La Vergüenza
Goretti Murillo Vera
Junio 2.014
“Toda forma de amor no correspondido, genera vergüenza”
Qué es la Vergüenza.
Es difícil definir la vergüenza, más que nada, porque es un sentimiento donde nadie quiere quedarse. Encuentro que hay sentimientos como la tristeza, la culpa en las que somos más permisivos. Digamos que nos fastidian, pero podemos tenerlos. Sin embargo uno ha de pasar por la vergüenza de puntillas, sin hacer ruido, y además, es un sentimiento muy penalizado por la persona que lo padece.
Probablemente, la mejor explicación de porqué no se conoce mucho sobre ella o no hay mucho escrito, sea la respuesta natural de las personas a las experiencias vergonzosas: encubrirlas y escapar de ellas. Lo último que desean las personas profundamente afectadas por la vergüenza es hablar acerca de este sentimiento. Con frecuencia esconden su vergüenza hasta en la terapia, y prefieren hablar de su ira, tristeza o miedos. Es muy difícil admitir los sentimientos de vergüenza. Y es igualmente difícil confrontar a otros con ese sentimiento. El resultado es que los individuos se aíslan de otras personas en el momento en que más las necesitan: cuando se sienten muy desgraciados o avergonzados.
La vergüenza tiene una serie de correlatos físicos, como el enrojecimiento, o la imposibilidad de sostener la mirada, sensación de calor en el rostro, aceleración del pulso, sensación de vacío en el estomago y en el vientre. La manifestación conductual, es la busca de huida y ocultación, y por último, a nivel cognitivo existen una serie de pensamientos irracionales que denigran a la persona, y la categorizan como inferior a lo que le rodea. Ejemplos de estos pensamientos, pueden ser, no sentirse merecedor de algo, sentirse, malo, despreciable.
Las personas que viven muy apegadas al sentimiento de indignidad, desarrollan una ceguera importante, a percibir el mundo externo. Es como si mirasen a los demás, y no les viesen. Les transforman en espejos, donde se reflejan constantemente sus supuestas torpezas. Han transformado al público en crítica. Llama la atención el hecho de la evitación de la mirada. El vergonzoso, no ve, por lo que continuamente está a merced de sus fantasías.
Otra característica importante es la creación por parte del individuo de un yo ideal inalcanzable, rebosante de perfeccionismo. Dicho yo les impide continuamente estar en lo que se es, y se busca constantemente un debería ser. Señalar también que para el vergonzoso, la idea de inadecuación es global, apenas puede señalar que es lo que hay de malo, de forma concreta, dentro de él. Lo reemplaza, por un sentimiento vago, de que algo es malo en el.
El Ciclo Vital de la Vergüenza.
En general, la mayoría de los autores creen que la vergüenza tiene su origen en una edad previa a la memoria clara, en los primeros esfuerzos y experiencias interpersonales del niño. Me ha llamado la atención, observando niños y niñas en los últimos meses, lo pronto que se comienza a tener vergüenza, a esconderse detrás de los padres o las madres ante alguien con quien no se suele estar habitualmente…
El ser humano progresa a través de una serie de distintas fases evolutivas (infancia, niñez, adolescencia, madurez y vejez). La vergüenza aparece potencialmente en cada una de ellas. Los seres humanos además progresan a través de encuadres interpersonales: la familia de origen, la escuela, el grupo de amigos, el trabajo, la cultura más amplia y la familia de procreación. Dado que la vergüenza puede experimentarse durante cada fase evolutiva subsiguiente y a través de la red social, cada vez más amplia, la vergüenza es un fenómeno del ciclo de vida.
Infancia.
Comienzan las primeras vergüenzas cuando se acerca un adulto que no es ni su padre ni su madre y a quien no reconoce. Por falta de autonomía no se reconoce a sí mismo frente al otro. Es en ese tiempo cuando se aprende la confianza, la autonomía y la seguridad, que le son aportados especialmente en la relación su madre. La falta de apoyo o comprensión pueden suscitar un sentimiento de vergüenza que afecte a su identidad primaria.
Además, los primeros enfados por parte de los padres, pueden ser potentes activadores de la vergüenza. Ésta se vive como una ruptura en el yo o en la relación (“¿ya no te gusto?”). No significa que no haya que reñir, si no que hay que volver a activar el puente interpersonal a través de abrazos, gestos si son muy pequeños, o más adelante con palabras explicativas. Esto les da.
