Test de Inteligencia: Origen y evolución.
Alfred Binet. Cociente intelectual.
La inteligencia: El eterno debate. Herencia o adquirida.
“Si la miseria de nuestros pobres no es causada por las leyes de la naturaleza, sino por nuestras instituciones, cuán grande es nuestro pecado. “Charles Darwin, el viaje del Beagle (en Gould 1997)
Antes de hablar de inteligencia, edad cronológica o coeficiente intelectual (CI), situémonos en los comienzos del sistema educativo occidental. En el despotismo ilustrado se creó el concepto de educación pública, gratuita y obligatoria. Nace a finales del siglo XVIII y principios del XIX en Prusia, desde un régimen absolutista, con división de clases y castas y fomentando la disciplina y la obediencia. El régimen buscaba un pueblo dócil, obediente y preparado para servir y defender a la patria.
En Francia Diderot crea el paquete formador de súbditos obedientes, y Napoleón toma con claridad la idea: “Yo quiero formar un cuerpo docente para poder dirigir el parecer de los franceses”. El concepto educativo se extiende a Francia en 1820, en 1840 a USA y España, en los 60 a Chile, India, en 1880 a Inglaterra y a Argentina… Busca perpetuar los modelos elitistas y la división de clases.
A principios del siglo XIX eran las grandes fortunas las que reglaban la educación y la financiaban. El objetivo era instrumentalizar la educación en beneficio propio, conseguir lo que Foucault llama “cuerpos dóciles”, individuos que no se planteen demasiadas cosas y engrosen en el sentir patriótico en aras del crecimiento y la producción de beneficios, “obreros inteligentes” que perpetúen el sistema y lo beneficien con su esfuerzo y entrega. Y este era su enfoque educativo. Obediencia, sumisión y el pensamiento de que cuanto más trabajes mejor te va a ir en la vida (el ideal de triunfo americano). En definitiva la misma esencia Prusiana de educación (al servicio de la patria).
En este contexto educativo a lo largo del siglo XIX aumentó el interés de la inteligencia como rasgo característico de las personas. La frenología de Francis Gall medía el desarrollo de las facultades de las personas por el análisis del cráneo, y atribuía las facultades superiores al desarrollo craneal, ya que pensaba que la superficie interna del cráneo quedaba determinada en la configuración externa del cerebro.
La medición de los tiempos de reacción también se convirtió en otra forma predictiva de la capacidad. A finales del siglo XIX, Mc.Keen Cattell, en Estados Unidos, centró su objetivo en la medición y las técnicas estadísticas aplicadas a las capacidades mentales, mediante test de tareas simples. En 1890 propone el primer test mental. Catell acometió diversos ensayos sobre los tiempos de reacción postulando que a mayor inteligencia, con mayor eficacia funcionaban los circuitos neuronales, más rápidas cursaban las señales cerebrales y en consecuencia más breves eran los tiempos de reacción. El mayor volumen craneal y la mayor rapidez de ejecución se pensaba que eran signos inequívocos de una mayor inteligencia.
La educación de finales del siglo XIX fijó su atención en la educación con el objetivo de conseguir ciudadanos productivos, correctos y moralmente aceptables. El niño anormal tenía todos los boletos para convertirse en un niño golfo, y las niñas tenían el peligro de caer en la prostitución. Por ello, desde la idea de la prevención, se consideró necesario seleccionar en el aula al niño anormal para “apartarlo” a un tipo de educación especializada.
El CI no representa una medida absoluta, sólo posee valor informativo en relación con la muestra con la que se compara, y puede variar según edad, o cultura.
A Alfred Binet (1857-1911), jurista de profesión, le debemos el concepto de edad mental. Trabajó en los años 80 del siglo XIX en el hospital Salpêtrière de París con Jean-Martin Charcot sobre la hipnosis. Trabaja más tarde en el laboratorio de la Sorbona, donde continua los trabajos de Catell, atribuyendo su fracaso a la medición de las sensaciones. Ya que las diferencias individuales en cuanto a las mismas son insignificantes (excepto enfermedad), en comparación con las diferencias de las facultades psíquicas superiores. Sentimiento estético y moral; fuerza muscular y de voluntad; memoria, imaginación y representación mental; rapidez y habilidad visual. Binet todavía busca en las diferencias individuales, no define grados de desarrollo mental.
