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Adolescencia - Psicosocial - Relaciones familiares y afectivas

Ibai / Emociones y Salud.
Adolescencia. Desarrollo psicosocial II.
Relaciones De Amor Y Amistad, Relaciones Familiares.

Las relaciones familiares en la adolescencia.
-La madre como fuente de apoyo, después los amigos.
-En la adolescencia los padres son examinados como personas y en función de la autoridad, una de las metas principales es la emancipación de la tutela patena.
-Hay una ambivalencia en esta emancipación, hay confianza y distancia, necesidad y desapego, armonía y conflicto, aceptación y rechazo. (orgullo-vergüenza, amor-odio).
-Por parte de los padres puede haber responsabilidad ante la autonomía de los hijos, o bien intolerancia al cambio, o bien sobreprotección.
-Los progenitores con autoridad proporcionan apoyo y control.
• Autoritarios, solo control
• Indulgentes, apoyo sin control
• Negligentes, ni apoyo ni control (problemas de conducta y escaso Bienestar emocional)

Relaciones Familiares.

Es el grado de comunicación y expresión libre, y de interacción conflictiva dentro de la familia. Necesidad de apoyo y autonomía (vínculo de apego) Autonomía ligada a normas claras y coherentes en la familia, negociadas y susceptibles al cambio en función de la edad del hijo.
-Familias democráticas y con lazos afectivos fuertes posibilitan la formación de la identidad.
-Familias autoritarias no cuentan ni con el afecto ni con el control paterno. Los estilos educativos parentales provienen de un conjunto de ideas y creencias organizadas que forman un sistema de creencias de teorías implícitas. Son valores e ideologías de los padres sobre el desarrollo y educación de los hijos que guían la elección del estilo disciplinario. Los que mantienen valores de conformidad y obediencia tenderán a utilizar el estilo autoritario; los que mantienen valores de autonomía y tolerancia tenderán a utilizar el, estilo democrático; y los que mantienen valores hedonistas y de auto beneficio tenderán a utilizar un estilo permisivo. Los padres representativos de una actitud más democrática y participativa dentro de la familia, facilitan la optimización del pensamiento moral y la transmisión e interiorización de valores, hay que tener en cuenta que en la familia se produce un proceso de desarrollo, es decir, que la mayoría de familias atraviesan por una serie de estadios vitales de evolución o ciclos vitales. En éstos se dan cambios cualitativos en los procesos cognitivos y afectivos (muchos de ellos de forma inconsciente).

Estilos Educativos Parentales.

Podemos encontrar múltiples clasificaciones acerca de los estilos educativos de los padres, incluimos la de Schaefer de 1965:
• Autonomía: “Relación de autonomía extrema y disciplina laxa”, en la que al hijo se le deja total libertad sin normas ni limites,
• Autonomía y Amor: Autonomía moderada”, “Alentar la sociabilidad, se está refiriendo a una autonomía moderada de los hijos, estimulándose un trato de igualdad, la sociabilidad y el pensamiento independiente y se percibe un trato de igualdad.
• Amor: Incluye las relaciones que se caracterizan por una evaluación positiva, el compartir, la expresión de afecto y el apoyo emocional.
• Amor y Control: Relaciones familiares caracterizadas por la estimulación intelectual de los hijos, una disciplina centrada en el niño, que puede ir acompañada de una protección excesiva, relaciones posesión y protección.
• Control: Aspectos relacionales referidos a la intrusividad, la inhibición de las reacciones emocionales (enfado, agresividad.), y el control a través de la culpa y la dirección paterna, es una supresión de la agresividad y una dirección parental apoyada en la culpa.
• Control y Hostilidad: Esta combinación de control y hostilidad en las relaciones parentales conlleva la aplicación de normas estrictas, el castigo y las riñas, hay una imposición de muchas reglas y normas y del castigo como solución, suelen ser relaciones negligentes y basadas en la ignorancia del otro.
• Hostilidad: Consecuencia de la percepción de hostilidad en las relaciones familiares es el predominio de la irritabilidad, la evaluación negativa y el rechazo de dichas relaciones.
• Hostilidad y Autonomía: La combinación de unas relaciones caracterizadas por la hostilidad y al mismo tiempo una autonomía extrema dan lugar a la percepción por parte de los hijos de una negligencia e ignorancia en el comportamiento de sus padres al atender las necesidades de los hijos, también están basadas en la negligencia y la ignorancia del otro.
Prototipos de figuras paternas más habituales en la familia actual de nuestra sociedad, (extraído de Elzo 2000).

La Figura Paterna.

