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Adolescencia - Psicosocial - Identidad

Ibai / Emociones y Salud.
Adolescencia. Desarrollo psicosocial I.
Identidad adolescente.

La adolescencia, es en sí misma una categoría social y no una categoría natural, donde cultura y sociedad son las que, verdaderamente, dotan de contenido a este pasaje de vida y, donde, por ende, las características que se le atribuyen corresponden a una valoración social, que, como consecuencia inmediata trae consigo el que, a su vez, la Psicología “la distribuya” en tres períodos:
• Temprana, de 11 a 14 años, donde el cambio social está enmarcado en el cambio educacional, se accede al instituto, y trae una nueva red social que le otorga al adolescente un cambio de definición personal, ya que ha de habituarse al nuevo contexto. Asimismo, se producen importantes cambios físicos, de crecimiento y configuración corporal, y de las nuevas características sexuales.
• Media, de 15 a 18/20 años, donde ya se han establecido vínculos de amistad, se establece un sentimiento de pertenencia con grupos de afinidad (cuadrilla, scouts, barrio…) que suponen la configuración de nuevos valores sociales, tales como lealtad, confianza, pertenencia, criterio social…
• Tardía, a partir de los 18/20 años en adelante. Aquí, el adolescente va pasando a ser joven, necesita independencia para poder re-afirmar su identidad, nuevos vínculos (esta vez de pareja) que se integran dentro de su contexto social.
Para Margaret Mead los problemas del adolescente occidental proceden de la estructura social en que se desarrollan:
• Un sistema económico neoliberal, donde hay mucho paro: el adolescente se incorpora al mercado laboral tarde, y en condiciones precarias, y hay poco trabajo, o en muchos casos no está acorde a su cualificación profesional.
• Un excesivo consumo, donde el dinero es el que confiere el estatus. Hablamos de una sociedad consumista que se apoya en el consumo y lo que prima es el dinero: cuanto más dinero más posibilidad existe de acceder a “tener” y, por tanto, a gozar de un mayor estatus.
• Los medios de comunicación en función del uso que haga de ellos la ideología dominante, que deriven a distintas cualidades de valor, y a las nuevas tecnologías, de cuya incidencia estamos hablando aquí.
• Y, los dos valores sociales contradictorios, o bien la aparición en el adolescente de una conciencia ecológica y social, o bien una visión individualista del mundo.
Erik Erikson, estudioso de los ciclos de vida, define la adolescencia como “una crisis normativa, una fase de gran conflicto, caracterizada por una fluctuación de la energía del ego y asimismo por un elevado potencial de crecimiento”. Se produce un aumento de introspección, diferenciación del medio y reconocimiento de roles, un nuevo lugar social y la proyección de un “yo ideal” que necesita afrontar el mundo, este “yo”, a esta edad, puede resultar un tanto egocéntrico porque está concebido por un adolescente que todavía es dependiente. La evolución no es para Erikson, un desarrollo psicosexual, sino la adquisición de una identidad del yo, identidad frente a difusión de identidad, el adolescente busca certezas sobre el lugar que ocupa en la vida, y la consolidación de una identidad yoica en función de las actitudes que va desarrollando, y por el significado que percibe que él tiene para los demás, es el momento de consolidar el aspecto vocacional y el amor, es el momento de la integración social. Las pautas básicas por las que surge la identidad son dos para Erikson; La afirmación y el repudio selectivo de las identificaciones infantiles del adolescente, y la manera en que el proceso social de la época identifica a los jóvenes.
En este tiempo de búsqueda de identidad, el objetivo de la consecución de la identidad es la emancipación de la tutela materna/paterna, pudiendo esto dar lugar a cuatro formas de desarrollo identitario:
• Consecución de una propia unidad, en diferenciación y sin exclusión de los otros, con continuidad, es decir, se mantiene en sí misma independiente del lugar que ocupe en un momento dado.
