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Ruben González Lillo - Caracter esquizoide

Carácter Esquizoide Versus Trastorno Esquizoide De La Personalidad.

Tomando un poco como referencia las descripciones que hace Lowen sobre el carácter, lo podemos definir como la expresión esencial de la manera de funcionar que tiene la persona, tanto a nivel psíquico y mental, como corporal. Es la actitud esencial con que nos enfrentamos a la vida.
Es un proceso constante que establece formas típicas de actuar de cada uno de nosotros. Representa nuestra realidad propia que los demás pueden observar fácilmente. Quizás con mayor facilidad y objetividad de lo que uno mismo pueda hacer. Este es uno de los motivos por el que la persona esquizoide es en alguna medida un desconocido para sí mismo. Además de otros factores inherentes a su persona, por su escaso contacto social no puede verse reflejado en los demás, ya que como enseguida veremos, el esquizoide está mayormente volcado hacia el interior de sí mismo.
El carácter representa un modelo o tendencia de comportamiento que es habitual en cada uno de nosotros, representa un modo fijo y organizado que posee unas características propias que lo distingue como sello personal. Aunque dos personas pueden tener el mismo tipo caracterológico nunca serán iguales en su comportamiento y maneras de funcionar en la vida, cada una tendrá sus rasgos personales marcados por otros factores inherentes a su persona. Siempre existirán varios factores y diferencias personales que nos hacen únicos en este mundo. Aunque esencialmente todos compartimos la misma naturaleza humana.
Debido a este modo fijo y estructurado que nos distingue a cada uno de nosotros que denominamos carácter, podemos decir que la estructura del carácter es patológica. Ya que es la suma de los mecanismos defensivos que utilizamos los seres humanos para adaptarnos a nuestro entorno o evitar el contacto con el mismo, que es lo que mayormente hace un carácter esquizoide. La importancia que tiene el carácter para nosotros reside en que nos muestra los valores que podemos experimentar en nuestra vida, nos muestra la forma de tomar y de hacer reales nuestras decisiones y de cómo nos llevamos con nuestros semejantes.
Por otra parte, Reich definía al carácter de un modo que a mi entender es muy apropiado para comprender esa dimensión patológica que tiene nuestro carácter. Cito sus palabras textualmente: el carácter es la “coraza del yo”. Coraza que se ha ido desarrollando en las experiencias propias del desarrollo de la infancia y juventud. Es un “sistema defensivo estructural” que está en todas las células de nuestro organismo, en neuronas y huesos, en músculos y vísceras, en procesos psicológicos, en actitudes y conductas. La “coraza caracterológica del esquizoide” es algo que he sentido desde mi más tierna infancia. Desde que tengo recuerdos siempre me he sentido dentro de un caparazón duro y aislante del mundo que me rodea. Se formó prácticamente pasadas unas semanas después de mi nacimiento, que de un modo un tanto inconsciente fui perpetuando a lo largo de mi vida creyendo que ello me ayudaría a ser más feliz. Claro que en aquel entonces yo aun no era consciente de todo ello.
Como digo, la formación de mi carácter esquizoide comenzó hace ya muchos años. Más de los que llevo en este mundo. Comenzó algunos meses antes de ver la luz de este mundo cuando aún estaba dentro del vientre de mi madre. En aquella época en la que yo era tan solo un pequeño ser nadando en el líquido amniótico dentro del útero materno, el ambiente en aquel hogar en el que ella vivía era un tanto crudo en la expresión de los afectos. Era el hogar de sus padres, en el que también vivía la abuela de mi madre, mi bisabuela. Había mucha gente mayor en aquel hogar, y mi madre estaba subyugada a los mandatos de aquellas señoras mayores, sobre todo a los requerimientos de su madre que tenía muy mal genio. La obligaba a hacer los trabajos domésticos que en aquella época se creían propios de la mujer, y le daba alguna que otra paliza, incluso después de haberse casado con mi padre.