El gobierno Francés encarga a Alfred Binet un instrumento adecuado para diferenciar niños normales de niños anormales. En consecuencia, junto a Simon, prepara un test para establecer un diagnóstico sobre los estados inferiores de la inteligencia, debió definir tanto el retraso, debilidad mental, como la inteligencia.
Aplica una escala donde los grados son las edades sucesivas del desarrollo mental. En niños débiles el desarrollo se detuvo durante el proceso, así un niño con retraso es el que no alcanza al coeficiente propio de su edad. En el trabajo para el gobierno Francés pasa a interesarse definitivamente por la inteligencia bajo dos premisas: ¿cómo medir la inteligencia, medidas físicas o medidas mentales?
La primera versión del test aparece en 1905. Las fronteras entre imbecilidad y debilidad mental estaban marcadas por las primeras pruebas verbales y de juicio. La frontera entre debilidad mental y normalidad correspondían a las capacidades de abstracción y de trabajo en el espacio mental. Este test no pretendía medir la inteligencia sino llegar a una clasificación de las inteligencias. Los test son rápidos ya que miden la inteligencia natural en independencia del aprendizaje. Inteligencia relacionada con la facultad superior de juicio, el sentido práctico y la facultad de adaptarse como mecanismo esencial de sentido común, premisas para para poder diagnosticar de forma rápida el retraso mental.
Binet diseña un cuestionario de ejercicios, ordena las tareas a modo de escala y agrupa los ejercicios por edad, esto da origen a la edad cronológica. Esto resulta ser el primer test de inteligencia que origina el desarrollo posterior de los test de cociente intelectual. Se trata de una escala métrica que permite evaluar la inteligencia de un niño según su edad y determinar si tiene o no una inteligencia “normal”
Los resultados van demostrando que tanto las habilidades, como la comprensión de las situaciones sociales, así como el vocabulario, la memoria y la capacidad de observación, no son herencia. Dependen en gran medida de la educación y el tratamiento escolar, en consecuencia de la extracción social. También se daban casos en que niños con bajo rendimiento escolar superaban con facilidad los cuestionarios.
Atribuir determinada edad mental a un niño supone indicar que, el niño evaluado es capaz de resolver los problemas que resuelven los niños de esa edad. Una edad mental de diez años supone que es capaz de resolver problemas que resuelven los niños de diez años de edad cronológica. Si la evaluación resulta en edad mental que el niño evaluado tiene diez años, supone que tiene un tipo normal de inteligencia, si el resultado es de ocho tiene un mayor desarrollo que el propio de su edad, si sale once es que lleva cierto retraso.
Binet, más tarde Stern, al relacionar edad cronológica con edad mental relacionan dos variables. Y proponen un indicador, el Cociente Intelectual, puntuación normativa que sitúa en función de la norma del grupo. Se calcula dividiendo la Edad Mental por la Cronológica y multiplicando por cien. Indica el rendimiento intelectual de un niño en un momento concreto, según vaya pasando el tiempo, al cambiar la edad cronológica, volverá a cambiar; no es un valor constante.
El test de Binet con la inclusión de la edad cronológica define unas pautas de madurez intelectual que representa la normalidad. Al definir la edad cronológica, se convierte en un instrumento adecuado para comparar capacidades mentale,s e intervenir en la subdivisión del sistema educativo. Algo lejano a la idea original del autor. Los niños que obtenían baja puntuación eran apartados por incompetentes, y quedaban calificados como retrasados o adelantados en cada caso.
Nos narra Stephen Jay Gould, en la falsa medida del hombre, como Binet desde el principio advirtió del peligro de creer que la inteligencia, es medible de manera lineal, como la altura. Y de que su escala se sacara fuera de contexto. Intentó poner freno a las malas interpretaciones que se pudieran sacar de sus teorías, y en consecuencia a la aplicación del test de manera interesada. Pero sus advertencias no fueron tomadas en cuenta. El ideó sus test de inteligencia como herramienta para detectar a niños con problemática de aprendizaje, para que pudieran recibir una educación especial. Sin embargo los test desarrollados con posterioridad tergiversaron esta intención original y sirvieron para estigmatizar y limitar, no para brindar apoyo escolar.