• Identidad difusa, cuando tiende al aislamiento y a una pérdida de la perspectiva temporal. Se crea una identidad negativa de rechazo a los valores familiares y sociales, que al estar aislada y no integrada deja pocas posibilidades de aprender con escasa concentración el presente.
• Identidad moratoria, el adolescente no logra superar la crisis propia de la edad y pospone la salida de la misma, demora a la etapa posterior de juventud la resolución de los conflictos actuales.
• Identidad hipotecada, es la dependencia de valores ajenos. El adolescente no sale del cascarón, y depende para la consecución de sus objetivos de vida, del criterio familiar, o bien social del grupo de pertenencia o referencia.
Esta identidad deriva en una sensación de autoestima en el adolescente, una percepción y evaluación propia, que puede ser defensiva respecto al medio o adaptativa al mismo. En el primer caso es positiva: Bienestar emocional, adquiere seguridad y confianza. Facilidad de relación, autonomía. El logro de las aspiraciones, metas y objetivos educacionales y del aprendizaje. Cuando está desadaptada la autoestima es negativa, y conlleva: Con uno mismo, inseguridad y autocrítica, lo que da ansiedad para afrontar las situaciones y problemas somáticos. Con los otros, dificultad en la relación, y un posicionamiento social, bien sea de autoritarismo, o bien de sumisión, ambos no adaptados al medio. Un bajo rendimiento en la consecución de metas educativas y profesionales. En la teoría Gestalt tenemos el antecedente de Oswald Krohn, para él siguiendo el concepto holístico de totalidad, la evolución es un proceso que distribuye en tres etapas, y que abarca la personalidad entera, de etapa a etapa se pasa una crisis, durante la que el adolescente va sustituyendo características anteriores por otras nuevas. La primera fase corresponde a un modelo de inestabilidad emocional y de búsqueda del yo, en la segunda hay una mejora en las relaciones sociales y la característica es el interés por las operaciones mentales. En la tercera se produce la apertura al mundo social, el descubrimiento del “otro” como sexualmente diferente y un planteamiento más realista de la vida.
Desarrollo de la Identidad.
A los 11 / 12 años hay cambios importantes en el aspecto físico, que traen la necesidad de adecuar y adaptar la definición personal, ante uno mismo y los demás. La construcción de identidad empieza en la primera infancia y prosigue durante el transcurso de la vida. En este tiempo adolescente se fija un auto concepto que sienta las bases de la percepción de uno mismo para las siguientes etapas del ciclo vital, en consecuencia es la primera reorganización sustancial del sentido de sí mismo, donde se entrelazan dos factores: La percepción de continuidad o cambio, la dificultad de integrar y reconciliar los personajes enfrentados dentro de uno mismo (Quien soy, quien esperan que sea, o se creen que soy), y el significado y sentido que se va atribuyendo a la propia vida (Quien quiero y/o debo ser). El desarrollo de la identidad conlleva adhesiones a aspecto ideológicos (valores y creencias), ocupacionales (metas educativas y profesionales), e interpersonales (modelos relacionales hombre-mujer, de roles, y de la afectividad). En consecuencia el desarrollo se ve afectado por todas estas relaciones, inmersas en el contexto socio cultural.
La crisis de identidad no una es patología, es un desequilibrio en la línea entre normalidad y anormalidad, que puede traer rasgos desadaptados de conducta con malestar emocional, inseguridad, miedo, depresión, ansiedad. Y puede ser causa de un cambio a otro estadío del desarrollo del ciclo vital. Son las influencias relacionadas con acontecimientos vitales, son imprevistas, no ocurren de acuerdo a lo normativo, e incluyen sucesos importantes en la vida del adolescente -un cambio de colegio o residencia, una experiencia amorosa- o afectar a su entorno social: la pérdida de un amigo o la muerte de un abuelo. Auto concepto y Autoestima.