-El padre ausente.
En generaciones anteriores se daba en la familia una separación de funciones, el padre traía el dinero, por lo tanto que no estuviese en casa era visto como algo normal. El padre se encargaba de las relaciones laborales y sociales y sólo estaba en casa en las horas de las comidas y para dormir, la madre se ocupaba de la casa y de las relaciones familiares, la figura del padre ausente no es una creación de la sociedad actual, más bien, es sólo el concepto de ausente el que se destaca actualmente. Los adolescentes no ven al padre ausente, no hablan mucho con él, no está casi nunca en casa, trabaja fuera, es la madre la que está en casa, por lo que tienen mayor relación, y generalmente, una relación mejor, con más confianza y afecto.
-El padre que mira a otro lado.
El modelo de padre despreocupado, el padre, que aunque pueda estar en casa, ha dimitido de la labor de educar a los hijos. Está situación es detectada por los adolescentes, y la gran parte de ellos la lamentan, aunque en algunas ocasiones la prefieren. Los hijos denotan la poca sensibilidad del padre, y piensan que no pueden hablar con él, sienten que no les escucha y que no conoce las cosas relevantes en sus vidas (curso escolar, notas académicas, relaciones de pareja, etc.). Este modelo de padre que mira a otro lado es evidente en algunos temas como la sexualidad de los adolescentes, el alcohol, las drogas.
-El padre súper-protector.
Este tipo se encuentra con más frecuencia en las madres, aunque también hay padres a quienes les resulta difícil comprender que sus hijos se van haciendo mayores, es una situación de súper protección y de temor a aquello que les pueda ocurrir fuera de casa se da más habitualmente entre padres e hijas. Por ello, son las adolescentes las que sienten más la preocupación de estos padres, sobre todo, en lo referente a sus relaciones con el otro sexo, en concreto, su preocupación por aquello que les pueda ocurrir “si se pasan” en sus relaciones con sus amigos o novios.
-El padre compañero y amigo.
Modelo extendido en nuestra sociedad actual, se da más frecuentemente entre hijos y padre, aunque también aparece entre las hijas con su padre. En el caso de las chicas el padre suele ser el que comprende y ayuda, es “el bueno de la película”, mientras que la madre es la que dice lo que está bien y lo que está mal, la que pone orden. El padre transige, ya por cansancio, ya por defender unos valores liberales y permisivos que no duda en aplicar a la forma de vida de sus hijos, con quienes se da en mayor proporción. Este tipo de padre, liberal, amigo, compañero y cómplice de sus hijos e hijas, consentidor, condescendiente y complaciente frente a la madre que lleva las riendas, impone un cierto orden y transmite valores de disciplina, equilibrio, rigor, etc., tiene como consecuencia en la relación con los hijos, la dificultad de éstos en adoptar normas concretas que posibiliten el traslado de las buenas intenciones en sus comportamientos.
-El padre que provoca pena.
Padre minusvalorado y relativamente marginado por sus hijos adolescentes, ya que se trata generalmente de un hombre débil, inseguro, melancólico, depresivo. Los hijos sienten pena por él, no quieren hacerle sufrir, no quieren implicarlo, ni preocuparlo, lo compadecen. Puede ser el caso de que exista una diferencia notable entre los niveles intelectuales del padre y de la madre, donde esta tiene una mayor cultura y formación, y unas inquietudes superiores a las del padre. Los hijos, ante esta situación juzgan con severidad al padre, y sólo reciben con agrado los valores de solidaridad, libertad y apertura, relacionados con la madre, percibiendo los valores instrumentales, responsabilidad, límites, que intenta inculcarles el otro padre como una intromisión y una pérdida de libertad.
-El padre-padre.
Un padre equilibrado y satisfecho de su función, consciente de sus limitaciones y con capacidad para reconocer la necesaria e inevitable emancipación de sus hijos, relacionado con la generatividad de Erikson es la máxima manifestación de lo que este tipo de padre hace con tanta frecuencia: no pedir nada a cambio de su entrega. Estos padres saben que al final serán prescindibles, se dan por pagados con la satisfacción del deber cumplido. El padre-padre, de actitud empática, es aquel que logra (obviamente con su pareja) una dimensión vivencial fluida en su familia, en la que habitualmente se expresan las cosas más importantes para orientarse en la vida.

La Figura Materna.

