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Estrés psicosocial, diario, crisis y sucesos vitales

Estrés Psicosocial.

-Estrés diario. Los contratiempos.
-Sucesos y crisis vitales.
-Crisis normativas.

Estresores cotidianos, es el nivel micro de Chiriboga, que corresponde con experiencias cotidianas; molestias, imprevistos, y alteraciones en las rutinas cotidianas, cosas que pueden irritarnos o molestarnos en un momento determinado. Problemas de tipo práctico (atasco de tráfico, perder algo, quedarse sin dinero…), los sucesos fortuitos (fenómenos meteorológicos, rotura de objetos…), y los problemas sociales (discusiones, decepciones, problemas familiares…). Problemas diarios vinculados directamente con la salud.
Estresores múltiples. Cambios significativos que se hallan fuera del control de las personas, es el nivel mezzo de Chiriboga. El nacimiento de un hijo o la muerte de un ser querido, amenaza de la propia vida, accidentes graves, enfermedades terminales y situaciones difíciles (divorcios, quiebras familiares…), pérdida del puesto de trabajo o someterse a un examen importante. Actúan directamente sobre la persona, son los sucesos vitales (life events), son las crisis de la vida. Consideramos:
a) Los estresantes normativos dependientes de la edad,
b) Los estresantes normativos dependientes de la historia,
c) Los estresantes no normativos relacionados con acontecimientos vitales.
Estresopres únicos o cambios mayores, referidos a los correspondientes al sistema macro social, cambios dramáticos en el entorno de la vida de las personas, y que pueden afectar un gran número de ellas. Guerra, terrorismo, violencia, trastornos graves, situaciones de migración y desarraigo, catástrofes naturales, que impactan sobre la sociedad en su conjunto. Es el nivel macro de Chiriboga donde el estrés se produce primeramente a nivel social antes que a nivel interpersonal, son los sucesos que pueden dar lugar a estrés post traumático.

El Estrés Diario. Los contratiempos.

Desde la antigüedad ha sido conocida la influencia individual, social cultural que opera en todos los términos producto de grandes estreses y traumas, pero el efecto de los pequeños cambios y acontecimientos habituales no ha sido comprendido hasta los trabajos pioneros de Holmes y Rahe, para ellos cada acontecimiento nuevo, aunque pueda parecer insignificante, exige un reajuste de las funciones habituales de la vida cotidiana. Acumular muchos pequeños acontecimientos en corto espacio de tiempo, puede llegar a ser equivalente a un gran trauma.
“Cada cambio en nuestras vidas puede ser medido en unidades de cambio vital, y la suma de estas unidades refleja el estado de nuestros factores externos de estrés por el periodo de tiempo considerado”. (Glez. de la Rivera, J.L.).
Es a partir de 1981 cuando tras la publicación de Schaefer, Lazarus, Kanner y Coyne se comienza a investigar sobre las consecuencias en la salud del estrés cotidiano y considerar a los contratiempos cotidianos como una potencial fuente de estrés. Sucesos menores o microestresantes considerados en inglés como hassles, y que tienen una importante incidencia en la gestación del estrés, bien por ser producto de estresantes mayores o crónicos, o bien por la continua actividad de ellos mismos en la manera de afrontar la vida, precisamente por ser bien conocidos y estar acomodados en la actitud personal, no merecen la atención de la persona, que los incorporó en su quehacer cotidiano y en consecuencia son desatendidos y siguen ejerciendo su influencia tóxica.
Los introductores del concepto los definen como “demandas irritantes, frustrantes y estresantes, que en cierto grado, caracterizan las transacciones de cada día con el medio ambiente. Incluyen problemas molestos de tipo `práctico, y hechos fortuitos, discusiones, decepciones, y problemas económicos y familiares”. Desde problemas prácticos molestos como perder cosas, o un atasco de tráfico, a hechos fortuitos como cancelación de planes o inclemencias del tiempo, discusiones familiares y actitudes estresantes en la relación cotidiana.
Unas contrariedades pueden ser imprevisibles y determinadas situacionalmente, (perder el autobús, atascos de tráfico, llamadas inesperadas…), otras son repetitivas, debido a que la persona permanece en el mismo contexto, (laboral, familiar, social…) en el que se desenvuelve, o bien porque las estrategias de afrontamiento no son efectivas para modificarlas o suprimirlas.
Es muy probable que no se emprendan acciones para compensarlos, y en consecuencia pueden ejercer una influencia encubierta, y sus efectos pueden ser mayor incluso que los derivados de los sucesos vitales mayores, ya que estos son bien reconocidos y disponen de una atención prioritaria por parte de la persona, e incluso están inmersos socialmente en ritos de paso para favorecer su vivencia (duelos, licenciaturas, exámenes, jubilaciones…). Los autores afirman que “estos micro estresantes actúan de forma acumulativa, y ante la ausencia relativa e una experiencia positiva compensatoria, pueden convertirse en potentes orígenes de estrés”.
La incidencia más importante del estrés diario sobre la salud estriba de su frecuencia, una continuidad de situaciones negativas recurrentes que tienden a producir el estrés crónico. La ruptura de la relación de pareja puede comportar un estrés crónico, pero las actitudes negativas diarias en la relación, que son puntuales, y que se dan varias veces a lo largo del día, y día tras día, puede ser causa directa de una fuente de malestar y frustración continua, “tal vez el aspecto más importante del estrés diario es la acumulación de experiencias negativas aparentemente de poca importancia” (Sandin, Charot, Santed 1999).
La frustración laboral puede ser un factor crónico de estrés, que a su vez provocará distintas situaciones estresantes menores y continuas, dificultad en la relación laboral, falta de apoyo social, irascibilidad debido a esa frustración, y que son y producen estresantes diarios, pero vinculados a una situación de estrés crónico. De manera que las contrariedades diarias pueden llegar a generar un estrés crónico si se repiten una y otra vez en el tiempo, son situaciones estresantes que se repiten y generan un estrés crónico, y que pueden coadyuvar un malestar psicológico y físico y dar origen a la manifestación de un trastorno. Sandin y Charot (1996) contrastan el estrés diario con los sucesos vitales:
• -Mayor potencial de ocurrencia diaria
• -Menor impacto negativo sobre la persona. Los sucesos mayores pueden perturbar la salud, no sólo por medio de mecanismos directos, sino también de forma indirecta potenciando y/o generando la ocurrencia de sucesos menores, en este sentido, los sucesos diarios pueden actuar como mediadores de la relación entre los sucesos mayores y la salud.
• -Mayor grado de proximidad temporal con los indicadores de salud (Son manifestaciones emocionales, cognitivas y conductuales reconocibles)
• -Menor heterogeneidad de significado. (Ya que son pequeñas unidades de conducta).
De la misma forma podemos contrastar ambos con el proceso de estrés crónico: Tanto el estrés diario como el estrés por sucesos mayores, llevan implícita la existencia de sucesos concretos, con un comienzo y un final que pueden delimitarse con cierta precisión. El aspecto central que diferencia el estrés crónico del estrés basado en sucesos estresantes es el fenómeno de la continuidad.

