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Nerea Eguiluz. Dependencia Emocional

Las relaciones de dependencia emocional
Capítulo 3: Dependencia emocional
Nerea Eguiluz

3.1. Niveles.
En el heterogéneo mundo de las relaciones emocionales se dan cuatro niveles y un quinto supra nivel:
  1. Dependencia:
La dependencia es fuente de sumisión y dolor. Sentimiento de que la otra persona es única en el mundo y que sin ella yo sería incapaz de ser feliz. Significa que estamos perdidos si esa persona se va, nos abandona o muere. No tiene en cuenta que la felicidad es un asunto de responsabilidad personal. En todo caso, uno elige a otro/a para compartirla. Es como ese amor típico del adolescente que se apasiona y fascina al proyectar en su objeto amoroso toda clase de fantasías y bonanzas. Es uno el que depende del otro y sin embargo este permanece ajeno a tal necesidad. Toda relación de amor no correspondida, desde la llamada platónica hasta la habitual entre parejas desequilibradas, refleja un patrón de dependencia. Es lo relativo a una unilateralidad.
  1. Co-Dependencia: 
Dos dependientes juntos. Una relación en la que el control, los celos y los enganches de atracción y rechazo suponen una tónica de ataduras y apegos. Es un nivel que se desenvuelve entre vaivenes de goce y sufrimiento, entre el éxtasis y la rabia, entre la atracción fatal y un detestable rechazo. Un tejido de emociones pleno de celos y controles que generan manipulación y dolor. Se trata de un espacio bipolar en el que el amor y el odio se alternan con cierta frecuencia. En este sentido, hay que recordar que lo opuesto del amor no es el odio sino la indiferencia.
Una persona se siente carente y busca en el otro compensar dicha carencia. Se basa en la idea de querer al otro/a porque se le/a necesita. Con este planteamiento la persona en vez de trabajar para desarrollar dicha carencia, acepta su mutilación y deja que sea el otro a quien se lo aporte. Es como decir que uno de los dos siendo cojo de la pierna izquierda, busca otro cojo pero de la derecha y van dando saltitos, se complementan pero dependen.
Este modelo por su propia estructura adictiva busca cambiar al otro para la satisfacción de las propias necesidades y lo hace desde una manipulación soterrada. En este nivel se siente un inconfesable miedo al abandono y a las contradicciones que se experimentan al sentir confusión en el ámbito de la propia identidad. Estos temores a soltase suelen conllevar grandes dosis de manipulación defensiva, en muchos casos, inconsciente. Amenazas sutiles, chantajes e hipotecas emocionales que se disparan en esa manera de decir y hacer para conseguir otro fines subterráneos que los que aparentemente se están verbalizando.
La co-dependencia se basa en el mito de la “media naranja”. Un mito en el que el uno necesita al otro. Desde la perspectiva dependiente de la necesidad, los roles llegan al extremo que lo que le falta a uno, en vez de trabajarlo y desarrollarlo, opta por aceptar su mutilación y dejar que sea “el otro” el que lo aporte, y viceversa. Desde un punto de vista antropológico, en este contexto se basan las asociaciones más numerosas de pareja de la sociedad agrícola.
Muchos niños educados en la seducción y complacencia a sus progenitores, desarrollan altas dosis de manipulación. Son seres entrenados en la habilidad para hacer que los demás hagan lo que ellos quieren, pero de manera indirecta y nada autentica. Manejan actitudes de victimismo encubierto y “dar pena”; “Lo que me haces sufrir”, “Si no te quisiese tanto, no me causarías tanto dolor”, proclives a soltar una lagrimita ante cualquier frustración ante sus deseos y expectativas acerca de otros. Buscan la aprobación ajena en cualquier proceso de decisión personal. En esta esfera de codependencia, es también frecuente ver a personas que se sienten muy a menudo injustamente tratadas: “Con lo que yo he hecho por ti”, “Desde luego, eso que has hecho es dejarme tirado, no esperaba ese comportamiento”, “Yo creía en ti y me has decepcionado”. Supone no asumir la propia autonomía emocional y transferir dicha responsabilidad a otros/as. Los patrones de relación se modelan de la relación que tienen los padres entre sí, así como de la relación que tiene cada progenitor con sus hijos/as. Alude inconsciente a que el amor conlleva cierta propiedad y que habla de algo muy distinto del necesario factor de vinculación y pertenencia a la familia. El antídoto a la codependencia es el trabajo personal, un desarrollo personal del que se desprenderían frases e ideas de este tipo que de ninguna forma resultarían ofensivas: Cariño, no te necesito para ser feliz, la felicidad no es un asunto de mi propia responsabilidad, sin embargo te elijo para cultivarla y compartirla. Ciento un grandes amores junto a ti, y sin ti también sería feliz.