Niñez.
En esta fase, surge el descubrimiento de lo social y también de las comparaciones. El niño desarrolla capacidad de evaluación, de emitir juicios de valor, de formar su opinión. El niño toma conciencia del lugar que ocupan los otros. Tras la caída de los padres, el niño se siente aterrado. Descubre otra clase de vergüenza con relación a aquéllos. Al comparar, el niño toma conciencia de las diferencias de status y de las relaciones de dominación. Búsqueda de reconocimiento continúo. El niño tiene miedo al desprecio de los demás, se vuelve sensible al juicio del otro, y puede avergonzarse de sí mismo.
La activación de la vergüenza en esta etapa puede ser intencional, como método de control utilizado por los padres. Pautas de interacción que tejen la tela del yo dentro de la familia, e incluso pueden formar un sistema familiar basado en la vergüenza. La utilización de frases como las siguientes pueden potenciar la vergüenza: “¡qué vergüenza me das!, ¡Vergüenza me daría hacer eso!, ¡Me avergüenzo de ti!, ¡me has decepcionado!”, u otros tipos de descrédito como insultos o cualquier acción que tienda a empequeñecer al niño (muchas veces camuflados desde el humor). Reprochar de forma acusatoria, desdén, muestras de desprecio, humillaciones, presión de éxito o altas expectativas de realización… Pero todo ello, además de en la familia, se dan también en el colegio, con el grupo de iguales o en los grupos de amigos.
Adolescencia.
En esta época se produce una rápida magnificación de la vergüenza. Es un momento de inestabilidad y cambios profundos. Hay cambios físicos y madura el instinto sexual. Todos estos cambios llaman la atención sobre el yo y lo exponen a la vista. El afecto de vergüenza explica muchas perturbaciones del funcionamiento del yo que aparecen: torpeza, tosquedad, retiro interior para reducir la visibilidad, ataques de rabia inesperados y frecuentes…
Muchos fenómenos de tipo paranoide comienzan a aparecer en esta edad son en realidad manifestaciones de la vergüenza. Los adolescentes se sienten expuestos, vistos, escrutados, se notan abiertos a las miradas. Los adolescentes se sienten como si los demás pudieran verlos por dentro, dándose cuenta de sus faltas o defectos o pudieran quizá leer sus pensamientos. Así es como se siente la vergüenza en lo interior.
Las relaciones entre varón y hembra son un nuevo contexto para la vergüenza en esta época. La propia intimidad activa cierto grado de vergüenza. Influye el cómo se haya vivido en las fases anteriores la vergüenza respecto a la sexualidad, para intensificar dicha vergüenza en la adolescencia. La vergüenza puede tomar un significado más amplio en este momento: inferioridad. La adolescencia es un periodo de vulnerabilidad general ante la vergüenza. Las condiciones para que se produzcan escenas de magnificación de vergüenza están presentes; en un clima de vergüenza, la vergüenza se magnifica.
Madurez.
Existen cuatro potentes generadores de vergüenza en la edad adulta.
A.-La impotencia: cualquier situación de la vida que arrebate el sentido de control interior lo convierte virtualmente a uno en impotente. La derrota, el fracaso, el rechazo y la pérdida garantizan de este modo una perpetua vulnerabilidad ante la vergüenza. Esta impotencia en cualquiera de las áreas de seguridad de la persona, puede dar lugar al estrés.
B.- La vocación: el fracaso en la vocación aparece en muchas modalidades distintas (pérdida de trabajo, fracaso en los sueños profesionales…). La asociación entre vergüenza e inferioridad queda particularmente amplificada en una colectividad que gusta del éxito. Todos tenemos un sueño, pero cuando éste se tuerce y no llega a ser como queremos o hubiésemos deseado, quedan activadas la impotencia y la vergüenza. La sociedad actual está basada en un guión de competencia para el éxito. Cuando los logros son la fuente principal y la medida de la propia estima, el fracaso crea inevitablemente un vacío dentro del yo.
