Resentimiento y Perdón.
Emma Garde.
El Resentimiento.
Según el Diccionario de la Real Academia Española (RAE), rencor significa resentimiento arraigado y tenaz. Y resentimiento es la acción y efecto de resentirse, y resentirse se entiende como: Empezar a flaquear, debilitarse; tener sentimiento, pesar o enojo por algo; sentir dolor o molestia en alguna parte del cuerpo, a causa de alguna enfermedad o dolencia pasada. También se pude entender como un sentimiento de hostilidad o aversión hacia alguna (s) persona (s) que ha (n) causado daño; odio e impotencia contra la causa de un mal recibido y consumado; consecuencia de la ira.
Scheler define el resentimiento como una reacción emocional ante otra persona o situación, la cual sobrevive y revive repetidamente, penetrando reiterativamente en la personalidad alejándose de la zona expresiva y activa de la persona; va por tanto penetrando cada vez más en uno y cada vez es más intima y el dolor se queda más adentro.
Este constante revivir y sobrevivir de la emoción es distinto al recuerdo, porque es volver a vivir la misma emoción, volver a sentir, re-sentir. También manifiesta Scheler, que el resentimiento es una autointoxicación psíquica, que proviene de la constante inhibición de las reacciones normales frente a lo percibido como humillante y ofensivo. Y que envenena a la persona, una especie de emponzoñamiento psicológico. Para que se de resentimiento, según Scheler, además de la emoción negativa hacia otra persona, hay que experimentar impotencia. Impotencia para expresar sentimientos negativos, para traducirlos en actividad ya por debilidad, ya por miedo.
El resentimiento se nutre de la experiencia de impotencia: la existencia de algún impedimento que limita que manifestemos nuestro enfado, nuestra rabia, que no podamos defendernos frente a una injuria o daño. Es la sensación de que “no hay nada que hacer”, “mejor me callo”,” total para qué, tengo las de perder”.
El rencor produce daño a quien lo sufre, es algo rancio, algo descompuesto, “porque no se usó cuando correspondía”… Y esto es así puesto que, tarde o temprano, la rabia intensa y el odio, paralizan. A veces, a través de una rumiación increíble de pensamientos, que puede durar horas en las cuales no hace nada más que, deleitarse en su odio e ideas de venganza. Si miramos la etimología de resentimiento, nos encontramos que esta palabra viene de “resentirse”, que es “tener sentimiento, pesar o enojo por algo”.
Pero también significa flaquear, debilitarse, como cuando alguien queda “resentido” por un golpe. De modo que estar “resentido” es estar débil. Para Fritz Perls el resentimiento, es la situación inconclusa por excelencia. Si se está resentido no se puede soltar ni seguir adelante. “El rencor es como el perro que muerde y no suelta su hueso, es estar atrapado uno mismo en el pasado, no permitiéndole incorporar lo nuevo ni mirar hacia adelante.”
Resentimiento implica algo que está enquistado, no resuelto. Este sentimiento puede venir de un suceso ocurrido hace meses o incluso muchos años pero que vivimos como si acabara de acontecer. Por lo tanto, el resentimiento es un compañero de viaje durante mucho tiempo. Es, como si el tiempo se hubiera detenido en aquél momento del pasado, en el que irrumpió el dolor. Alimentando el resentimiento hacia quien nos dañó, nos quedamos atrapados en el pasado, sin poder avanzar y liberarnos. El re-sentimiento, es volver a sentir el dolor original una y otra vez.
Nietzsche veía en el resentimiento” una debilidad de la voluntad, que merced a la imposibilidad de responder vigorosamente a lo que ofende o intenta vulnerar, termina por crear en el sujeto una “interioridad” de encono respecto de lo que sea vital y saludable.” El resentimiento no para aquí. La persona resentida hace además una declaración: aquel que cometió la injusticia, pagará por ello. Aparece así el deseo de venganza como subproducto habitual del resentimiento. Ese alguien, que nos ha causado un daño que, consideramos que no se puede reparar y que, juzgamos que no merecemos, merece que le castiguemos.
El resentimiento puede nacer de un deseo de venganza, o de la envidia cuando consideramos que los valores, o bienes que tienen los otros, son la causa de que nosotros no los poseamos. La sensación de no poder alcanzar esos bienes, o, de no poder olvidar la ofensa que nos hicieron, y volver una y otra vez sobre ella, es lo que nutre al hombre del resentimiento.
En el fondo, subyace una enorme sensación de impotencia. Y esta sensación de impotencia, conduce a la trampa de la negación. Lo cuenta de Esopo en la fábula La zorra y las uvas: “Una zorra que tenía hambre, contempló unos racimos de uva colgados de una parra. Quiso apoderarse de ellos, pero no pudo. Alejándose se dijo: “las uvas están verdes””
En el hombre del resentimiento pasa lo mismo, si no puede poseer los bienes o valores que otros poseen, niega que lo sean, es decir, hace su propia trampa, haciendo una inversión de los valores: la “debilidad” se transforma en “mérito”, la “impotencia” en “bondad”, el “no poder vengarse” en “no querer vengarse”. Para Nietzsche, mientras para el hombre noble todo es acción, para el hombre del resentimiento, todo es reacción.
