El Trauma.
Crisis y Trauma.
Definición de Crisis.
Una de las definiciones de crisis es la del ideograma Chino del I Ching que tiene dos acepciones: por un lado significa dificultad y por otra parte significa oportunidad. Esto es precisamente lo que es una crisis; todas las crisis traen cambios y los cambios traen crisis. Haciendo un recorrido por la definición de crisis de diferentes autores, vemos que para Eric Erikson: “la crisis ya no connota una catástrofe inminente (en vez de ello ) designa un punto crítico necesario, un momento crucial en el que el desarrollo debe tomar una dirección u otra, ordenando los recursos del crecimiento, la recuperación y una mayor diferenciación”. Se refiere a lo que posteriormente me referiré como crisis evolutiva, pero se puede aplicar a todas las crisis vitales. Gerard Caplan a su vez se refiere a la crisis como “la condición de la reacción de un individuo en un punto crítico, dentro de una situación peligrosa, que amenaza la integridad o la totalidad”. Otra definición podría ser la de un catalizador que altera los antiguos hábitos y evoca nuevas respuestas.
Tipos de Crisis.
Tradicionalmente las crisis se dividían en dos grupos: crisis circunstanciales y crisis evolutivas. El trauma se definía como una entidad separada. La crisis evolutiva según Caplan se puede definir como “una situación causada internamente, la cual puede deberse a convulsiones fisiológicas o psicológicas asociadas con el desarrollo, las transiciones biológicas, las transiciones de roles etc.”.
Las crisis circunstanciales a su vez tienen que ver con situaciones que suceden principalmente en el ambiente y que pueden suponer la muerte o separación de una persona amada o bien una enfermedad grave. También, la amenaza de la pérdida o un desafío para el que la persona no está preparada, puede suponer una crisis circunstancial. Sucede ante eventos extraordinarios que la persona no puede controlar y que es imprevista, intensa, catastrófica y azarosa.
A su vez Gilligand y Jamen han desarrollado el concepto de crisis existencial que se refiere a “los conflictos internos y la ansiedad que acompañan a las importantes cuestiones humanas del propósito, la responsabilidad, la independencia, la libertad y el compromiso” como por ejemplo las crisis de madurez o la crisis de envejecimiento. Por último se ha desarrollado el concepto de crisis general como aquella que tiene elementos de shock, incredulidad, rechazo, dolor, pérdida y confusión.
Diferencias Entre Crisis y Trauma.
Un aspecto importante en las diferencias entre crisis y trauma es el grado en que otras personas están involucradas. El trauma frecuentemente pone en marcha a muchas personas en la comunidad cuando el evento está ocurriendo o poco después. En las crisis esto puede llevar más tiempo. El trauma es un suceso catastrófico que no es una experiencia universal, aunque sea una situación extraordinaria. La crisis vital aunque es catastrófica a menudo es un fenómeno universal vivido de manera solitaria. El individuo se siente sólo y único. En los traumas hay una alarma pública y en las crisis la estructura social permanece inalterada. El trauma es un evento que evoca roles sociales: “víctima”, “héroe”, “personal de auxilio” y en las crisis no.
Hay algunas coincidencias como que la mayor parte de las veces no es previsible, que puede poner en riesgo la vida y que la vida ya nunca será igual y por otro lado no hay posibilidad de elegir. No obstante hay autores que consideran a la crisis vital y al trauma como subconjuntos de la respuesta de crisis general. Donde la crisis se concebirá como algo universal y el trauma como algo particular.
Según esta clasificación tendríamos como crisis vitales universales:
-“Embarazo no deseado o esterilidad.
-“Embarazo con dificultades, parto y nacimiento.
-“Padres con una infancia complicada, adopción.
-“Infancia temprana con (enfermedad o separación excepcional).
-“Adolescencia: crisis existencial.
-“Crisis de identidad sexual.
-“Crisis de madurez, incluyendo cambio de profesión.
-“Divorcio o separación.
-“Jubilación, crisis familiar.
-“Enfermedad aguda o crónica: cáncer, SIDA.
-“Viudez”.
-“Envejecimiento”.
-“Muerte”.
– “Adicciones”
Y como experiencias traumáticas:
-“Violación”
-“Incesto”.
-“Violencia.
-“Accidentes graves.
-“Desastres naturales”.
-“Guerra”.
