LA VERGÜENZA DESDE LA PERSPECTIVA GESTALT.
Silbia Etxarri Irisarri.
Pamplona, Julio 2.015
“La conciencia y la capacidad de soportar emociones no deseadas, son la conditio sine qua non para una curación con éxito” (Fritz Perls) “El emocionarse que se adquiere en el crecimiento en la relación con los padres, con otros adultos, con otros niños y con el mundo no humano circundante genera la calidad del espacio relacional, el modo de vivir la intimidad” (Humberto Maturana)
Emoción En Terapia Gestalt.
Perls, Hefferline y Goodman, en el libro: “Terapia Gestalt”, afirmaban lo siguiente sobre la definición de emoción: “La emoción es la consciencia inmediata e integradora de la relación entre el organismo y el entorno. (Es la figura en primer plano de varias combinaciones de propiocepciones y de percepciones). Como tal es una función de campo. Si a esta propiocepción se le añade la consciencia del entorno, ya sea en la imaginación o a través de la percepción de algún objeto o de alguna persona con la que se puede estar enfadado, inmediatamente surge la emoción con toda su fuerza y claridad.
De modo contrario, en una situación emocional, la emoción no es sentida hasta que se acepta el correspondiente comportamiento corporal: ya que es cerrar el puño cuando se empieza a sentir rabia. Las emociones toman el control de la fuerza motivacional de los deseos y de los apetitos, ya que la motivación, definida por su referencia objetiva es de modo más fuerte.
Las emociones son los medios de lo cognitivo. Lejos de ser obstáculos para el pensamiento, son informaciones únicas sobre el estado del campo organismo-entorno y son irremplazables. Son nuestra manera de hacernos conscientes de la pertinencia de nuestras preocupaciones: la manera en que el mundo se presenta ante nuestros ojos. Como algo cognitivo son falibles pero se las puede corregir, no dejándolas de tener en cuenta: sino viendo si se las puede desarrollar hacia sentimientos más estables que acompañen la orientación deliberada, por ejemplo pasando del entusiasmo al descubrimiento, al convencimiento, o de la lujuria al amor” (vol. II, pp. 232)
La Emoción De La Vergüenza.
La emoción de la vergüenza presenta tres aspectos centrales: la exposición del yo, la mirada de desprecio y la retirada. La vergüenza se activa cuando el sentimiento de disminución, que puede estar oculto, pasa a ser figura. Una mirada crítica es enfocada en mí por mí mismo, por el otro o por cómo yo imagino que el otro me ve. Y esto cuando es intenso, lo sentimos de forma profunda e hiriente, paralizándonos y apoderándose de otros pensamientos y sentimientos.
Cuando nos sentimos expuestos y “vistos” o “mal vistos” ocurre que se nos “cae la cara de vergüenza”, se eleva la conciencia del rostro, nos sonrojamos, dejamos caer la cabeza, tartamudeamos o desviamos la mirada. La consecuencia de todo ello es una mayor visibilidad del yo que se siente abierto, como transparente, visto en sus más íntimos detalles y defectos. Aquí es donde aparece el aspecto ambivalente de la vergüenza: por un lado nos hacemos más presentes para el otro y para nosotros mismos, nos sentimos expuestos; y por otro, al mismo tiempo queremos desaparecer. Tenemos el rechazo y a la vez parece que nos exponemos a provocarlo de manera involuntaria.
Cuando la vergüenza aparece, sentimos la necesidad de ser reconocidos y apoyados en ella, rápidamente, para poder integrarla en la relación. Sin embargo, lo más frecuente es que sintamos vergüenza de la vergüenza y pongamos en marcha maniobras defensivas que la oculten. Cuanto más vulnerables nos sintamos o más significativo sea el otro, más intensa será la emoción o el impulso de ocultarla. En relación con los otros se produce una disminución del contacto y la comunicación; así como un aumento de la autoconciencia (crítica y parcial).
Esta autoconciencia teñida de negatividad se dirige hacia un escrutinio crítico del yo en la búsqueda de lo que falla o falta; a veces, puede venir acompañada de ansiedad, relacionándose en este caso, más con el miedo. Es así como se convierte en un maltrato íntimo, un daño que nos causamos a nosotros mismos, agrediéndonos o interiorizando una agresión externa. El proceso puede terminar en la ruptura con uno mismo y con el otro. La vergüenza tóxica apunta al núcleo de nuestra identidad. Nos deja solos, sintiendo que el enemigo está en casa y recordándonos que no somos dignos de aceptación, respeto y afecto
La Vergüenza y la Culpa.