Mi madre odiaba a su madre. Desde que tengo recuerdos, y tengo buena memoria, las recuerdo a las dos casi siempre gritándose la una a la otra, iracundas y en constante beligerancia. No había mucho cariño explícito entre ellas dos. Este ambiente de hostilidad que había en el entorno en el que nací lo pude percibir aun cuando estaba en el vientre de mi madre pocos meses antes de nacer, y por supuesto, después también.
Más adelante, durante los primeros meses de mi existencia en este mundo las cosas no cambiaron, ni mucho tiempo después tampoco. El ambiente tenso y agitado que había en esos primeros meses de vida tan cruciales para que un bebé obtenga un buen arraigamiento en el sentimiento esencial de confianza en la existencia, de que este mundo es un buen sitio para vivir. En mi caso no pudo haber arraigamiento de este sentimiento tan importante para tener una vida plena, más bien fue al contrario.
En esta fase de mi existencia, en la que solo quería alimentarme y saciar mi hambre, pues aun que muy chiquito ya percibía la tensión en mi cuerpo que ésta produce, era todo sensibilidad y vivía en un universo ilimitado, pues aun no era consciente de las fronteras que había entre el mundo exterior y yo. Fueron pasando las semanas y los meses y la percepción del mundo de ahí fuera empezó a formarse paulatinamente. Comenzaba a percibir el hambre, la sed, el frío y sobre todo las malas vibraciones que había en aquel hogar con tanta gente mayor habitando en él…
Percepciones que interrumpían de alguna manera el contacto conmigo mismo mientras duraban esos estados desagradables, que de alguna forma persistieron durante aquellos primeros tiempos de mi existencia, produciendo una carencia importante en ese arraigamiento en el sentimiento esencial de confianza en la existencia antes mencionado, que no pude desarrollar en aquella época, cambiándolo por una percepción amenazadora y muy desagradable hacia la vida.
Claro está, que yo tan chiquito como era, aun no tenía consciencia mental de todo esto, pero mi cuerpo si la tenía y aun la tiene. Este cuerpo quedó impregnado con aquel susto que tan mala vibración despedía. Susto que hizo que replegara mi energía hacia adentro, que comenzara a buscar un refugio seguro en mi interior donde poder estar tranquilo, e intentar sobrevivir a aquel ambiente que sentía amenazador. Es por esta época, a los dos o tres meses de nacer, que desarrollé mi coraza, valga decir, de manera natural, quedando fijado este carácter esquizoide en mi hasta el día de hoy.
Cuando yo nací mi madre tenía algo atrofiada su capacidad para la ternura y para el contacto afectivo con su bebe, tenía algo menguada su capacidad para amar y muy desarrollado el odio hacia su madre, y quizás también hacia su bebé, no lo sé. Supongo que cuando yo era un recién nacido y ella se acercaba para alimentarme después de una bronca con su madre, con aquella vibración iracunda instalada en su cuerpo, sus sentimientos de odio estarían a flor de piel y podían ser percibidos por mí con total claridad. Pues la sensibilidad que tenía en aquella época tan temprana de mi vida, hacia que pudiera percibir sentimientos que, aunque no fuesen manifestados de manera explícita, podía estar presentes en su estado de ánimo.
Esto se debía a que como bebé y criatura virgen que era en aquel entonces, aun tenía abiertos de par en par todos mis canales intuitivos de percepción sensitiva. Estos canales son muy sensibles y eficaces, y mi cerebro aun no estaba del todo desarrollado como para ejercer a modo de filtro mental, que amortiguase aquella desagradable experiencia.
De este modo pude percibir con total nitidez y sin tamiz alguno, las sensaciones que mi madre me transmitía. Bien fuesen sensaciones de placidez y calor, que también las pudo haber, o bien de displacer e intranquilidad. Como fue mayormente en mi caso como niño esquizoide, recibiendo a lo largo de toda mi infancia esas sensaciones de desagrado, ansiedad y desconfianza que mi madre llevaba en su interior, y que ahora se, las experimentaba como una amenaza a mi propia integridad, y éstas me obligaron a ser un ser desconfiado hacia la vida.
