Emociones y Salud – Duelo por la muerte de un ser querido
Duelo por la muerte de un ser querido. Montse Martínez
Duelo Por La Muerte De Un Ser Querido.
Montse Martínez.
A lo largo de este trabajo que lleva como título “Duelo por la muerte de un ser querido” haré referencia a todo un entramado de estudios, teorías y opiniones sobre el duelo. Su proceso, factores que influyen en él, reacciones diversas e incluso cómo diagnosticar un duelo complicado, para concluir con mi experiencia personal que es lo que resume, justifica y pone de manifiesto todo lo anteriormente citado, desde una perspectiva completamente subjetiva.
Este trabajo pretende ser el cierre a la formación en Terapia Gestalt realizada en el Instituto Ananda de Pamplona entre los años 2005-2008, y es además la vivencia de un trabajo que fui elaborando durante toda la formación.
Para poder entender el impacto de una pérdida, así como el comportamiento y las reacciones humanas ante la misma, creo necesario comprender cuáles son los lazos emocionales que nos unen a las personas: esa vinculación afectiva intensa, duradera y de un carácter singular que desarrollamos desde el nacimiento y que vamos consolidando a lo largo de toda nuestra vida.
Existen muchos estudios sobre la naturaleza de estos lazos, pero sin duda una de las figuras clave en esta área es el psiquiatra británico John Bowlby. Él desarrolló la denominada teoría del apego, en la que describe y explica la formación, desarrollo y pérdida de los vínculos afectivos desde el nacimiento hasta la muerte. Esta teoría nos ofrece la posibilidad de conceptualizar la tendencia de los seres humanos a establecer fuertes lazos emocionales con otras personas y a entender las fuertes reacciones emocionales que se producen cuando estos lazos se ven amenazados o se rompen.
Para desarrollar su teoría Bowlby incluyó datos de la etiología, de la teoría de control, de la psicología cognitiva, de la neuropsicología y de la biología evolutiva. Se posicionó en contra de aquellos que creen que los vínculos de apego entre las personas se desarrollan sólo para cubrir ciertos impulsos biológicos, como el impulso hacia la comida o el sexo.
Según esta teoría, los apegos provienen de la necesidad de protección y seguridad, se desarrollan a una edad muy temprana, se dirigen a unas pocas personas específicas y tienden a perdurar a lo largo de gran parte del ciclo vital. Establecer apegos se considera una conducta normal, no sólo en la infancia sino también en la edad adulta. El ser humano tiende a la unión, la intimidad y al placer en las relaciones interpersonales.
Estas tendencias son innatas, están predeterminadas en parte biológicamente y se ponen de manifiesto en tres grandes necesidades primarias:
• La necesidad de establecer vínculos afectivos percibidos como incondicionales y duraderos.
• La necesidad de disponer de una red de relaciones sociales: amigos, conocidos y pertenencia a una comunidad.
• La necesidad de contacto físico placentero: actividad sexual asociada a deseo, atracción o enamoramiento.
Estas tres necesidades favorecen la supervivencia del individuo y de la especie. Entre todas, la del apego es la más fuerte y estable a lo largo del ciclo vital. Bowlby estudió la ansiedad de separación a través de la observación de criaturas de dos y tres años que eran apartadas temporalmente de su figura de apego, -normalmente la madre-, mientras duraba su ingreso en una institución y posteriormente estudió su comportamiento cuando regresaban al hogar. A través de estudios experimentales sobre los procesos de vinculación, recogió las reacciones que se producían cuando el acercamiento a las personas queridas se interrumpía. Esta interrupción provocaba una serie de comportamientos que denominó duelo.
Concluye que hay una secuencia de comportamiento que se puede dividir en tres fases:
• -Fase de protesta: Al principio solicita que vuelva su madre y parece esperar tener éxito en su petición. Puede persistir varios días.
• -Fase de desesperación: parece que la criatura se tranquiliza, pero realmente es evidente que está tan preocupada como antes por la ausencia materna y que sigue anhelando que vuelva, pero su esperanza se ha marchitado.
• -Fase de apartamiento: la criatura parece olvidar a la madre, de modo que cuando ésta vuelve a buscarla se muestra desinteresada por ella. e incluso llega a aparentar que no la reconoce.
Según Bowlby, esta secuencia de respuestas, que más adelante desarrollaré, es característica de todas las formas de duelo. Teniendo en cuenta que no sólo nos vinculamos por elección, sino por necesidad, podemos comprender que cuando estos lazos se rompen por el fallecimiento de un ser querido, se produzca una respuesta emocional de gran intensidad. Esta respuesta, aun siguiendo un patrón, como Bowlby y otros autores señalan, variará de unas personas a otras y la diferencia estará condicionada por distintos factores internos y externos que desarrollaré en otro capítulo.