Son dos afectos en muchas ocasiones difíciles de diferenciar. La diferencia reside en que la culpa tiene que ver con el hacer algo específico que juzgamos condenable. La vergüenza remite al ser: “no ser como debiera ser” para poder recibir la aceptación del otro. Este “debería ser”, puede referirse a conductas o características concretas, expresa cómo nos sentimos inadecuados sin saber muy bien por qué. El movimiento de la vergüenza se dirige hacia la retirada interior o la parálisis. Nos sentimos amenazados de ser excluidos y privados emocionalmente. Escondemos lo inaceptable para adaptarnos al grupo, algo que, paradójicamente provoca aislamiento y alienación. Desde la culpa esperamos una sanción y la reparación de la falta con respecto al otro. Una vez cumplido esto, podemos restablecer el contacto. En la vergüenza sentimos que tenemos que restaurar nuestro ser, lo cual es fácil que vivamos con impotencia: “el antídoto de la vergüenza es la aceptación, así como el perdón lo es de la culpa”
El desarrollo de la vergüenza a través de los estadios psicosociales de Erikson
1º Estadio psicosocial: Infancia.
La mirada aparece como un asunto central en la vivencia de la vergüenza, como lo es en los primeros meses de vida. El contacto visual entre madre e hijo expresa el interés mutuo y proporciona el estímulo que conduce a la satisfacción de ambos. Según Erikson, en esta primera etapa el niño encuentra satisfacción en un vínculo que, si se mantiene, desarrolla la confianza, la esperanza y la suficiente tolerancia en las situaciones de frustración o conflicto.
En esta primera etapa, la vergüenza se desarrolla en la relación díadica y de fusión con la madre. Podemos señalar dos motivos. Uno sería, una pérdida de contacto y sostenimiento de la madre ante la frustración del bebe (el niño empieza a interpretar sus expectativas como algo malo). Otro sería, la “absorción” por parte del niño, de las actitudes de debilidad o vergüenza de la madre.
2º Estadio psicosocial: Niñez Temprana.
Progresivamente con las primeras muestras de separación y diferenciación de la madre, nace una nueva relación con el sentido de sí mismo y la autoimagen. Si a este primer movimiento de autoapoyo, se le suman experiencias de abandono (avergozamiento pasivo) o agresión (avergozamiento activo), se profundiza la sensación de vulnerabilidad y la susceptibilidad a la vergüenza. A partir de los 18 meses aproximadamente comienza esta etapa que, según Erikson, es especialmente sensible a la vergüenza y la duda. Erikson plantea que sin un equilibrio en la polaridad autonomía / vergüenza y duda, se pueden dar comportamientos de “sujetarse en exceso” (rasgos obsesivos o compulsivos) que derivan en vergüenza o “soltarse” en exceso (rasgos impulsivos) que derivan en desvergüenza.
La vergüenza sana o adaptativa saca al niño de su omnipotencia y le ayuda al desarrollo autónomo equilibrado. Se manifiesta ante la experiencia de cometer un error o por la presencia de extraños. Ante el desconocido se siente expuesto en su naciente sentido de intimidad y los síntomas de vergüenza son una señal explícita de la necesidad de estar protegidos y cuidados ante él o por él. Si han desarrollado en etapas anteriores la suficiente confianza, basta con recibir una respuesta de interés y afecto receptivo con la timidez, para que ésta se disuelva con el contacto.
3º Estadio psicosocial: Edad de juego.
El último tramo de la infancia es la época de la iniciativa y de la identidad sexual y relacional. Para Erikson es la etapa de la iniciativa versus la culpa. En esta etapa podemos hablar de la mirada con un sentido nuevo. Ahora existe un fuerte impulso de dejarse ver y mirar al otro; hay una gran curiosidad por la desnudez. Conectando esto en un sentido amplio con el deseo de saber, el niño necesita respuestas sencillas pero claras, estar con la verdad “desnuda”. Si un padre miente y el niño lo percibe, puede sentir que ha preguntado algo indebido y generar vergüenza. En este periodo se dan múltiples escenas en las que puede fijarse la vergüenza, especialmente con todo lo relacionado con la sexualidad.