Estresores crónicos

Los estresores crónicos suelen poseer un curso continuo, resultando improbable que pueda conceptuarse en términos de suceso.”Los estresantes crónicos son, típicamente, abiertos en el tiempo (no tienen un final claro). El comienzo de un estresantes crónico es gradual, el curso es de larga duración y continuo (no se trata de una sucesión de eventos), y el final es problemático y frecuentemente impredecible” (Sandín, 1999). Lo importante no está en definir por separado los síndromes, ni en delimitar cual estrés es el más importante, sino en el analizar la relación entre ambas fuentes de estrés y su contribución conjunta respecto a la salud.
Pearlin, en el modelo de proceso del estrés, (1989-91-99) identifica tres vías de interrelación entre sucesos vitales y estresantes crónicos:
• -Los sucesos vitales, aparte de producir estrés por sí mismos, también pueden actuar indirectamente sobre el estrés a través de la producción de estresantes crónicos. Estos sucesos comúnmente generan problemas crónicos como aislamiento social, dificultades económicas o conflictos interpersonales incrementados, y pueden constituir causas de estrés más potentes que los propios sucesos vitales de los que derivan.
• -Los sucesos vitales pueden ser producidos por problemas crónicos preexistentes. Podemos pensar que los conflictos interpersonales prolongados puedan precipitar la ocurrencia de sucesos vitales, los cuales marcarían la ruptura o pérdida desde las propias relaciones problemáticas.
• -Los sucesos vitales y los problemas crónicos convergen en las experiencias estresantes, constituyendo cada uno un contexto de significación para el otro. Así pues, dependiendo de las circunstancias crónicas previas, un suceso vital puede ser experimentado como una liberación o como una pérdida.
Pearlin en su modelo defiende que las variables contextuales pueden afectar al estrés, y propone los estresantes primarios objetivos, que tienen un impacto subjetivo inmediato, ocasionando distintas reacciones emocionales, los estresantes primarios subjetivos, o la valoración subjetiva ante las demandas , que pueden incluir sobrecarga y cautividad de rol, y manifestarse en estresantes secundarios, en forma de conflictos familiares, laborales, problemas económicos y reducción de satisfacción vida.
Son las tensiones del rol, y que pueden derivar en tensiones intrapsíquicas, con pérdida de autoestima y sentido del self. La investigación sobre el estrés psicosocial sugiere que los estresantes no actúan de forma aislada, más bien corresponden a patrones complejos de interrelación que se activan ante las diferentes situaciones sociales, ante un suceso vital grave, es más que probable que aparezcan estresantes (producto del aprendizaje, de otros sucesos vitales, sucesos menores o crónicos).
Los estresores primarios son los que ocurren en primer lugar y, en consecuencia, preceden a los secundarios, los cuales son consecuencia de aquellos, la influencia del estrés psicosocial sobre la salud física, social y psíquica, la debemos considerar desde estos patrones complejos de interrelación que conllevan la existencia de múltiples tipos de estresantes sociales, así como desde la influencia mutuas que existe entre las diferentes modalidades de estrés social. El estudio de los aspectos sociales del estrés puede contribuir tanto al conocimiento de la vida social como a la mejora de la calidad de vida de los individuos. Un enfoque social del estrés posee múltiples componentes conceptuales y múltiples aspectos o dimensiones (distribución epidemiológica, efectos amortiguadores del apoyo social, estrés de rol, agotamiento vital asociado al estrés laboral, etc.).
Los estresores sociales no afectan por igual ni a todas las personas ni a todos los grupos, un mismo tipo de suceso vital o un contratiempo diario, puede generar niveles elevados de estrés e importantes perturbaciones de la salud en un grupos o personas pero no en otras. Los efectos del estrés dependen de:
-La percepción del estresor .
-La capacidad del grupo o de la persona para controlar la situación.
-La preparación para afrontar los problemas.
-La influencia de los patrones de conducta aprobados por la sociedad.
A fin de intentar comprender las diferencias en la adaptación al estrés, en independencia de lo ya mencionado, se han tomado en cuenta dos mecanismos, el afrontamiento del estrés y el apoyo social, considerando a este como otro recurso para el afrontamiento del estrés, “el afrontamiento y el apoyo social se consideran mediadores de la respuesta del estrés, en el sentido de que median los efectos de los estresantes sobre la respuesta” (Pearlin, 1999), ambos recursos reflejan una dimensión latente del afrontamiento, ya que son algo potencial para la acción, pero no la acción en sí misma.
El apoyo social hace referencia a las acciones llevadas a cabo por otras personas, amigos, familiares, compañeros, amigos, “los cuales pueden proporcionar asistencia instrumental, informativa y emocional” (House y Kahn, 1985), el apoyo social representa los recursos con los que cuenta la persona hacer frente a los problemas y dificultades de la vida, y lo podemos contemplar desde dos aspectos distintos, el apoyo social recibido, objetivo, y el apoyo social percibido, este tiene una mayor trascendencia, sobre todo emocional, (sentirse querido, respetado, valorado y estimado por otros),” es en definitiva más significativo que el apoyo social recibido” (Lazarus y Folkman, 1984).
Desde esta perspectiva del apoyo social podemos pensar que el estrés es consecuencia de la propia organización social, o bien que el sistema social posibilita que este ocurra. El tipo de sociedad, competitiva, imprevisible, continuamente cambiante, y apoyada exclusivamente en valores económicos es coadyuvante de una fuente inagotable de estrés, la inseguridad laboral, la dependencia de los mayores, la dificultad para vertebrar la familia, el desarraigo, la temática de la vivienda, la usura de los estamentos económicos, el excesivo consumo como mantenimiento del sistema globalizado, la falta de cultura ecológica y de solidaridad, el aislamiento y tantos temas que ahogan la concordia, satisfacción y armonía, y provocan una situación social estresante, refrendada en este siglo XXI por la profunda crisis que está asolando el sistema neoliberal de funcionamiento de la sociedad en su conjunto.
Aneshensel en 1992, matizaba que sólo a veces se producen fuentes sociales de estrés a consecuencia de un mal funcionamiento del sistema social, y que la ocurrencia de estresantes sistémicos no constituye necesariamente una indicación de un funcionamiento anormal del sistema social, ya que, incluso cuando se generan estresantes de naturaleza social, el sistema funciona como se espera de él. Lleva Aneshensel parte de razón ya que en realidad la sociedad necesita de su sistema que este posibilite la existencia del mismo, y no entra en contradicción con la psicología del ciclo vital que nos habla de que para que exista el crecimiento este debe surgir de periodos de crisis, pero, es necesaria una profunda revisión y examen de las circunstancias sociales y personales que están propiciando inagotables fuentes de estrés psicosocial.
Al respecto es bueno volver a traer a Pearlin, “las condiciones sistémicas generadoras de tensión y conflictos son más prevalentes en unos grupos que en otros, generalmente como consecuencia de desigualdades en el sistema distributivo”.
A nivel individual, el estrés puede ser entendido en términos de características personales, experiencia e historia. En contraste, las diferencias de grupo en la exposición a estresantes nos lleva inexorablemente hacia orígenes que provienen de la estructura social (Aneshensel, 1992). Como ha señalado este autor, las dos principales vías que unen el estrés con la estructura social son la exclusión de la participación en el sistema social y la participación insatisfactoria (participación que no conlleva las expectativas esperadas).