1.- ¿Qué Es El Duelo?- El Duelo Como Proceso.
“Aunque la pérdida de un ser querido es un acontecimiento que no puede escogerse, la elaboración del duelo es un proceso activo de afrontamiento lleno de posibilidades” Attig
La elaboración de las pérdidas es posiblemente un tema central en la existencia humana. “A lo largo de la vida, desde el nacimiento como primera dolorosa separación, bajo la influencia de nuestra cultura, del bagaje gen ético, de nuestro medio social, influidos por nuestra historia personal llena de datos biográficos, viajamos a lo largo del ciclo de nuestra existencia, en un continuo discurrir de vínculos y de pérdidas” (Cabodevilla, 1. 2003).
Efectivamente, desde el propio nacimiento como la primera dolorosa separación, la vida de cada uno de nosotros, de nosotras, es un continuo de pérdidas y separaciones, hasta la última y probablemente más temida, que es la de la propia muerte y la de nuestros seres queridos. Todas las pequeñas o grandes separaciones que vamos viviendo, no solamente nos recuerdan la provisionalidad de todo vínculo, sino que nos van preparando para el definitivo adiós.
Tal como expresa I. Cabodevilla (1999), “Cada pérdida acarreará un duelo, y la intensidad del duelo no dependerá de la naturaleza del objeto perdido, sino del valor que se le atribuye, es decir, de la inversión afectiva invertida en la pérdida. El dolor por la pérdida es parte de nuestra condición humana, de nuestra naturaleza, deuda de nuestra estirpe atada al tiempo y a lo fugaz. “
El duelo es producido por cualquier tipo de pérdida, y no sólo es aplicable a la muerte de una persona. Por lo tanto el proceso de duelo se realiza siempre que tiene lugar una pérdida significativa, siempre que se pierde algo que tiene valor, real o simbólico, consciente o no para quien lo pierde. Sin embargo a lo largo de este trabajo, sólo haré referencia al duelo por la muerte de un ser querido.
La palabra duelo proviene del término latino “dolus” que significa dolor. Es la respuesta emotiva a la pérdida de alguien o de algo. Según Tizón, J. L (2004), “En nuestra cultura, suele referirse al conjunto de procesos psicológicos y psicosociales que siguen a la pérdida de una persona con la que el sujeto en duelo, el deudo estaba psicosocialmente vinculado”.
Duelo para la Real Academia de Lengua Española tiene varios significados: Dolor, lástima, aflicción o sentimiento. Demostraciones que se hacen para manifestar el sentimiento que se tiene por la muerte de alguien. Reunión de parientes, amigos o invitados que asisten a la casa mortuoria, a la conducción del cadáver al cementerio o a los funerales. Hay otro sentido de duelo, al menos en castellano, que hace referencia a desafío, combate entre dos, que algunos autores (Worden y Neimeyer) han querido relacionado con la elaboración del duelo y el desafío que supone la organización de la personalidad del deudo.
El DSM-IV – TR, manual diagnóstico de los trastornos mentales, incluye el duelo entre los problemas adicionales que pueden ser objeto de atención clínica y lo define como la reacción ante la muerte de una persona querida, no atribuible al trastorno mental. Podemos afirmar pues, que el duelo es un proceso normal, una experiencia humana por la que pasa toda persona que sufre la pérdida de un ser querido. Así es que no se trata de ningún suceso patológico. Incluso hay quien sostiene que el duelo por la pérdida de un ser querido es un indicador de amor hacia la persona fallecida. No hay amor sin duelo por la pérdida.
Son varios los autores que describen las características del duelo y consideran que: Es un proceso que va evolucionando a través del tiempo. Es normal: Ocurre siempre que perdemos a alguien o algo al que estábamos vinculado Es dinámico: La persona experimenta a lo largo del proceso cambios en las distintas dimensiones (emocionales, físicas, cognitivas, sociales y espirituales). Está relacionado con el entorno social: El duelo se enmarca dentro de un contexto cultural determinado. Es personal: Cada persona reaccionará de manera individual influenciada por sus características de personalidad. Es activo: La persona tendrá un papel activo en la elaboración de su propia pérdida.
2.- Algunos Modelos Para Comprender El Duelo.