  1. Independencia: 
Nos habla de la persona no dependiente, haciendo referencia a un desarrollo basado en una sensata autonomía emocional. Vivir la vida sin apegos excluyentes y capacidad para renovarse y auto-gestionarse los niveles de afectividad e intimidad. Son personas que no necesitan negarse a sí mismas para satisfacer las expectativas de los demás acerca de ellas. Personas que se saben completas y auto-referenciadas y no necesitan la aprobación sistemática de los demás. Han aprendido a buscar lo que requieren para su equilibrio y además saben encontrarlo. Personas capaces de llegar a acuerdos, y gestionar su afectividad y las necesidades de su persona. No esperan que les den peces, sino que se saben poseedores de la caña para pescar en la que ponen toda la energía, y nadie les tiene que manipular dándoles el pez emocional del día. Este modelo de desarrollo ha superado la manipulación soterrada y puede vivir la soledad sin sentir ningún tipo de aislamiento. Y es que la soledad y el retiro son una bendición para el alma, pero el aislamiento puede ser enfermizo y patológico.
En realidad el nivel de independencia se basa en el trabajo interior de haber desarrollado e integrado aquellas cualidades que, en principio, nos faltaban para expresar ese androginato psíquico o madurez emocional que tenemos derecho a expresar. Cualidades que cuando son percibidas por alguien que todavía vive en el nivel anterior de codependencia, suelen resultar atractivas y desconcertantes. Ya que desde el factor dependiente nos atrae aquello que nos falta. En el nivel de independencia, sé que busca en el otro un baile de afinidad y un proyecto que puedan hacer común sobre una base de espiritualidad y crecimiento compartido.
  1. Co-Independencia: 
Una relación basada en dos independientes juntos. Dos “naranjas enteras” unidas desde su autonomía e individualidad. Deciden vivir en relación de sumas mutuas, sin ninguna resta. En este escalón, no se produce el tan frecuente temor a la pérdida de amor por causa del triunfo del otro, y por otro lado, el miedo a la pérdida del ser amado ha sido reemplazado por la confianza en la cooperación y el amor genuino. “Permanezco contigo, porque te amo”. Es un nivel para personas que siguen creciendo desde cada cual, sin apegos, y en consecuencia con una gran capacidad de interesarse, enriquecerse y aportarse mutuamente. Como decía Abraham Maslow “la más alta cualidad de un ser realizado consiste en ser independiente de la buena opinión de los demás”.
Esta idea hace referencia a la superación de esa necesidad soterrada de complacer a los demás para que en el fondo “nos quieran”. Sin duda, esa sub- personalidad del “niño complaciente” que desarrollamos en la infancia. En este caso el complacer a la pareja es porque buscamos la satisfacción del otro y eso, sin búsqueda alguna de vuelta, supone un goce para el alma. En este nivel lo normal es que cada miembro de la pareja pueda tener su propio grupo de amigos y que no necesariamente tienen que ser conocidos y colonizados por el otro. Conlleva así mismo que las reuniones familiares que cada uno tenga con su propia familia no tengan necesariamente que ser compartidas con el otro/a. En definitiva, se basa en un profundo respeto y confianza al camino maduro y consciente del otro.
  1. Inter-Independencia: 
Es un supranivel que integra a las parejas formadas en el anterior, y que puede denominarse como inter-independencia. Se trata de una red de relaciones que se encienden y activan cuando la consciencia se enfoca en cada cual, en un presente pleno y sin grietas. La persona es aperspectivista, es decir que está más allá de las perspectivas y está abierta a una red esencial de afectividad y cooperación. Su verdadero compromiso se establece con la calidad de la relación. Se sabe pertenecer a su pareja y familia, pero a su vez se siente integrada en una familia mayor, la familia humana. Un nivel por el que se vive en creación permanente y nadie tapa su soledad porque carece de ella. Un nivel por el que se vive entre vínculos sanos y conscientes de atención, autenticidad y presencia.
