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El vínculo de apego. Vicky Briongos

El Vínculo De Apego En La Infancia.
Vicky Briongos.

Definición.

El apego es un vínculo entre el hijo y la madre (o persona que le proporciona alimento y bienestar). Su función es garantizar la supervivencia del bebé, que necesita de un adulto capaz de percibir y atender sus necesidades. El apego hace que el niño busque la proximidad del progenitor, al que ve como un refugio seguro. Las conductas de apego del bebé (llanto, búsqueda de proximidad, sonrisa…) son correspondidas con las conductas de apego del adulto (contacto físico, mirada…).
La activación de estas conductas depende de la evaluación por parte del niño de un conjunto de señales del entorno que dan como resultado la experiencia- subjetiva de seguridad o inseguridad. Entre los 6 y los 18 meses, el niño tiene un vínculo afectivo muy fuerte con la madre, y muestra ansiedad cuando se separa de ella. Esta es menor si la madre le cuenta que va a ausentarse y ‘que después regresará. A partir de los tres o cuatro años, disminuye la angustia del niño ante la separación, porque entiende que la madre va a volver.
Finalmente se forma el sentido interno de seguridad del niño, que no necesita de la presencia continua de la madre pará sentirse bien. Las pautas de comunicación e interacción entre padres e hijos, condicionan la seguridad en los apegos en la edad adulta. Si el niño con apego inseguro tiene el apoyo de otras personas, puede afrontar las experiencias de trauma o de pérdida. Si no hay un trabajo posterior, el modelo de apego del adulto probablemente se transmitirá a sus hijos.

Origen, Historia Y Desarrollo Del Concepto.

Según John Bowlby, gran exponente y fundador de la teoría del apego, existe una necesidad humana universal de formar vínculos afectivos estrechos. Bowlby se interesó en el tema a partir de la observación de las diferentes perturbaciones emocionales en niños separados de sus familias. Sus investigaciones lo llevaron a sostener que la necesidad de entablar vínculos estables con los cuidadores o personas significativas es una necesidad primaria en la especie humana.
Tomó aportes de diversas disciplinas. Su contacto con los trabajos de Lorenz sobre la conducta instintiva de patos y gansos en 1951, fue clave. A partir de las observaciones de primates no humanos, se evidencia que el comportamiento del apego se da en las crías de casi todas las especies de mamíferos. La regla general es el mantenimiento de la proximidad por parte de un animal inmaduro a un adulto preferido, casi siempre la madre.
Tal comportamiento, según tos etólogos, tiene gran valor para la supervivencia, ya que brinda protección contra los depredadores. Para Bowlby, es concebido como una clase particular de comportamiento; distinto del nutricio y del sexual. Centrado en estos estudios, entre 1969 y 1980 desarrolló la teoría de apego y pérdida.
El punto central de la teoría está dado en la postulación de una relación causal entre las experiencias de un individuo con las figuras significativas (los padres generalmente); y su posterior capacidad para establecer vínculos afectivos. Nociones corno ansiedad de separación y disposición básica del ser humano ante la amenaza de pérdida, tienen especial relevancia. Sus observaciones de situaciones de separación prolongada, le permitieron clasificar la reacción de los niños en sucesivas etapas:
• Etapa inicial de protesta, caracterizada por una preocupación marcada acerca de la ubicación de la figura de apego, que se expresaba en llamadas esperanzadas y llanto.
• Al cabo de unos días, los niños ‘que continuaban separados atravesaban una fase de desesperación; aparentemente todavía- preocupados por el progenitor perdido, mostraban llanto débil y paulatinamente más desesperanza.
• Etapa de desapego: con el transcurrir del tiempo los niños se volvían apáticos y retiraban todo interés aparente por el entorno. Comenzaban, igualmente, a fijarse en el entorno inmediato, incluyendo las enfermeras y los otros niños. Los niños que llegaban a este estado, evitaban activamente la figura de apego primaria al llegar el momento de un eventual reencuentro, y algunos parecían no poder recordarla.
La teoría incluye conceptos del psicoanálisis, tales como el de medio ambiente facilitador de Winnicott. También incorporó conceptos de psicología cognitiva, -en el sentido que el individuo desarrolla dentro de sí modelos prácticos que representan rasgos del mundo y de sí. Buscaba así diferenciarse de conceptos como “objeto interiorizado”, al que consideraba ambiguo. Sostenía que la modalidad de apego influye tanto en la forma de vincularse, como en los tipos de pensamientos, sentimientos y recuerdos. En el desarrollo de la personalidad se consideran dos tipos de influencias: el primero se relaciona con la presencia o ausencia de una figura confiable quien proporciona la base segura al niño; y el segundo se refiere a la capacidad del individuo de reconocer cuando otra persona es digna de confianza (factores internos). Un buen apego incluye dos aspectos: base segura y exploración. La principal variable se concentra sobre la capacidad de los padres para proporcionar al niño una base segura, y la de animarlo a explorar a partir de ellos. Voy a desarrollar estos dos aspectos y a exponer mi experiencia personal al respecto.