Se han desarrollado numerosas teorías sobre el duelo desde que Freud realizara la suya en su obra “Duelo y melancolía” en 1917. Freud consideró el duelo como una respuesta normal en el curso de la vida: “Todos tenemos pérdidas, todos nos afligimos, todos sobrevivimos”. Para él el duelo es una reacción normal a la pérdida de una persona amada, o a la pérdida de alguna abstracción que ha tomado el lugar de aquélla. Si bien lo consideró un periodo especial de la vida, defendió que no debería ser considerado como una condición mórbida que requiere tratamiento médico, más bien al contrario esto podría llegar a ser peligroso para la persona doliente.
Hace una semejanza entre el duelo y la melancolía y ésta reside en la pérdida del objeto amado, siendo en la melancolía el sujeto mismo, el objeto perdido (su autoestima, auto confianza). El ego llega a empobrecerse y a estar vacío. Se pierde una parte del yo, del mundo interno, de la estructura personal. De acuerdo con esta teoría, el proceso de aflicción es acompañado por un retiro gradual de la energía emocional (libido) del objeto amado perdido.
Debido a que renunciar a esta unión es emocionalmente doloroso, los síntomas de la aflicción pueden ser entendidos como una negación inicial a la pérdida, seguida por un periodo de preocupación con pensamientos de la persona muerta. Durante este periodo los recuerdos son recuperados y revisados, permitiendo así que la unión a la persona muerta o al objeto de abstracción sea gradualmente retirada.
Existe rechazo a dejar el objeto amado, por lo que este proceso de “decathexi” (dejar ir) solo puede ser realizado lentamente, poco a poco. Durante este periodo de “decathexi” la persona pierde el interés por todas las cosas y le invade un sentimiento de desesperanza. El trabajo del duelo es completado cuando el individuo emociona1mente ha liberado la energía, estimulándose para nuevas relaciones.
Lindemann (1944) uno de los pioneros en la investigación del duelo y del que proviene el primer estudio sistemático de la aflicción aguda, reforzó el modelo propuesto por Freud y basándose en observaciones de personas que perdieron a sus familiares de forma trágica, describió los síntomas mayores del estrés somático y enumeró las tres etapas por las que pasan las personas durante el proceso de duelo:
-A la primera etapa la denominó conmoción e incredulidad.
-A la segunda, duelo agudo.
-A la tercera, resolución.
Para este autor el duelo agudo constituye un síndrome que se caracteriza por: malestar somático (síntomas respiratorios, debilidad y síntomas digestivos), preocupación por la imagen del difunto, culpa, reacciones hostiles, desestructuración de la conducta que puede acompañarse de la aparición de rasgos o características del muerto en el comportamiento de la persona doliente.
Otro autor que como Lindemann habló de tres fases en el proceso de duelo fue Therese Rando. En su opinión estas fases son dinámicas, plásticas y variables con fluctuaciones y características individuales.
• Rechazo o Shock. Se caracteriza por el estupor y la negación del deudo a aceptar lo ocurrido.
• Confrontación, en la que el dolor de la pérdida y las reacciones emocionales son muy intensas. En esta fase la persona en duelo se va repitiendo que su ser querido ha muerto, manifestando ira y furor contra todos y contra todo.
• Acomodación, aquí declina gradualmente el dolor agudo y comienza una reinserción emocional y social en la vida cotidiana, en la que, poco a poco el doliente aprende a vivir sin el fallecido.
Bowlby, el autor más importante en esta materia, propuso su primer modelo sobre las etapas del duelo en 1961 basado principalmente en los trabajos de Freud y Lidemann. Originalmente planteó la existencia de tres etapas:
-Añoranza y búsqueda de la persona querida.
-Desorganización.
-Reorganización.
Posteriormente (1969-1980) y como resultado de un trabajo realizado junto con Parkes y Holmes que duró 10 años y en el que observaron a más de 1.200 personas afligidas, describió la etapa de embotamiento. Las ideas sobre el duelo propuestas en estos trabajos, guardan gran similitud con su conocida y ya comentada teoría del apego. En ella Bowlby teorizó que las criaturas forman temprano en su vida un lazo con la figura materna, cuya ruptura lleva a la ansiedad de separación. Los mecanismos para afrontar esta separación serían sustancialmente los mismos que los observados cuando los adultos pierden a una figura amada.