-La madre ausente.
El caso más frecuente es el de la pareja en la que los dos miembros trabajan, en este caso es muy frecuente que los hijos se encuentren la casa vacía al regreso del centro escolar. Especialmente las hijas perciben esa ausencia de una forma negativa y lo hacen patente llamando la atención de muchas formas (anorexias, etc.) Padres sobrecargados de trabajo para poder pagar hipotecas y gastos, padres separados de baja condición social, a veces también inmigrantes, parejas en las que la madre tiene que ganarse la vida fuera de casa, madres separadas que comienzan una nueva relación de pareja. En todos los supuestos la situación de los hijos no es nada fácil. Los adolescentes perciben que ven poco a su madre, que no hay confianza, no pueden hablar con su madre y falta tiempo para compartir juntos, casos que pueden provocar reacciones en los hijos adolescentes, con silencios, con salidas de tono, comportamientos agresivos.
-La madre amiga, confidente y cómplice.
Esta relación entre madres e hijos es bastante frecuente en la actualidad. Los hijos adolescentes buscan el contacto con sus padres, y las relaciones con sus madres son generalmente positivas, cariñosas, amables, esta confianza con la madre es especialmente frecuente en las hijas. Las hijas les cuentan casi todo y se encuentran muy a gusto con ella, hay calor y cariño. En ocasiones, la relación va más allá de la amistad y la confidencia llegando a la complicidad. Y, al igual que sucedía entre padre e hijos, también con la madre puede darse la complicidad en temas de sexo y drogas.
-Madres preocupadas, madres histéricas.
Están siempre encima, se relacionan con los hijos a través de introyectos, preguntando constantemente sobre lo divino y lo humano. Los hijos adolescentes acaban por no comentar nada de su vida por temor a desencadenar un sinfín de preguntas, menos aún entrar en complicidad ya que no se sienten comprendidos, suelen usar bastante la palabra “histérica” al definir la relación con su madre. Sienten que siempre está encima de ellos, repitiendo mil veces lo que deben de hacer. Estas relaciones con la madres son correctas, incluso buenas, pero podrían llegar a ser mejores se los adolescentes no percibiesen las conversaciones con sus madres como una especie de interrogatorio, recordemos que el vínculo de apego necesita de un cuidado y una nutrición materna, pero manteniendo esa distancia que permite la libertad de los hijos. Todo lo expuesto nos indica que el estar siempre encima no es sinónimo de acertar y conseguir la comunicación con los hijos. Lo que permite que los adolescentes se abran es precisamente el hecho de que la madre no agobie, ni esté constantemente encima de ellos.
-La madre humillada.
Ya vimos que cuando se produce una diferencia notable entre los niveles intelectuales del padre y de la madre, los hijos reciben con agrado los valores abstractos relacionados con el conocimiento y niegan los valores instrumentales, que en esta caso desempeña la madre. Otra situación de humillación puede darse en padres que tienen una enorme diferencia de edad, o en parejas en las que el padre fue maltratado de pequeño y ahora repite los mismos esquemas de maltrato y abusos con esposa e hijos.
-La madre-madre.
En ocasiones no es fácil para una madre ser lo que es, una madre, sobre todo, para las hijas, no resulta fácil separar la camaradería de la función materna. La madre-madre es la que sabe decir no cuando es necesario, es la que transmite la norma de funcionamiento interno, es empática y transmite afecto, sabe escuchar y decir no incluso con más rotundidad que el padre.

Creencias Y Mitos Familiares.