Estas fueron las premisas de Binet y Simon respecto al test:
– Las puntuaciones constituyen un recurso práctico; no apuntalan ninguna teoría del intelecto. No definen nada innato o permanente. No podemos decir que midan la ‘inteligencia’ ni ninguna otra entidad cosificada.
-La escala es una guía aproximada y empírica para la identificación de niños ligeramente retrasados y con problemas de aprendizaje, que necesitan una asistencia especial. No es un recurso para el establecimiento de jerarquía alguna entre niños normales.
-Cualquiera que sea la causa de las dificultades que padecen los niños, el énfasis debe recaer en la posibilidad de lograr mejorar sus resultados a través de una educación especial. Los bajos resultados no deben usarse para colgarles el rótulo de la incapacidad innata.
Tras morir Binet, quien trabajaba con la diferencia entre lo normal y lo no normal, Wiiliam Stern recomienda relacionar la edad cronológica con la edad mental en sí. Así era posible obtener el coeficiente mental. Integra la distinción entre edad mental y edad cronológica. Lo que origina el coeficiente de inteligencia CI, como una característica cuantificada y estable. Desde el estudio experimental trabajó percepción y memoria. En el estudio de las diferencias individuales, propuso la denominación de psicología diferencial a este estudio, centrándose en el estudio de la variedad entre individuos y grupos por atributos como sexo, edad y etnia.
William Stern, 1871-1938, psicólogo alemán, co-fundador de la psicología diferencial, creador del concepto coeficiente de la inteligencia, (CI), o índice de inteligencia. Basado en su investigación sobre la obra de Binet, trabajó desde el método experimental. Pionero en los estudios de personalidad e inteligencia, y referencia de la juventud de su tiempo. Profesor de psicología en la Universidad de Hamburgo desde 1916 hasta su expulsión por el régimen nazi, emigra a los Países Bajos, después a los Estados Unidos en 1933, es nombrado profesor en la Universidad de Duke, donde enseñó hasta su muerte.
“Aunque Binet elaboró una escala que evaluaba la inteligencia como una capacidad global, gracias a ella llegamos a entender que la inteligencia es de naturaleza multidimensional”, (Nicolas S. 2007). La escala más conocida y utilizada, basada en esta concepción global es la que desarrolló Wechsler. El objetivo de la escala es el de evaluar la capacidad en un solo índice de edad mental o CI. No obstante se fue comprobando que los aciertos en los diferentes sub-test podían ser heterogéneos, con lo cual se admitió que las escalas medían distintos aspectos de la inteligencia, en definitiva quedó aceptada la característica multidimensional de la inteligencia.
El problema vuelve a ser el uso discriminatorio que se le asigna al coeficiente, fundamentalmente en Estados Unidos. Lewis M. Terman adaptó el test de Binet al contexto americano, creando el test de Stanford Binet, al cual se le dio un uso masivo en su país, con la idea de jerarquizar a los ciudadanos según su grado de inteligencia. El instrumento era usado como justificación científica para discriminar a los grupos sociales. Terman creía en una sociedad racional, donde la profesión de cada persona se decidiera sobre la base de su CI. M. Yerkes. Convenció al ejército Americano para pasar un test de inteligencia a casi dos millones de hombres en la primera guerra mundial. Pretendía demostrar la base objetiva de los test, justufucando unos datos que confirmaban las tesis del impacto de la herencia. Esto acabó contribuyendo a la restricción en inmigración, por la que se restringía el acceso de aquellas personas procedentes de regiones supuestamente desfavorecidas en su código genético.