En esta etapa también se desarrolla la capacidad de simbolización e imaginación. El niño puede fantasear e imaginar situaciones futuras y necesita, a su manera, hacer real lo irreal.
El circuito emocional-cognitivo de la vergüenza es más complejo y se vincula con la formación de la conciencia moral (el superyó), relacionada con el control interno y los ideales de conducta. La vergüenza se estructura en el intento de resolver el conflicto entre impulsos, el placer y el ideal, o entre la realidad externa y las demandas internas. Es así como se van construyendo los ideales teniendo en cuenta qué conductas y cualidades aprueban los padres (especialmente con el padre del mismo sexo) y cuáles valora el niño como parte de lo que son ellos.
Para que estos ideales se ajusten a la realidad, necesita apoyo en sus necesidades y capacidades (congruentes con sus expectativas y aspiraciones). El ideal es como un traje que si es demasiado grande o estrecho o rígido frenará el movimiento espontáneo del niño.
4º Estadio psicosocial: La adolescencia.
Con la llegada de la adolescencia comienza una etapa de inestabilidad y fuertes cambios especialmente sensibles a la vergüenza. Emergen fácilmente asuntos inconclusos de la infancia relacionados con esta emoción. Los cambios corporales provocan un aumento de la autoconciencia y se desarrolla una hipervigilancia con respecto a la mirada exterior. Se siente muy expuesto y fácilmente juzgado. Al igual que con la apariencia, necesita integrar sus nuevas ideas y valores todavía conectados con la duda.
5º Estadio psicosocial: La adultez.
En la etapa adulta la idea que cada uno tenemos del éxito o del fracaso condiciona la vivencia de la vergüenza. Ésta a su vez, está condicionada por un entorno social que cada vez presiona más. Un entorno social en el que hay muchos tabús sobre el dolor y el vacío.
Dinámica de la vergüenza desde la Gestalt.
La Teoría de Campo:
El “sí mismo” (self) se va construyendo a partir de la integración del campo interno (instintos, necesidades, deseos) y el externo (posibilidades de apoyo externo). Apoyándonos en una buena percepción del campo total, vamos buscando las mejores soluciones posibles a nuestra satisfacción (ajuste creativo), potenciando así nuestro desarrollo.
En cada fase del desarrollo aparecen una serie de impulsos instintivos (supervivencia, nutrición, autonomía, conquista-sexualidad), que necesitan de ciertas capacidades internas y condiciones ambientales para poder desplegarse. Con cada reto vital se abre un Gestalt o ciclo organísmico que implica un proceso de conciencia y evaluación interna (necesidades, deseos, temores, debilidades y fortalezas) y externas (que hay o que falta en el entorno).
De ahí que en el entorno familiar sea tan importante fomentar el contacto del niño con sus impulsos y ser receptivo con su desarrollo. La vergüenza aparece cuando la integración entre las posibilidades internas y externas no se produce por humillación, abandono o soledad. Ante esto el niño se inhibe y empequeñece.
Existe una relación directa entre los procesos de identificación con los padres y el desarrollo de mecanismos de introyección (identificación inconsciente con creencias, sentimientos, defensas del prójimo). Los “introyectos” vinculados a la vergüenza aparecen en aquellas escenas de relación parental en las que se dan situaciones de humillación (criticar, ignorar, etiquetar).
Posteriormente estas escenas se incorporan a otras figuras: hermanos, compañeros, profesores etc. Los mensajes que resultan humillantes para el niño se pueden enviar a través de actitudes no verbales (mandatos -como sé fuerte, date prisa, complace- o contramandatos -no molestes, no llores) o atribuciones verbales directas (“¡Deja de hacer el tonto!”, “Estate quieto”).
Con la repetición de escenas como ésta, vamos incorporando material ajeno a nuestro ser auténtico, que aceptamos sin rechistar y con el que nos identificamos. Estas identificaciones nos apartan de nosotros mismos y del sentimiento de nuestros límites.