Base Segura.

El ser humano no nace con la capacidad de regular sus reacciones emocionales. Necesita de un sistema regulador diádico, en el que las señales del niño sobre sus estados sean entendidas y respondidas por sus figuras significativas, lo que le permitirá alcanzar así la regulación de esos estados. Sus experiencias pasadas con la madre, por ejemplo, SOL) incorporadas en sus modelos representacionales, a los cuales Bowlby (1973) denominó Modelos de Funcionamiento Interno (internal working models). En esta teoría, un concepto clave es el de sistema conductual, el cual supone una organización homeostática para asegurar que una determinada medida se mantenga dentro de límites adecuados. Es decir, la conducta de apego se organiza por medio de un sistema de control, análogo a los sistemas de control fisiológico que mantienen dentro de ciertos límites las medidas fisiológicas (como la presión ‘Sanguínea). Así, el sistema de control del apego mantiene el equilibrio entre cercanía-distancia respecto de la figura de apego. El sistema de apego, cuyo objetivo -es la experiencia de seguridad, es un regulador de la experiencia emocional. Para Bowlby, la presencia de un sistema de control del apego, su conexión con los modelos operantes del sí mismo, modelos de funcionamiento interno, y de las figuras de apego, constituyen características centrales del funcionamiento de la personalidad.
La salud estará relacionada con la capacidad del individuo de reconocer figuras adecuadas para darle una base Segura, ‘” su capacidad para colaborar en el establecimiento de una relación mutuamente gratificante. Los trabajos de Mary Ainsworth (1978) tuvieron un papel central en el desarrollo de la investigación del apego. Sus observaciones e investigaciones sobre la interacción entre la madre y el infante en los hogares de Kampala, Uganda, y de Baltimore, Maryland, le permitieron diseñar el procedimiento de laboratorio conocido como la situación extraña, donde se observaban las respuestas del infante frente a separaciones muy breves de uno de los padres, y sus posteriores reuniones. Identificó así cuatro patrones organizados de respuestas infantiles: seguro, ansioso/evitativo, ansioso/resistente (ambivalente) y desorganizado, los cuales se relacionan con diferentes tipos de apego.
• El apego seguro se caracteriza porque aparece ansiedad en el niño frente a la separación, y reaseguramiento al volver a encontrarse con, la madre. Supone un modelo de funcionamiento interno de comunicación emocional adecuada con la madre. Esto posibilita el desarrollo del mismo y la exploración del mundo que le rodea) así como la conexión con otras personas. El apego seguro da al niño una sensación interna de equilibrio y le ayuda a regular sus estados corporales y emocionales. En la edad adulta, suelen ser personas autónomas, objetivas y flexibles, que disfrutan de las relaciones. Suelen tener hijos con apego seguro.
• El apego ansioso/evitativo se da cuando la madre rechaza o ignora repetidamente al hijo; éste intenta adaptarse evitando la conexión emocional con ella y muestra poca ansiedad durante la separación y un claro desinterés en el posterior reencuentro con la madre. En la edad adulta, suelen tener una postura de desprecio hacia el apego. Están desconectados de sus emociones, por lo que sus hijos suelen repetir el modelo de apego evitativo.
• En la, categoría ansioso/resistente o ambivalente, el niño genera ansiedad cuando la comunicación con la madre no es constante, y a veces invasiva. Está inseguro y no sabe si puede confiar o no. Los niños con este tipo de apego se angustian cuando la madre se va, pero cuando regresa, están enfadados o esquivos con ella y tienen dificultad en reponerse después. La presencia de la madre y sus intentos de calmarlo fracasan en reasegurarlo, y la ansiedad del infante y la rabia parecen impedir que obtenga alivio con la proximidad de la madre. Son niños que muestran limitada exploración y juego. En la edad adulta; suelen mostrar preocupación e inseguridad hacia el apego. Esto deteriora su capacidad de percibir las necesidades de sus hijos, que suelen desarrollar apego ambivalente también.