El concepto de inteligencia fue considerado como elemento definitorio y característico del ser humano. Como la clave de su éxito, como la explicación concreta del dominio profesional de unos individuos sobre otros. En estas circunstancias el inglés Francis Galton, padre de la psicología diferencial, profundizó en la medición de las diferencias humanas. Queriendo determinar como la el grado inteligencia era característica de la herencia generación tras generación. Francis Galton 1822-1922, era aristócrata y primo de Charles Darwin. El contexto en el que vivía estaba inmerso en profundas diferencias sociales. Desde la perspectiva liberal, la inteligencia se podía prestar para establecer y justificar la jerarquía social, era un bien apreciado para determinar y calcular el valor cognitivo de cada ser humano.
Escribió en 1869 su libro “La herencia de la genialidad”, donde manifestaba “la fertilidad de las clases más capacitadas se encuentra permanentemente inhibida. Mientras que las irreflexivas y sin inhibiciones, despliegan la mayor descendencia. De esta manera la raza empeora de forma paulatina, por lo que la siguiente generación se encuentra cada vez menos capacitada para lograr una civilización superior”
Para Galton una selección artificial adecuada debía incrementar el porcentaje de buena dotación genética, creencia que ya conocemos cómo fue pervertida por el nazismo. No obstante a su convicción absoluta en el carácter innato y heredado de las diferencias individuales, (idea que acaba confiriendo categorización y exclusión social o racial). Galton concedió importancia a la biología como explicación de la psicología, fue el creador de los primeros test mentales, y responsable del desarrollo de técnicas de análisis estadístico. Así como de la concepción cualitativa de las diferencias individuales, dando origen a la psicología diferencial, desde el estudio por medio de test, encuestas y cuestionarios.
Siempre ante cualquier investigación es necesaria la pregunta de cuáles son los objetivos que se esconden detrás de la misma, los intereses políticos, sociales y económicos. El test de inteligencia ha sido instrumentalizado en demasía, como guardián de la especie, con la idea de aplicar las leyes biológicas de la herencia en la búsqueda de la perfección de la especie humana. Los test de la primera guerra mundial son un ejemplo de ello. La interpretación que se dio de sus resultados, desde la conclusión de que la CI era consecuencia exclusiva de la biología. Y que ésta establecía una jerarquía intelectual entre razas humanas, llevó a una perversión social, Brigham citaba en 1923: “la declinación de la inteligencia americana será más veloz debido a la presencia del hombre negro en nuestro país”.
El Estadounidense Stephen J. Gould denunciaba el poder de la investigación y el conocimiento científico, cuando es usado con fines distintos a su propio origen. La investigación, la instrumentalización política e ideológica puede llevar a situaciones drásticas de exclusión y casos extremos de exterminio (régimen nazi en Alemania). La ciencia, que se esmera en aras del conocimiento, está inmersa en un contexto social. Y sus investigaciones están subvencionadas (muchas veces), por intereses concretos, e ideologías determinadas, que pretenden un uso abusivo y discriminatorio, lejano a cualquier ética o aplicación prudencial del esfuerzo y el conocimiento de la investigación.
La inteligencia. El eterno debate: Herencia- Adquirida
Tras más de un siglo de investigación en inteligencia no sabemos con exactitud que representa ni que factores la componen. Si sabemos que intervienen e interrelacionan numerosos procesos. En todo este tiempo, los científicos que trabajan con gemelos no se ponen de acuerdo en los resultados que obtienen en su investigación sobre el desarrollo de la inteligencia.
Hoy en día, con mejores métodos, y una mayor amplitud de trabajo, hay una certeza de que la genética influye en la inteligencia, aunque todavía no sepamos cuales son los factores que intervienen en ello. Miles de genes interactúan en un sistema del que desconocemos sus mecanismos epigenéticos. El material hereditario no es algo estático formado desde un código genético, ya que hay secuencias individuales de ADN que se activan o no en función del entorno.
Los estudios de gemelos de Minnesota (Bouchard Th.), que comprobaron cómo los hermanos univitelinos, (con origen en un solo óvulo), presentaban un cociente de inteligencia similar, aunque hubieran crecido en familias distintas, no han sido comprobados por falta de datos fehacientes. El estudio consistía en el seguimiento de gemelos que fueron apartados de sus padres tempranamente. Bajo el supuesto de que las similitudes que puedan ir apareciendo en estos gemelos serán debidas a factores genéticos, los resultados del estudio mostraron que más del 70% de la varianza del CI podía ser explicada por la genética.