Para Piaget el conocimiento es una actividad de adaptación, de hacer frente a las circunstancias, y depende más de la estructura interna que del estímulo externo, es decir de la interpretación que hagamos de lo que el medio nos depara, a través de la construcción de un significado. Vista desde esta perspectiva el aprendizaje lo podemos definir como un cambio de nuestra estructura interna, que depende, independientemente de otros factores, de los conocimientos adquiridos, es decir, sólo podemos distinguir aquello que hemos aprendido a distinguir, y cuando hablamos lo hacemos en función de lo que somos en el contexto, en un momento determinado.
Esta construcción de significados a dado origen a la creación demitos y leyendas con la finalidad de interpretar la vida cotidiana, así legitimamos y preservamos valores, normas y costumbres, tanto sociales como familiares, con las que afrontamos las situaciones y comprendemos su significado. Los símbolos, creencias, mitos o analogías nos ayudan a sintetizar la información procedente del estímulo sensorial. Tres componentes fundamentales en la mitología, “el yo, el yo en relación y los ideales interiorizados”, que se regulan y reorganizan en función del crecimiento, y que necesitan de nuevas definiciones y creencias para ajustarse en tiempo de crisis.
El mito familiar o tabú, es un fenómeno colectivo que sirve para evitar u ocultar sucesos o información del presente o proveniente del pasado, esta evitación trae consigo una negación o represión emocional a nivel familiar, y la creación de un vínculo ideal mantenido por sus miembros, que de no actualizarse en función de las nuevas experiencias de vida puede resultar desadaptado a la realidad y configurar una patología familiar.
El tabú clásico respecto a la adolescencia es que esta supone un conflicto entre padres e hijos debido al abismo generacional entre ambos, esto no es así, ya que es necesidad básica del adolescente el cuestionamiento verbal o conductual de normas, reglas y tipo de autoridad, así como el establecimiento continuo de un marco relacional en la configuración de límites. Es difícil que el adolescente comparta en su totalidad, de ser así sería una idealización, el conjunto de creencias familiares. Su inserción en el ámbito social conlleva nuevos puntos de vista sobre los diferentes órdenes de la vida, el cómo afrontarlos, y valoraciones propias de lo de lo abstracto y de lo instrumental.
Se va conformando una estructura jerárquica que representa un propio sistema de valores, que se confronta con el existente a nivel familiar, estructura que es una hipótesis de trabajo, y que está basada en creencias implícitas provenientes del razonamiento inductivo, y suponen un proceso dinámico de interacción con el medio, o en caso contrario se convierten en estructuras rígidas que dificultan y perturban el contacto ya que no están adaptadas al marco existencial. Ya vimos como la construcción de significados conlleva la creación de creencias y principios, reglas, hábitos, y métodos de relación, que pueden derivar asimismo en tabúes y mitos de profundo arraigamiento en el seno familiar, veamos los constructos fundamentales: “jerarquía y poder, fronteras e intimidad”.
En las relaciones familiares y de pareja hay dos tipos básicos de relaciones, simétricas y complementarias, en las primeras ambos actúan de una manera similar y entran en competencia por el poder. En las complementarias hay un reparto de roles aceptado por las partes y actualizado a cada situación. En cuanto a las fronteras (límites), desde una concepción sana de crecimiento el adolescente va desarrollando una entidad diferenciada de los padres, con la finalidad de afirmar su identidad y poder crecer como una persona separada, autónoma y diferenciada.
La intimidad hace referencia a la posibilidad de que el adolescente puede confiar en sus padres para cualquier solución en el desarrollo, y de la misma forma pueda preservar su intimidad a fin de diferenciarse. Acercamiento y lejanía, consolidación y resolución del vínculo de apego y la teoría edípica, para poder ser en conjunto y en la individualidad. Aquí el conflicto surge en las familias de puertas abiertas, donde en aras de la confianza e igualdad, se priva al adolescente de su propia intimidad, lo que conlleva sobre adaptación, idealización, y falta de creencias propias. En consecuencia, e independientemente de la tipología familiar de que se trate, podemos contemplar cuatro tipos fundamentales dentro del marco relacional familiar:
Reciprocidad. Es el dar y recibir, el hacho de dar no implica una latente espera de recibir, es en sí mismo generoso y altruista, el recibir no lleva implícita una obligación como forma de correspondencia, es decir, quien sabe recibir puede dar, quien no recibe en libertad, se siente exigido por el acto del otro, en consecuencia no tiene capacidad real de dar.
Egocentrismo. Las necesidades de una parte están por encima de todo lo demás, no hay correspondencia ni se observa la necesidad del otro, así se niegan los derechos y sentimientos de los demás
Altercentrismo. Mi obligación es cuidar a los demás, ellos están antes que nada. No hay intercambio y el acto de entrega está fundamentado en la obligación que se siente, con lo que la consecuencia en el otro puede ser la introyección de la obligación, con el consiguiente sentimiento de culpa. Es el mecanismo polar del egocentrismo: la confluencia. Confusión y falta de diferenciación, el confluyente traza los límites con los demás dentro de sí mismo.
• Intercambio. Es el trueque, yo hago lo mío, tú haces lo tuyo, y esto es por el bienestar de ambos. Los miembros de la familia extraen el mayor valor de los actos de los otros, y sacan el mayor provecho del marco relacional familiar.

Las Relaciones con los Amigos.

