Procesos Psicológicos Básicos.
Redes Neuronales De Memoria.
Extractos De Joaquín Fuster.
El concepto de memoria ha estado presente en todas las culturas. En la nuestra, desde Platón, que la veía como una huella, un disco donde se grababan las cosas, desde la visión de Fuster que se contempla en este trabajo, es en la red neuronal donde se graban, donde quedan las huellas de los aprendizajes. Aristóteles veía a la memoria como conservación del movimiento, de nuevo en la visión de Fuster concuerda en el sentido de que la red es un gran sistema de conservación de todo tipo de relaciones, relaciones que implican movimiento.
Ebbinghaus nos mostró el deterioro, la existencia de la curva del olvido, y Barlett, utilizando historias de la vida como marco, dejó dicho que el conocimiento previo es la parte más relevante del aprendizaje, volviendo de nuevo a Fuster vemos que es así, que nuestra memoria más actual utiliza los recursos de la memoria atesorada, de conocimientos previos, o bien como decía W. James consecuencia de un estado mental anterior.
Vigotsky, Luria, Spencer, presentan a la memoria como forma social y conciencia de la actividad psíquica del humano, y Tuving habla de la capacidad de los organismos de adquirir, retener y utilizar conocimientos. Ruiz Vargas en 1991, nos deja esta definición de memoria: “un complicado sistema de procesamiento de la información que opera a través de procesos de almacenamiento, codificación, construcción, reconstrucción y recuperación de la información”, así la memoria es la capacidad para percibir, codificar, almacenar y recuperar la información en un sistema determinado.
Más próximo a los conceptos de Fuster queda la definición de San Feliú, A. (2.015): La memoria es una función de la mente y, a la vez, un fenómeno de la mente que permite al organismo codificar y almacenar y evocar la información del pasado. Surge como resultado de las conexiones sinápticas repetitivas entre las neuronas, lo que crea redes neuronales.
Joaquín M. Fuster, doctor en filosofía y medicina, es profesor de Neurociencia cognitiva en el Instituto de Investigaciones Cerebrales y en el Instituto Semel de la Universidad de California. Pionero en la década de 1950, de la neurofisiología de la cognición, al descubrir y describir las “células de la memoria” en el cerebro de los primates. Es autor de numerosos artículos y contribuciones.
En 1958 Fuster proporciona la primera evidencia de que el sistema activador reticular del tronco cerebral modula la atención visual selectiva. Demuestra la facilitación reticular, así como reacciones inhibitorias de neuronas en la corteza visual a los estímulos visuales (Science 1961). En 1971 descubre y describe las primeras “células de memoria” que se ha encontrado en el cerebro de los primates, en 1980 edita “la corteza prefrontal”.
Como resultado de sus amplias líneas de investigación, Fuster desarrolla y pone a prueba la hipótesis de que las tres formas de memoria – memoria a corto plazo, de trabajo y memoria a largo plazo – comparten las mismas redes corticales, aunque en diferentes estados. En “La memoria en la corteza cerebral” (1995) defiende esta línea de razonamiento, proponiendo que la memoria de trabajo, esencialmente consiste en la activación temporal de una red cortical de la memoria a largo plazo, sin embargo actualizada y reconfigurada para las condiciones actuales de comportamiento.
En un libro “Corteza y Mente” (2003), Fuster amplía sus conceptos, más allá de la memoria, a otras funciones cognitivas. Sostiene que todas las funciones cognitivas se basan en transacciones neuronales dentro y entre las redes neuronales de representación cognitiva que él llama cógnitos.
El cerebro es un órgano que trabaja como un todo gracias a su característica esencial, que es su reticularidad. La gran red neural, que incluye neuronas y glías, tiene numerosas redes locales, pero todas y cada una de ellas se integran en la red global, que es un todo coherente que compone e interpreta una sinfonía de percepciones y movimientos cuya dirección recae principalmente sobre el lóbulo frontal. El cerebro mantiene plasticidad desde el nacimiento hasta la muerte, aunque disminuye un tanto con la edad. Todo aprendizaje y toda adquisición de hábito o de memoria requieren un mínimo de plasticidad. En resumidas cuentas la plasticidad consiste en la habilitación de sinapsis.
El código de la memoria y del conocimiento es un código relacional, la memoria consiste en un conjunto de redes neuronales corticales (o “cógnitos”) ampliamente distribuidas, interactivas y solapadas, las cuales se han formado por asociación en el curso de la experiencia vital. Una memoria u objeto de conocimiento se define específicamente por las relaciones (conexiones) entre células, o asambleas de células que han sido simultáneamente activadas en la experiencia.