Bowlby se dio cuenta de que el duelo en sujetos sanos dura con frecuencia más de lo que se había sugerido y de que muchas respuestas consideradas como patológicas eran comunes en sujetos sanos. Muchas de estas ‘respuestas las ubicó en las diferentes fases propuestas:
• 1- Fase de Embotamiento o Shock. Caracterizada por el aturdimiento, la negación y la no aceptación. Puede durar un momento o varios días y la persona que experimenta el duelo puede recaer varias veces en esta fase a lo largo del proceso.
• 2- Fase de Anhelo y búsqueda: es un periodo de intensa añoranza y de búsqueda de la persona fallecida, caracterizada por la inquietud física y pensamientos permanentes sobre el fallecido. Puede durar varios meses, e incluso años de forma atenuada.
• 3- Fase de Desorganización y desesperanza en la que la realidad de la pérdida comienza a establecerse. En esta fase la sensación de sentirse arrastrado por los acontecimientos es la dominante y la persona en duelo parece desarraigada apática e indiferente. Suele padecer insomnio, experimentar pérdida de peso y sensación de que la vida ha perdido su sentido.
• 4- Fase de Reorganización. Aquí comienzan a remitir los aspectos más dolorosamente agudos del duelo y la persona empieza a experimentar la sensación de reincorporarse a la vida. La persona fallecida se recuerda con una combinación de alegría y tristeza y se internaliza la imagen de la persona perdida.
Posteriormente, G. Engel levantó la polémica relacionada con la posibilidad de considerar al duelo como una enfermedad. Interpretó la aflicción desde el punto de vista de dos modelos biológicos primarios de respuesta al peligro y asociados con la perdida de objeto. Este autor propuso que el SNC está organizado mediante dos patrones opuestos de respuesta: Reacción de lucha-huida, considerada como el fundamento biológico de la ansiedad que tiene como propósito preparar al organismo para un esfuerzo físico vigoroso y protegerle contra el trauma físico. Sistema de conservación-retirada, considerado como el fundamento biológico de la depresión y el aislamiento. Este sería un estado adaptativo en el que se favorece el reposo del organismo físicamente enfermo, permitiendo la subsecuente recuperación y supervivencia.
Engel consideró el duelo una enfermedad desde el punto de vista de que lo patológico se refiere a un cambio de estado y no al hecho de la respuesta. Consecuentemente con su teoría dividió el duelo en seis estados o fases:
1. Shock e incredulidad: aturdido en principio, el deudo necesita tiempo para procesar el hecho de la muerte.
2. Desarrollo de la conciencia de perdida: el patrón de lucha y huida es activado en términos de impulsos emocionales; llanto, rabia, irritabilidad y culpa como formas comunes de manifestar la angustia.
3. Restitución: los rituales de luto sirven para mantener a la familia y amigos juntos en su esfuerzo de apoyo. El proceso de recuperación se iniciara cuando la realidad de la pérdida es reconocida.
4. Resolución de la pérdida: el aislamiento de otros permite elaborar el trabajo del duelo y al mismo tiempo conservar la energía. El reposo ayudará al deudo a recuperar fuerzas y a moverse hacia una curación más saludable.
5. Idealización: ayuda a reprimir los sentimientos negativos hacia el difunto. Resultado: el proceso total del duelo durará un año aproximadamente.
El grado de culpa, ambivalencia, dependencia, la edad y el número de pérdidas previas afectarían el resultado y el tiempo empleado en la resolución del duelo.
Con Engel y posteriormente con Parkes se afianzó la teoría biológica del duelo. Para Parkes el duelo se asemeja a un trauma físico más que a cualquier otro tipo de enfermedad y 10 consideró como un estresante mayor que tiene profundas implicaciones sobre la salud. El superviviente se encuentra en un estado de enorme excitación que en ocasiones se aproxima al pánico. La situación de pérdida amenaza la seguridad del individuo por 10 que la persona activa un sistema de alarma.
Esta alarma es la respuesta inicial característica para el superviviente cuando una persona querida ha muerto. Este autor describió cuatro fases en el proceso del duelo, y estableció que cada uno de estos estados representa ciertas cualidades del proceso de la aflicción, que más que fijas e inalterables, involucran una sucesión de cuadros clínicos que se solapan y remplazan unos con otros.
La primera sería la del “aturdimiento” que ocurre inmediatamente después de oír la pérdida o minutos más tarde, y duraría de unas horas a pocos días. Este aturdimiento lo ve como algo adaptativo ya que amortigua el dolor y capacita al deudo para realizar los rituales correspondientes. La segunda fase es la de búsqueda y anhelo, se caracteriza por una incapacidad para concentrarse en cualquier otra cosa que no sea la persona perdida.