El ser humano es un ser social que establece vínculos con las personas que le rodean, el primer vínculo parental influirá en el resto de relaciones que establezca a lo largo de la vida. En la adolescencia las relaciones con el grupo social cobran más significado que las parentales, aunque estén imbuidas por ellas. Los patrones de apego iniciales se proyectarán en las relaciones de pareja dotándolas de características similares, sean (según Aisnworth 1973): seguras, ansiosas o ambivalentes.
La formación del grupo de iguales pasa a ocupar un lugar central en las preferencias relacionales, la consolidación de las normas y estructuras grupales va tomando fuerza en el final del colegio, siendo muy patente en los primeros años de instituto, el grupo que en los primeros años (11 /14 años) era amplio, va reduciéndose a pequeños grupos de 5/10 miembros, similares en edad, y contexto socioeconómico, estando integrados por adolescentes de ambos sexos que comparten códigos de forma de hablar, comportamientos e indumentaria.
El grupo de pertenencia, basado en estereotipos como requisito, otorga una identidad temporal en el puente de transición entre la normativa familiar y la construcción de una identidad propia y coherente. En todos los grupos existen unas estructuras sociales relacionadas con las normas, los líderes son normalmente los autores de opiniones que pueden alterar el comportamiento de todos los miembros, la socialización trae consigo habilidades relacionales que el adolescente va a usar para adaptarse en sus diferentes mundos sociales.
El grupo se dota de una cultura propia, configurada por el territorio, los mitos y las creencias de la historia grupal y los valores del grupo. En el territorio se determinan reglas de comportamiento que le dotan de identidad, el adolescente va conquistando el espacio exterior, la calle, de una manera progresiva, primero se retira de los espacios comunes de la casa familiar a su habitación (su territorio), refugio que reflejará su realidad, de aquí va saliendo a un terreno compartido por el grupo, el lugar en la calle, sean caminos, plazas o rutas que configuran el espacio de “la tribu”, espacio de representatividad grupal.
El lenguaje es signo de expresión de identidad y de unidad grupal, la forma de comunicación visual es la ropa, el grupo tiene un estilo alternativo de vestir que le sirve como comunicación estética y simbólica, y afirma el sentido de pertenencia, vestidos,
peinados, abalorios, complementos, símbolos, y adornos en la piel, son santo y seña de esta pertenencia y signos de identidad que los determinan.
En la adolescencia cada vez cobra más fuerza la relación pareja-amigos, interés por nuevas amistades y sexo opuesto, relaciones basadas en la intimidad y búsqueda de soluciones comunes.
• -Fase temprana (11-13 años), amistad centrada más en la actividad que en la interacción, los amigos son personas para hacer cosas (no hay todavía reciprocidad).
• -Fase intermedia (14-16/18 años), explosión del sentimiento de amistad, lealtad y confianza, sinceridad en el apoyo y consejos. La amistad es confianza mutua, intercambio de sentimientos e ideas, en el amigo o amiga íntima se busca una proyección narcisista de sí, la amistad puede llegar a la identificación con otra/o semejante a quién se entrega, y de quien se apodera emocionalmente. Es un periodo de incertidumbre moral con mucha necesidad de auto justificaciones, etapa de intimidad que va haciendo los círculos próximos más cercanos a ella, es de reciprocidad y confianza.
• -A partir de los 18 años. Le siguen motivando más el sentimiento y el juicio afectivo que la razón, pero poco a poco los va sustituyendo, la amistad comienza a ser más relajada, sin la obsesión de ser abandonados, hay un mayor grado de independencia, es el paso a estudios superiores y las alianzas nacidas durante el instituto, la etapa anterior, necesitan volver a ser definidas en función del nuevo contexto y establecimiento de relaciones de pareja.
Las relaciones de amistad comportan un apoyo psicológico y de seguridad, su falta ocasiona al adolescente soledad, tensión y baja autoestima, la interacción beneficia en el desarrollo intelectual, conocimiento de uno mismo y de los otros, autonomía moral y estrategias de interacción social, y en el desarrollo social, competencias sociales, autorregulación de conducta y transmisión de normas culturales. El peligro radica en la aceptación acrítica de las normas sociales que puede llevar a confusión y dificultad relacional, y puede hacer surgir dependencias de intereses ocultos (racismo, fanatismo, sectarismo).
El adolescente escucha a los padres en cuestiones de moral y planes educativos y profesionales, y a los amigos en lo relacional, la amistad es el sustituto de las relaciones paterno-filiales en la medida en que estas se van desligando, nuevas creencias y valores generacionales le empujan a poner en entredicho o cuestionar la información familiar. En esta etapa de desarrollo, o confusión en la identidad Erikson utiliza la palabra “fidelidad” como fundamento básico psicosocial de la misma.

Amistad y Amor en la Adolescencia.