-“Terrorismo”
-“Secuestro de rehenes”
-“Experiencias severas relacionadas con el trabajo
-“Enfermedades que pongan en peligro la vida.
Hay que tener en cuenta que no todos los autores están de acuerdo con esta clasificación y que hay quien considera un embarazo o parto difícil, una enfermedad grave en la infancia o un divorcio de los padres como un trauma. Simplemente he querido hacer una aproximación para ver de qué manera puede confluir y diferir estos dos temas que históricamente han estado solapados.
Tipos de Eventos Traumáticos.
Las reacciones emocionales de las personas al trauma, dependen de la naturaleza del propio evento. Es por eso que es importante clasificar los diversos tipos de trauma para saber a que nos enfrentamos.
• Trauma Natural y Anticipado.
Los huracanes, inundaciones, tornados que pueden darse de forma aislada o múltiple y casi siempre se dan en algún tipo de comunidad.
• Desastres Naturales Imprevisibles.
Los terremotos, diluvios, avalanchas de lodo etc. Pueden darse también de forma aislada o múltiple. Sin embargo este tipo de eventos provoca mayores crisis de pánico debido a su impredecibilidad.
• Trauma Accidental Inducido Por El Ser Humano.
Incendios, accidentes aéreos, de autobús, descarrilamiento, etc. Es siempre un solo evento. Puede afectar a una sola persona o a varias. Que sea accidental no significa que no pueda considerarse en algún sentido a las personas responsables en el ámbito civil.
• La Violencia Deliberada Inducida Por El Ser Humano.
Es en el que se da el mayor miedo individual y la mayor vulnerabilidad. Puede ser aislada como los atracos, apuñalamientos, violaciones, etc. o múltiple como los asesinatos en serie, las guerras, malos tratos, agresiones y torturas. De estos tipos de experiencias traumáticas, la violencia humana intencionada es la que provoca daños psicológicos más serios y duraderos. El impacto emocional de una experiencia traumática concreta, varía de persona a persona y depende de factores sociales, biológicos y psicológicos.
Factores De Riesgo.
No se puede saber de antemano cómo reaccionará una persona ante un evento traumático, porque cualquiera puede tener reacciones incontrolables. Hay sin embargo una serie de factores de riesgo que determinan la respuesta individual a la crisis o trauma. El primer factor de riesgo es la edad y fase de desarrollo. En los niños, el factor de riesgo de tener síntomas postraumáticos es mayor cuanto más pequeño es el niño, debido a que no tienen desarrollada la capacidad para racionalizar lo que ha sucedido; por otro lado la habilidad verbal no está lo suficientemente desarrollada para expresar lo que ha ocurrido. En los ancianos, asimismo, el riesgo de desarrollar síntomas es mayor por encontrarse impedidos física o mentalmente y en su habilidad para buscar ayuda y aprovechar de los recursos disponibles.
Otro factor de riesgo, es padecer alguna discapacidad en la que la persona está impedida, (motor, vista, oído, etc.), lo que pone a la persona en riesgo de no poder acceder a los recursos necesarios para su recuperación. Una mala salud o enfermedad reciente o un trastorno mental pude impedir sobre todo en los desastres naturales acceder a ayuda médica.
Los Eventos Traumáticos Previos.
Las personas que han sufrido algún tipo de trauma importante y han estado en un ambiente protector, corren más riesgos de desarrollar síntomas postraumáticos, sobre todo en el caso que estos traumas hayan sucedido durante la infancia.
Un stress preexistente como cambios familiares, de residencia, preocupaciones de trabajo, etc. incrementan al riesgo por el stress acumulado y un entorno social débil. Otro factor de riesgo importante es la ausencia de sistemas sociales de apoyo que ponen en riesgo a la persona. Cuando una persona tiene débiles habilidades para afrontar las situaciones o sufre algún tipo de desadaptación (drogas, alcoholismo) puede sufrir más síntomas.
Parece que las personas que han tenido que afrontar situaciones de dificultad media en su vida, toleran y controlan mejor la situación debida a un suceso traumático (factor de resiliencia). Si además la persona cuenta con un buen apoyo social y familiar y ha sido preparada anteriormente para afrontar la situación saldrá menos dañada de la tragedia. Si la persona se encuentra separada de sus familiares o tiene a su cargo otros miembros de la familia, por ejemplo niños pequeños, esto puede añadir estrés a la víctima. Cuando el suceso traumático es sumamente violento y la sensación de muerte está muy presente. Si la persona vive el suceso de formas disociativas, si tiene una personalidad débil o si hay antecedentes familiares de trastornos psiquiátricos durante su infancia, son igualmente factores de riesgo.