Durante la tercera fase, llamada depresión, es cuando se reconoce que el comportamiento de búsqueda es infructuoso, predominan sentimientos de apatía y desesperación. El individuo es forzado a aceptar un cambio en su mundo en un intento de sobrevivir. La cuarta, la recuperación, viene cuando las viejas suposiciones y los modos de pensar previos son abandonados.
Parkes (1996) sugirió que la experiencia de duelo da lugar a grandes cambios en el espacio vital del individuo ya que establece vínculos afectivo s con los elementos de su espacio vital y los vivencia como propios. En el duelo, el individuo debe renunciar a los “constructos” acerca del mundo que incluía al fallecido y a él mismo en relación al fallecido, y por lo tanto, ha de desarrollar un nuevo esquema de constructo acerca del mundo acorde a sus nuevas circunstancias vitales.
Con Parkes y posteriormente con Sanders se da el primer paso en una comprensión integrativa del duelo. C.M. Sanders investigadora clínica que ha trabajado en el área de la perdida y el duelo desde 1968, utilizando como base las teorías de los autores precedentes y su propia investigación empíríca, construyó su teoría integrativa del duelo.
El elemento central de esta teoría es el hecho de que cada fuerza psicológica que opera durante el proceso de duelo tiene también un fundamento biológico que determina el bienestar físico del individuo. Tuvo en cuenta patrones de personalidad que influyen en los patrones del duelo y considera además variables moderadoras internas (edad, sexo, apego al difunto, relaciones de ambivalencia, dependencia…) y externas (sistemas de apoyo social, circunstancias y características de la muerte y del muerto, situación socio-económica…). Aportó el concepto de motivación que es lo que hace al deudo pasar de una fase a otra, a pesar de lo doloroso del asunto. Como otros autores dividió el proceso de duelo en cinco fases:
1) Shock o Aflicción aguda.
-Características: Incredulidad, confusión, intranquilidad, sentimientos de irrealidad, regresión y desvalimiento, estado de alarma.
-Síntomas físicos: Sequedad de boca y mucosas, respiración suspirante, debilidad muscular, llanto, temblor incontrolable, perplejidad, trastornos del sueño, pérdida de apetito, manos frías y sudorosas, nauseas, bostezos.
-Aspectos psicológicos: Egocentrismo, preocupaciones con pensamientos del difunto y distanciamiento psicológico.
2) Concienciación de la pérdida.
-Características: Ansiedad de separación, conflictos, exteriorización de las emociones y estrés prolongado.
-Manifestaciones específicas: anhelo, llanto, enfado, culpa, frustración, vergüenza, alteración del sueño, miedo a la muerte, sueños, incredulidad, negación, buscar y sentir la presencia de la persona perdida. Esta fase debido a la intensidad emocional a la que está asociada, resulta una experiencia extremadamente agotadora. La persona en duelo experimenta la necesidad de retirarse y conservar la energía, lo que le lleva a la fase 3.
3) Conservación y retiro.
-Características: retiro, desaparición, apoyo• social disminuido y desvalimiento.
-Manifestaciones especificas: debilidad, fatiga, mayor necesidad de dormir, sistema inmune debilitado, hibernación, elaboración de la pena y cambio. Según esta autora al final de esta fase el doliente elige consciente o inconscientemente en una de estas tres direcciones, seguir hacia delante, continuar como está o morirse.
4) Cicatrización
Esta fase es análoga a la cicatrización de una herida física.
-Características: realización de tareas en las que se asume el control, reestructuración de la identidad y renuncia.
-Manifestaciones específicas: mayor energía, recuperación del sueño y del sistema inmune, perdón, olvido, búsqueda de significado, cierre del círculo y esperanza.
5) Renovación.
-Características: nueva autoconciencia, aceptación de responsabilidades y aprender a vivir sin el difunto.
-Manifestaciones específicas: revitalización, estabilidad funcional. Suministro de las propias necesidades físicas.
La idea del duelo como un proceso de etapas relativamente universales, también la encontramos en la Dra. E. Kubler Ross (1969). Esta autora mencionó la negación, la rabia, la negociación, la depresión y la aceptación como etapas que ayudan a comprender el proceso por el que pasa el enfermo terminal al vislumbrar la pérdida de su propia vida.
Con este objetivo fueron inicialmente propuestas por la autora, aunque también las utilizó para describir el proceso que ocurre en el duelo. Etapas descritas por la Dra. E. Kubler Ross que pueden aplicarse al duelo:
1) Negación y aislamiento: la negación nos permite amortiguar el dolor ante una noticia inesperada e impresionante; permite recobrarse. Es una defensa y pronto será sustituida por una aceptación parcial.
