“El modelo teórico de clasificación y evaluación de Achenback ha sido investigado y validado en diferentes contextos y culturas desde los años sesenta, y ha sido utilizado en distintas investigaciones como una adecuada forma de medir la psicopatología del desarrollo en niños y adolescentes”. (Achenbach y Rescorla, 2014). Ya se comentó que en la propuesta los problemas psicológicos son parte de un continuo, son organizados en un modelo jerárquico de niveles de evaluación empírica compuesto por dos factores;
-Factores centrales de primer orden, corresponden a los problemas de banda estrecha, y son los ocho síndromes específicos mencionados, generalmente sus conductas incluyen elementos de los tres canales de respuesta (motor, emocional y cognitivo), aunque en dependencia de cada caso un canal puede estar más interferido que los otros.
–Factores de segundo orden que son las dimensiones psicológicas de banda ancha que contienen dos tipos de síndromes, unos que son los patrones emocionales y son denominados “conductas internalizadas”, esto es intrapsíquicas; y otros que son los patrones del comportamiento que son conocidos como “conductas externalizadas” perturbadores o de proyección hacia los demás
-Un tercer grupo de factores no asociados con los anteriores, es el de los problemas “mixtos, que agrupan los problemas de pensamiento, sociales y de atención, pero que son síndromes específicos de los grupos de banda estrecha, en las evaluaciones son tomados en cuenta en la suma del total de los problemas.
Los modelos que explican el desarrollo y mantenimiento de estos problemas en la etapa escolar se han centrado en la influencia del ambiente, (circunstancias adversas en el desarrollo, pobreza, constitución y tipo de familia, y el nivel cultural y educativo). En definitiva, “una clasificación válida deberá establecer cuándo y en qué grado este tipo de comportamientos deberán ser considerados patológicos o típicamente evolutivos por grupos de edad” (López, Murcia, Martín, Cortegano y López-García 1995)”.
-Las conductas externalizantes van dirigidas hacia afuera, por tanto, afectan a otras personas, producen daño, efectos negativos y estrés en las relaciones con otros” (White, Yurcel, Forbes, Davey y Schheber 2012). Las conductas siguen un continuo tanto de intensidad, como de severidad y frecuencia, haciendo hincapié en la posible cronicidad.
Dada la alta comorbilidad en los problemas del neurodesarrollo las conductas externalizadas pueden estar asociadas a conductas internalizadas (ansiedad y depresión) ya que estas conductas no son mutuamente excluyentes (Achenbach, 2009).
Los Trastornos externalizantes de conducta son uno de los problemas de salud mental más común entre adolescentes, y repercuten gravemente en el ámbito familiar, escolar y social. Se caracterizan por comportamientos disruptivos, agresividad, agitación psicomotora, desobediencia y comportamiento delincuente (Achenbach y Edelbrock,1983; Achenbach y Ruffle, 2000).
Tienen gran repercusión en el ámbito escolar, donde se relacionan con episodios de violencia entre pares (Arseneault, et al. 2006). Y ocasionan problemas emocionales y psicosomáticos, baja autoestima, depresión e ideación suicida, y conductas antisociales, que pueden redundar en problemas económicos y sociales. Las interacciones parentales, los factores ambientales y las propias características del niño, podrían estar influyendo en su desarrollo (Fraser, y Wray, 2008).
Las conductas externalizantes se dividen en dos grupos de síndromes: Conductas agresivas y conductas de ruptura de reglas o normas. Estos comportamientos desajustados, suelen estar asociadas con rechazo generalizado y abandono o fracaso escolar, en consecuencia, “interfieren en la adaptación social, personal, o escolar, problemas de infancia que pueden continuar en la adolescencia y en la vida adulta dando continuidad al mantenimiento del problema y estabilizando los problemas de conducta (Snyder, Reid y Patterson 2003)”.
Problemas internalizados, son desórdenes intrapsíquicos emocionales y afectivos, se relacionan con sentimientos negativos, preocupación y culpa excesiva que provocan infelicidad, malestar y disfuncionalidad. Están comprendidos en toda la gama de síntomas de banda estrecha en depresión y ansiedad. Según mencionan Achenback y Edelbrock (1987) están relacionados con tres grupos de síndromes; Ansioso-depresivo, Retraído-depresivo y quejas somáticas.
Los síntomas somáticos funcionales son más frecuentes en niñas que en niños, especialmente durante la adolescencia, (Eminson 2007). También, Fritz et al., 1997; Meesters et al., 2003 describieron que las niñas presentaban niveles más elevados de somatización que los niños. Los trastornos internalizados pueden dar origen a los diferentes trastornos ansiosos, a trastornos del sueño, y trastornos anímicos (desregulación disruptiva), “llevan implícita la vivencia de tensión psicológica y angustia, y pueden tener efectos negativos en la autoestima y el rendimiento escolar” (Nishikawa et al., 2010. Tal como los externalizados estos problemas son estables a través de la infancia, aumentan durante la pubertad y se acentúan en la adolescencia.
Melchor Alzueta S. Pamplona. 2018
Trastornos mentales en la infancia y adolescencia. Categorías diagnósticas