Al respecto los trabajos de Cyril Burt (1883-1971) en la evaluación de la heredabilidad de las capacidades intelectuales en sus trabajos con gemelos mono y dicigóticos. Burt obtenía siempre el mismo coeficiente de correlación: 0,77 con lo que quedaba demostrada la alta heredabilidad de las facultades mentales, tamaña exactitud en la réplica de las pruebas resultaba sospechosa.
Burt fue reconocido por sus méritos en investigación y considerado un pionero. Tras su muerte los datos de sus estudios fueron destruidos y no se pudo aclarar la sospecha sobre su trabajo. Para Leon Kamin, Burt calculó los resultados de forma retroactiva, sabía lo que pretendía concluir con su investigación y desde ahí manipuló sus cálculos. Su trabajo tuvo influencia en las políticas sociales y educativas del país Británico. Consiguió que, a través de los test de CI, muchos estudiantes ingleses fueran destinados a centros educativos distintos, o bien excluidos de los estudios universitarios.
En Suecia otro estudio realizado explicativa desde la genética el 81% de la inteligencia general, otros estudios muestran un 77% en el caso de los muy inteligentes y un 73% en el caso de los de que tienen muy baja inteligencia. Pese a que todos estos datos no concuerden en su valoración, la mayoría de los estudios llegan a conclusiones similares, estiman la herencia genética de la inteligencia en más de un cincuenta por cien.
Estos datos pueden llevar a confusión, no es que la mitad de la inteligencia sea heredada y la otra mitad adquirida. Hay que tener presente que no es la inteligencia de la persona, sino las diferencias en inteligencia medidas en una población. El Coeficiente intelectual indica la capacidad individual en relación con la totalidad, y de ahí proceden los factores genéticos.
Si todos los miembros de un grupo durante toda su vida, tuvieran las mismas condiciones ambientales, todas las diferencias serían de naturaleza genética, ¿esto implicaría que la herencia de todos ellos sería del cien por cien?, no, esto resulta harto difícil.
También se han realizado estudios familiares, el problema para poder deslindar herencia de ambiente en estos estudios es que no se pueden apreciar específicamente la influencia de uno u otro, ya que se comparte al mismo tiempo parte de los genes, y se comparte habitualmente el mismo medio.
Los trabajos con hijos adoptados ha resultado ser un buen método en el estudio de la influencia de herencia y ambiente. Parece evidente que la correlación con los padres biológicos muestra la influencia de compartir unos mismos genes, y que la correlación con los padres de adopción necesariamente ha de mostrar la influencia significativa del ambiente.
Los estudios de los casos de adopción encuentran correlaciones significativas del CI entre los padres biológicos y los niños que fueron dados en adopción. Lo que confirma que se hereda biológicamente una parte del C.I. Los datos han mostrado algo que en principio pueda parecer paradójico, la asociación intelectual entre los niños y los progenitores aumenta con la edad. Mientras que ocurre el caso inverso con los padres adoptivos, conforme pasa el tiempo la relación intelectual entre ellos va siendo menor.
Aquello que es adquirido en la socialización, independientemente del estímulo externo, tiene un procesamiento intrínseco, exclusivo y proveniente de la unicidad. La experiencia pese a ser vivida en mismo momento y lugar, y del mismo modo, es percibida de distinta manera. No hay dos individuos iguales, sea cual sea su carga genética. Queda claro que los cimientos genéticos están compuestos por secuencias individuales de ADN que se activan o no en función de la influencia ambiental , y esto es único en cada quién.
Conforme vamos recorriendo las diferentes etapas de crecimiento y adaptación, y vamos solventando los aspectos relacionados con la socialización, parece evidente una mayor aparición del contenido genético y una menor del ambiente, con lo que la asociación intelectual con el contenido original adquiere mayor relevancia.
El ir superando etapas en el proceso de la vida dota de una información que se va incorporando, se va cristalizando y ocupa menos espacio, (siempre que se vaya avanzando en las distintas etapas sin fijaciones retrógradas). Con lo que solventada la problemática social parece evidente volver más hacia uno mismo, hacia un contenido previo, heredado y único. Sabemos que la influencia de los genes sobre la inteligencia aumenta con la edad, en la infancia la influencia se cifra en un 25%, y en la edad adulta este porcentaje puede ascender hasta un 75%.