El modo en que la persona percibe el evento (por ejemplo quienes se sienten responsables y se culpan) afectará al nivel de stress experimentado, y por fin la gravedad, intensidad y duración del hecho traumático, así como la amenaza de muerte, son responsables directos de la severidad de los síntomas.
Problemas En La Infancia Y Adolescencia.
En general los niños y adolescentes con síntomas postraumáticos re experimentan el momento traumático a través de los sueños y recuerdos desagradables y en menor medida de flash-back. Los síntomas que más sufren son taquicardias, nauseas, vómitos y sensaciones de mareo.
Por otro lado el niño busca en su fantasía cambiar lo sucedido. En los sueños, puede haber repetición de los momentos concretos del trauma o sueños más grandes como monstruos, que hacen daño al niño o algún familiar y el niño ante esta situación no quiere dormir solo.
En ocasiones el niño manifiesta conductas repetitivas del suceso traumático y esto es especialmente peligroso en la adolescencia, donde pueden reproducir escenas violentas con drogas, coches, armas, etc.
El juego también puede reproducir escenas del suceso traumatizante. Pueden ser juegos repetitivos que impiden el juego normal. Presentan también los niños trastornos de conducta como no querer ir al colegio, hacer algunas regresiones en sus capacidades, como en el lenguaje o en el control de esfínteres y en general hay una hiperactivación fisiológica que mantiene el niño siempre alerta, irritable, con rabietas, agresivo y con dificultades de concentración además del sueño en forma de terrores nocturnos en ocasiones.
Los niños buscan seguridad, sobre todo en los momentos de mayor vulnerabilidad por ejemplo al ir a la cama o al baño. En estos momentos piden que los adultos los acompañen o duerman con ellos. Se observan asimismo sentimientos de culpa, vergüenza, baja autoestima, y crisis de llanto, además de una excesiva preocupación de que les ocurra algo malo a los seres queridos. En los niños la historia previa puede influir significativamente en la respuesta del niño a la situación traumática.
Los niños cuyos padres estaban separados o divorciados sufrirán síntomas traumáticos más serios. En la edad preescolar de (1 a 5 años) son particularmente vulnerables a los cambios en su ambiente y su rutina, ya que son los más dependientes; por tanto lo que más les afectará es la separación de su cuidador principal, unido a esto los niños tienen menos capacidades verbales, mentales y emocionales para enfrentarse a este tipo de sucesos.
En los menores de tres años su capacidad mental y el desarrollo de su memoria son menores por tanto es más frecuente el mutismo y la regresión (enuresis, chuparse el dedo), así como las pesadillas y terrores nocturnos. Este grupo de edad a lo que mejor responde es al contacto físico (abrazos, besos) y a que se les escuche. En el grupo de edad de 5 a 11 (infancia), con frecuencia tienen cambios en su afectividad y comportamiento como por ejemplo resistirse a volver a la escuela o estar más agresivos con sus hermanos, así como pegarse como una lapa. Puede haber también algunas conductas regresivas como chuparse el dedo o volver a objetos como peluches.
Este grupo responde a un incremento en la atención, educarle por parte de su familia en lo que está sucediendo, invitarle a que exprese sus sentimientos y ayudarle de una manera comprensiva pero firme a que retome sus actividades normales.
En el grupo de preadolescentes de 11 a 14 años aproximadamente los niños están más capacitados para expresar sus sentimientos y entender la situación. Necesitan información clara y directa sobre los hechos de un lenguaje accesible a ellos. Necesitan certezas, que les ayudemos a comprometerse con los demás, actividad física y hablar y expresar sus sentimientos. Momentáneamente estaría bien una reducción temporal de las expectativas en casa y en el colegio.
En la medida en que el niño se va haciendo mayor, sus síntomas son más parecidos a los de los adultos y por tanto son más frecuentes la irritabilidad, insomnio, falta de concentración y flash -back. Además es posible un cambio en sus valores y expectativas, quedando a raíz del suceso traumático inseguros, respecto al futuro y cuestionando temas como el futuro profesional, el matrimonio o los hijos.