2) Ira: la negación es sustituida por la rabia, la envidia y el resentimiento; surgen todos los porqué. Es una fase difícil de afrontar porque la ira se desplaza en todas direcciones, aún injustamente. Suelen quejarse por todo; todo les viene mal y es criticable.
3) Pacto o negociación: ante la dificultad de afrontar la difícil realidad, más el enfado con la gente y con Dios, surge la fase de intentar llegar a un acuerdo para intentar superar la traumática vivencia.
4) Depresión: cuando no se puede seguir negando la persona se debilita, adelgaza, aparecen otros síntomas y se verá invadida por una profunda tristeza. Es un estado, en general, pasajero y preparatorio para la aceptación de la realidad.
5) Aceptación: quien ha pasado por las etapas anteriores en las que pudo expresar sus sentimientos -su envidia por los que no sufren este dolor, la ira, el enfado y la depresión- contemplará el próximo devenir con más tranquilidad. No hay que confundirse y creer que la aceptación es una etapa feliz. En un principio está casi desprovista de sentimientos. Comienza a sentirse una cierta paz, se puede estar bien solo o acompañado, no se tiene tanta necesidad de hablar del propio dolor… la vida se va imponiendo.
6) Esperanza: es la que sostiene y da fortaleza al pensar que se puede estar mejor y se puede promover el deseo de que todo este dolor tenga algún sentido; permite poder sentir que la vida aún espera algo importante y trascendente de cada uno. Todas estas teorías expuestas hasta ahora, pertenecen a la forma tradicional de entender el duelo, esto es: como un proceso que sigue unas fases. Y, aunque existe una equivalencia solo parcial entre los autores, en todos se da una progresión que lleva hasta la elaboración del mismo.
Actualmente sin embargo, existen también otros autores como Worden, W. (1997) y Neyrneyer (2007) que defienden que el duelo no se trata únicamente de un estado en el que una persona se sumerge tras la pérdida, sino que implica un proceso activo, pleno de elecciones. Para Worden, se trata de un tiempo en el que la persona ha de realizar diferentes tareas a través de las cuales poder ir elaborando la pérdida.
Según Worden es esencial que la persona las complete antes de poder acabar el duelo. Aunque dichas tareas no siguen necesariamente un orden especifico, en las definiciones se sugiere un cierto ordenamiento. Por ejemplo, no se puede controlar el impacto emocional de la pérdida hasta que no se asume el hecho de que la pérdida se ha producido. Puesto que el duelo es un proceso y no un estado, estas tareas requieren esfuerzo y, siguiendo el ejemplo de Freud hablamos de que la persona realiza el “trabajo de duelo”. Usando la analogía de Engel de la curación es posible que algunas personas realicen algunas de estas tareas pero no otras y, por lo tanto, tenga un duelo incompleto, tal como podría tener una curación incompleta de una herida.
Tarea 1: aceptar la realidad de la pérdida.
La primera tarea del duelo es afrontar plenamente la realidad de que la persona está muerta, que se ha marchado y no volverá. Parte de la aceptación de la realidad es asumir que el reencuentro es imposible, al menos en esta vida tal y como la concebimos. La realización de esta tarea es imprescindible para seguir adelante. Aunque esta tarea puede parecer obvia, el desafío (en términos de Neimeyer, 2007) que plantea puede ser difícil de superar. Nos obliga a aprender la lección de la pérdida a un nivel intensamente emocional, a través de una serie aparentemente interminable de confrontaciones con las limitaciones que nos impone el daño que hemos sufrido, la ausencia de nuestro ser querido o la desaparición de un rol valioso que ayudaba a definir nuestra identidad.
Lo opuesto de aceptar la realidad de la pérdida es no creer lo que nos está ocurriendo mediante algún tipo de negación. Negar la realidad de la pérdida puede variar en el grado, desde una ligera distorsión a un engaño total. Otra manera habitual de protegerse de la realidad es negar el significado de la pérdida. De esta manera, la pérdida se puede ver cómo menos significativa de lo que realmente es. La negación proporciona un alivio transitorio de la dura realidad psicológica de una pérdida potencial.
Pero la negación es un problema en sí mismo, cuando, en sus formas extremas, impide una transformación que permita seguir adelante con la vida. Llegar a aceptar la realidad de la pérdida lleva tiempo porque implica no sólo una aceptación racional sino también emocional. La persona en duelo puede ser intelectualmente consciente de la pérdida mucho antes de que las emociones le permitan aceptar plenamente la información como verdadera.