El auto concepto es la teoría sobre uno mismo, y comprende un aumento de introspección y de reflexión sobre uno mismo, el adolescente forma la propia imagen integrando en ella todos los elementos personales que va descubriendo. Ya vimos que en el aspecto cognitivo el adolescente pasa a realizar operaciones formales y razonamiento hipotético, amplía su capacidad de razonamiento, aumenta la velocidad de respuesta y de procesamiento de información, en consecuencia a todo esto tiene un mayor acceso al conocimiento, desde el mundo deductivo y desde las reglas lógicas. El pensamiento es trascendente durante la adolescencia, siendo la intelectualización característica primordial en esta etapa.
El adolescente va adquiriendo hábitos y patrones de conducta, actuales o que sean potencial del propio organismo. Tanto los que vienen determinados por herencia, como las ambientales, y va conformando una personalidad mediante la interacción funcional de los cuatro sectores principales, en los que tales patrones de conducta están organizados: el sector cognitivo (inteligencia), el sector conativo (carácter), el sector afectivo (temperamento) y el sector somático (constitución) (Eysenck 1947), así va estructurando una definición en función de aspectos internos, y de personalidad.
Adquiere conciencia de los múltiples aspectos del yo, y tiene diferentes actuaciones en función del contexto. Lleno de recursos y de creencias y valores personales, el adolescente hace suyos los problemas ajenos, añadiéndoles una vivencia intensa y frecuente de emotividad, y comienza a sentirse alguien por sí mismo a través de la introspección. Idealismo frente a realidad le mantiene en una ambivalencia afectiva, tiende a la oposición por un lado, hacia aquellas reglas o normas que dificulten su vivencia idealizada, y a la sumisión por otro, a todo lo que represente lo que sus propios valores sustenten, sean héroes, personas, o grupos sociales, el mundo adolescente está impregnado de idealizaciones provenientes de la cultura. La voluntad de “ser yo” y la independencia que anhela, puede estar mediatizada por mitos, estereotipos sociales y modas que le lleven a depender de las mismas.
Hace un dibujo de un ideal del yo y lo proyecta hacia el futuro. El ideal creado abarca todas las facetas de su persona, la inteligencia formal y la vivencia del amor han creado una figura ideal de lo querría ser, y de lo que piensa que los otros esperan de él, sabe cómo quiere ser considerado por los demás, y para eso crea la figura ideal que le lleva una razón de ser y obrar así, y hacia ese camino enfoca ya sus pasos apoyado en su motivación y en la voluntad necesaria.
La autoestima: Percepciones y evaluaciones de uno mismo. La autoestima, supone una valoración de nuestro auto concepto, y por tanto un proceso de construcción social, al depender de cómo nos evalúan los demás para evaluarnos nosotros mismos.
• Positiva: Bienestar emocional (uno mismo) Facilidad para relacionarse desde la autonomía (los otros) Aspiraciones altas y posibilidades de éxito (sociales)
• Negativa: Uno mismo: Inseguridad, autocrítica, ansiedad y problemas psicosomáticos Los otros: Dificultad para establecer relaciones. Sumisión o autoritarismo y dominación Social: En metas y trabajos, rendimiento bajo
La autoestima es una dimensión que se mantiene estable en la adolescencia (no siempre), que está supeditada por estereotipos y cánones culturales, y que posibilita al adolescente una mejor entrada en la vida adulta con un desarrollo psíquico y emocional óptimo. La autoestima como un conjunto referencial está determinada por las relaciones con los padres: su apoyo y afecto propiciarán una alta autoestima, mientras que la excesiva crítica y exigencia no ayudará a su consolidación positiva. También influye la relación con los iguales, cuánto más características tenga el adolescente que él considere que son bien valoradas por sus iguales, más alta será su autoestima lo que puede ocasionar un mayor rendimiento escolar. Influyen factores como las diferencias de género: en los chicos, habilidad deportiva y sentimiento de eficacia. Y en las chicas la calidad de sus relaciones interpersonales y su atractivo físico. Al comienzo de la adolescencia, en el primer ciclo de 11/13 años, se produce un descenso de la autoestima debido a la influencia familiar en el adolescente, y a los cambios intensos físicos, que pueden provocar insatisfacción en el adolescente que los sufre, así como cambios en el contexto escolar y el inicio de las relaciones sexuales y la búsqueda de pareja.