En los adolescentes (14 -18 años) se dan a menudo situaciones de aislamiento, retiro y depresiones. También pueden volverse menos responsables, rebeldes, competitivos y más demandantes. Necesitan hablar y expresar sus sentimientos y frustraciones, estímulo para que vuelvan a relacionarse con sus amigos que en esta edad son tan importantes, educación e información sobre lo que está ocurriendo y que se pueden comunicar con su familia. Son asimismo beneficiosos los rituales que se generan alrededor de la experiencia del trauma y les puede ayudar que creen su propio ritual.
Se está observando cada vez más que en la infancia hay muchos traumas relacionados con las intervenciones quirúrgicas y con las hospitalizaciones, hechos a los que hasta ahora no se les había concedido la importancia que merecen, en la influencia y posterior desarrollo del niño. Como dice Levine “un niño al que se le anestesia mientras está asustado, casi seguro que sufrirá un trauma a menudo grave”. Un niño que está tan asustado no es un buen candidato para la anestesia hasta que haya recuperado la sensación de tranquilidad”. Por lo tanto, propone para prevenir los traumas que tengan relación con las intervenciones médicas: que los padres permanezcan con los hijos, que se le explique al niño con anterioridad lo que va a ocurrir y retrasar la intervención hasta que el niño se tranquilice.
Además de las intervenciones quirúrgicas, en la infancia hay otras situaciones potencialmente traumáticas como accidentes graves, pérdida o peligro de pérdida de seres queridos, guerras y por supuesto situaciones de agresión y abusos sexuales.
Los abusos sexuales es un tema al que quiero referirme un poco más extensamente, ya que el niño que se enfrenta a una situación de abuso, necesita conservar una confianza básica que le han arrebatado precisamente las personas en las que necesita confiar; necesita encontrar seguridad en una situación insegura y mantener su poder en una situación de indefensión. Tiene por delante una enorme tarea de adaptación. En palabras de Herman “el abuso infantil crónico tiene lugar en un clima familiar de terror dominante en el que las relaciones normales de cuidados han quedado profundamente alteradas.
Los supervivientes describen un patrón característico de control totalitario impuesto mediante amenazas de violencia e incluso de muerte, la aplicación arbitraria de reglas estúpidas, de recompensas intermitentes y de destrucción de todas las relaciones mediante el aislamiento, el secretismo y la traición. Los niños que crecen en este clima de dominación desarrollan vínculos patológicos con aquellos que abusan de ellos y que los descuidan, vínculos que intentarán mantener incluso sacrificando su propio bienestar, su realidad e incluso su vida”.
Los niños abusados sufren amenazas de muerte, así como sus familiares y sus mascotas. Se encuentran en una situación de continua indefensión y por tanto, desarrollan una postura de absoluta rendición ante el abusador. Los castigos normalmente no son predecibles por lo que el niño está en un estado de alerta continuo, sintonizado incluso con las estados emocionales de los abusadores en un estado de “vigilancia congelada”, porque a la vez que están alertas tienen que estar quietos y en silencio.
Estos niños están totalmente aislados, porque además de que la familia como tal está en una situación de aislamiento social, el niño no puede confiar en los otros adultos responsables de cuidarlos porque no los protegen y por tanto se aísla también de ellos. La necesidad de encontrar una seguridad y confianza en unos cuidadores que no son de fiar es básica, por tanto el niño utilizará dos estrategias:
• La primera es intentar preservar la fe en sus padres y negar que hay algo malo en ellos y para eso el niño lo que hace es negar lo que sucede; se disocia. Pueden incluso llegar a entrar en trance de una manera automática. Mantiene fuera de la conciencia natural, tanto el abuso, como su negación del mismo.
• La otra estrategia se da cuando el niño no tiene esta capacidad disociativa, y como necesita encontrar algún significado que explique lo que ocurre, lo encuentra en la conclusión de que él es malo y sus padres son los buenos. De esta manera puede intentar ser bueno y poder cambiar las cosas.
Este sentido de maldad interno es el núcleo alrededor del cual se construye la identidad adulta. Culparse a sí mismo, por tanto, es lo que hace el niño y esto además de ser lo que hacen los niños en la primera infancia, es una actitud habitual en las víctimas del trauma. Esta situación de abusos, para terminar, lleva en la vida adulta a una situación de repetición en la que los hombres víctimas de abusos tienden a ser abusadores y las mujeres víctimas. El trauma por tanto en estas situaciones se reproduce.
El Trauma.
Crisis y Trauma.
Ana Berruete. 2.005