Estrés Psicosocial, Los Sucesos Vitales.

Al estrés fisiológico se le han atribuido diferentes significados, sobrecarga, exigencia, tensión fisiológica, respuesta anormal a situaciones normales y a la inversa, lucha-huida, emocionalidad perturbadora; rabia, ansiedad, el síndrome del estrés ha sido contemplado desde la visión psicosocial, donde intervienen los propios factores psicológicos, y anímicos entran en relación con el contexto social e inmediato, así podemos distinguir y diferenciar, como factores interrelacionados, tres grupos que intervienen en la interacción entre la persona y su medio, y que como consecuencia producen el estrés psicosocial:
• a) Factores estresantes externos, circunstancias y acontecimientos que exigen un esfuerzo poco habitual, o tal vez, desconocido, del organismo para poder adaptarse a ellos, estresores que provienen de sucesos vitales o del estrés laboral, familiar y crónico.
• b) Capacidad de respuesta, estrategias y estilos de afrontamiento, factores internos de estrés, de los que depende la respuesta automática del organismo ante esas exigencias externas.
• c) Variables moduladoras, correspondientes a la persona; el estado afectivo, el entorno próximo, cultura y sociedad, el apoyo social recibido o percibido, variables que no están directamente relacionadas con la respuesta de estrés, pero que modifican la interacción entre factores externos e internos.
Suceso vital son hechos o sucesos relevantes en la vida de las personas que éstas reconocen como importantes para su cambio evolutivo. Un suceso vital mayor (conocido como life event o life change), suele definirse como una experiencia objetiva, discreta y observable que altera el funcionamiento usual del individuo, provocando en este una necesidad de reajuste. (Sandín B. 1999). Son cambios que provocan reacciones psicofisiológicas, que por su naturaleza necesitan un reajuste a todos los niveles, que pueden influir en sus comportamientos posteriores y en la forma en que afrontan determinadas situaciones, y en consecuencia pueden derivar en una mayor probabilidad de enfermedad.
Un suceso vital conlleva un cambio en todos los aspectos de la persona, y su potencial estresante está determinado por la calidad o cantidad de cambio que supone, reacciones a las que la literatura se refiere como “sucesos vitales estresantes”, desde el contexto bio-psico-social, y son referidos a eventos habitualmente ordinarios o extraordinarios, relacionados con las relaciones interpersonales y la estructura social (familia propia y de origen, salud, educación, vida laboral, economía, residencia…). La característica en común de todos estos sucesos es que conllevan algún tipo de cambio y readaptación, sea emocional, cognitiva o conductual.
El suceso vital estresante actúa sobre la vulnerabilidad de la salud de la persona, es un factor predisponente (por información ya existente en el organismo a través del aprendizaje de vida), o precipitante, (relacionado con un suceso actual o reciente que provoca el desajuste y la bajada de defensas).
No cabe duda de que la exposición a un nuevo suceso entra en relación con la información ya conocida por nuestro sistema nervioso central, así el conocimiento de la historia de sucesos traumáticos de infancia y juventud, que han quedado registrados en memoria, entra en contacto inmediato con cualquier suceso, dotándolo de un contenido ya conocido y que queda relacionado ante la nueva experiencia vital.
Es decir, puede existir un estrés latente, no percibido como tal por la persona, que cause perturbación organísmica y derive en enfermedad, y existe la percepción de un suceso como estresante por parte de la persona, que de la misma forma está provocando un desajuste orgánico y puede derivar en un trastorno de salud.
No cabe duda de que es importante que la persona pueda predecir y tener percepción de control sobre el evento vital traumatizante para intentar reducir los efectos del estrés, cuando los sucesos vitales son percibidos como incontrolables pueden estar vinculados a sentimientos de indefensión y desesperanza y frecuentemente depresión. Por el contrario cuando la persona piensa y siente que puede llegar a controlar, o modificar, el suceso vital estresante, la experiencia subjetiva del estrés, el grado de alteración producido y en consecuencia la reacción biológica al estrés es menor, aunque pueda no existir control real alguno.
Aunque las relaciones entre estrés y enfermedad nos puedan resultar claras en la práctica clínica, no por ello se pueden establecer relaciones causa-efecto. El estrés producto del suceso vital, por sí mismo, no tiene por qué ser práctico para predecir una enfermedad, ya que existen factores estresantes que son acontecimientos prolongados a lo largo de la vida y no tiene porqué ser en sí mismos causantes de enfermedad, (defectos físicos asumidos). De igual forma se puede dar el caso de sucesos que produzcan cambios no patológicos, y que en sí mismos si resulten estresantes (juegos de azar).
Se puede confirmar que hay una relación existente entre sucesos vitales y diferentes patologías, relación alta o baja, pero positiva y comprobable mediante estudio, aunque esto en la práctica clínica sea difícilmente demostrable, puesto que la sintomatología clínica no es un derivado inmediato sino que es producto de la relación existente, ya que no podemos olvidar que el estrés es un constructo interrelacional, físico, psicológico y social, en consecuencia se puede afirmar la correspondencia entre un suceso vital estresante y el origen de un buen número de patologías.
Así es el enfoque de los sucesos vitales el que ha gozado históricamente de una mayor aceptación científica como factor etiológico, tanto de la enfermedad mental como somática, en comparación con los estresantes pertenecientes a las otras categorías. (Kanner, Coyne, Schaefer y Lazarus, 1981).
Ya vimos con anterioridad al hablar de los desencadenantes del estrés los diferentes estresores, los múltiples corresponden con los sucesos vitales, cambios significativos que se hallan fuera del control de las personas y que afectan solo a una de ellas o a una unidad pequeña. Es el nivel mezzo de Chiriboga.
El nacimiento de un hijo o la muerte de un ser querido, amenaza de la propia vida, accidentes graves, enfermedades terminales y situaciones difíciles (divorcios, quiebras familiares…), pérdida del puesto de trabajo o someterse a un examen importante. Actúan directamente sobre la persona, son los sucesos vitales (life events). Son las crisis de la vida: acontecimientos que por su naturaleza generan una situación permanente o apenas reversible; que cambian drásticamente el entorno de una persona y, con ello, su experiencia de la vida; que constituyen o pueden constituir crisis de transición y a veces de crecimiento.
Suceso vital son hechos o sucesos relevantes en la vida de las personas que éstas reconocen como importantes para su cambio evolutivo. Un suceso vital mayor (conocido como life event o life change), suele definirse como una experiencia objetiva, discreta y observable que altera el funcionamiento usual del individuo, provocando en este una necesidad de reajuste (Sandín B. 1999).
Son cambios que provocan reacciones psicofisiológicas, que por su naturaleza necesitan un reajuste a todos los niveles, que pueden influir en sus comportamientos posteriores y en la forma en que afrontan determinadas situaciones, y en consecuencia pueden derivar en una mayor probabilidad de enfermedad.
Un suceso vital conlleva un cambio en todos los aspectos de la persona, y su potencial estresante está determinado por la calidad o cantidad de cambio que supone, reacciones a las que la literatura se refiere como “sucesos vitales estresantes”, desde el contexto bio-psico-social, y son referidos a eventos habitualmente ordinarios o extraordinarios, relacionados con las relaciones interpersonales y la estructura social ( familia propia y de origen, salud, educación, vida laboral, economía, residencia…).