Por estas capacidades intuitivas que tenía por esta época, cuando mi madre me iba a dar de mamar experimentaba la destructividad de ese sentimiento de odio que ella tenía, como una sensación intensamente desagradable y amenazante, que interrumpía el plácido contacto que podía tener conmigo mismo. Entonces, al mismo tiempo que saciaba mi hambre, percibía como la vivencia de mi vivir se veía interrumpida por aquella sensación ingrata y amenazadora, que emanaba de aquel sentimiento de odio que mi madre tenía, quedándome fijado en esta experiencia de displacer, más que en la experiencia de satisfacción del hambre, que a buen seguro era más grata.
Dicen los expertos que sensorialmente es mucho más fuerte e intensa la sensación de desagrado que la placentera. De ahí la facilidad de que se quede fijada en el recuerdo la sensación ingrata antes que la grata. Por este motivo, el núcleo de la estructura de este carácter esquizoide que habita en mi cuerpo, radica en el hecho de que la experiencia sensitiva cuando yo era un bebé, que iba unida a la petición de satisfacción de mis necesidades básicas, implicaba que existiese paralelamente una intuición sensitiva de amenaza a mi existencia.
Ahora me doy cuenta que de este modo, cuando he querido dejar que la novedad entrara en mi vida, como por ejemplo abrir mi corazón a una relación amorosa, aparecía siempre un temor infundado al fracaso de antemano, que ahora se, nace de este mecanismo instalado en mi desde tan temprana edad, y que actúa de manera inconsciente y un poco a su aire.
Cuando vine a este mundo hacía mucho frío emocional en aquel hogar de mi infancia, como casi durante toda mi vida lo hubo. Aunque algunas veces ha templado el tiempo. Como por ejemplo, cuando surgía una relación sentimental que me hacía sentir un poquito más cálido. Pero en cuanto la percibía amenazante o asfixiante por la exigencia de intimidad que la relación demandaba, o por el miedo a perderme en los brazos de ella loco de amor, dejaba que el tiempo volviese a enfriarse otra vez, por miedo al sufrimiento emocional, y a esa desagradable sensación de que algo terrible podía ocurrirme si seguía con la relación.
Entonces la cortaba, rememorando de alguna manera los efluvios internos de una mala e inadecuada relación que todo esquizoide tiene con su madre. Aunque podamos tratar normalmente con ella, no hay mucho acercamiento afectivo, no hay un vínculo afectivo de unión muy fuerte con ella. Aun así nos cuesta un tanto separarnos de su figura, quizá por ese frío afectivo que existe en la relación madre/hijo esquizoide. Para el esquizoide, encontrar el verdadero afecto materno resulta muy difícil, por no decir imposible, así como el amor sentimental.
Este frió afectivo que hubo cuando vine al mundo, hizo que mi cuerpecito de bebé se contrajera. Todos mis músculos, tendones y articulaciones quedaron contraídos por aquel susto de muerte -valga la expresión-, que fue para mí venir a este mundo. Esto propició que saliese corriendo del útero y del cuerpo de mi madre, y siguiese corriendo toda mi vida para intentar perder el contacto con aquella sensación traumática instalada en mi cuerpo, intentando no sentir las sensaciones y las demandas de contacto, yéndome al terreno mental intentando no percibir las cosas que mi cuerpo quería decirme. Esta contractura que aquel gélido ambiente de infancia produjo en mi cuerpo, fue formando la dura coraza que he ido perpetuando a lo largo de toda mi existencia casi sin darme cuenta de ello, formando este carácter que ahora tengo.
Aunque hasta hace unos pocos años no tenía mucha consciencia del ser que habita en este cuerpo, por el contrario, he tenido alguna de un yo mental o intelectual más o menos estructurado, que hoy en día se que es y ha sido pura fantasía. Por lo que he carecido de muy poca consciencia de mi yo corporal con sus sensaciones y sentimientos, con sus demandas hacia la vida.