C.- Las relaciones: cuando una relación se pierde, en general se asocia con la pena y la aflicción, pero también predomina la vergüenza. El fracaso en las relaciones, especialmente cuando se repite, activará la vergüenza. También el estar decepcionado o desanimado en la relación. Cualquier suceso que frustre un sueño en las relaciones, tiene el poder de activar la impotencia y la vergüenza. El fracaso matrimonial o el divorcio, pueden ser causas poderosas de vergüenza. Una fuente adicional de vergüenza es el reconocimiento público del fracaso.
D.- Envejecer: la decadencia del aspecto, de la función corporal y de la vitalidad se vuelven progresivamente fuentes de vergüenza en cuanto proceso del envejecimiento. La decadencia corporal es experimentada como una pérdida, y la pérdida activa la pena y aflicción y la vergüenza. Finalmente, la vergüenza puede aparecer ante la muerte, ese símbolo universal de la impotencia última del hombre.
Vergüenza y Culpa.
La culpa es un sentimiento, que suele confundirse con la vergüenza. La culpa se establece cuando la persona ha roto algún tipo de código que rige a un sistema social. Dicho código puede hallarse de forma implícita o explícita. Yonteff habla que si “la sanción por la culpa es el castigo, la sanción por la vergüenza es el destierro, o el aislamiento”. Para Ronald y Patricia Potter-Efron, a diferencia de la vergüenza, que está en el ser, la culpa esta en el hacer. Ambas pueden aparecer juntas, formando un círculo vicioso. Por ejemplo a la hora de independizarse de sus familias, las personas sienten culpa, por la ruptura, y a la vez pueden sentir vergüenza, si están fracasando en su proyecto de independencia.
Son emociones producidas por una valoración negativa frente a uno mismo. Sin embargo el grado en que una y otra afectan a la percepción de uno mismo es muy diferente. La vergüenza tiende a ser un sentimiento de “no ser suficiente” en la totalidad del sí mismo, se produce cuando no se alcanza un ideal, una meta. La culpa es el sentimiento que acompaña a la experiencia de hacer algo malo, herir a alguien, violar algún código moral o legal. La palabra culpa se utiliza con mayor frecuencia cuando la experiencia real es el temor al castigo o resentimiento frente a los “debería” y a las experiencias introyectadas, autoimpuestas o bien impuestas por otros.
La culpa aparece en relación al daño provocado a otros y/o a transgresiones a las formas de sexualidad y agresión permitidas en esa cultura en particular. Los sentimientos de culpa se manifiestan incluso en impulsos sentidos, aunque éstos no sean expresados. Liberarse de la vergüenza es difícil, puesto que el perdón o la reparación no son posibles, no logran hacerle sentir a uno suficientemente apto y digno de ser amado.
Culpa introyectada: cuando la culpa se basa en la introyección tiende a ser exagerada, es decir, la exploración fenomenológica demuestra que no se ajusta a la situación, y corresponde más a un resentimiento. Esta experiencia es más el temor a una acusación que un sentimiento plenamente desarrollado de responsabilidad o culpa personal. Se asocia generalmente a una lucha de poder interpersonal, especialmente con figuras de autoridad, especialmente conflictos tipo perro de arriba-perro de abajo. La introyección y la proyección influyen poderosamente en este proceso. La culpa neurótica se puede aliviar la base introyectada del código infringido, llevando al darse cuenta el resentimiento y la rabia, deshaciendo las proyecciones, movilizando un canal para que la agresión se exprese hacia el ambiente y permitiendo la aparición de un código basado en la auto -regulación organísmica.
Culpa auténtica: cuando es culpa existencial, y no está basada en la vergüenza, la conducta que induce la culpa generalmente desaparece. A menos que las condiciones sean inusuales, las personas con un sistema valórico maduro no mantienen una conducta que genuinamente consideren equivocada. La culpa auténtica se puede aliviar con la confesión, el arrepentimiento, la reparación y el perdón.
En nuestro viaje personal, a menudo nos encontraremos con ambos sentimientos. Es fundamental no huir de ellos, ya que dicha huida impide quedarse en la experimentación, y en la asunción de responsabilidad. La vergüenza y la culpa son estados que lo mismo pueden servir para crecer, que para bloquearnos. Las dos nos dan una salida. Es posible que la de la culpa sea el asumir la responsabilidad sin mortificarse, y la de la vergüenza sea la de asimilar lo que soy, aceptando mi diferencia.
Vergüenza y Orgullo.