Los adolescentes continúan siendo en varios aspectos niños dependientes, el vínculo de apego establecido en la infancia sigue vigente, proporciona seguridad emocional y apoyo incondicional, y aunque el adolescente pueda parecer ambivalente hacía el vínculo parental con el fin de consolidar una autonomía e identidad, se sigue apoyando en el mismo. Se vislumbra ya en el primer ciclo de adolescencia el desarrollo afectivo y sexual, el interés y el atractivo por y para los otros se consolida y carga de energía, y la posibilidad de enamorarse y establecer relaciones íntimas está ya latente.
Con la adolescencia llega también el descubrimiento del amor, algo que dejará huella para siempre en nosotros. Al comienzo de la adolescencia se configura el grupo de amigos con la integración de miembros del otro sexo, sigue siendo habitual el desarrollo de diferentes estilos de afiliación masculino y femenino, puede parecer tópico, pero las encuestas avalan que entre las chicas son importantes valores de confianza, apoyo y confidencialidad, y entre los chicos es importante el ocupar el tiempo juntos y compartir y competir en actividades y juegos.
Surge con anterioridad en las chicas la necesidad de la existencia de un buen amigo o amiga con quien compartir la intimidad, y en la resolución de conflictos actúan más por conseguir un logro prosocial, mientras que los chicos actúan más en su propio beneficio, de esta forma las chicas evalúan a sus mejores amigos y amigas en función de la intimidad, apoyo, comunicación emocional, confidencialidad y confianza, que son valores propios de una relación de pareja.
Los chicos se encuentran un escenario nuevo en el terreno afectivo, saben comportarse en grupo, compartir actividades y sentir pertenencia grupal, pero les cuesta más mostrar y explicar sentimientos, y les lleva más tiempo estar preparados para una relación afectiva de pareja. Todo ello nos indica que las chicas maduran antes emocionalmente, citando a Feiring (1999), esto puede tratarse de una cronología en el despegue de las relaciones de intimidad más que de una diferencia en la capacidad misma, una diferencia, con importantes consecuencias en el desarrollo socioemocional y la convivencia entre géneros.
La atracción en esta edad es física: descubrir unos ojos bonitos, una figura agraciada o un atractivo particular. La manifestación de ésta: aceleración del pulso, sudores, sonrojo, pérdida de la atención. Con el primer amor, el chico o la chica, empieza a separarse de su familia, comienza a buscar su propia identidad, desvía su afecto de los padres a la persona por la que se siente atraído. La relación de pareja, si llega a establecerse, supondrá un soporte y el inicio de un proceso de socialización con respecto a los compañeros o amigos del otro sexo; tendrá también implicaciones psicológicas como el encontrar a alguien por el que ser entendido, el ser aceptado, sentirse reconocido y atractivo, independizarse de las figuras paternas.
Pero, como en esta edad, la personalidad aún no está completamente establecida y las ideas son realmente variables, es común el cambio casi constante de amor y consecuentemente, de pareja, lo más común en esta edad es que el enamoramiento no progrese en una relación amorosa, sino que el sentimiento desaparezca y derive hacia la amistad, esto supone una madurez y una mayor estabilidad en el adolescente. Este sentimiento puede surgir por un compañero/a o amigo/a, es decir, por una persona accesible o, también, son muy comunes los amores imposibles, al enamorarse de personas mayores o inaccesibles.
El enamoramiento y noviazgos entre adolescentes están llenos de altibajos, aventuras, gratificaciones emocionales, ilusiones y expectativas, pero también de frustraciones, resentimientos y dolor. Dado que el noviazgo tiende a ser fugaz, es frecuente que se experimenten desilusiones ya que su inestabilidad emocional lo hace sumamente vulnerable ante los cambios.
En conclusión, en la adolescencia el enamorarse tiene lugar con suma facilidad, por lo que sucede con relativa frecuencia, así se experimenta el deseo de formas diferentes y con diversa importancia, también se viven distintas experiencias afectivas. Esto proporciona al chico un conocimiento de sí mismo y del comportamiento y actitudes de los demás, una experiencia fundamental para su futura conducta afectiva. La sociedad, respecto a lo sexual, mantiene un doble mensaje en su conjunto, por un lado es notoria la estimulación afectiva y sexual en películas, vídeos, mensaje comerciales y en los medios de comunicación, todo se instrumentaliza en la sociedad posmoderna en aras de potenciar el consumo, y por otro lado, al adolescente se le ponen trabas, no se le acaban de aceptar sus cambios puberales, y se le pretende negar el derecho a la sexualidad de una manera libre y responsable. Los vínculos afectivos que establece el adolescente tienen que ver con el vínculo de apego ya mencionado, la amistad, que permite contar con redes sociales y compartir la identidad, y la empatía, capacidad de ponerse en el lugar del otro y de compartir sentimientos. El estudio de las relaciones amorosas se ha enfocado en diferenciar querer y amar, para unos son dos cosas distintas, para otros es solamente cuestión de grado, estas son las teorías cuantitativas.