La característica en común de todos estos sucesos es que conllevan algún tipo de cambio y readaptación, sea emocional, cognitiva o conductual.
Dentro del concepto contextual-dialéctico el cambio evolutivo es producto de los acontecimientos externos que van modificando el estado del organismo a lo largo de las etapas de desarrollo. Reese y Smyer (1983) citan los siguientes:
-El contexto o espacio vital (hogar, escolar, comunidad),
-El dominio, sea de naturaleza biológica, de naturaleza psicológica, o del entorno donde se produce (cultural, histórico, social).
-Las fuentes de los sucesos, genética, personalidad, ambiente físico, ambiente socio-cultural.
-Los tipos de sucesos vitales, biológicos (enfermedades, embarazo…), sucesos que van determinando el ciclo vital (elección de carrera o compañeros…), ambientales (duelos, quebrantos económicos, pérdidas, desastres naturales…), y sucesos interpersonales como casarse, ser padre, jubilarse, ser abuelo.
Vamos a seguir la perspectiva de Baltes de 1985 donde el autor cita tres tipos de sucesos vitales:
a) Los normativos dependientes de la edad. Se refieren a diferentes tipos de determinantes biológicos y ambientales relacionados con la edad cronológica que afectan, de modo similar, a diferentes personas, acontecimientos relacionados con las diferentes etapas de la vida; nacimiento, niñez, adolescencia, juventud, madurez, vejez. Estos sucesos, cuando no son estresantes, y corresponden con la edad cronológica, son fuente de maduración biológica y de adecuada socialización cuando esta consiste en la adquisición de una serie de roles o competencias normativas relacionadas con la edad.
b) Los normativos dependientes de la historia, consisten en procesos biológicos y ambientales que se producen en un momento histórico concreto, son acontecimientos, sistemas y normas generales, que son experimentados por la totalidad cultural de referencia, en conexión con el proceso social. Las influencias de tipo histórico pueden implicar tanto características ambientales como biológicas, y pueden producir efectos de cambio biológico y social como influencia única con una generación.
c) Los no normativos relacionados con acontecimientos vitales, incluyen sucesos importantes en la vida de una persona particular, por tanto no son generalizables, ni tienen lugar necesariamente en patrones invariables, son únicos e individuales. Acontecimientos y patrones relacionados con actividades laborales (desempleo, promoción laboral), vida familiar (divorcio, muerte de un ser querido o significante) o salud (enfermedades).
Finalmente Baltes, junto con Brim, proponen dos categorías de acontecimientos como síntesis: “sucesos individuales” los experimentados como parte del curso normal de la vida (matrimonio, nacimiento de un hijo…), que ejercen una influencia directa sobre quien los experimenta y secundariamente sobre el contexto significante para la persona, y los “sucesos culturales”que son aquellos experimentados también como parte del curso de la vida, pero que afectan a un gran número de personas (guerras, depresiones económicas, catástrofes naturales…).
En resumen, el suceso vital lo podemos contemplar desde dos ángulos diferenciados, una producto de la propia situación y que corresponde a una situación prefijada, son los estresantes normativos dependientes de edad o de la historia.
Y otro dependiente de la valoración de la persona, que corresponde a los acontecimientos vitales, así la valoración del evento como controlable puede depender más de las características de la propia situación, o al contrario estar supeditado únicamente a la valoración individual y no tener una clara relación con el contexto,
Suceso vital son hechos o sucesos relevantes en la vida de las personas que pueden influir en sus comportamientos posteriores y en la forma en que afrontan determinadas situaciones, y en consecuencia pueden derivar en una mayor probabilidad de enfermedad.
Un suceso vital conlleva un cambio en todos los aspectos de la persona, y su potencial estresante está determinado por la calidad o cantidad de cambio que supone, reacciones a las que la literatura se refiere como “sucesos vitales estresantes”, desde el contexto bio-psico-social, y son referidos a eventos habitualmente ordinarios o extraordinarios, relacionados con las relaciones interpersonales y la estructura social ( familia propia y de origen, salud, educación, vida laboral, economía, residencia…). La característica en común de todos estos sucesos es que conllevan algún tipo de cambio y readaptación, sea emocional, cognitiva o conductual.
El suceso vital estresante actúa sobre la vulnerabilidad de la salud de la persona, es un factor predisponente (por información ya existente en el organismo a través del aprendizaje de vida), o precipitante, (relacionado con un suceso actual o reciente que provoca el desajuste y la bajada de defensas). No cabe duda de que la exposición a un nuevo suceso entra en relación con la información ya conocida por nuestro sistema nervioso central, así el conocimiento de la historia de sucesos traumáticos de infancia y juventud, que han quedado registrados en memoria, entra en contacto inmediato con cualquier suceso, dotándolo de un contenido ya conocido y que queda relacionado ante la nueva experiencia vital.
Es decir, puede existir un estrés latente, no percibido como tal por la persona, que cause perturbación organísmica y derive en enfermedad, y existe la percepción de un suceso como estresante por parte de la persona, que de la misma forma está provocando un desajuste orgánico y puede derivar en un trastorno de salud. No cabe duda de que es importante que la persona pueda predecir y tener percepción de control sobre el evento vital traumatizante para intentar reducir los efectos del estrés, cuando los sucesos vitales son percibidos como incontrolables pueden estar vinculados a sentimientos de indefensión y desesperanza y frecuentemente depresión.
Por el contrario cuando la persona piensa y siente que puede llegar a controlar, o modificar, el suceso vital estresante, la experiencia subjetiva del estrés, el grado de alteración producido y en consecuencia la reacción biológica al estrés es menor, aunque pueda no existir control real alguno.
Aunque las relaciones entre estrés y enfermedad nos puedan resultar claras en la práctica clínica, no por ello se pueden establecer relaciones causa-efecto. El estrés producto del suceso vital, por sí mismo, no tiene por qué ser práctico para predecir una enfermedad, ya que existen factores estresantes que son acontecimientos prolongados a lo largo de la vida y no tiene porqué ser en sí mismos causantes de enfermedad, (defectos físicos asumidos). De igual forma se puede dar el caso de sucesos que produzcan cambios no patológicos, y que en sí mismos si resulten estresantes (juegos de azar).
Se puede confirmar que hay una relación existente entre sucesos vitales y diferentes patologías, relación alta o baja, pero positiva y comprobable mediante estudio, aunque esto en la práctica clínica sea difícilmente demostrable, puesto que la sintomatología clínica no es un derivado inmediato sino que es producto de la relación existente, ya que no podemos olvidar que el estrés es un constructo interrelacional, físico, psicológico y social, en consecuencia se puede afirmar la correspondencia entre un suceso vital estresante y el origen de un buen número de patologías. Así es el enfoque de los sucesos vitales el que ha gozado históricamente de una mayor aceptación científica como factor etiológico, tanto de la enfermedad mental como somática, en comparación con los estresantes pertenecientes a las otras categorías. (Kanner, Coyne, Schaefer y Lazarus, 1981).

Las Crisis Vitales.

Nos trae González de la Rivera las palabras de Shakeaspeare en boca de Bruto: “Hay un flujo y reflujo en los asuntos de los hombres, que, si se toma en la subida, lleva a la fortuna, y, si se descuida, toda la travesía de la vida queda encallada en bajíos y en miserias.” Ante cualquier “asunto” caben dos posibilidades, “fortuna o miseria”, si este asunto resulta además trascendente y perdurable conlleva un proceso de cambio, de inseguridad, y de dificultad y peligro, palabras que nos llevan a conectar con el concepto de crisis.
Así, entenderemos como crisis “una condición inestable, que se presenta en el curso de un proceso, y cuya resolución condiciona y modula la continuidad del mismo”. (Glez. de la Rivera)
Crisis implica transformación, en consecuencia conlleva la sensación de responsabilidad y de riesgo, y viene contenida en un proceso continuo (diario) inestable y transitorio, con una amplia diversidad de de posibilidades emocionales, cognitivas y corporales. Este proceso de crisis va a marcar definitivamente un empeoramiento de la totalidad física y psicológica, o por el contrario, va a provocar un incremento u optimización en constantes vitales y un ensanchamiento de la capacidad de respuesta.
Es un término de inflexión en cualquier proceso, Hipócrates se refería a él como el momento en el que una enfermedad cambia su curso, para bien o para mal. Es un punto de inflexión dentro de la continuidad de un proceso, siendo en un proceso de estrés el detonante que provoca el cambio.
Es un suceso vital que subyace a todos las demás y que en ocasiones puede llegar a ser traumático, la cualidad que lo distingue es la motivación hacia el cambio, la convicción o decisión interna de que es preciso emprender acciones ya que la situación es insostenible y hay que hacer algo para transformarla. Este proceso, en principio imprevisible, carece de lógica interna, lo que origina inseguridad y puede derivar en una sensación angustiosa.
Los seres humanos necesitan entender el curso y desarrollo de sus vidas, necesitan de una lógica interna, sean reflexiones propias o creencias irracionales, y tienden a buscarla en sus vidas, nos dice Víctor Frankl que al hombre lo domina la voluntad de sentido, su esfuerzo y lucha por un sentido continuo y último de su existencia.
Cuando esto pierde sentido aparece el vacío existencial interior, el sentimiento de que la vida ya no tiene ningún sentido, una frustración existencial con falta de motivación por pérdida del sentido de vida, un sentido que marca la pauta del ser. El hombre es responsable de de la realización del sentido específico de su vida personal, pero también es responsable ante algo, sea sociedad, género, conciencia, humanidad o universo, y esta responsabilidad implica tomar decisiones, implica riesgo de error.
De la misma forma el cambio es parte fundamental de la existencia, Confucio dice que “El hombre sabio está siempre atento a la impermanencia de todas las cosas”, la crisis, que es a la vez riesgo y oportunidad, obliga a un replanteamiento vital y a la construcción de un nuevo sentido de vida.
Las estrategias de resolución de problemas y los estilos de afrontamiento habituales no son suficientes para este nuevo factor estresante que resulta ser la crisis, surge en la persona una vivencia de incapacidad, y de desorganización de defensas, una sensación de ser superado por la situación, que puede derivar en un profundo vacío, una sensación de angustia al mirar el futuro, y puede acabar en una renuncia al proyecto vital. Caplan (en Glez. de la Rivera) propone definir la crisis como “un obstáculo que la persona encuentra en la consecución de metas importantes y que no puede ser superado mediante sus estrategias habituales de resolución de problemas”
Las crisis personales, están relacionadas más que con las circunstancias, con una particular combinación de temperamento y carácter, oportunidad y afrontamiento, en estas es más inmediata la vivencia de dificultad, riesgo y peligro, y en esencia conviven con el estrés diario, en caso contrario se convierten en crónicas, y derivan en sucesos vitales más mediatizados por el contexto. Son individuales y sin patrón específico, hay personas que atraviesan una y otra vez por crisis personales que para otros son totalmente desconocidas, “sin embargo, la esencia del concepto está más próxima a la de cambio crucial, significativo o determinante. Procede de la raíz sánscrita skibh- cortar, separar, distinguir, asimilada por la voz griega krisis, decidir” (Glez. de la Rivera, J.L.)

Crisis Normativas.

Las crisis normativas, descritas inicialmente por Erik Erikson, son universales, ocurren en todos los seres humanos de una colectividad o de un contexto determinado, es la parte extrínseca de la experiencia, y, a la par son al mismo tiempo personales, ya que la vivencia intrínseca de cualquier persona es única e intransferible, consubstancial a su único desarrollo psíquico.
La individualidad consiste en una constelación de operaciones intrínsecas insondables por nadie más que la propia persona, que es el continente de su propio contenido. Cada ser humano nace con un conjunto general de potencialidades, tendencias y una base temperamental que conlleva emociones, el todo individual conforma una constelación genética y adaptativa en un continuo proceso. Todo el conjunto va actualizando y dotando de contenido psicológico a la persona, en un contexto social, cultural y del medio ambiente, que van perfilando y modulando el aprendizaje y crecimiento de la persona.
Erikson, psicoanalista en origen aceptó los conceptos de Freud, y creó para cada una de los estadios de desarrollo (oral, anal, fálico) un patrón o modo específico de conducta, enfatizó que el desarrollo del yo es más que el resultado de energías psíquicas interiores, es también social y cultural.
Su creación de las ocho etapas de desarrollo del yo es el centro de su trabajo y lo fue desarrollando a lo largo de su vida, para él el desarrollo sucede de un modo secuencial, y en el caso de que una de las etapas no sea satisfactoria, esto afecta a las etapas que le siguen, y todas ellas reflejan este fallo en forma de un desajuste cognitivo, emocional o social. Es el principio epigenético.
Las etapas corresponden a espacios del ciclo vital en un desarrollo continuo, que va produciendo cambios físicos, instintivos, sexuales y cognitivos que originan una crisis en los momentos de cambio, de la cual surge un crecimiento, un desarrollo hacia una nueva fase o una regresión psicológica y social, para Erikson hablar de crisis es hablar de cambio, él lo refiere así en Identidad, juventud y crisis; “la crisis es un momento de cambio que corresponde a una mayor vulnerabilidad y un potencial elevado, por esta razón es la fuente ontogénica de la fuerza generacional y del desajuste”.
Cada etapa requiere el dominio secuencial de una tarea psicosocial básica y específica a la propia etapa, en consecuencia cada crisis plantea una oposición dinámica entre dos polaridades extremas que han de desarrollarse e integrarse en la edad a la que corresponde la etapa del ciclo de desarrollo. Una polaridad representa la actitud necesaria para la resolución óptima de la tarea crítica y la otra, su fracaso. Debe entenderse como un continuo entre dos extremos, y no como una dicotomía exacta.
Conforme se van sucediendo las crisis normativas durante toda la vida, su integración asegura un mayor crecimiento de la personalidad, y la adquisición de una virtud o cualidad humana básica, que Erikson define como fuerza interna o cualidad activa.
-La primera forma de relación es la boca, el obtener, es cuando el bebe toma lo que se le ofrece y consigue lo que desea, es la etapa nutritiva y corresponde con la polaridad confianza-desconfianza, si el niño no adquiere una confianza básica en esta etapa quedará establecida una desconfianza de base que irá participando en su mundo emocional. La virtud asociada es la esperanza.
-El comienzo de la voluntad trae una segunda etapa que depende del control ejercido por los adultos hacia el niño, si es férreo y rígido frustrará al niño en el desarrollo de sus propios controles internos, al contrario la falta de control parental también derivará en una falla en el autocontrol.
-El niño crece (3/5 años) y desarrolla su iniciativa, su propósito, es más autónomo, y van surgiendo motivación y frustración a la par que la culpa, el niño reprime sus deseos prohibidos y va desarrollando el super-yo para regularse y castigarse, interioriza la autoridad parental y social, y va sentando las bases para la construcción de la moralidad, Erikson nos dice que la resolución de esta etapa conlleva la apertura hacia lo posible y lo tangible, a los objetivos de una vida adulta activa.
-En la cuarta etapa (hasta la adolescencia), se produce la elaboración del autoconcepto como idea y de la autoestima como percepción. Es el momento del aprendizaje de la cultura a la que pertenece el niño, el aprendizaje escolar y los sistemas instructivos y fundamentos sociales de la comunidad. Es el uso del material y las herramientas básicas. Es el desarrollo de la laboriosidad y de la competencia, la sociedad en sus múltiples variantes ofrece al niño modelos de identificación en los que él se proyecta.
-La quinta etapa, la etapa adolescente corresponde con la construcción de la identidad y en polaridad la confusión de roles. “la juventud se preocupa por cómo aparece a los ojos de los otros y en comparación con lo que siente que es” (Erikson). Difícil etapa de cambio entre los papeles adquiridos hasta ahora en la infancia y la cimentación de una identidad para la que todavía no se cuentan con los recursos suficientes, a la crisis que surge en esta etapa Erikson la denomina normativa. Cuando la identidad se va estructurando acorde a la realidad se desarrolla la fidelidad, es la lealtad para con la autoimagen, la propia autodefinición y la ideología que la sustenta, “la fidelidad es la habilidad de sostener lealtades libremente decididas, a pesar de las inevitables contradicciones de los sistemas de valores” (Erikson).
La fidelidad entraña un sentido de pertenencia a los grupos de referencia y pertenencia, y es la piedra angular de la integración del yo. Cuando fracasa este estadio el adolescente queda sin identidad sólida, no sabe cuáles son los roles que le corresponden, está confundido y adopta una identidad difusa ya que no tiene claro el sentido de sí mismo y el lugar que le corresponde en este momento de su vida. Surge la intolerancia para con los otros, la categorización social, el prejuicio y la exclusión.
-La sexta etapa, (21 a 40 años aprox.), tiene la virtud asociada del amor, y corresponde al periodo de intimidad frente al aislamiento. Si la transición del paso anterior, adolescente, a esta etapa, se realiza en armonía, se consolida la identidad que se fue creando con anterioridad, se adquieren compromisos firmes con instituciones y compañeros, relaciones afectivas y sociales, y esto va a implicar acoplarse en el sistema con mayor cota de responsabilidad y compromiso, es la consolidación de la fidelidad. Es el momento del amor genital, amor como placer y comprensión con el otro, y trabajo como sinónimo de realización y esfuerzo, no como sacrificio obligado que conlleve pérdida de libertad o voluntad.
Es la capacidad de establecer y madurar relaciones íntimas desde la fidelidad y la lealtad. Entendiendo por madurez el nivel de estabilidad del auto concepto e identidad psicosocial, de una manera flexible, es decir, formando nuevas estrategias y decisiones y renunciando a otras que ya no cumplen el propósito por el que fueron creadas.
Cuando la transición entre etapas no fue la adecuada, y queda un temor a la pérdida del yo, por experiencias vividas de abandono y frustración, la persona se aísla. Es “el distanciamiento” de Erikson, “la disponibilidad para repudiar, aislar, y si es necesario, destruir aquellas fuerzas y personas cuya esencia parece peligrosa para uno mismo”, respecto al distanciamiento ( Kaplan y Sadock 2008) escriben “Es el resultado patológico de los conflictos que rodean la intimidad, y en ausencia de un sentimiento ético en el que las relaciones de intimidad, competitividad y combatividad están diferenciadas, constituyen la base de las diversos formas de prejuicio, persecución y psicopatología”.
-La séptima etapa (40 / 60 años aprox.) es la de la generatividad, que es sobre la protección para con los propios, la naturaleza, la propia generación y los sistemas sociales y culturales, para esto la virtud que asocia Erikson a este proceso es el cuidado, incide en la importancia de la experiencia adquirida, es la orientación de lo aprendido y el estímulo de lo vivido.
Es asimismo, el tiempo de responsabilidad y compromiso en las relaciones de poder y autoridad. Cuando lo laboral no resulta creativo, y lo social no es placentero, se puede caer en el estancamiento y la monotonía, es un fallo de la generatividad que conduce al estancamiento profundo y puede llevar al fracaso en el desarrollo de la vida en esta etapa.
-La última etapa corresponde a la integridad frente a la desesperación. “La integridad es la aceptación de uno mismo y del propio ciclo de vida, y la aceptación de las personas importantes en la vida de uno mismo como lo que han sido y como lo que son, y que esto, necesariamente, no admite sustituciones. (Erikson)”. Es la aceptación incondicional del propio existir, de ahí que Erikson asocie la virtud de la sabiduría, se ama de una manera más significativa, desde la aceptación incondicional.
Si no se logra esta integración puede surgir la desesperación, o el malestar para con el mundo exterior, prejuzgando lo institucional, victimizando a los próximos, despreciando la sociedad y excluyendo a los “otros”. Ante el disgusto de vida Erikson nos dice que enmascara un temor a la muerte y un sentimiento de desesperanza porque el tiempo ahora es breve.
La perspectiva del ciclo de vida, teoría de la crisis, considera a la personalidad en un equilibrio dinámico, estructurado en base a pautas de adaptación formadas en experiencias previas, pero predispuestas a reorganizarse, ampliar y transformarse para responder a nuevas crisis. La flexibilidad de la personalidad es el grado en el que la persona se encuentra abierta a nuevas experiencias y por su predisposición al cambio interna.
Las polaridades de las diferentes etapas no son principios contradictorios, sino complementarios. “Puede decirse que el desarrollo óptimo y armónico de la personalidad lleva a una madurez flexible y a una flexibilidad madura. (Glez. de la Rivera)”. Ya conocemos que el valor curativo de las crisis reposa en que, si todo sale bien, no sólo ésta será superada, sino que la persona avanzará en su crecimiento y desarrollo personal, mejorando vulnerabilidades o tendencias patológicas.

