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Gary Yonteff - Diagnóstico en Gestalt

Tal vez se pueda pensar que la terapia gestáltica se practica en el aquí y el ahora, en espacios fragmentados del tiempo, en la vivencia del darse cuenta temporal, sin un contexto más amplio en el tiempo, en la identidad personal del paciente, o en su estructura caracterológica, si esto fuera así exclusivamente, la gestalt la ejerceríamos sin diferenciar ni a quien se trata, ni que es lo que se trata. La práctica de la gestalt requiere de una aplicación diferencial.
Cuando no tengo claro el diagnóstico de un paciente, disminuye mi comprensión de él y de su experiencia personal, y por lo tanto, también disminuye la eficacia de la terapia. La gestalt ha sido influenciada por el psicoanálisis, más bien por los neo-freudianos (Rank, Reich, Horney), y los teóricos del análisis que practicaban un modelo de terapia con un mayor énfasis social y una mayor involucración del terapeuta en la relación. No obstante siguieron siendo analistas y mantuvieron cuatro aspectos del sistema analítico, con los que nuestra terapia no está de acuerdo en sus principios básicos:
• “Pensamiento y conducta son determinados por impulsos inconscientes no elegidos, ni fácilmente disponibles en el darse cuenta, salvo con largos procesos de análisis.
• “Siguen basando su trabajo en la transferencia como principal técnica de tratamiento.
• “La principal intervención es la interpretación, siendo lo que se interpreta los aspectos inconscientes de la transferencia.
• “La causalidad lineal, el presente es determinado de manera lineal por los eventos pasados.
La vía humanista existencial opta por:
• Una teoría fenomenológica de la conciencia,
• Una teoría de relación dialogal y
• Una teoría de proceso de causalidad no lineal.
En el proceso lo que tiene primordial importancia es el aquí y ahora, el poder de la conciencia, la singularidad del paciente y la relación que éste establece con el terapeuta como persona, en una interacción creativa y espontánea. La actitud es tratar a personas totales, ya que esta emerge en el contacto terapéutico. La gestalt rechaza el énfasis del diagnóstico en el psicoanálisis clásico, la teoría del inconsciente, la de relación y la de causalidad mecanicista. La autoridad conferida al terapeuta por el análisis, donde éste determinado todo
y tras un largo proceso de análisis, elabora el diagnóstico con el cual informa al paciente, fue desestimada por la gestalt a favor de una convicción donde el crecimiento, los valores, la verdad de la persona emergen de la relación dialogal entre paciente y terapeuta.
Pero no podemos ir de un extremo a otro, hemos de encontrar el equilibrio, no podemos excluir toda categorización o evaluación en aras del contacto y del darse cuenta, hay un terreno intermedio.
Un buen diagnóstico es parte indispensable de cualquier proceso terapéutico, sin que esto conlleve una separación del propio quehacer gestaltico.
Todos los pacientes son distintos y por tanto nos dejamos afectar por sus propias diferencias, y a través del diagnóstico podemos prestar atención a quién es la persona como individuo único y su relación con las características compartidas con otros pacientes. Podemos comprender a la persona única, pero no podremos comprender su unicidad si esta no es comprendida en comparación con otras.
No podemos dejar de diagnosticar, y es mejor hacerlo de una forma bien pensada y elaborada, con una percepción puesta en el darse cuenta, que hacerlo de cualquier manera. Si lo hacemos así corremos peligro de prejuiciar o de imponer criterios o creencias sin sentido alguno para el paciente. Integramos nuestro conocimiento a través de la propia vivencia personal, o a través de la evidencia de la investigación en diagnóstico y tratamiento, y nos nutrimos también de la información de casos de otras corrientes terapéuticas.