La influencia genética sobre la inteligencia ya es un dato más que una hipótesis. Cattell. R en 1963 distinguía entre inteligencia fluida y cristalizada. La fluida, como capacidad funcional básica parece mayormente asociada al contenido genético. La inteligencia cristalizada, dependiente del aprendizaje en general de vida es evidente que va cristalizando en el tiempo. La adquisición de destrezas, habilidades y capacidades ya incorporadas van ocupando menos espacio en memoria, y en consecuencia se va incrementando la intervención del contenido de lo fluido.
La inteligencia cristalizada se va adquiriendo a través de la experiencia. Es evidente que quien tenga un mayor grado de socialización escolar, y mayor capacidad de entrenamiento y uso de la inteligencia irá incorporando un mayor caudal. La inteligencia, tanto la fluida como especialmente la cristalizada no es solo una capacidad, es también un ejercicio.
Se ha extendido la creencia de que genes más medio ambiente es igual a inteligencia. Esta creencia, que da por hecho que los hermanos experimentan por igual las influencias ambientales, tira por tierra el carácter intrínseco del ser humano, su unicidad. No vivimos dos experiencias iguales en toda nuestra vida, ya solamente por el paso del tiempo. Con lo cual resulta imposible que dos gemelos sean influidos de la misma manera ante experiencias distintas, ya que sencillamente son tiempos y modos distintos.
Hay un sentir de prevención en general ante los test de CI, en principio hay miedo al estereotipo y a la etiqueta. Y hay una percepción interna de que la inteligencia no tiene que ver con la formación o con la práctica propia del intelecto, sino más bien algo heredado e inalterable ante lo que no se puede actuar, es algo predestinado.
El tiempo nos ha demostrado que la mayor capacidad intelectual tiene que ver con la utilización de la misma. Se puede actuar para cambiarla, y la ciencia no avala la idea de que los genes establezcan el destino de nuestra capacidad intelectual. Estos se activan o desactivan en función de las condiciones ambientales, es más una dotación genética precaria puede activarse con los estímulos necesarios.
Ya en 1869 Francis Galton hablaba de una selección artificial adecuada para incrementar el porcentaje de dotación genética, terreno resbaladizo que puede obtener interpretaciones raciales. Arthur Jensen que hacía estudios con gemelos, escribió que el promedio más bajo de los afroamericanos en cociente intelectual se debía causas hereditarias, esto causó amplia polémica. La discusión de cómo la persona está más determinada por sus genes o por el ambiente continua hasta hoy. Murray y Hernstein en “la campana de Gauss” concluían que son la pobreza y las injusticas sociales las causantes directas de un bajo CI, además tal como hizo Galton un siglo antes, recomendaban reducir la tasa de reproducción de los menos inteligentes.
Al respecto Christian Wolf en la revista mente y cerebro, (nº 63, 2013), nos trae el caso de Thilo Sarrazin, escritor y político socialista alemán. Éste publica en 2.010 su libro “Alemania se desintegra”, donde anuncia que su país cada vez se estaba volviendo cada vez más tonto. E incidía en lo mismo, las personas de menor capacidad intelectual procrean más, con lo que baja el nivel intelectual del país en su conjunto. A más tontos, los costes sociales solo subirán para la clase baja, ya que aumenta más, lo que les llevará a vivir en gran medida de prestaciones sociales, siendo asumida esa carga por los más listos.
Este mismo mensaje es usado también entre países en Europa, y está de vigente actualidad en las discrepancias norte-sur por el desequilibrio financiero. El mensaje es que los países del norte, supuestamente más trabajadores y productivos que los países del sur de Europa, no tienen por qué cargar con la baja capacidad intelectual, poco compromiso y poco de sacrificio del sur, donde son vagos, malos trabajadores, incompetentes y que viven del esfuerzo del norte. Es también un mensaje de claro contexto interesadamente racial, ya conocido por todos, nuestra genética nos hace ser superiores, está en nuestro ADN el ser más productivos y capaces.