La Construcción de la Identidad Personal.
En psicología, la identidad es una necesidad básica del ser humano en tanto poder responder a la pregunta de ¿quién soy yo? es tan necesario como recibir afecto o el alimentarnos y aunque la respuesta que se logra no es absoluta y siempre está cambiando, nunca dejamos de buscarla. La identidad se forma percibiendo e ideando una imagen compleja sobre nosotros mismos, la que nos permite actuar en forma coherente según lo que pensamos. Erich Fromm plantea: “esta necesidad de un sentimiento de identidad es tan vital e imperativa, que el hombre no podría estar sano si no encontrara algún modo de satisfacerla”. Siguiendo sus palabras, la identidad es “una necesidad afectiva (“sentimiento”), cognitiva (“conciencia de sí mismo y del otro como personas diferentes”) y activa (el ser humano tiene que “tomar decisiones” haciendo uso de su libertad y voluntad)”. La construcción de la identidad como una totalidad conlleva un punto de equilibrio entre todos los universos que la componen: identidad sexual o de género, identidad física, psicológica, social, moral ideológica y vocacional.
Nos apoyamos en la perspectiva del ciclo vital desde la teoría de Erik Erikson, quien hacia finales de los años cincuenta planteó que la principal tarea del adolescente era la formación de una identidad personal. Erikson entiende la identidad en función de la transacción entre las características estructurales internas del individuo y las tareas sociales exigidas por la sociedad o el grupo social de referencia: “la formación de identidad se halla en el “interjuego entre lo psicológico y lo social, entre lo referente al desarrolloindividual y lo histórico” (Erikson, 1971). No se trata solamente de la formación de un sistema organizado, estable, coherente y flexible, con una cierta maduración cognitiva, la implicación de la adolescencia va más allá. Ya no se trata de algo que depende sólo del desarrollo cognitivo sino que para que el adolescente forme su identidad tiene que “integrar en un todo razonablemente coherente su pasado, su presente y sus deseos y aspiraciones de futuro; el problema ahora es responder a las preguntas que uno mismo se hace a propósito de quién es, qué quiere ser, qué cosas considera importantes, significativas y valiosas; también a propósito de sus ideas, sus valores, sus creencias” (Palacios, 1999).
Con la estructura interna del sistema del adolescente hay que considerar el contexto socio histórico concreto, la identidad personal se refiere, por tanto, a un subconjunto de las experiencias del sí mismo pero a la vez es algo más amplio: la identidad es un perfil adaptativo de experiencias referidas al sí mismo constituidas y limitadas por un medio cultural especifico. ¿Cómo es posible que los adolescentes lleguen a configurar dicho perfil? ¿Qué procesos y factores parecen facilitarlo o dificultarlo? Desde la teoría de Erikson el desarrollo a lo largo del ciclo vital se describe en estadios, que referencian crisis y cambios, que constituyen un proceso de influencias normativas dependientes de la edad, para el ser humano en su crecimiento. En cada uno de estos estadios, una constelación de cambios internos y externos ocasiona una crisis de personalidad, esta crisis es el momento decisivo en el que se puede lograr un nivel de integración superior de la personalidad, cuando esto no es así los aspectos no resueltos de cada ciclo permanecen sin resolver para estadios siguientes.