Una red de independientes. Una red de relaciones abierta a una red esencial de afectividad y cooperación. Su verdadero compromiso se establece con la calidad de la relación que se es capaz de crear a cada instante. Desde la Inter- independencia se puede vivir la co-independencia como relación integrada en este quinto nivel. No pertenecemos a nadie y, por tanto, no tenemos que dar explicaciones, ni necesariamente mezclar a unas personas con otras.
Este nivel es alcanzado por personas que sienten regocijo del amor, reconocen que lo que aman en realidad no es tanto el apego carnal al rostro o a la forma de ser amado, sino que han llegado a ser conscientes del estado de consciencia que experimentan cuando actúan con dicho ser. Personas que han logrado mantener el enfoque de la atención de forma sostenida. Personas que observan su propia mente y han sustituido la reacción por la respuesta, y que aquietan el pensamiento disperso y sus cadenas asociativas. Seres que experimentan una vivencia constante del momento presente, y que disfrutan de una mente de principiante que todo lo redescubre y que no vive tiranizada con las memorias.
3.2. ¿Cómo Identificar la Dependencia?
Cuando nos planteamos la posibilidad o la duda sobre si somos o no personas dependientes, nos hacemos preguntas y damos vueltas a la mente. Incluso les preguntaremos a los demás: ¿Tú crees que yo soy dependiente? Tras leer los tipos de apego y tras un análisis, he aquí algunos puntos que podrían indicar dependencia: Cuando sentimos que los otros están contentos con nosotros, entonces somos felices.
– Si los demás (familia, amigos, vecinos, compañeros, etc.) nos aprueban, entonces nos sentimos bien y creemos que lo que hacemos merece la pena.
– Si sufrimos un profundo temor porque lo que digamos o hagamos pueda ofender a alguien y e n t o n c e s mejor evitamos los desacuerdos para no ser rechazados.
– Si estamos constantemente anteponiendo las necesidades, deseos y demandas de los demás, a las nuestras.
– Si decimos si, cuando realmente deseábamos decir no.
– Si se pueden dejar someter a las demandas del otro.
3.3. Rasgos del Dependiente Emocional.
El dependiente emocional necesita de su pareja, desea que esté siempre con él y hace lo que sea, incluso someterse y rebajarse, con tal de gozar de su presencia. Su intención principal es la de compensar las carencias afectivas que ha sufrido como si quisiera solucionar un problema no resuelto desde hace mucho tiempo. Pero su actitud es más de aferramiento e idealización que de cariño incondicional; es decir, su intención es que el objeto sirva únicamente de suministro externo de la autoestima. Lo que ocurre es que esa intención se malogra, aunque el dependiente considere que la persona es la indicada para esa función debido a la idealización y sobrevaloración que ha hecho de ella.
Un apoyo adicional a esta hipótesis lo encontramos en la reacción del dependiente inmediatamente después de la ruptura, con el consiguiente síndrome de abstinencia y nostalgia desmesurada hacia la ex pareja. Si en este punto el dependiente comienza una relación con otra persona que reúna las suficientes cualidades para ser su objeto, la pareja anterior pasará al olvido más absoluto. En relaciones de pareja normales se suele atravesar un cierto periodo de tiempo similar al del duelo, antes de poder olvidar completamente a la ex pareja. Este hecho, además de determinadas actitudes invasivas y de deseos de exclusividad del dependiente hacia las personas significativas, nos manifiesta que dentro de la vinculación extrema hacia su objeto el componente de mayor importancia es que éste satisfaga una necesidad afectiva. Es decir, si el dependiente está vinculado excesivamente a su pareja, no significa que la quiera mucho, sino que la necesita mucho emocionalmente.
Los dependientes emocionales son personas que se ubican muy cerca del extremo derecho del continuo, en una vinculación afectiva extrema que al final resultaría patológica y desadaptativa. Obviamente, el dependiente emocional se situaría cerca de la vinculación afectiva extrema especialmente con su pareja, como se manifiesta en la necesidad tremenda que tiene de ella, vinculándose en grados menores con otras personas.