• El apego desorganizado se da cuando la conducta de la madre o el padre asusta al niño, o lo desorienta: Este se bloquea, ya que siente el impulso de buscar seguridad en la misma persona que es fuente de temor. El niño- tiene dificultad al regular sus emociones. Los niños con este tipo de apego se muestran contradictorios cuando la madre regresa, pueden ignorarla y después enfadarse.
En la edad adulta, tienen dificultades para mantener el equilibrio emocional y conexión con los demás. Sus cambios bruscos de humor desorientan a sus hijos, que desarrollan el mismo tipo de apego. Se encontró que la organización segura guardaba relación con la sensibilidad de la madre a las señales del infante, mientras que las formas de organización de apego inseguro estaban relacionadas con rechazo materno y falta de predictibilidad de la madre. Para Bowlby, los patrones de apego se mantienen a lo largo del tiempo, es decir que los “modelos de funcionamiento interno” proveen prototipos para todas las relaciones ulteriores, siendo relativamente estables a lo largo del ciclo vital. Los trabajos de Mary Main (1985) se ocuparon posteriormente en correlacionar la conducta del niño en la Situación Extraña con el discurso de los padres. Desarrolló mediciones y construcciones teóricas, basándose en las narrativas de padres y madres sobre sus experiencias relacionales.
La clasificación del apego se basó en la cualidad de los relatos parentales, dando más importancia a los patrones de pensamiento, recuerdos y relatos acerca de relaciones pasadas, que a sus contenidos específicos. Mientras que las personas clasificadas como seguras integran coherentemente sus recuerdos en una narración con sentido, las personas inseguras presentan dificultades en integrar las memorias de las experiencias con el significado de las mismas; a veces tienden a negar recuerdos, idealizando o minimizándolos.
Poniendo el énfasis en el concepto de Bowlby de “modelos internos de funcionamiento” de las figuras de apego”, Mai estableció que la adquisición de la capacidad de mentalizar es parte de un proceso intersubjetivo entre el infante y sus figuras significativas… Éstos pueden facilitar la creación de modelos mentalizantes. Un cuidador reflexivo incrementa la probabilidad del apego seguro del niño, el cual, a su vez, facilita el desarrollo de la capacidad de mentalizar.
Es decir, considera que la armonía en la relación madre-niño contribuye a la emergencia del pensamiento simbólico. En la Entrevista de Apego del Adulto (MI), elaborada por Main, se busca, sobre todo, clasificar el estado mental del sujeto en cuanto a sus vínculos. Los resultados han mostrado que la calidad de la descripción narrativa de una madre sobre sus propias experiencias de apego temprano está fuertemente asociada con la clasificación de apego de su hijo.
Esto dio pie a numerosas investigaciones. Entre ellas, las de Peter Fonagy, quien ha centrado sus investigaciones y desarrollos en la relación entre apego seguro y capacidad de mentalización o (unción reflexiva. Fonagy describe la mentalización como la capacidad para la representación mental del funcionamiento psicológico, en términos de estados mentales. Diversas investigaciones empíricas han correlacionado un apego seguro con la función reflexiva, o sea, que es necesaria la presencia de una figura parental qué pueda pensar sobre la experiencia mental del niño.
Para Fonagy (1998), la función reflexiva es un logro intrapsíquico e interpersonal, que surge en el contexto de una relación de apego seguro. El reconocimiento materno de los deseos del niño, de sus sentimientos e intenciones, le permitirá luego a éste dar sentido a los propios sentimientos y conductas, así como a las de los otros. Es de esta forma que se logra regular la propia experiencia afectiva y se llega a conocer lo que ocurre en la mente de los otros. La capacidad de una madre para la función reflexiva guarda relación con su capacidad para regular, modular y simbolizar la experiencia afectiva, lo cual le permitirá a su vez contener y vincularse con la expresión afectiva de su hijo. Los fallos maternos en delimitar y contener la experiencia afectiva del niño acarrean en éste fallas de regulación e integración. El apego seguro incrementa el desarrollo de la seguridad interna, de la autovalía y de la autonomía.

