disponibles para enfrentarse a asuntos subsecuentes del desarrollo, hablamos de mala adaptación y en última instancia de trastornos” (Sroufe 1997, en Cortiña y Marrone. 2017, p. 116)
Los niños con apegos inseguros tienen niveles más altos de problemas de internalización y externalización, en comparación con un apego seguro (Muris et al., 2003). El DSM-5 menciona la ansiedad de separación como trastorno. Es un miedo inapropiado para el nivel de desarrollo concerniente con la separación de las figuras de apego. Según el DSM afecta a 3-5% de los niños y a 2-4% de los adolescentes. Este patrón de comportamiento altera las relaciones con los padres y su nivel de independencia. Pueden existir problemas somáticos, mostrar bajo rendimiento escolar y tener menor participación en actividades extraescolares.
D) La intervención parental
Tres dimensiones importantes para medir la intervención parental; El afecto, el control y el apoyo. “El apoyo se identifica con bajos niveles de castigo físico, el razonamiento parental y la buena comunicación, mientras que el afecto se relaciona con una adecuada expresión de emociones, calidez en las interacciones y un adecuado clima familiar” (Lila y Gracia 2005). Carrasco y Holgado (2007) relacionan el afecto con la comunicación.
El control está relacionado con las demandas que hacen las figuras parentales hacia sus hijos con el fin de integrarlos en la familia. Barber 1996, presenta dos variantes del control paterno: -Psicológico, referido a los actos de los padres para controlar las actividades de los hijos alterando su mundo psicológico. Conductual referido a las acciones parentales encaminadas a intentar regular o manejar el comportamiento de los hijos.
Para Darling y Steinberg (1993) “los estilos de crianza son la constelación de actitudes hacia el niño, que genera un clima emocional en el que se expresan las conductas de los padres, mientras que las prácticas parentales son aquellos comportamientos definidos por contenidos específicos y metas de socialización”. Los estilos parentales, Bornstein, y Bornstein (2010), los clasifican en cuatro tipologías: