Patricia Rios. Rigido

Guillermo Borja, in memoriam - Paco Peñarrubia

Conocí a Guillermo en Otoño de 1985, cuando Claudio Naranjo le trajo a España por primera vez. Estábamos en Bilbao e íbamos a recibir el primer curso de Eneagrama que Claudio impartía aquí. Sabíamos de Memo a través de Antonio Asín, que ya había trabajado con el grupo mexicano de discípulos de Claudio y nos había hablado mucho de su forma de ser y hacer. En este primer encuentro recuerdo que me impactó su fuerza, su sentido del humor y la libertad con que trabajaba. Quedé fascinado y seducido. Luego vinieron varios grupos con Claudio donde a veces Memo era su ayudante y a veces era uno más de los hermanos. Estuvimos juntos en los Sat, en México, en Italia… Se fue fraguando una amistad profunda, una fraternidad nacida de compartir las enseñanzas del maestro, de habernos mostrado lo mejor y lo peor de nosotros en tantos grupos y en la vida cotidiana, una complicidad en el gozo de vivir y una solidaridad en los momentos áridos y desesperados.
Esta relación de igualdad y simetría siempre estuvo acompañada de un reconocimiento por mi parte de su saber y su poder. Le sabía un “hermano mayor”, más maduro y experimentado y sobre todo con una potencia personal en el trabajo de la que aprendí mucho. Teníamos la misma edad: él cumplió 44 años esta primavera (1.996) y yo los cumpliré en otoño; me decía en broma y en serio muchas veces: “respéteme, que soy unos meses mayor que usted”, casi siempre a cuento de nuestras rivalidades (entre colegas, ante los pacientes y alumnos, ante Claudio).
Son tantas y tan significativas las cosas que nos han pasado juntos que sería interminable comentarlas, para sacar siempre la misma conclusión: que a su lado no cabía lo estático, lo convencional y lo falso, que su contacto era siempre movilizador y transformador, que las más de las veces su presencia contagiaba salud y verdad, por eso era una bendición que creo que compartimos todos los que le hemos conocido y “sufrido”, ya que lo saludable de su relación no estaba exento de conflictos, sino todo lo contrario. A la hora de escribir este perfil en memoria suya, voy a referirme a tres aspectos: su nombre, sus palabras y su práctica.

Memo-Memonio

Memo es el diminutivo mexicano de Guillermo y no tiene el significado peyorativo que le atribuimos en España (“bobo”, “idiota”…). Paradójicamente, pocas veces las palabras han jugado tan certeramente los significados, porque la sabiduría de Guillermo no era ni solemne ni pedante ni intelectualmente complicada, sino más propia del “loco”, del niño inadecuado (y maleducado) porque señala lo que ve, lo que todos niegan por obvio; como en el cuento del rey desnudo. Tenía el buen ojo que no ha sido distorsionado por las convenciones.
Otro juego de palabras era llamarle “Memonio” (creo que fue en Bilbao donde le apodaron así), señalando el otro aspecto, el sangriento, de su buena percepción. De niño travieso a hijo de puta, tenía todas las variantes de denuncia, de la confrontación, de poner el dedo en la llaga y de destapar lo oculto y podrido. Muchas personas quedaron resentidas por esta capacidad de Memo, pero creo que con el tiempo quien más y quien menos ha podido integrar la profunda ayuda que encerraban estas intervenciones, tan agresivas como limpias, tan paradójicamente amorosas por comprometidas. Así es que junto a su parte más demoníaca siempre he visto su parte más inocente, de loco-cuerdo, de idiota de familia porque no comulgaba con el pacto neurótico.

Sus Palabras

Cuando Guillermo hablaba o explicaba sus teorías, su discurso se asemejaba más a Cantinflas que a lo esperado de un profesional de la psicoterapia. Era desconcertante y profundamente divertido y entre ese caos de palabras, gestos, giros mexicanos, amenazas, parodias y provocaciones, brillaban sus perlas, sus frases lapidarias: “EI diablo no sabe para quién trabaja”, decía señalando la subordinación del mal al bien, su peculiar concepto de la autorregulación organísmica, (luego me he enterado que esta frase la utilizaba Oscar Ichazo y seguramente a través de Claudio la escuchó Memo que en cualquier caso la aplicaba muy oportunamente); “La neurosis del terapeuta es la alternativa para la curación del paciente” cabe sintetizar mejor toda la teoría de la contratransferencia? y tantas otras expresiones tan brillantes como certeras.
Otra de sus habilidades era la de poner apodos que eran auténticos retratos caracteriales: cuando salían de su boca uno veía realmente la esencia del aludido. A veces eran adjetivos o imágenes (también insultos) con que definía a aquel con quien estaba trabajando y que denunciaban de la forma más expresiva el juego o la manipulación del momento. Leyendo estos días una biografía del pintor Francis Bacon, me hacía pensar en Memo lo que el crítico de arte John Russell decía de su amigo e1 pintor: “nunca ha terminado un libro malo, nunca ha alimentado una reflexión tediosa y nunca ha efectuado una observación banal. ¿De cuántos de nosotros puede decirse lo mismo?”.

Su Práctica

Guillermo era un gran intuitivo y su práctica de psicoterapeuta era uno de los mejores ejemplos que he visto de seguir el propio olfato hasta el final sin importarle las consecuencias. Trabajando era un felino de ojos atentos, presto al zarpazo o a la caricia. Norberto Levy me hizo ese mismo comentario, viéndole en un taller con Claudio en México: “Memo es como un tigre en medio de la jungla”.
El otro aspecto que me asombraba de su práctica era la creatividad. Siendo tan astuto y rápido, nunca me pareció que echara mano de trucos o estrategias, sino que aquello que estaba ocurriendo tenía el sabor de lo irrepetible y puntual, eran los recursos de alguien muy centrado en el presente. Por eso era inimitable, excepto en aprender de su actitud, un vivo modelo del principio gestáltico de que la técnica es el propio terapeuta. A Claudio Naranjo le he oído decir más de una vez que Guillermo era la persona más parecida a Fritz en su forma de trabajar, así es que era un gestaltista de raza por más que no utilizara ni la jerga ni las técnicas habituales de la Gestalt. En este sentido ilustraba uno de los aspectos del estilo de Fritz que no se ha considerado entre las influencias o las fuentes de la Gestalt y del propio Perls: lo que Claudio ha denominado “neo chamanismo” o el aspecto chamánico de la Gestalt: un intuicionismo que se reconoce como tal y que no se apoya en la doctrina de un corpus teórico sino en el estilo personal, en los recursos, técnicas, imágenes interiores del terapeuta chamán, en el contagio de adentro-afuera, desde la propia peculiaridad que se convierte así en catalizador de la verdad/falsedad del otro y así era la forma de hacer de Memo, más espectacular en su parte confrontativa, sensible y sutil en su lado amoroso, siempre intenso y hermoso en esa intensidad, ejemplizando la propuesta de André Breton en su manifiesto surrealista: “la belleza o será convulsa o no será”.

Paco Peñarrubia
Piedralaves. Agosto 95.
Boletín nº16 A.E.T.G.
Asociación Española de Terapia Gestalt
Febrero de 1.996