Exploración.

La relación entre el niño y la madre se inicia antes incluso de que el bebé nazca, mientras crece dentro de la madre. En ese momento, ella es la que preserva la vida misma. Una vez ha nacido, la capacidad mental del bebé para formularse preguntas se desarrolla de forma gradual. Como es natural, la madre se convierte en el primer objeto de fascinación del bebé.
La intensa cualidad de esa primera relación entre el bebé y la madre sé desarrolla con fuerza gracias a la infinita curiosidad -que el bebé puede sentir por ella. Si este tipo de curiosidad intensa puede ser tolerada por la madre y por el bebé, éste se sentirá seguro para llevar su exploración incluso más lejos. Para un niño de un año, el mundo se está ampliando. Ya sea andando o gateando, cuentan con más oportunidades para explorar de una forma independiente.
Lo que en primer momento empezó siendo una fascinación por todo lo relacionado con la madre, puede llegar ahora a convertirse en admiración por todo lo demás. Los padres y cuidadores que son capaces de fomentar esta curiosidad están, al mismo tiempo, promoviendo el desarrollo emocional y psicológico del niño, le están ayudando a moverse y a participar con entusiasmo en el mundo que va descubriendo. Están fomentando que su hijo viva la vida de forma independiente y sintiéndose seguro.
Pero el proceso puede ser complicado. A algunas madres les puede resultar difícil dejar atrás la intensidad de la temprana relación madre-bebé, y puede que vivan la creciente independencia del niño con angustia, como si éste ya no las quiere en la misma medida. Esto puede ocurrir especialmente, con el hijo menor de la familia, que es quizás el “último” bebé en la mente dé su madre. Es posible que el niño perciba el dolor de la madre al respecto y que reaccione siendo menos atrevido de lo que podría ser en circunstancias distintas.
También puede suceder justo lo contrario, que algunas madres vayan recuperando su espacio a medida que sus hijos se van haciendo cada vez más independientes. En este caso, la relación madre-bebé se hará en esta etapa más profunda en un sentido positivo. Si podemos animar a nuestro hijo a explorar el mundo que lo rodea y hacerle sentir al mismo tiempo que puede encontrar seguridad en nuestro amor y atención, crecerá con mayor confianza para realizar cada vez más exploraciones, y esto, inevitablemente empezará con la exploración del hogar.
Es importante adoptar medidas para que la casa sea un lugar seguro) pues si los bebés oyen constantemente “NO” cuando lo único que están haciendo es dejarse llevar por una curiosidad sana, pueden acabar sintiendo tanta ansiedad que incluso pongan fin a sus exploraciones. Puesto que tal curiosidad por el entorno está relacionada con el desarrollo, los padres y cuidadores deben aprovechar las infinitas oportunidades que se les presentan para que la ‘Curiosidad potencial del niño llegue tan lejos como sea posible. Hacia los tres o cuatro años, los niños preguntan constantemente para satisfacer su curiosidad. A los cinco años, la mayoría ha conformado ya ciertas actitudes respecto al aprendizaje, según las reacciones de los padres en torno a sus primeras exploraciones.
Los niños aprenden si es seguro aprender. Cuando un niño es disuadido constantemente de investigar y probar nuevas experiencias, aprende que explorar es arriesgado y a menudo reprime su curiosidad para evitar la desaprobación de sus padres. Si cada vez que se comporta de forma pasiva le llega la aprobación, éste aprende a dejar de lado su impulso de indagar.
Cuando los niños se inician en la escuela, tienen años de aprendizaje por detrás, que han marcado su actitud en este sentido. Si han llegado a la conclusión de que la curiosidad es tabú, no hay entusiasmo por aprender. Los niños necesitan una atmósfera que estimule su curiosidad, además de estar expuestos a una gran variedad de experiencias directas. Esto favorece su desarrollo intelectual, así como la confianza en sí mismos, ya que sólo en esas condiciones puede llegar a conocer personalmente lo que le rodea.

Vicky Briongos Mateo.