Al igual que todo esquizoide, he vivido dentro de un duro caparazón a lo largo de estos años, hecho de miedos e ilusiones sobre mi propia existencia. La energía que he empleado para formarlo, ayudó también a formar la estructura de mi cuerpo, un cuerpo lleno de tensiones y un tanto escindido de mi propio yo.
Mi mirada aun muestra rememoranzas de aquel temor que hubo en mi infancia a ser aniquilado, que trato de disimular con una apariencia seria y formal. Mis ojos suelen estar bastante abiertos. Como buen observador no me gusta perderme nada de lo que pueda ocurrir a mí alrededor. Este es un modo de observar defensivo muy característico de este carácter tan observador.
Vemos la vida como si estuviéramos detrás de un grueso cristal que nos protegiera del mundo exterior. Suele existir cierta distancia emocional entre el observador y lo observado. La tensión que habita mi cuerpo también la puedo sentir en la nuca y en la base del cuello. La curvatura de mis cervicales no la tengo muy marcada, más bien la suelo tener recta por la tensión. Esta tensión también la llevo en mis mandíbulas, que hace que los pómulos de mi rostro estén bien marcados. También existe cierto corte energético a la altura de la pelvis y articulaciones de las caderas, que producen la sensación de tener cuerpo dividido en dos partes.
Esta rigidez en la base del cuello y la nuca me permite mantener el corte energético que disocia mi cabeza con sus ideas, del resto del cuerpo y de sus funciones de percepción de mis emociones, de mis sentimientos y de mis necesidades. Necesidades de las que básicamente me “defiendo” como cualquier otro esquizoide, estirando bien el cuello y mentalizando todo sentimiento o emoción que pueda salir a la luz.
Bloqueo mi cuerpo con una tensión crónica para intentar contener el pánico frente a la percepción de la sensación de esa necesidad que va asociada a la amenaza de mi existencia. Este es para mí el punto crucial y esencial de mi carácter esquizoide. El miedo a percibir la sensación de necesidad que va asociada a la amenaza a mi existencia. Daros cuenta lo duro que esto resulta para mí, o para cualquier persona con este carácter. Cada vez que deseo algo bueno para mi mismo, satisfacer alguna necesidad en mi vida, existe a la su vez una sensación amenazante hacia mi propia existencia, que yo para nada deseo que exista, y que sin embargo, está ahí.
Volviendo ahora la mirada hacia el trastorno esquizoide de la personalidad, vemos que ésta tiene muchas cosas en común con todo lo que he dicho antes del carácter esquizoide. Pero alguna diferencia debe haber entre ambos, ya que en un caso hablamos de carácter y en el otro de personalidad. La diferencia más notable que he visto entre ambos, es que el carácter esquizoide se forma y queda fijado en la persona desde muy temprano en su vida, para luego poder ir desarrollándose de diversas maneras según otros factores personales.
Sin embargo, el trastorno esquizoide suele comenzar en la edad adulta, o también en la pubertad y adolescencia. En este caso la persona tiene un pobre desarrollo emocional y afectivo causado por las tendencias al aislamiento social, bajo rendimiento escolar y relaciones poco afortunadas.
Así que creo que es importante tener en cuenta que estamos hablando de dos cosas distintas, aunque inseparables la una de la otra. Ya que al fin y al cabo, ambas no se pueden separar a la hora de estudiar psicológicamente a la persona. Entonces, una cosa es hablar del carácter y otra de la personalidad. El carácter ya lo hemos visto antes. A la personalidad la podemos definir comenzando por ver el origen etimológico de la palabra que la define. La palabra personalidad nace de la palabra persona, que en griego se dice prosopón y significa “máscara”. La personalidad es en cierta manera esa “mascara” que me pongo para salir al mundo con una idea preestablecida que tengo de mi mismo.
La personalidad es la suma total de nuestros patrones de conducta actuales o los que están en estado potencial dentro de uno mismo. Se desarrolla por medio del aprendizaje social y por las experiencias personales. Es la manera habitual en que uno se suele comportar. Es individual y social; individual porque cada uno de nosotros es único e irrepetible, y social porque interactuamos los unos con los otros en nuestro entorno social. La personalidad es algo que va cambiando en el transcurrir de la vida de la persona.