La Evolución de una Crisis.

Glez. De la Rivera siguiendo a Caplan cita cuatro fases en el desarrollo de una crisis:
• Primera fase: Shock o Impacto agudo. La persona se siente profundamente afectada sin poder afrontar la crisis, y en consecuencia superarla tal como viene haciendo habitualmente ante otros problemas. Se añaden pronto sentimientos de confusión e impotencia, desamparo y desvalimiento al estrés propio de la situación, lo más habitual es que la persona reaccione inicialmente con las pautas características de reactividad al estrés; ansiedad, irritabilidad, hiperactividad y sintomatología somática.
• Segunda fase: Desorganización crítica. Al fallar las estrategias habituales de resolución de problemas, la tensión emocional aumenta, hasta niveles insostenibles. En este estado, diversas actividades pueden ser emprendidas, no para mejorar las cosas o resolver la situación, sino, simplemente, para escapar de ella o para descargar la tensión acumulada. Según empieza a hacerse evidente la insuficiencia de los recursos personales, y su disparidad con las exigencias de la situación, cada vez se hacen más prominentes sentimientos depresivos de indefensión y fracaso, puede acarrear conductas desadaptadas y autodestructivas y episodios emocionales bruscos. Esto llevado al contexto puede derivar en la búsqueda de ayuda, apoyo social, de una manera adaptada a la realidad, o bien quejas persistentes y gritos de socorro atropellados discordantes con la sensibilidad del entorno.
• Tercera fase: Resolución. Ante el impacto de la situación, se despliegan múltiples alternativas, y algunas de ellas pueden tener éxito, puede ocurrir que en un plazo limitado de tiempo, la persona llegue a una formulación de la situación y de sí mismo con respecto a ella, resolviéndose de esta manera la crisis. Pero el desarrollo típico de la misma nos indica que los primeros intentos suelen resultar actos fallidos, y la persona continúa sintiendo una creciente presión interna por hallar una solución. En la búsqueda de salida se estimula la creatividad personal, surgen nuevas estrategias de afrontamiento, y nuevas fuentes de ayuda pueden ir apareciendo en el proceso. Estos momentos corresponden al núcleo central de la crisis, en la que se toma una decisión, positiva, nuevos recursos y crecimiento interno, o bien se cae en la evitación y el retraimiento. A mayor duración en la resolución de la crisis mayor desgaste personal y posibilidad de hacer crónico el estrés.
• Cuarta fase: Retirada final. Si la crisis no se resuelve, bien o mal, en las fases anteriores, se llega a la fase final, que parece en cierta forma análoga al estadio de agotamiento de la reacción general de adaptación de Selye. La retirada puede ser total o parcial, puede provocar desorganización interna, o reestructuración externa. En cualquier caso, la crisis se termina, sea por la muerte de la persona en la situación más dramática, sea por la negación de si mismo que supone la psicosis o la perpetuación de la neurosis, o sea por la renuncia a parte o todo de lo vivido hasta el momento de la crisis y el inicio de una nueva vida.
A pesar de que, en teoría, una crisis se resuelve en un plazo determinado, hay muchos casos en los que la crisis queda fuera de conciencia y de las actividades diarias, aletargada y encapsulada, pero latente y pendiente de solución, al aparecer una nueva experiencia de vida que pueda evocar una crisis pendiente, está activará las situaciones pendientes de resolución, y provocará una reacción conjunta más perturbadora. De hecho, acontecimientos en apariencia intrascendentes pueden desencadenar una crisis porque sirven como activador del problema aletargado, que ya no puede mantenerse por más tiempo fuera de la consideración consciente inmediata.

Estrés Psicosocial. Estrés diario, sucesos vitales y crisis normativas.
Melchor Alzueta. Pamplona, 2.012
Instituto Ananda.