Es un código de relaciones, lo más cercano que hay a ello desde el punto de vista psicológico es en la psicología de la forma, la Gestalt. Una cosa se ve, tiene sentido y significado por las relaciones entre sus partes. Pero el total, el significado de aquel objeto, lo definen las relaciones entre las partes, y no es reducible a las partes en sí. Es decir, que el todo es mucho más que la suma de las partes.
El código de la cognición es un código relacional a nivel de red, el lenguaje escrito o hablado es un lenguaje relacional, es un código relacional: relaciones entre letras, entre palabras, entre significados semánticos. Es decir, no se puede reducir a sus partes mínimas. Las memorias son redes ampliamente distribuidas, (no están únicamente localizadas en un área), de conexiones sinápticas entre neuronas moduladas por la experiencia, (es decir la experiencia modula y cambia). Las redes se entrecruzan y solapan entre sí, de modo que una neurona puede formar parte de muchas redes y, por lo tanto de muchas memorias. (San Feliú, A. 2015)
Las redes de la corteza cerebral, son la base de todo el conocimiento y de toda la memoria. Se forman a lo largo de la vida con la experiencia por el establecimiento de conexiones entre neuronas. Entre neuronas que pueden estar agrupadas en grupos pequeños, sobre todo en las zonas primarias sensoriales y motoras que pueden llamarse módulos. Es decir, los módulos están en la base, es el ver, es el tocar, es el oír, es el moverse. Pero la conciencia del conocimiento, y la conciencia de la memoria, está en la red. Que es la agrupación. Como sea que las células unidas pueden estar dispersas en múltiples lugares de la corteza, las redes están ampliamente distribuidas y solapadas entre sí.
Además, como sea que las combinaciones posibles entre los diez o veinte mil millones de neuronas corticales son prácticamente infinitas, se deduce que son prácticamente infinitos los posibles recuerdos y objetos de conocimiento. También se deduce que una neurona o grupo de neuronas, prácticamente en cualquier lugar de la corteza, puede formar parte de muchos recuerdos y objetos de conocimiento. Esto no quiere decir que todo esté en todas partes.
Hay zonas corticales que, sin ser especializadas, contienen especial densidad de ciertos nodos de redes representativas de ciertas categorías de memoria y conocimiento: visual, auditiva, espacial, táctil. Las redes neuronales del conocimiento, debido al hecho que se forman por asociación, todas ellas, y por vivencia, comparten células y grupos celulares. Es decir, un grupo celular puede ser parte de muchas redes, de muchísimas redes.
Todas las memorias son distintas porque las relaciones se han formado de modo distinto, con distintos elementos aleatorios. Pero las memorias comparten ciertas redes en común, que son las redes de la cultura, el ambiente en el que viven, las leyes del léxico, del lenguaje. Eso queda y está por encima de todo porque es el resultado de la repetición de redes más chicas, más pequeñas, que están en la base de esas redes. Porque están organizadas de modo jerárquico. A nivel más bajo está la memoria sensorial, motora, primaria. Esta sí que se puede reducir a módulos. Pero cuando nos salimos de allá y subimos a las zonas asociativas de la corteza, la memoria se va haciendo más interconexa, más compleja, más amplia y más difusa. Esto le da solidez.
Pueden perderse algunas de las vías de acceso a memoria, pero otras quedan, se van debilitando algunas de estas conexiones y se pierden memorias y se pierden neuronas y se pierden sinapsis, pero se van creando nuevas. Entonces, el truco para adquirir nueva memoria es el ejercicio, el ejercicio del cerebro. Es la gimnasia mental.
Corteza Cerebral.
El lóbulo frontal del cerebro es el motor del organismo, en un órgano que crea respuestas conductuales complejas desde las entradas sensoriales y desde los procesos internos propios y del organismo en su conjunto, informados por hormonas o neuronas. En el curso de la evolución la corteza ha tenido un gran desarrollo, y en el ser humano ha adquirido propiedades muy peculiares que le permiten dos cosas fundamentales, una es el lenguaje, medio de ajuste al medio ambiente, y la otra es la predicción.
El cerebro humano tiene un lóbulo frontal especialmente prominente. En él ubican los neuro científicos las facultades más elevadas de nuestra especie, empatía, capacidad lingüística y juicio. Con él somos capaces de mantener la atención y memorizar a corto plazo. Nos permite, entre otras cosas, realizar cálculos, tomar decisiones, y no perder el hilo de acontecimientos significativos, con el creamos un cuadro coherente y evocamos. Somos previsores e intencionales, creadores y contadores de relatos autobiográficos y colectivos, de historias y de cultura, con un lóbulo frontal siempre protagonista activo.