Cariño y amor como entidades diferenciadas son contempladas por las teorías cualitativas. En la teoría triangular del cariño v del amor, Sternberg, 1989, entiende el amor en tres componentes, vértices de un triángulo, es la teoría más contratada en la actualidad. Para Sternberg el amor es una experiencia compleja, emocional y positiva que no puede ser analizada, ya que es un conjunto de sentimientos, pensamientos y deseos experimentados simultáneamente, y con la misma importancia, define un factor general especifico para todas las relaciones amorosas: comunicación interpersonal, intercambio y apoyo. Así pues, aunque el amor pueda ser sentido como una sola cosa, no lo es. Cuando uno experimenta amor, experimenta un gran conjunto de sentimientos, deseos y pensamientos que, en su totalidad, conducen a que la persona llegue a la conclusión de que ama a alguien, postula la existencia de tres componentes en el amor: intimidad, pasión y compromiso, los que se encuentran más allá de la época y del lugar.
Intimidad son los sentimientos que dentro de una relación que promueven el acercamiento, el vínculo y la conexión, Sternberg define los siguientes elementos, que son sentimientos experimentados como una sensación global no de forma independiente:
-Deseo de promover el bienestar del otro/a, y sentimiento de felicidad y respeto por el ser amado.
-En momentos de necesidad capacidad de contar con la persona amada en entendimiento mutuo.
-Entrega de uno mismo y de sus posesiones a la persona amada.
-Recepción y entrega de apoyo emocional.
-Comunicación íntima con la persona amada y valoración de la misma.
La intimidad es un fundamento de amor difícil de lograr y de lento desarrollo, y al comenzar a afirmarse puede disminuir debido a la amenaza que constituye para la persona ver mermada su independencia y autonomía. Es necesario el balance entre intimidad y autonomía en cualquier relación exitosa.
Pasión es para Stemberg el estado intenso de unión con el otro que se manifiesta en la expresión de deseos y necesidades (satisfacción sexual, necesidad de reconocimiento y autoestima, entrega, pertenencia, sumisión y dominio). La pasión interactúa necesariamente con la intimidad, ya que ambas se retroalimentan entre sí, (despiertan una a la otra). Sin embargo, a veces se oponen, como en las relaciones en que se busca exclusivamente mera satisfacción sexual.
Compromiso, es el componente que mantiene el amor en los momentos difíciles de conflicto y de crisis, consiste en un aspecto a corto plazo (la decisión de amar a una persona) y otro a largo plazo (el compromiso por mantener ese amor). La decisión y el compromiso interactúan con la intimidad y la pasión, pudiendo ser combinación de ambos, o bien que estos surjan desde el compromiso, explicitar con claridad el compromiso en el amor, readaptarlo y respetarlo, trae como consecuencia una relación sólida.
Partiendo de estos tres componentes del amor, Stemberg formula las diversas formas de amor que quedan abarcadas en su teoría triangular, considerando las modificaciones que se van produciendo en la relación amorosa con el paso del tiempo, como consecuencia de los cambios producidos en cada uno de los componentes.
• Cariño (Sólo Intimidad).
Surge desde la intimidad en el amor, sin la pasión o la decisión-compromiso. Sentimos proximidad, unión, calidez hacia el otro, sin sentimientos de intensa pasión o de compromiso de larga duración. En otras palabras, nos sentimos emocionalmente próximos a un amigo/a, pero él/ella no despierta nuestra pasión, ni nos hace sentir que queremos pasar el resto de nuestra vida con él o ella.
• Amor insensato (Sólo Pasión).
Apasionamiento, el “amor a primera vista” que es en sí mismo un amor fatuo, es la experiencia del despertar pasional, sin intimidad y compromiso. El apasionamiento puede despertar casi instantáneamente, y disiparse del mismo modo.
• Amor vacío (Sólo Decisión-Compromiso).
Es un amor que procede de la decisión de que uno ama a otra persona, y está comprometido con ese amor, aún careciendo de la intimidad o de pasión asociada, es el amor existente en relaciones inertes que han durado años, pero que han perdido su inicial compromiso mutuo y atracción física. Si el compromiso no es demasiado fuerte, ese amor casi no puede existir.
• Amor romántico (Intimidad + pasión).
Este tipo de relación combina los componentes de intimidad y pasión del amor. En esencia, se trata de cariño con un elemento agregado: el despertar producido por la atracción física. En consecuencia, en este tipo de amor, el hombre y la mujer no se sienten atraídos sólo físicamente hacia el otro, sino que también están unidos emocionalmente.
• Amor y compañerismo (Intimidad + compromiso).
Es el resultado de combinar los componentes de intimidad y decisión-compromiso en el amor. Es, esencialmente, una amistad comprometida, de larga duración, del tipo que se ve frecuentemente en los matrimonios en los que la atracción física (fuente primordial de pasión) ha disminuido.