El terapeuta gestáltico practica la terapia desde esta perspectiva, pero utiliza cualquier material descriptivo basado en la experiencia que pueda ayudar en su quehacer. Un diagnóstico da información sobre el paciente, permite una mayor atención a la continuidad de la identidad y a su estructura psicológica, permite al terapeuta hacer conjeturas sobre qué es lo que le está pasando al paciente, siendo más coherente en la comprensión y más preciso en sus intervenciones, le ayuda para ir reconociendo y desgranando las preguntas que surgen ante cualquier nuevo proceso, le permite saber que intervenciones y secuencia usar, y al poder relacionar esto con experiencias previas, le permite estar prevenido sobre las precauciones que puede llevar a cabo en función de su experiencia, y le ayuda a darse cuenta de lo que no está obvio, de lo que queda encubierto en la información dada por el paciente.
El diagnóstico es una cuidadosa investigación de los hechos para determinar la naturaleza de una cosa, es una búsqueda de significado, y esto en gestalt es la relación figura-fondo. Figura, formación y proceso de la construcción de un significado. Fondo: La constante del funcionamiento humano.
Un buen estudio fenomenológico de la formación de este proceso en el paciente nos puede llevar a la comprensión de su personalidad, si el fondo o la figura son superficiales, el significado también lo será, si este proceso está circunscrito exclusivamente a la emoción del momento su significado será limitado. Para que el proceso figura-fondo sirva al proceso, hemos de contemplar el momento en conexión con otras figuras más amplias, que sean importantes para el trabajo terapéutico, sin perder de vista el darse cuenta circunstancial del paciente en un momento concreto, no podemos obviar lo inmediato.
El diagnóstico se va construyendo a través del contacto entre paciente y terapeuta, la teoría ayuda a poder establecer donde es más aconsejable incidir en un momento particular del darse cuenta, ya que el momento es parte del todo más amplio de la terapia y de la vida del paciente. En terapia es difícil escapar del análisis o la interpretación, ya que cualquier observación que se pueda hacer en función del momento presente incrementa la información de varias maneras, todo surge de los significados que van apareciendo en la relación, hemos de ser consecuentes con la práctica gestáltica, para lo que debemos estar al tanto de que toda afirmación sea fenomenológica y dialogal, enmarcada en un lenguaje de campo que siempre está en proceso de cambio, y mediante un análisis de estructura clara, es decir no hacer análisis que van sumando, sino que toman en cuenta la estructura del todo, las partes integran el todo.
Así pues, el diagnóstico en gestalt tiene en cuenta la estructura del todo, la transferencia es solo una parte que debe de estar relacionada con la totalidad para tener una estructura clara, por ella misma no explica lo que está pasando en el momento, lo que el paciente actúa y siente, su percepción en el ahora, cómo trae al momento actitudes y creencias del pasado y las ajusta a su conducta actual, cómo refuerza esto su situación afectiva y laboral, etc.
La fuerza del diagnóstico no está en baterías de test o pruebas estadísticas, ni en formulaciones preestablecidas, las cuales ayudan en el reconocer un fenómeno, la fuerza está en el proceso dialogal, en las discriminaciones que van emergiendo en el contexto terapéutico, en el darse cuenta y en la auto regulación de la relación, en la vivencia del fenómeno tal cual es, sin interpretación. Obviamente no hay dos terapias iguales, pero sí hay patrones de rasgos caracterológicos y distintivos que podemos usar para saber en qué se parecen los pacientes y en que no, y esto, que está en la base de la experiencia del terapeuta, le sirve para no partir de cero ante un nuevo proceso.
El terapeuta ha de ser metódico con la elaboración diagnóstica. Ninguna información relevante conductual o dato fenomenológico puede quedar excluida, ya que es reconocimiento de patrones útiles para la tarea terapéutica. Tiene valor intelectual y sirve para investigar sobre el caso, se elabora a través de la constancia, disciplina y humildad en recabar los datos necesarios, y nos sirve para conocer la diferencia entre hipótesis y hechos.
Pero el diagnóstico, siempre imprescindible, no realza la tarea terapéutica en sí, que tiene su discurrir propio, y tiene el peligro de que el terapeuta se dedique más a recabar datos para su diagnóstico que de ocuparse en la observación directa.