La corteza prefrontal alberga las redes representativas de memorias y conocimientos de acción, los “cógnitos ejecutivos”. Además participa activamente en la ejecución de esos cógnitos, algunos de los cuales consisten de acciones futuras, todavía por realizar. De ahí la importancia de esta corteza en la representación y ejecución de planes. Si definimos la inteligencia como la capacidad de resolver conflictos y problemas nuevos por medio del conocimiento. En la corteza esta inteligencia ocurre en la formación de nuevos cógnitos sobre los viejos, y en la utilización de ambos.
El lóbulo frontal no es una unidad estructural o funcional, ya que tiene diferentes regiones en conexión y acción con otras áreas cerebrales, se puede decir que el lóbulo frontal es el punto vincular entre neurología y psiquiatría. El cerebro no es una estructura fija, y establecemos conexiones sinápticas cada vez que ejecutamos tareas novedosas, creamos memoria, ya que cada habilidad aprendida, reconfigura el mapa cerebral a lo largo de todas las etapas de la vida, como escribe el profesor Feliu, “el cerebro es un órgano moldeable preparado para un sinfín de actividades.
La solidez y durabilidad de un recuerdo están relacionadas con las circunstancias emocionales en las que se lo ha adquirido. En primer lugar, el motivo principal por el que una memoria es tan firme, tan sólida y tan duradera, son las circunstancias emocionales en que se adquirió la memoria, en general. Se forman firmemente con las emociones, con el clima emocional en que se adquieren las memorias.
Nuestra intuición es el resultado del largo proceso de aprendizaje de nuestra adaptación aunque el pensamiento formal también ayuda. No obstante, creo que en la mayoría de los casos estamos inconscientemente, muy bien preparados para enfrentarnos y reaccionar ante las distintas opciones y oportunidades, porque tenemos un conjunto de recuerdos que nos permiten optimizar nuestro comportamiento en cada momento. (Kia Nobre)
Muchas investigaciones se han llevado a cabo desde el siglo XIX, diferentes modelos, estructurales, procesuales, integrados, desde la psicología cognitiva, y en la actualidad desde las neurociencias. Los modelos de filtro y multi almacén, el primer modelo dual de James, desde el paradigma del procesamiento de la información, Craick y Lockhart, Atkinson y Shifrin y las tres etapas. Tulving y la memoria episódica y semántica, Squire, memoria a largo plazo.
Mucha teoría, mucha ciencia y mucho experimento nos han venido hablando, y han venido practicando en la experiencia, hasta nuestros días, y todo lo que sabemos es que estamos descubriendo, que con lo que ya sabemos la memoria resulta apasionante, estamos inmersos en una red de memoria, con infinidad de conexiones, de las que los seres humanos conocemos una pequeña parte, ya que es todo relacional y todo está relacionado.
La analogía con la RAM del ordenador es atractiva pero falsa por varios motivos; el principal es que el código de la memoria cognitiva de la corteza es un código relacional, mientras que el código del ordenador es un código binario y digital. Estamos inmersos asimismo en una gran red social, toda ella interrelacionada, donde el todo es mucho más que la suma de las partes, y donde todo está al alcance de nuestra experiencia y de nuestro conocimiento, ¿será que nuestra vasta capacidad de memoria es la que está posibilitando este nuevo marco social, que en realidad nuestras redes están todas interconectadas.
Fuster nos dice que la memoria individual se adquiere por encima y a partir de la memoria “filética” o memoria de la especie, las redes de memoria individuales se van formando en la corteza asociativa, por la “potenciación sináptica de asambleas neuronales simultáneamente activas”, (la convergencia sincrónica de Hebb). Y asimismo, copio de Fuster; “todas las funciones que llamamos ejecutivas, todas tienen un futuro, todas: la memoria de trabajo, el planeamiento, la toma de decisiones, la conciencia creadora. Todas miran al futuro. Voy a hacer esto para esto, para esto. Tengo que hacer esto. Tengo que decidir. Tengo que, “ten…
Referencias:
-Fuster J.M. The Prefrontal Cortex. Lippincott-Raven, Philadelphia, 1997
-Fuster J.M. Cerebro y libertad 2014 Editorial Ariel, Barcelona
-Fuster J.M. (1970) Mecanismos cerebrales de atención. Rev. Psiquiatría y Psicología Médica
-San Feliú, A. Videoconferencias. VIU. Valencia
– Redes cognitivas (entrevista a Joaquín Fuster)
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