La crisis de identidad, o confusión de identidad es la crisis “normativa” de la adolescencia. Como en el resto de las crisis, su resolución más o menos exitosa, se asienta en los resultados de las anteriores, en este caso, de las correspondientes a los años infantiles (confianza frente a desconfianza, autonomía frente a vergüenza, iniciativa frente a culpa y laboriosidad frente a inferioridad), la maduración psicológica en la adolescencia coincide básicamente con la construcción de un sentido de identidad personal, en palabras de Erikson:
He denominado sentimiento de identidad interior a la integridad /totalidad que ha de lograrse en este estadio. A fin de experimentar la integridad, el joven debe sentir una continuidad progresiva entre aquello que ha llegado a ser durante los largos años de la infancia y lo que promete ser en el futuro; entre lo que él piensa que es y lo que percibe que los demás ven en él y esperan de él. La identidad incluye (pero es más que) la suma de todas las identificaciones sucesivas de aquellos años tempranos en los que el niño quería ser, (y con frecuencia era obligado a ser), como las personas de las que dependía. La identidad es un producto único que en este momento enfrenta una crisis que ha de resolverse sólo en nuevas identificaciones con compañeros de la misma edad y con figuras líderes fuera de la familia (Erikson, 1971). Las distintas dimensiones básicas que en las que, para Erikson, se configuran el logro de la identidad personal son los siguientes:
-Psicológica-subjetiva: un sentido activo de individualidad, totalidad y cohesión. La identidad proporciona al adolescente un íntimo sentido de mismidad y continuidad tanto en el espacio, a través de las diversas situaciones y contextos, como en el tiempo, respecto al sí mismo pasado y a las potencialidades futuras. Igualmente Erikson resalta la necesidad de integrar las diversas “identidades” que se adoptan bajo la forma de roles en una teoría coherente del self.
-Personal: conciencia de una personalidad única, diferente de la de los demás, con atributos específicos y peculiares y que es valorada por otros significativos. Se produce tensión entre este deseo de diferenciación y a necesidad de recibir el apoyo de figuras importantes, y de las estructuras sociales. La formación de identidad conlleva un proceso de individuación respecto a la normativa familiar, aunque sin llegar a una desconexión total. En la primera adolescencia la conformidad con el grupo de iguales, la identificación con sus miembros y con modelos mediáticos, es una necesidad de alternativas frente al deseo en abandonar las identificaciones parentales.
-Social: se establecen metas y valores de significación cultural y social con la finalidad de lograr una dirección y propósito en la propia vida. Esta selección de compromisos va apareciendo en la experimentación de cada situación de vida donde se valoran y cuestionan las distintas opciones ideológicas y sociales que se le van planteando durante los años adolescentes. “Para ello es necesario que la sociedad, al menos en los parámetros actuales, reconozca para los adolescentes la existencia de una especie de moratoria psicosocial institucional, un período de tiempo sin excesivas responsabilidades u obligaciones que constriñan el proceso de autodescubrimiento”. (Serra, E 2001)
-Capacidad de integrar tendencias Es un trabajo de síntesis del yo, conforme se van encajando las dimensiones psicológica, personal y social, es decir, cuando se logra un auto concepto y una definición propia, y la capacidad personal se integra y acomoda, en las distintas oportunidades disponibles para su expresión en el entorno social, finaliza con éxito la tarea de formación de identidad, aunque Erikson reconocía que el sentido de identidad no se acaba de definir nunca del todo, estas cuestiones de identidad vuelven a expresarse en la adultez, y acompañan a la persona en su redefinición y adaptación en el transcurso de toda su vida.
Según vemos el concepto de identidad es un espacio intermedio que ocupa y absorbe los procesos individuales y sociales, un sentimiento de individualidad (persona única), y un sentimiento de pertenencia y vinculación del contexto social necesario para desarrollar la identidad, “lo que soy, lo soy en el contexto”. La identidad adolescente es la resultante del producto del reconocimiento entre el adolescente y la sociedad, el adolescente construye una identidad que a su vez es identificada por la sociedad en la que se inserta, en una integración plena y objetivada en el desarrollo, lo que en un marco subjetivo se convierte en un sentimiento de bienestar psicosocial. “Un sentimiento de estar cómodo en el propio cuerpo, un sentimiento de saber dónde uno va, y una seguridad interior del reconocimiento anticipado de aquellos significativos para uno (Erikson, E. 1971).