La vergüenza es un modulador del impulso y un detector de la cantidad de apoyo disponible: En el modelo de Tomkins, la vergüenza es un afecto auxiliar de otros afectos primarios positivos (interés-excitación, disfrute-gozo). Podemos decir que la vergüenza está vinculada a la aparición del deseo o la satisfacción (o el impulso de vida). Así pues, la vergüenza funciona como modulador del impulso, una vez que se activa el ciclo de contacto-retirada o de satisfacción de necesidades.
Conecta los impulsos y necesidades interpersonales con el ambiente. Cuando los impulsos o las necesidades frecuentemente han sido interrumpidas en el niño a través de conductas de abandono o abuso, el niño ha podido sentir miedo (al abandono por ser quien es), tristeza (al corroborar su rechazo) y rabia (por el daño y la frustración al afirmarse en su necesidad). Por ello, cuando aparece el impulso, desconectamos del contacto con ciertas emociones, sentimientos y necesidades, como forma de mantener el vínculo.
Con la repetición de estas escenas y la incorporación de introyectos de las figuras parentales, comenzamos a desarrollar la dinámica de avergonzamiento interno (mandón / mandado = avergonzador, humillador/ avergonzado, humillado). Podríamos entrar así en una espiral de crítica, desprecio o tendencia a etiquetarnos, para así evitar sentir las necesidades insatisfechas. La fantasía es: “si soy como creo que quieren que sea, entonces me satisfarán”.
Fantasía personal muy presente en el proceso formativo y mucha dificultad para llegar a ella porque precisamente se me pedía lo contrario a lo que estaba acostumbrado. Esta dinámica interna crea un registro (emocional – corporal – mental) y una imagen distorsionada y disminuida sobre uno mismo, los otros y el mundo. La creencia central: “algo en mí no es correcto, no hay lugar para mí”, “no pertenezco”, “no soy normal”. Cuando este rasgo es nuclear en la estructura del carácter podemos decir que la persona tiene una “identidad o carácter vergonzoso”.
Desde el punto de vista que W. Reich tiene del carácter, podemos ver la vergüenza como una expresión de la escisión del impulso unitario. (Compuesto por dos sub impulsos básicos: la ternura y la agresividad, que a su vez contienen otros). El sub impulso agresivo (descalificarse, por ejemplo) es vuelto contra sí mismo, oponiéndose a partes del sub impulso tierno (como puede ser mostrar la vulnerabilidad), u otras del propio impulso agresivo (como puede ser ponerle límites al otro). La vergüenza señala que esa escisión está en curso, y éste es su valor, ya que nos da la oportunidad de intervenir en la propia autorregulación.
Desde la teoría gestáltica podemos ver el carácter como acumulación de gestalts inconclusas (fijaciones conectadas con registros de vergüenza-humillación), que se reflejan en forma de tensiones, comportamientos rígidos o fantasías que frenan la conciencia de impulsos, necesidades y emociones. Estos recuerdos o registros de escenas, están en el fondo y pasan a ser figura.
Las fantasías de fracaso y el diálogo interno (averganzador/avergonzado), magnifican la sensación de vergüenza y los comportamientos de sumisón que nos defienden del miedo, la tristeza y la rabia originales. Esto implica la inhibición de un “yo verdadero” o “de la función del organismo”.
Cuando la “identidad vergonzosa” es un rasgo central en nuestro carácter y el sentimiento se presenta de forma repetitiva, esto quiere decir que, de alguna manera estamos intentando resolver las vivencias humillantes del pasado, buscando el tipo de soporte y el apoyo que no pudimos obtener en su momento (cierre de Gestalt inconclusas). La vergüenza es una oportunidad de restaurar una Gestalt inconclusa relacionada con el apoyo y el contacto.
Este es el mensaje ambivalente del rostro, enrojecido, de la vergüenza: la autoprotección (frenándome o frenando al otro) en forma de retirada y la búsqueda de contacto reparador desde la vulnerabilidad. El proceso de hacer desaparecer la vergüenza pasa por la confluencia con el entorno; nos “falsificamos” para ser vistos desde un personaje que responde al deseo del otro, o nos aferramos a otro para mimetizarnos ambos, con lo cual no hay conciencia de mi necesidad ni contacto real.
La confluencia que es mantenida por retroflexiones y represión, se rompe cuando se experimenta vergüenza junto con el deseo o necesidad de contacto que ésta encubre y señala al mismo tiempo. Los confluyentes son dependientes y responsabilizarse de su vergüenza les ayuda a conseguir autonomía.
Tipos De Vergüenza:
1. Vergüenza Adaptativa:
La emoción de la vergüenza funciona como un modulador de la autorregulación organísmica, un administrador del nivel de espontaneidad y autenticidad que estamos dispuestos a poner en contacto con los demás, según éstos respondan a nuestra muestra de vulnerabilidad o necesidad de intimidad. Algunas de sus funciones son:
– Como señal anticipatoria ante una posible ausencia de apoyo que impulsa a rastrear la cantidad y calidad del apoyo.
– Amplifica la conciencia de las sensaciones, emociones, ideas, valores y situaciones que pueden poner en peligro la pertenencia o la autoestima.
– Modera y modula la expresión de las emociones, los pensamientos y la acción de los impulsos. La vergüenza funciona por tanto atenuando o inhibiendo las emociones y afectos positivos primarios: interés-excitación (al comienzo del ciclo), y disfrute-gozo (al final del ciclo), una vez que están activos.
– Frena favoreciendo el planteamiento de la acción: arriesgarnos o pararnos; mostrarnos u ocultarnos; adaptarnos o diferenciarnos.
– Señala que alguien es importante para nosotros. Al mismo tiempo es un estímulo para que esas personas sean indulgentes.
– Abre y envuelve la expresión de ternura y vulnerabilidad.
2. Vergüenza Desadaptativa:
Es la vergüenza internalizada. El sentimiento de vergüenza es desadaptativo cuando aumenta considerablemente la intensidad, frecuencia y duración del mismo. Sus funciones son:
– Engrandecer la vivencia negativa de determinadas situaciones inconclusas
– Frenar o sustituir a otras emociones que pueden poner en peligro la relación o la imagen, y evitar un cambio o una acción deseada.
– Defenderse del registro emocional (histórico) del miedo (al abandono o al rechazo sufrido por ser quien soy), el dolor (por no haber sido aceptado siendo quien soy) y la rabia (por la frustración de la necesidad).
– Evitar situaciones que puedan actualizar las situaciones inconclusas de vergüenza-humillación (evitar que se hagan figura).
– Simbiotizarse, someterse, mantener la confluencia con las figuras parentales para no sentir dolor y rabia, o usar el propio poder en la relación donde se ocupa el lugar de dominado o desvalido. Confirmar la creencia central de “algo en mí no está bien”
3. Vergüenza Y Narcisismo:
Cuando los padres no han tenido suficientemente satisfechas sus necesidades narcisistas, fácilmente estarán dominados por patrones de vergüenza y utilizarán al hijo para que las satisfaga. El orden natural se pervierte y el niño se adapta par no ser abandonado, identificándose con el sentirse necesitado. Los padres pueden proyectar sus figuras parentales o sus ideales narcisistas en el niño. Siendo éste quien tienen que dar amor y admiración al padre o a la madre, o quien tiene que cumplir con el ideal que éstos proyectan en él, de modo que es reconocido por los logros que coinciden con dicho ideal y no por sus auténticos sentimientos. En la paradoja narcisista el niño intenta expresar un amor que evite el abandono pero, de hecho, está siendo abandonado.
La expresión narcisista de la vergüenza en forma de polaridad sería:
– Yo contraído (vergüenza): “Quiero desaparecer”, “quiero ser totalmente dependiente” (que el otro se ocupe de mí). Hay más contacto con el miedo y la tristeza que con la rabia. Funciona la introyección, la retroflexión y la confluencia.
– Yo expansivo (anti vergüenza): “Quiero exhibirme”, “Quiero ser totalmente independiente y autónomo”. Crítica al otro para no sentir la necesidad de contacto y evitar los recuerdos de humillación. Se defiende de la tristeza y el miedo, y tiene más contacto con la rabia. Funciona más con la proyección.
Bibliografía:
CERVERA LOPEZ, C (2007): “La vergüenza”. Revista estudios de Gestalt, nº 1, pp. 70-94
YONTEF, G.: La relación y el sentido del self en la formación en terapia Gestalt. The Gestalt journal. Vol. XX. Nº 1