El opuesto polar de la vergüenza es el orgullo. La persona orgullosa de sí misma tiene un sentimiento bueno, brillante, cálido, confiado. Mientras la persona que tiene vergüenza quiere esconderse, la persona orgullosa hincha el pecho como diciendo: “mírenme, estoy bien”. La reacción a la vergüenza es contraerse y esconderse, mientras que la reacción al orgullo es expandirse, ser oído y visto. En casos extremos, el orgullo puede ser un asunto de grandiosidad narcisista.
En tales circunstancias, el orgullo no está bien apoyado, no se basa en una apreciación completa de qué es la persona y no se ajusta bien a sus actuales logros y debilidades. Más aún, en el caso de grandiosidad de las personas narcisistas, el orgullo va a acompañado del desprecio de otros. Esto no está necesariamente presente en todos los casos de orgullo.
A veces, cuando las personas comienzan a sentirse orgullosas, reaccionan con vergüenza o culpa, ya que se les enseñó que el orgullo es malo y que sólo los individuos maleducados son orgullosos. Se educa generalmente a las personas para que eviten aparentar arrogancia o superioridad. Con el esfuerzo de desterrar esas cualidades particulares de los niños y adultos, el mismo orgullo ha quedado vinculado a la vergüenza.
El orgullo y la vergüenza tienen en común que implican soledad, repliegue sobre sí mismo e imposibilidad de comunicar con el otro de un modo recíproco. El orgullo proviene de una forma de amor insatisfecha. En reacción ante la extrema humillación de ser malquerido, la persona procura defenderse y reconstituirse mediante una afirmación desmesurada de sí mismo.
El orgullo es también el medio para restaurar el Yo, reencontrar una dignidad perdida, reubicar al ideal del yo sobre un pedestal, volver a encontrar razones de gloria. Para resolver la vergüenza es fundamental desarrollar una capacidad autoafirmadora dentro del cliente. Esta capacidad de afirmarse a sí mismo se traduce en tener estima de sí, valorarse, respetarse y tener orgullo de sí. La capacidad de afirmarse uno mismo tiene múltiples fuentes, y el orgullo es una de ellas. Pero también deriva de poder abrazar activamente todos los diversos y contrapuestos aspectos de uno mismo. Poseerlos como partes inherentes que son de un yo integrado, es el único camino para aceptarse a sí mismo.
La Vergüenza Como Emoción Sana y Creadora.
Cómo reconducir la vergüenza para hacer de ella una emoción constructiva, una emoción capaz de guiarnos en la jungla de la vida. De vergüenza se sana atreviéndose a mostrar. El primer obstáculo es el hecho de que la vergüenza provoca vergüenza. A más aislamiento y ocultación, más necesidad de aislarse y ocultarse. Enfrentar la vergüenza implica, como todo crecimiento, valor y riesgo, el de dejar al descubierto, ante los ojos de uno mismo, el cumulo de sentimientos desagradables que encierra: odio, rechazo, desprecio, inseguridades, con todo el dolor, miedo, rabia e ira que van a acompañarlos. Cognitivamente supone reconocer, concretar y señalar aquellos ideales que nos hacen sentir imperfectos e inadecuados. A partir de allí, y sabiendo que no son más que juicios negativos interiorizados, asumir la responsabilidad de que hoy por hoy, son nuestros, son producto de nuestra propia creación. Esto quiere decir recuperar el control personal: dejamos de optar por despreciarnos después de comprender que somos responsables de ello. Esto implica detenerse, respirar, cesar en la huída y sentir. Es el conocido “acéptate a ti mismo”: perdónate, permítete ser digno, aprende a decir no a las presiones del entorno, cuídate y escucha tus sensaciones.
La vergüenza como emoción es necesaria. Es más bien tener el valor de asumir la forma peculiar en su belleza propia, y dejar que flores diferentes crezcan a los lados.
Bibliografía:
Proceso y diálogo en psicología gestáltica. Gary Yontef
Psicología de la vergüenza. Gershen Kaufman
Morirse de vergüenza. El miedo a la mirada del otro. Boris Cyrulnik.
Las fuentes de la vergüenza. Vincent de Gaulejac.
Artículo “Vergüenza profunda, corrosión interna”. Víctoria Fernandez Puig.
Película “Shame”. Steve Mcqueen.