A pesar de que la negación puede a veces ser saludable, cuando ayuda a que la familia mantenga el optimismo, puede resultar perjudicial cuando anula a las personas o las deja impotentes. Las personas en proceso de negación pueden negar que hayan perdido algo o que lo tengan amenazado, y se comportan como si nada hubiera cambiado. Por distintas razones, las personas que niegan que algo esté mal no están preparadas para escuchar la verdad. Se defienden optando, de forma inconsciente, por mantener la situación: “las cosas están como han estado siempre, nada va a cambiar”.
Tarea 2: trabajar las emociones y el dolor de la pérdida.
No todo el mundo experimenta el dolor con la misma intensidad ni lo siente de la misma manera, pero es imposible perder a alguien a quien se ha estado profundamente vinculado sin experimentar cierto nivel de dolor. La negación de esta segunda tarea, es no sentir, bloquear los sentimientos y negar el dolor que está presente. A veces se paraliza esta tarea evitando pensamientos dolorosos.
El objetivo de esta tarea es conseguir que la persona no arrastre el dolor de la pérdida a lo largo de su vida. Es imprescindible para la superación del duelo, que la persona exprese tal como vive y siente sus emociones, sin censuras, por horribles que le parezcan los sentimientos, el deudo debe dejarles espacio y se deben expresar para liberarse de ellos. “Trasmite palabras de dolor, el dolor que no habla murmura en el fondo del corazón y le hace romperse” Shakespeare
Puede haber una sutil interacción entre la sociedad y la persona en duelo que hace más difícil completar esta tarea. La sociedad puede estar incómoda con los sentimientos de estas personas y, por lo tanto, da el mensaje sutil: “No necesitas elaborarlo, sólo sientes pena por ti mismo”, mantente activo, no pienses en ello. John Bowlby dice: “Antes o después, aquellos que evitan todo duelo consciente, sufren un colapso, habitualmente con alguna forma de depresión” (Bowlby, 1980) La expresión de las emociones, ante alguien que escucha, se convierte en una tarea necesaria para la elaboración del duelo.
Tarea 3: adaptarse a un medio en el que él fallecido está ausente.
En general el deudo no es consciente de todos los roles que desempeñaba la persona fallecida hasta algún tiempo después de su muerte. Es entonces cuando tiene que comenzar a desarrollar nuevas habilidades, a desempeñar tares que antes desempeñaba la persona difunta o que desempeñaban juntos. En esta tarea se aprende a vivir sin la persona fallecida, a tomar decisiones por uno mismo, una misma. A pesar del dolor, la vida sigue su propio ritmo y en ocasiones con exigencias importantes. El duelo nos obliga a solucionar los problemas que surgen de la carencia del ser querido. La estrategia de afrontamiento de redefinir la pérdida de manera que pueda redundar en beneficio del superviviente tiene que ver, muchas veces, con que se complete esta tarea de manera exitosa.
Las personas en duelo no sólo se han de adaptar a la pérdida de los roles que desempeñaba antes el fallecido, sino que la muerte les confronta también con el cuestionamiento que supone adaptarse a su propio sentido de sí mismos. El duelo puede suponer una regresión intensa en la que las personas se perciben a sí mismas como inútiles, inadecuadas, incapaces, infantiles o personalmente en quiebra. Mediante la elaboración de esta tarea el deudo también ha de ajustarse al propio sentido del mundo.
Se cuestionan los valores fundamentales de la vida de cada uno, sus creencias filosóficas, creencias influidas por nuestras familias, nuestros pares, la educación y la religión así como por las experiencias vitales. No es extraño sentir que se ha perdido la dirección en la vida. La persona busca significado y, su vida cambia para darle sentido a su pérdida y para recuperar cierto control.
Detener la tarea tres es no adaptarse a la pérdida. La persona lucha contra sí misma fomentando su propia impotencia, no desarrollando las habilidades de afrontamiento necesarias o aislándose del mundo y no asumiendo las exigencias del medio. Sin embargo, la mayoría de la gente no sigue ese curso negativo sino que decide asumir nuevos roles y desarrollar habilidades, a la vez que le va dando un nuevo sentido a su vida.
Tarea 4: recolocar emocionalmente al fallecido y continuar viviendo.