Por ejemplo en mi caso, cuando empecé esta formación me mostraba bastante más serio, digno y formal de lo que ahora suelo mostrarme, y también de lo que realmente soy. Ese mostrarme serio, digno y formal es algo que he ido adhiriendo a la imagen que ido creando de mi mismo, que también ha recibido influencias de la herencia genética, ya que en mi familia de origen siempre ha existido este aire serio, que cada día lo siento un poco más ajeno a mi persona.
También el ambiente en el que he ido creciendo resultó ser un poco así de serio y aburrido. Entonces he ido adquiriendo este tono de seriedad a lo largo de mi vida porque creía que de este modo sería más respetado y aceptado por los demás. ¡Nada que ver con la realidad! ¡Qué tostón! ¡Qué aburrimiento! Pero hay algo que va cambiando que me ayuda a expresar de otro modo mi persona en este mundo.
También creo que la personalidad no tiene existencia por si misma, no tiene sustancia propia. Yo no he nacido con una personalidad determinada a pesar de mi herencia genética, es algo que voy formando a lo largo de mi existencia. La personalidad es la idea que yo tengo de mi mismo y que he ido creando y mantengo en el constate vivir, no tiene sustancia propia, la voy deduciendo a partir de la conducta que voy expresando a lo largo de mi vida.
La personalidad es una abstracción que hago de mi mismo que me ayuda a poner orden en mi experiencia, y a predecir de alguna manera mi comportamiento propio y el de los demás. En el caso de la persona con una perturbación esquizoide saldrá al mundo con una máscara con los rasgos propios de este trastorno. Que le llevará a distanciarse de las relaciones personales e inhibir su expresión emocional. En su definición podemos ver que tiene muchas cosas en común con el carácter esquizoide, pero el modo de vivirlo y sentirlo, creo yo, que difiere ligeramente el uno del otro.

Trastorno esquizoide de la personalidad: (siguiendo el DSM IV)

* La persona no desea, ni disfruta de las relaciones personales, incluido el formar parte de una familia.
* Escoge casi siempre actividades solitarias.
* Tiene muy poco o ningún interés en tener experiencias sexuales con otra persona.
* Disfruta con pocas o ninguna actividad.
* No tiene amigos íntimos o personas de confianza, aparte de los familiares de primer grado.
* Se muestra indiferente a los halagos o críticas de los demás.
* Muestra frialdad emocional, distanciamiento o decaimiento de la afectividad.
La persona con este trastorno se muestra un tanto indiferente a la hora de establecer relaciones con los demás. Tan solo quiere huir del mundo en búsqueda de seguridad, de sentirse protegido de las amenazas que él cree que hay en su vida. Sobre todo se protege de sus emociones, de sentir su lado emocional, que el percibe muy amenazante para su integridad personal. Posee un gran temor a comprometerse emocionalmente con alguien por el enorme dolor que puede llegar a sentir si se produjera un fracaso en una relación sentimental.
Siguen un patrón de aislamiento social durante toda su vida. Son personas introvertidas que prefieren utilizar su tiempo más en si mismos, que en relacionarse con los demás. Básicamente su atención está permanentemente dirigida hacia ellos mismos, hacia sus experiencias internas. Les gustan las tareas solitarias sin, o con poco contacto con los demás. No les gusta mucho el sexo explícito, prefieren el amor ideal, el llevarse a la cabeza los amoríos, el amor platónico.
Al igual que el esquizoide de carácter, el perturbado en su personalidad por este trastorno trata de distanciarse de sus emociones y se muestra frío, todo ello por el miedo a sentir más allá de su pensamiento el corazón que late en su pecho. En ocasiones, tanto el trastornado, como el esquizoide caracterológico, se deprimen yéndose a los bajíos de su persona. Nadie puede vivir obviando sus sentimientos y sus necesidades afectivas toda su vida sin caer en el pozo profundo de la angustia que produce esa soledad estéril. Nadie puede vivir sin amor. Sobre todo sin el amor propio al ser que cada uno es. Nadie puede vivir apartado sin dolor de la corriente de la vida.