Problemas en el desarrollo de la identidad.
En la constitución de personas coherentes, distintas y continuas en el tiempo hay tres elementos principales: Unidad, diferencia y continuidad. Cuando no encaja el concepto de sí mismo con la realidad personal y el contexto surgen los problemas de identidad, Erikson señaló la existencia de una serie de problemas como resultado de la resolución deficiente de las crisis preadolescentes:
Identidad difusa.
Es cuando el sentido del sí mismo es incoherente o desintegrado, y no hay capacidad para adoptar compromisos permanentes, la capacidad de autonomía es muy baja y puede variar en grado desde una moderada, estado de no saber quién es uno en realidad, hasta convertirse en una patología que persistirá más allá del final del periodo adolescente. Tendría las siguientes características:
• Confusión temporal: la entrada en la pubertad conlleva la entrada en la terreno adolescente, este echa la vista atrás y toma conciencia de que posee un pasado que no regresará ni se podrá rehacer, como consecuencia de la evolución y en el cambio de estado pierde derechos adquiridos durante la niñez y adquiere responsabilidades adultas, lo que le puede traer fantasías de pasado “cuando yo era pequeño”, y/o angustia ante los cambios que se van sucediendo. “Cierta confusión temporal se da en todos los adolescentes, pero en su versión más extrema supone la pérdida de la perspectiva y de las expectativas de futuro y una clara regresión a la primera infancia, cuando el tiempo no existía: toda demora es una decepción, toda espera una experiencia de impotencia, toda esperanza un peligro y todo proyecto una catástrofe. Algunas cosas suceden y pasan mucho más rápidamente de lo que realmente lo hacen y otras parece van a perdurar siempre”. (Serra 2.001)
• Conciencia de identidad: es una forma de autoconciencia que consiste en una discrepancia entre el concepto o la imagen que tiene el adolescente de sí mismo como persona autónoma, y lo que puede aparecer a los ojos de los demás, el adolescente tiene una percepción de sí mismo que no concuerda con lo que ese sí mismo siente que recibe del exterior, puede ser una actitud narcisista de inferioridad-superioridad, y puede producir un desprecio de sí mismo, se puede usar el juicio de los demás como mecanismo de defensa ante el sentimiento de duda y vergüenza.
• Fijación de roles: es una actitud auto derrotista como una única forma de iniciativa, con una completa negación de ambiciones y dificultad para tomar decisiones, situaciones depresivas o problemáticas ante las que no hay una adecuada capacidad de afrontamiento. Se queda fijado en la impotencia e incapacidad y no puede adecuar sus patrones de respuesta.
• Dificultad en el compromiso, existe una dificultad, o hay una incapacidad para comprometerse en unas relaciones interpersonales, por miedo a la pérdida de identidad. Esto conlleva actitudes de distanciamiento hacia todo tipo de relaciones, afectivas y sociales, rechazando cualquier relación que pueda parecer atemorizante, y actuando siempre desde lo ya conocido mediante relaciones estereotipadas y formalizadas.
• Parálisis de la actividad laboral: puede ser producto de una identidad hipotecada, es un profundo sentimiento de de incapacidad o falta de cualidades, y de dificultad para concentrarse en las tareas a realizar, puede surgir de un conjunto de idealizaciones e ideales inalcanzables. Para la consecución de la identidad laboral, el adolescente necesita haber tenido antes un aprendizaje realista y debe tener confianza en sí mismo de que podrá hacer algo valioso en el mundo laboral.