• Amor vano (Pasión + compromiso).
El amor vano resulta de la combinación de pasión y decisión-compromiso sin intimidad, son atracciones fulminantes que derivan en un compromiso relámpago donde no se establece la intimidad y en consecuencia el compromiso establecido resulta ser de corta duración.
• Amor consumado (Intimidad + pasión + compromiso).
El amor completo donde se combinan los tres componentes en igual proporción. Este es el tipo de amor por el que muchos de nosotros luchamos especialmente en las relaciones amorosas, y que como todo lo relacionado con el valor debe ser cuidadosamente preservado. Conseguirlo es más fácil que mantenerlo, y no es garantía de que éste durará, ya que incluso podemos ser conscientes de su pérdida después de pasado mucho tiempo).
• El no-amor (No hay componentes).
El no-amor se refiere a la ausencia de los tres componentes del amor. El no-amor caracteriza muchas de las relaciones personales, que son simplemente interacciones casuales que no toman parte en el amor ni en el cariño.
Claudio Naranjo señala tres diferentes amores -la atracción erótica, la benevolencia y la admiración-, que constituyen, en sus transformaciones y combinaciones, manifestaciones incuestionables de la vida amorosa. Siguiendo sus palabras nos dice que si queremos ir más allá, sólo podemos recurrir a palabras como “afirmación” o “valoración” que nos quedan cortas a pesar de que no tengamos nada mejor, hay un énfasis lo suficientemente diferente como para que los filósofos del amor hayan siempre distinguido entre amor propiamente dicho y caritas, o -pasando del latín al griego- eros y agape: un amor que se asocia a la sexualidad y se expresa sobre todo en la atracción mutua de los sexos, y otro amor independiente de la sexualidad, cuya manifestación prototípica está en la relación alimenticia madre-hijo.
Independientemente de que existan relaciones amorosas en las que ambos ingredientes están presentes, e independientemente también de que haya relación entre estos dos amores (de modo que la compasión pueda alimentarse de la sexualidad, como en el camino tántrico), es cierto que ambos son fenómenos posibles de encontrar en relación de independencia o antagonismo -como típicamente en la cultura cristiana, en la cual el principio ágape se da en un contexto ascético. Pero esta dualidad no abarca la gama completa del amor. Si el amor compasivo, eco del amor maternal, es un amor que da, y el amor erótico puro es un amor-deseo, que anhela recibir, hay también un amor-adoración que tanto da como recibe: otorga su afirmación a lo amado y se alimenta de los destellos de la divinidad que con su acto de adoración descubre y, a su vez, nutre. Dice Hubert Benoit que el amor-adoración entraña siempre -en mayor o menor grado la proyección sobre un tú de la imagen de lo divino. Concuerdo, pero no comparto con él la identificación del amor-adoración con el amor erótico, pienso más bien que el enamoramiento constituye el resultado de una convergencia entre lo erótico y lo admirativo, y que el amor admiración tiene su forma prototípica en la relación del niño pequeño con su padre más que con su madre (ante la cual su experiencia es más bien de amor.: placer o eras, que es un amor- recibir. (Naranjo C. 1993)
Eros (o amor-deseo), caritas (o amor-dar) y philía (o amor-admirativo)pueden caracterizarse como amor de hijo, amor de madre y amor de padre, y se relacionan predominantemente con la primera, segunda y tercera persona que distingue la estructura de nuestro lenguaje: el amor deseo, con su anhelo de recibir, privilegia al yo, en tanto que el amor ágape es un amor al tú, y el amor-admiración proyecta la experiencia de valoración más allá de la experiencia del yo-tú, en una personificación de lo trascendente o una simbolización del valor puro: EL. (Naranjo C. 1993).
Ambiente Educativo en un Entorno Social.
Pautas de la escuela: Atención a las necesidades evolutivas, adaptación a las metas de los adolescentes, desarrollo de autoestima y pautas de socialización. -Logros asertivos: El control de la propia vida, auto eficacia para lograr cambios mediante la propia capacidad y esfuerzo, de aquí surge la persistencia ante obstáculos y dificultades. -Logros integradores y de tareas. Promover la igualdad, influir en el desarrollo de las actividades y evitar conductas de riesgo.
– Logros de la escuela en autoestima e identidad:
-Vinculación afectiva.
-Conocimiento mejor de sí mismo y del grupo.
-Manifestación como persona única y ser tratada como tal.
-Poder elegir entre diferentes opciones: Autonomía y responsabilidad.
-Tareas adaptadas a la capacidad del adolescente, autoestima individual.
-Problemas en la escuela:
-Despersonalización del trato a estudiantes.
-Inflexibilidad del funcionamiento.
-No atención a procesos individuales.
-En las pautas de socialización, el problema es la ausencia de formas de vida social colectiva, es necesario el desarrollo de la dimensión social de la personalidad dentro de clase.
Bibliografía:

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Ibai. Emociones y Salud.
Adolescencia. Desarrollo Psicosocial II.
Instituto Ananda. Pamplona 2.010