Depender de la persona que se ama es una manera de enterrarse en vida, un acto de automutilación psicológica donde el amor propio, el auto respeto y la esencia de uno mismo son ofrendados y regalados irracionalmente. Cuando el apego está presente, entregarse, más que un acto de cariño desinteresado y generoso, es una forma de capitulación, una rendición guiada por el miedo con el fin de preservar lo bueno que ofrece la relación. Bajo el disfraz del amor romántico, la persona apegada comienza a sufrir una despersonalización lenta e implacable hasta convertirse en un anexo de la persona “amada”, un simple apéndice. Cuando la dependencia es mutua, el enredo es funesto y tragicómico: si uno estornuda, el otro se suena la nariz. O, en una descripción igualmente malsana si uno tiene frío, el otro se pone el abrigo.
  1. Relaciones de Una Persona Dependiente.
Características:
-La relación con otra persona se basa en la necesidad excesiva de aprobación: Vive preocupado por caer bien, incluso a personas que ve por primera vez o desconocidos. Se empeña en lucir una buena apariencia. Expresa de distinta manera sus demandas de atención y afecto: haciendo regalos o favores que no le piden, preocupándose y estando pendientes de los demás, etc. Está lleno de expectativas irreales por su anhelo exagerado de tener pareja: Se llena de ilusión y fantasía al comienzo de una relación, creyendo que ha encontrado a la persona que siempre ha andado buscando o al encontrarse con una persona interesante. Uno de los pocos momentos felices de su vida es al iniciar una relación ante la posibilidad de que eso ocurra.
-Anhela relaciones exclusivas y parasitarias: Siente necesidad continua de disponer de pareja, amigos, hijos, etc. Vive pendientes de ellas, incluso llamándolas constantemente a su trabajo, controlándolas, vigilándolas, queriendo conocer hasta el último detalle de lo que hacen con su vida privada. Invade la vida privada de la otra persona. Agobia a su pareja con excesivas demandas de atención, de consideración.
-Ocupa una posición subordinada en la relación: Por la pobre autoestima. Elige parejas narcisistas o explotadoras.
-La relación conduce a una continua y progresiva degradación: Soporta desprecios, maltrato físico o emocional y humillaciones. No recibe verdadero afecto. Sus propios gustos e intereses son relegados a un segundo plano.
-Son relaciones que no llenan el propio vacío emocional, solo lo atenúan y lo agravan, porque el problema no está resuelto y para hacerlo se debe entrar en contacto y conocimiento de los propios sentimientos más ocultos:
-No recibe afecto, deteriorando aún más la autoestima.
-No se conoce lo que se demanda porque nunca se ha tenido.
 -Las rupturas son auténticos traumas: El deseo de tener una relación es tan grande que se busca una relación después de otra. Se tiene un prolongado historial de rupturas y nuevos intentos. Cae en estados depresivos.
-Posee una autoestima muy pobre y un auto-concepto negativo: No se ama a sí mismo porque nunca ha sido adecuadamente amado ni valorado por las personas significativas, sin dejar por esto de estar vinculadas a ellos. El desamparo emocional y su vacío se manifiestan más cuando no está enredado en una nueva relación.
-Los trastornos emocionales se hacen mayores: Depresión (muy grave cuando la relación se rompe) Ansiedad (más agudizada cuando la relación está en crisis) Abuso de sustancias (especialmente cuando la relación peligra).
  1. Camino al Desapego.
    Liberándonos, liberamos a los demás. 
El amor incondicional se desarrolla con el desapego. No es “querer”, sino “amar”. “Lo necesario en las personas adictas es básicamente el autocontrol, para que aun necesitando la droga, sean capaces de pelear contra la urgencia y las ganas. En el balance costo-beneficio, aprenden a sacrificar el placer inmediato por la gratificación a mediano o largo plazo. Lo mismo ocurre con otro tipo de adicciones, como, por ejemplo la comida o el sexo. Usted no puede esperar a desenamorarse para dejarlo. Primero debe aprender a superar los miedos que se esconden detrás del apego, mejorar la autoeficacia, levantar la autoestima y el autorespeto, desarrollar estrategias de resolución de problemas y un mayor autocontrol, y todo esto deberá hacerlo sin dejar de sentir lo que siente por él. Por eso es tan difícil. Le repito, el drogadicto debe dejar el consumo, pese a que su organismo no quiera hacerlo. Debe pelear contra el impulso porque sabe que no le conviene. Pero mientras lucha y persiste, la apetencia está ahí, quieta y punzante, flotando en su ser dispuesta a atacar. El desamor no se puede lograr por ahora, eso llegará después.