La consecuencia de la difusión de identidad la podríamos extraer en estas conclusiones: Aislamiento, no hay relaciones íntimas. Pérdida de la perspectiva temporal, miedo al cambio y al futuro. Incapacidad de aprender, escasa concentración
Identidad Hipotecada (Prematura).
Hay veces en que el adolescente se compromete muy pronto en roles, los que le llevan a una identificación prematura con los mismos, como si ya se hubiera realizado la identidad final, el adolescente puede asumir estos roles directamente o estar obligado a ello, no es que se fracase en el sentido del desarrollo de una identidad, sino que esta queda hipotecada y limitada para ir actualizando otras potencialidades, lo que puede traer una autoestima vulnerable. Si el adolescente no tiene la oportunidad para poder explorar, para experimentar y elegir entre opciones futuras, no llega a percibir toda su capacidad en lo que puede llegar a ser, esta limitación, o identificación prematura, le llevará, probablemente, a tener mayores dificultades para resolver las posteriores crisis de intimidad, (generatividad, e integridad). Para Marciá existe una identidad hipotecada cuando no se han planteado opciones y las decisiones dependen del criterio de otros, y una identidad en moratoria o aplazamiento cuando todavía están en crisis y no hay un compromiso firme. Las personas en identidad hipotecada y en difusión de identidad tienen razonamientos morales inferiores a los que están en moratoria o en consecución de identidad.
Identidad Negativa.
Puede ocurrir que determinados adolescentes seleccionen identidades no deseables, o bien para su familia, o bien para la comunidad de pertenencia, a través de la frustración, y desde unas actitud rebelde, activa o pasiva, estos adolescentes intentan ser alguien totalmente distinto de quien se ha sido durante la niñez, que lograr integrar el propio pasado en el presente, e ir a la búsqueda de una adultez comprometida con el desarrollo social, se expresa a través de hostilidad hacia los roles que se presentan como adecuados o deseables en la propia familia o en la comunidad. Cualquier aspecto del rol exigido, o todo él – masculinidad o femineidad, la nacionalidad, la pertenencia de clase, el trabajo, el estudio- pueden convertirse en el núcleo principal del desprecio por su parte.
El adolescente necesita el reconocimiento de los otros significativos, prioritariamente la figura paterna, cuando lo busca y no lo encuentra, o no le satisface lo que encuentra, se resquebraja el sentido de identidad, es un intento de forjarse sentimientos de auto concepto en un ambiente en el que resulta poco factible establecer una identidad aceptable. Esto se acentúa cuando hay intentos repetidos y fallidos en la obtención de un reconocimiento positivo de aquellos que son importantes, pese a probar a hacerlo de diferentes maneras, (“nunca haré lo bastante para que estén satisfechos de mí”).El reconocimiento de lo realizado por el adolescente parte de su familia y de la comunidad en la que se interrelaciona, es definitivo en la formación de su identidad. Es necesario que experimente la sensación de que su crecimiento y transformación gradual tienen sentido para quienes lo rodean y son importantes para él. La identidad negativa se produce generalmente cuando no se proporcionan vías para la adquisición de una autoimagen positiva, ni existe el apropiado refuerzo social para las actitudes constructivas. En la identidad negativa el adolescente parece querer todo aquello que la sociedad le prohíbe.
Como logro principal del desarrollo en la juventud está el logro de la identidad, que culmina con la integración gradual de diferentes elementos: “[…] lo dado constitucionalmente, las necesidades libidinales peculiares, las capacidades promovidas, las identificaciones significativas, las defensas efectivas, las sublimaciones exitosas y los roles consistentes. Todos estos elementos, sin embargo, sólo pueden surgir de una adaptación mutua de los potenciales individuales, las cosmovisiones tecnológicas y las ideologías religiosas y políticas”. Erikson E. (2000).

 

Ibai. Emociones y Salud.
Adolescencia. Desarrollo Psicosocial I.
Instituto Ananda. Pamplona 2.010