Probablemente nunca se pierden los recuerdos de una relación significativa. Nunca podemos eliminar a aquellas personas que han estado cerca de nosotros, o de nosotras, de nuestra propia historia. La disponibilidad del deudo para empezar nuevas relaciones depende no de olvidar al fallecido, sino de encontrarle un lugar apropiado en su vida psicológica, un lugar importante, pero que deja un espacio para los demás. Las primeras teorías sobre el duelo enfatizaban en la necesidad de retirar “la energía emocional” que se dedicaba a la relación con la persona fallecida para poder reinvertirla en otras relaciones. Sin embargo las investigaciones contemporáneas nos enseñan otras lecciones que nos hacen concluir que lo más acertado sea decir que la muerte transforma las relaciones, en lugar de ponerles fin.
La cuarta tarea se entorpece manteniendo el apego del pasado en vez de continuar formando otros nuevos. Algunas personas encuentran la pérdida tan dolorosa que se hacen la promesa de no volver a querer nunca más. Para que esta cuarta tarea se pueda completar habrá que haber realizado con éxito las tres anteriores. El final del duelo ocurrirá cuando encontremos motivos para vivir, y podamos volver a vinculamos con aquello que la vida nos ofrece, sin olvidar, ni dejar de amar a quien estuvimos unidos, unidas y nos dejó.
Se considera que un duelo está resuelto cuando la persona es capaz de pensar en el o la fallecida sin dolor, lo que significa que consigue disfrutar de los recuerdos, sin que estos traigan dolor, resentimiento o culpabilidad. Sin descartar que pueda sentirse triste de vez en cuando, pero las acepta y además consigue hablar de esas emociones con libertad. Otro signo del duelo resuelto es cuando conseguimos estar inmersos en el ciclo de la existencia, abiertos al fluir de la vida en una apertura a los demás, conscientes de que ello conlleva vulnerabilidad, y hasta la disposición a ser heridos. Dicho de otra manera, cuando la persona recupera el interés por la vida, cuando se siente más esperanzada, cuando experimenta gratificación de nuevo y se adapta a nuevos roles. Cuando la persona puede volver a invertir sus emociones en la vida y en los vivos.
Otro autor contemporáneo destacado es Robert A. Neimeyer (2002). Él considera también el duelo como un proceso activo y aunque su planteamiento es muy similar al de Worden reformula las “tareas” de éste como “desafíos”, añadiendo algunos elementos que lo diferencian del anterior. Estos desafíos a los que la persona ha de enfrentarse, se conseguirán de forma diferente en función de los recursos de que disponga y de la naturaleza de la pérdida. Según Neimeyer estos desafíos no se superan en un orden determinado ni se resuelven todos totalmente para el resto de la vida.
Los desafíos a los que ha de enfrentarse el deudo son: Reconocer la realidad de la pérdida. Además de la tarea propuestas por Worden, Neimeyer añade una segunda dimensión ya que considera que la pérdida se sufre no sólo como individuos sino también como miembros de sistemas familiares, de forma que habría que reconocer y hablar de la pérdida con todos los afectados incluyendo niños, personas enfermas o mayores. Abrirse al dolor. Hace referencia también, al igual que Worden, a la necesidad de reconocer y darse tiempo para sentir el dolor y la pena por la muerte; sin embargo añade también un nuevo matiz ya que Neimeyer se hace eco de las nuevas teorías acerca del duelo que hablan de la necesidad de alternar entre la atención a los sentimientos y la atención a tareas más prácticas.
Revisar nuestro mundo de significados. Tras una pérdida importante es probable que no sólo cambie nuestra vida a un nivel práctico, sino que este hecho nos haga replantearnos todo nuestro sistema de creencias y valores que había sustentado hasta el momento nuestra vida. Reconstruir la relación con lo que se ha perdido. Para Neimeyer la muerte no acaba con las relaciones sino que las transforma, de manera que hay que reconvertir la relación, la cual pasa a estar basada en una conexión simbólica en lugar de en la presencia física.
Reinventarnos a nosotros mismos. Tras una muerte importante podemos recuperamos y llevar una vida totalmente satisfactoria, pero es seguro que no volvemos a ser igual que antes, es pues una ardua labor el encontrar una nueva identidad que encaje con el nuevo rol. Este último desafío está ligado a la concepción de la identidad como algo no únicamente personal sino también social. La realización de las tareas que propone Worden, o los desafíos de los que habla Neimeyer están condicionados por muchos factores internos y externos de la persona doliente que se desarrollan en la continuación del trabajo.
Duelo Por La Muerte De Un Ser Querido.
(Introducción, el duelo como proceso y modelos de comprensión del duelo).
Montse Martínez Oroz.
Pamplona, Octubre del 2.010