En el resentido, hay una inclinación a la inactividad, a volver una y otra vez sobre la ofensa, o sobre la comparación. La acción del hombre noble, permite el olvido de la ofensa. Pensamos que el comportamiento de la otra persona o las circunstancias, han sido la causa de cómo nos sentimos. Esto nos convierte en víctimas, lo cual, tiene un efecto positivo en nosotros, ya que nos da la tranquilidad de ser los inocentes.
Sin embargo, hay un efecto secundario que hay que tener en cuenta, ser víctimas nos incapacita para la acción, puesto que es el otro el culpable, y por lo tanto, no podemos hacer nada. Así, nos convertimos en esclavos del resentimiento que sentimos por nuestro “agresor”. Estamos enganchados al agresor, pero somos nosotros los que nos enganchamos.
“El resentimiento es la emoción del esclavo, no porque el esclavo sea resentido, sino porque quien vive en el resentimiento, vive en la esclavitud.” Nietzsche, el antídoto del resentimiento pasa por la aceptación. También por ser activos más que reactivos. Y también por la honestidad con nosotros mismos, o sea, por reconocer que las uvas no están verdes, aunque no alcancemos a cogerlas. Tal vez, también por el perdón.
Para Nietzsche” la salud del resentido es aceptar lo hecho como propio y aceptarlo como bueno. La salida del resentido es la responsabilidad en la proyección de su yo y la aceptación de aquello que le es dado como propio, salud para todas las pasiones, cierto es, pero en este caso está muy clara la apropiación del yo, la aceptación del mismo y el trabajo con el perdón.” El resentido vierte al exterior la sensación continua de pérdida, el juicio al mundo, como dueño de su propia sensación de incapacidad y no puede perdonar ni perdonarse, el desvalimiento que le produce cualquier situación, ante la cual, ya hemos visto su propia incapacidad de reacción.
El resentimiento, el deseo de que se haga justicia, el secreto anhelo de venganza, la esperanza de que quien nos dañó se arrepienta y nos compense o que nos pida perdón, nos tiene atrapados y nos mantienen oscilando entre el pasado y el futuro, alejados del momento presente, que es donde continúa el dolor. Cómo percibimos, sentimos y grabamos en nuestra memoria las ofensas, el daño que nos hicieron, depende de nuestra personalidad, de nuestro carácter, de nuestras experiencias, del control que tengamos sobre nuestras emociones, de cómo las gestionemos, de la forma como enfrentamos y resolvemos nuestros problemas y de la decisión, voluntad y esfuerzo que realizamos para cambiar el recuerdo de esa experiencia vivida.
El Perdón.
Durante mucho tiempo, se ha identificado el perdón como un tema religioso, que debe ser estudiado desde la teología, la moral o la filosofía, o por aquellos que tienen unas determinadas creencias religiosas. La concepción religiosa, el exceso de moralismo han sido un lastre, y, han contaminado el concepto de perdón. Es, necesario, bueno, cristiano, perdonar.
En los últimos años el concepto del perdón ha ido adquiriendo cada vez más importancia, tanto a nivel social, político, como terapéutico. El perdón ha suscitado el interés de especialistas en diferentes campos como la psicología, política, derecho, sociología y filosofía, sin el secular marco ético-religioso. Así, han abundado las investigaciones centradas en la psicología del perdón, desvinculándolo de enfoques morales o religiosos, y esto, ha permitido, tomar conciencia de la relevancia del concepto de perdón, de su potencial terapéutico y de los beneficios que puede aportar a la salud y el bienestar de las personas.
Perdonar no es aceptar o tolerar la injusticia o eliminar la rabia contra las injusticias; no es olvidar, comprender o excusar el daño sufrido. Tampoco es hacerse uno bueno ni lograr una reconciliación. No es tolerar, ni piedad, ni misericordia, ni indultar, ni disculpar, ni cerrar los ojos como si algo no hubiera ocurrido (negación). No es poner la otra mejilla.
El perdón es un proceso psíquico que tiene una doble configuración: una dimensión interpersonal (es un gesto interpersonal y por tanto exige la presencia de una relación entre el “agresor” y su víctima); y una dimensión intrasíquica (requiere la necesaria elaboración en esa dimensión para que se pueda solicitar y dar). Abarca, por tanto, una faceta afectiva, es decir que tiene que ver con los sentimientos y afectos en la mente de las personas, y luego tiene esa faceta interpersonal, ya que afecta a algo que se ha producido en una relación determinada, condicionada por la ofensa, el daño.