Supongo que habrá alguna excepción, pero la inmensa mayoría de las personas con un trastorno esquizoide no han sufrido la gestación, el parto y la infancia del bebé esquizoide. Habrán tenido otro tipo de vida intrauterina y extrauterina, otro tipo distinto de infancia y de vivencia de la madre. En definitiva, otro tipo de carácter. Es después en la edad adulta o también en la adolescencia, que su personalidad se ve trastornada por unas ganas enormes de desaparecer de la faz de la tierra. De apartarse en lo posible de toda interacción social y retirarse hacia su mundo interno de forma perturbada y enfermiza.
El esquizoide de carácter nace con esa predisposición claramente, el perturbado por un trastorno esquizoide es desequilibrado por este trastorno cuando ya ha pasado de los diez o doce años, o más adelante en la edad adulta. Para el esquizoide de carácter su comportamiento, aunque neurótico, no le turba tanto como al perturbado. Es su carácter, es su forma de ser y de funcionar en el mundo. Sin embargo, para el perturbado por este trastorno de la personalidad es posible que lo viva con mayor ansiedad que el esquizoide de carácter.
Por ejemplo en mi caso, la herida que llevo dentro mí, como carácter esquizoide, está enterrada profundamente en mi corazón helado por el recuerdo de aquella mala experiencia que tuve durante mi gestación y primeras semanas de vida. Por la falta de la expresión de ternura y de cariño de la madre de aquel entonces.
Aunque durante mucho tiempo esta herida no ha sido muy consciente para mi hasta hace tres o cuatro años, mi mirada y casi todo mi cuerpo la hacen patente. Es algo que existe en mi interior como una marca de fábrica, un sello que llevo desde los comienzos de mi existencia, y un poco antes también. No es algo de lo que me pueda separar fácilmente, si es que esto fuese realmente posible. En ocasiones me encuentro prisionero dentro de esta coraza que habita en este cuerpo que ahora soy. Dentro de este cuerpo que en esas ocasiones que mi corazón vibra de amor y no sé cómo expresarlo, lo siento como si de una cárcel se tratase.
Este recuerdo cada vez más consciente de mi herida de nacimiento me produce un gran dolor, y me ha hecho portador durante todos estos años que llevo vividos de un gran torbellino iracundo interior, que muy raras veces le he permitido salir a la luz por miedo a su gran hostilidad y beligerancia. Lo he reprimido con la cabeza y lo he guardado en mi bajo vientre, perpetuando de este modo la ruptura básica que produce este carácter entre el pensar y el sentir.
Yo siento que el carácter esquizoide es algo más íntimo y muy arraigado en mí. Mi personalidad la siento mucho más superficial, aunque los problemas que pueda tener con ella me duelan y me hayan hecho sufrir, no los siento con tanta profundidad y vehemencia como siento la herida de mi nacimiento. El carácter es algo que forma parte de mi estructura como ser humano desde el principio de mi vida. Sin embargo, la personalidad es algo que he ido adquiriendo y formando a lo largo de la misma y perpetuando en el tiempo, es algo que puede ir cambiando.
Es por eso que pienso que la mayor diferencia radica en este punto, el carácter es inherente a la persona está adherido a sus huesos y entrañas, es el que da forma al cuerpo. Sin embargo, la personalidad es algo adquirido con el paso del tiempo, es la máscara que nos ponemos para salir al mundo. Cuando hay algo en la vida que nos asusta sobre manera y nos perturba, entonces nos defendemos. En el caso de la perturbación esquizoide de la personalidad, la persona se repliega en sí misma con los rasgos antes descritos. Se defiende de eso que la asusta replegándose hacia el interior de si misma, tratando de encontrar refugio en un ambiente apático y seco de emoción y de sentimientos que ella misma ha creado, al intentar restringir toda expresión emocional que daría al traste con la máscara enjuta y acartonada detrás de la que se esconde y se muestra al mundo.

Rubén González Lillo.
Pamplona, Julio del 2.012