Este es un debate triste, que se actualiza cada determinado tiempo, que despierta enconadas discusiones, para el que no hay acuerdo, y que no tiene visos de acabar. Sarrazín fue, como era de esperar, acusado de racista, pero en el seno del debate hay quien lo considera rompedor de un tabú establecido en la sociedad. El debate sobre inteligencia genética y adquirida se alimenta de ideaciones políticas más que de otra cosa.
Hay un hecho cierto la herencia genética es variable no estática y contiene “los planos para la construcción de los cimientos de nuestro organismo: las proteínas.”(Wolf, Ch.). Por otro lado, en estudios entre culturas, mayor Ci en China y Japón, menor en África en general, también demuestran que el poder económico tiene una relación más que clara con la inteligencia de la población.
La inteligencia puede predecir un elevado porcentaje de diferencias en cuanto a las calificaciones al terminar una carrera universitaria. Pero no hay que olvidar que además de la inteligencia, la motivación, la persistencia y la apertura a la experiencia cumplen también una importante función.
La autoeficacia (el convencimiento de poder influir uno mismo activamente en los acontecimientos), puede constituir un importante factor mediador. La autoestima, (adecuada valoración de la propia imagen, conocer prejuicios propios y estereotipos). El adecuado concepto de uno mismo y de su lugar en el mundo ayuda a mejorar la capacidad individual.
Los TEST de cociente intelectual (CI) se siguen utilizando para seleccionar a las personas en base a su inteligencia (en el sistema escolar, en la selección de profesionales, empleados y directivos, en la orientación profesional, etc.). La aplicación de una prueba de CI lleva implícita la aplicación de un baremo, y en consecuencia conlleva un etiquetado social.
La problemática ha surgido cuando se ha aplicado pensando que la inteligencia es una entidad localizada en el cerebro y determinada de base casi exclusiva por la herencia. Este enfoque organicista no se ha limitado a los círculos científicos, también ha quedado reflejado, de una manera más o menos sutil, en la sociedad y la política.
Sánchez Cánovas y Sánchez López, (en Jiménez, M. 2013), nos recuerdan que el procedimiento de estudio es siempre un factor que determina el resultado. La forma de obtención de los datos que emanan del test de inteligencia, como su tratamiento y análisis, son elementos que determinan el resultado, lo que supone una limitación. Las formas de operar y actuar de la inteligencia no se reducen a las proporcionadas por los test de inteligencia, por lo tanto los resultados son necesariamente limitados. Las formas estadísticas de tratar la información pueden variar, lo que hace que sus resultados no siempre concuerden. Lo que muestra la dependencia del método en el resultado. Como Yela (1991) ha expuesto, “es la persona la que piensa”. (Moreno, B, 2013)
Bibliografía Consultada:
-Gardner, H. (1994). Estructuras de la mente. La teoría de las inteligencias múltiples. Fondo de cultura económica. México D.F.
-Gould, Stephen J. (1997). La falsa medida del hombre. Edit. Crítica. Grijalbo Mondadori. Barcelona
-Hochel M. y Gómez Milán E. La inteligencia humana en El rompecabezas del cerebro. Universidad de Granada
-Moreno Jiménez Bernardo (2013). Psicología diferencial del comportamiento. Universidad VIU. Valencia.
-Mülberger Annette (2015). Origen y evolución del test de inteligencia. Revista mente y cerebro nº 73
-Serge Nicolas, (2007). Alfred Binet o los orígenes del cociente intelectual. Revista Mente y Cerebro nº 23.
-Wolf, Christian (2013). La inteligencia, ¿un debate eterno? Revista mente y cerebro, nº 63.
-Carmen Bustos. La inteligencia http://alcione.cl/la-inteligencia/
-García, J.C. (2013). ¿Se puede medir la inteligencia? http://papeldeperiodico.com/2013/11/06/se-puede-medir-la-inteligencia/
-Modelos factoriales de la inteligencia humana http://online-psicologia.blogspot.com.es/2011/01/modelos-factoriales-de-la-inteligencia.html