El perdón no depende tan solo de la voluntad, sino que es el resultado de un largo esfuerzo, más que, de una decisión de hacer algo, es más una actitud y una disponibilidad vital. Uno no dice te perdono, y ya está. El perdón llega, si llega, tras un determinado proceso psíquico y un laborioso esfuerzo mental. Es, este proceso interno personal, de elaboración del dolor y abordaje de los conflictos internos, lo más valioso.
En muchas ocasiones ese acto del perdón no se llega a alcanzar. Pero lo importante es el proceso y la ganancia psíquica que proporciona. No es un acto de la voluntad, sino un estado de conciencia, una profunda comprensión de que, lo importante es, no generar más sufrimiento. Perdonar es un acto de liberación psicológica, de apertura a la realidad del dolor.
El perdón es el proceso de hacernos protagonistas y no víctimas, asumiendo la responsabilidad de nuestras emociones, sustituyendo la re-acción por la pro-acción. Un perdón que descansa en la aceptación del otro en su legitimidad, aun cuando no nos gusten sus comportamientos y aun cuando tomemos medidas para impedir que sus acciones nos hagan daño.
Perdonar es soltar todo lo que nos está impidiendo responsabilizarnos de nuestro dolor. No es un acto externo, de condescendencia, dirigido hacia quien nos dañó, sino un acto personal e íntimo. Es asumir, que el daño ya está hecho, y que, ni el resentimiento, ni que nos pidan perdón, va a cambiar los hechos, ni va a aliviar nuestro dolor. Seguimos creyendo que quien nos daño es quien debe reparar el daño y aliviar nuestro dolor. Pero cuando somos capaces de darnos cuenta de que eso no va a ser así, nos rendimos a la realidad y podemos ocuparnos del dolor.
Cuando nos hacemos responsables del dolor, permitiendo que el dolor sea, y lo vivimos con conciencia, estando plenamente presentes, acogiéndolo, en lugar de haber más sufrimiento, empieza a sanarse el dolor. Cuando perdonamos, no liberamos a nadie de su responsabilidad por el daño causado. No tenemos tanto poder, eso es cosa suya. Cada uno es responsable de sus acciones, se arrepienta o no, pida perdón o no.
No es el perdón que absuelve al culpable, tampoco el perdón que finge que todo está bien, que nada ha ocurrido, menos aún, el perdón que alimenta nuestra aureola de superioridad y santidad. Se trata de perdonar para trascender las circunstancias y vivir sin el peso de los asuntos pendientes. Permanecer en la identidad de víctima nos impide ocuparnos de nuestro dolor y del presente, perdonar es soltar la identidad de víctima.
El enganche en la victimización supone estar enganchado al pasado. Al perdonar, permitimos que el daño quede atrás, en su sitio: en el pasado. De nada sirve mantenerlo en el presente si ya no lo podemos cambiar. Nos libera de la dictadura del pasado y de la inmovilización que supone el mantenimiento del rencor y del odio, y, nos posibilita mirar hacia el futuro.
El perdón no implica olvidar lo que ha pasado. El olvido es un proceso involuntario que se irá dando, o no, en el tiempo. A veces, creemos erróneamente que el que perdona, se debe olvidar y no sentirse enfadado por lo ocurrido. El perdón, no supone justificar la ofensa que se ha recibido ni minimizarla. La valoración del hecho, podrá ser negativa e injustificable, aunque no se busque justicia o se desee venganza.
Perdonar no es olvidar que nos han dañado, sino asegurarnos de que el resentimiento y los recuerdos no nos impiden ocuparnos del dolor. El dolor es lo único que pertenece al presente. El único lugar donde podemos sanarlo es aquí y ahora. Esa es nuestra labor y nuestra responsabilidad.
Se puede perdonar, pero ese perdón no obliga, ni conlleva, una reconciliación. Perdón y reconciliación son dos conceptos diferentes aunque se encuentran relacionados. Perdonar o pedir perdón son opciones personales que no necesitan de la colaboración de la otra persona. Sin embargo, la reconciliación es un proceso de dos. El perdón, es inestable, fluyente, se ha de renovar una y otra vez, en la medida en que las circunstancias, por nuevas agresiones, nuevos daños u ofensas desencadenan nuevos episodios de odio y resentimiento, que inicien a un nuevo proceso de perdón. El perdón se consigue, pero se pierde y se debe iniciar una y otra vez.
Referencias Bibliográficas.
Enright, Robert D. Forgiveness is a Choice: A Step-by-Step Process for Resolving Anger and Restoring Hope
Droste, Klaus “Resentimiento y psiquismo”
Goleman, Daniel “Emociones Destructivas”
Goleman, Daniel “Inteligencia Social”
Levy, Norberto. “La sabiduría de las emociones.”
Temas de psicoanálisis, 7 -José Luis Lillo – Sobre el perdón y la reconciliación: Perspectiva psicoanalítica
www.Institutoananda.com “Resentimiento y resentimiento social”
http://www.academia.edu.com “Capacidad de Perdón como fortaleza humana. Revisión teórica del concepto.”
Resentimiento y Perdón.
Emma Garde.
Pamplona diciembre 2014