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Miguel Albiñana: Aportaciones clínicas desde el I.V.H.

EL PERFIL DE HARTMAN. APORTACIONES CLÍNICAS.
Miguel Albiñana.
Madrid. Septiembre 2.004
Primeras jornadas de la A.E.R.S.H

Al Hartman le suelo pedir tres cosas diferentes:
-La primera que corrobore lo que yo pienso que está pasando en un proceso. Así, por ejemplo, si veo a la persona con tendencia a desconectar de algún asunto problemático o doloroso.
-La segunda que me muestre una pauta para seguir trabajando cuando veo que mi paciente está aparentemente buscando una salida que considero prematura o inadecuada, alegando sentirse bien o demasiado estancado para continuar. O al contrario que me advierta que es ya inútil o demasiado esforzado seguir un proceso que ya no tiene de donde agarrarse.
-La tercera, y puede que debiera haber empezado por esta, que me dé una muestra de cómo llega la persona, acortando extremos de las primeras entrevistas. Enseñándome esa Gestalt encubierta o los círculos que la persona está haciendo girar sin poder cerrarlos.
Como no todo está dicho en este perfil, a veces también encuentro interés en ver como se adecua un perfil a la situación que yo percibo de la persona. Algunas columnas todavía poco consideradas, perfiles sumergidos o simplemente esas preguntas que tantas veces nos hacen los alumnos de. ¿Cómo es posible que no marque ansiedad si yo la veo tan angustiada? Esa es la labor que creo que corresponde a esta generación que nace con este primer encuentro axiológico. Y la que empíricamente Alfonso Castro ha marcado a lo largo de su ya larga labor y enseñanza a tantas generaciones de terapeutas.
Por mi parte, quiero hacer hincapié en algunos aspectos que me parecen esenciales y que suelo recalcar a mis alumnos.
1. No existe una prueba perfecta. Todavía recuerdo, en México, cómo trataba de encontrar una manera de no tener problemas, a través de contestar a las preguntas adecuadamente. Debemos rechazar esa situación. Los valores están unidos a las personas y a las situaciones. Son relativos en el espacio y en el tiempo. Los así llamados mecanismos de defensa no son sino la manera del organismo de reaccionar frente a situaciones difíciles y han de ser respetados si no queremos provocar situaciones teóricas o prepotentes. Teóricas porque queremos que la persona se enfrente o funcione según presupuestos predeterminados. Prepotentes porque el terapeuta o el axioterapeuta no posee la verdad de una situación personal. Una situación de rigidez ante unos presupuestos históricos permite alcanzar unos objetivos determinados y puede disolverse para dar lugar a otras situaciones pongamos por ejemplo de dependencia. El trabajo axioterapéutico consiste en ayudar a enfrentar las situaciones desde las posibilidades de la persona y no desde lo que nos muestra el mapa. Como tantas veces se ha repetido en la terapia Gestalt, el mapa no es lo mismo que el territorio.
2. Si admitimos que la vida es un constante proceso de adaptación entre el organismo y el medio, los valores han de adaptarse a las necesidades de las personas y no al contrario. Lo que es bueno para uno no lo es para otro. Lo que era bueno en mi matrimonio no lo es en mi separación. Los ideales de mi padre o de mi madre me sirvieron y ahora no me gusta ninguno y mi sistémico está más vacío que la despensa de un paria. Incluso a nivel familiar, social y religioso estos organismos pluripersonales se han de adaptar a nuevas situaciones. Ello nos tiene que clarificar la lectura del perfil para no caer en una interpretación rígida o paralizante. Las dificultades que atraviesa un angustiado son las que en principio le han de permitir llegar a una situación nueva. Recordemos que la enfermedad es un recurso y la muerte el último recurso ante situaciones imposibles de enfrentar. La muerte en su sentido más amplio.
La interpretación de la prueba en su sentido clínico es una herramienta para el terapeuta, y no un derecho del paciente. Puede parecer prepotente decirlo así, pero me explicaré. Es claro que el perfil es en beneficio de la persona que viene. Pero no siempre es conveniente decirlo todo y sobre todo decirlo todo a un tiempo. El perfil es a veces muy confrontativo con lo que la persona nos trae a la terapia. Ya sea como terapeutas ya sea como formadores, o como personas que hacemos una evaluación para otra, debemos ser prudentes a la hora de dar información. A veces me dicen .me podrías leer mi Hartman. Pues a veces sí y a veces no. En ocasiones digo algo, pocas digo todo, porque simplemente pocas veces estamos preparados para recibirlo todo. Personalmente, prefiero una sesión en que la persona entra en liza conmigo que ser el sabelotodo de cómo estás.
3. El terapeuta ha de resistirse a la tentación de justificar sus intervenciones en función de lo que percibe en la prueba y en cambio, seguir el proceso que la persona marca. Hemos de confiar en la sabiduría organísmica. Es un tema muy delicado y a veces sutil. Pero mi ejemplo será este: veo que la persona acude desde una situación de enfrentamiento con la pareja, que sin embargo ello no es sino la consecuencia de una fuerte dependencia generada por un pensamiento mágico y que no le permite ver a quien está enfrente sino a quien la gustaría ver (esas famosas .Ns. externas en connivencia con los bloqueos intrínsecos). Pues bien, mi tendencia será a permitir a la persona valerse por sí misma en la sesión y dejarla exponer el problema que sea. Utilizando los recursos del apoyo y confrontación, pero sin valerme de la información privilegiada. Para lo que sí me puede valer en un momento es para dejar caer temas irrelevantes y tomar en cambio el asunto principal, que será cómo maneje sus necesidades primarias, afectivas y de contacto ¿Soy claro? No utilizo la información para dirigir la sesión. Pero sí me sirve para observar o ratificar las trampas en que se puedan meterme orientados.
4. Cada cierto tiempo hemos de revisar las constantes de la prueba. Es verdad que nos dan altibajos las cifras pero si somos constantes en la manera de aplicarla y fluidos en la de interpretarla veremos cómo las cifras de las estructuras son las que verdaderamente son relevantes. Los problemas cambian, Las estructuras permanecen y a esas ha de estar dirigido el trabajo profundo. Los objetivos terapéuticos no son los síntomas por lo tanto tampoco los circulitos rojos o azules sino la apertura a las capacidades de cada persona. Y esas son las que debemos mirar con la lupa de la correcta interpretación. El trabajo terapéutico es el seguimiento de un proceso. La liberación de las capacidades que la persona puede desarrollar dentro de unos términos que han de respetar a la persona, a su tiempo ya su espacio.
Esta es la maravilla de la vida siempre cambiante. Y esto es precisamente lo que nos refleja el perfil de Hartman. Nos valemos de él para despertar a las capacidades sin desarrollar del paciente. Es una brújula en un mar veces proceloso de emociones y de cambios. Pero no lo olvidemos. Las metas no corren de parte del terapeuta sino de su orientado. Le ofrecemos un mapa para facilitar su camino. Y no un billete con destino predeterminado.