 Además, cuando comience a independizarse, descubrirá que lo que usted sentía por él no era amor, sino una forma de adicción psicológica. No hay otro camino, deberá liberarse de él sintiendo que lo quiere, pero que no le conviene. Una buena relación necesita mucho más que afecto en estado puro”. La ley del desapego dice que para adquirir cualquier cosa en el universo físico, debemos renunciar a nuestro apego a ella. Esto no significa que renunciemos a la intención de cumplir nuestro deseo. No renunciamos a la intención ni al deseo; renunciamos al interés por el resultado. Es grande el poder que se deriva de esto. Tan pronto como renunciamos al interés por el resultado, combinando al mismo tiempo la intención concentrada y el desapego, conseguimos lo que deseamos. Podemos conseguir cualquier cosa que deseemos a través del desapego, porque éste se basa en la confianza incuestionable en el poder del verdadero yo. El apego, en cambio, se basa en el temor y en la inseguridad – y la necesidad de sentir seguridad emana del desconocimiento del verdadero yo.
El desapego es una lección difícil de aprender, consiste en liberarnos de un resultado específico, de no aferrarnos a una visión limitada, ni pretender que las situaciones se acomoden a nuestros deseos. Cuando optan por el desapego podemos ser libres, disfrutar de nuestra pareja, amigos o cosas que nos mantienen atados porque las poseemos. No hay que mostrar desinterés o ser frío o dar señales de desamor, sino ser decididos y no tener miedo a esa pérdida que nos mantiene apegados. El desapego es no depender de lo que tenemos o de una persona con la que tengamos vínculos afectivos, es lograr ser autónomos aunque no consigamos cosas o una persona en especial, y un exceso de apego sería vivir esclavizado, vivir con miedo.
El desapego nos ayuda a evolucionar, y no es fácil, depende de lo que cueste desatarse y cortar los lazos que te impiden crecer. La clave es ilusionarte y luego aceptar la situación y vivirla con desapego, y así conseguimos lo que deseamos porque desarrollamos la confianza en nuestro propio poder para conseguirlo que deseamos. Soltar es la esencia de la práctica espiritual. Soltar el apego a las cosas materiales y sutiles, a las experiencias malas y buenas, a los juicios mentales que me detienen en una mirada anclada en el tiempo. Cuando no hay apego las cosas son libres para fluir a su modo, ya que el apego funciona como un fuerte sistema de apoyo y dependencia, produciendo un fuerte aferramiento a las cosas incluso provocando tensiones, estrés, miedo, dolor y sufrimiento. Hay una serie de ideas que pueden ayudar a llegar a esta no-dependencia:
– Concluir los asuntos de nuestra niñez de la mejor manera que podamos. Verlos desde cierta perspectiva; y averiguar cómo los acontecimientos de nuestra infancia afectan a lo que estamos haciendo ahora.
– Animar y proteger a esa criatura asustada, que es nuestro niño interior, vulnerable y necesitado. Ese niño interior puede no llegar a desaparecer completamente nunca, ya que sin motivo alguno ese niño puede salir a la superficie gritando y exigir la atención que le corresponde, cuando menos lo esperemos.
– Dejar de buscar la felicidad en los demás. La fuente de felicidad y bienestar no está en los demás: está dentro de nosotros mismos. Aprender a centrarnos en nosotros mismos.
– Aprender a depender de nosotros mismos, ya que otros puede que no hayan estado cuando los hemos necesitado. Por eso, aprendamos a estar nosotros con nosotros mismos cuando así lo necesitemos.
– Las creencias espirituales nos pueden suministrar una fuerte sensación de seguridad emocional.
– Esfuérzate por lograr la no-dependencia. Comienza examinando el modo en que, emocional y económicamente, eres dependiente de los demás
Bibliografia.
Mary Hartzell y Daniel J.Siegel, Ser padres conscientes, Ediciones la llave
Jose Maria Doria, Inteligencia transpersonal; La salida ésta dentro, Mandala ediciones
Jorge Bucay, El camino de la autodependencia, De bolsillo
Melody Beattie, Libérate de la co-dependencia
Walter Riso, Amar o depender, Planeta
Web Ananda

Nerea Eguiluz L.
Pamplona, Octubre 2.014