AXIOLOGÍA.
LENGUAJE Y PENSAMIENTO.
El lenguaje en los valores.
El lenguaje exhortativo o parenético trasmite o comunica los sentimientos, deseos, gustos, preferencias, emociones, etc. de una persona. Se trata de sus valoraciones subjetivas o de sus juicios subjetivos de valor. O sea, lo que esa persona califica positivamente con los adjetivos bueno, digno, precioso, estupendo, magnífico, etc. O bien, con los adjetivos inmoral, perverso, innoble, feo, horroroso, si lo que manifiesta son sus juicios negativos de valor.
Estas valoraciones meramente subjetivas pueden ser verdaderas o falsas. Pero aquí la palabra verdad equivale a sinceridad, en condiciones normales cuando la gente está indignada o entusiasmada, arrebatada en general por sus sentimientos, da igual si positivos o negativos, suele ser sincera. El lenguaje que va directo a los sentimientos es el que mueve los corazones, y en tales situaciones queremos que los demás se enteren bien de cuáles son nuestros sentimientos, esta es la verdad o falsedad que puede darse en el lenguaje exhortativo o parenético.
Si la persona es sincera, expresa sus propias valoraciones subjetivas, lo que le parece bueno, justo, honrado y valioso en general, o bien lo que estima injusto, indigno, o anti valioso en general, todos son conceptos y cualidades vertidos desde el mundo intrínseco. Cuanto la persona tiene un conocimiento más certero del sí mismo, es más factible una mayor sinceridad en el lenguaje gestual y hablado, es un bien que este lenguaje se encuentre apoyado en una buena comprensión de las propiedades de la cosa en cuestión, y que, preferentemente, no exista una distorsión en la actitud valorativa.
El lenguaje indicativo o apofántico es completamente diferente. Lo que ahora nos importa es la verdad objetiva, la que es la misma para todos. Esta verdad es independiente de nuestras preferencias o emociones subjetivas. La verdad, si es objetiva, es la misma para todos, es el lenguaje de los mundos extrínseco y sistémico, reglas, normas y leyes, así como la comprensión de las propiedades analíticas de los conceptos extrínsecos. Un lenguaje tiene dos elementos o componentes, llamados material y formal.
Las palabras materiales, el componente analítico del lenguaje, expresan lo que perciben nuestros sentidos cuando intuyen o perciben la realidad, lo que ocurre. La mitad formal del lenguaje son los operadores lógicos, que son la “capacidad de manipular los símbolos materiales”, mediante los operadores formales, capacidad disponible en cualquier lengua. El primer operador lógico es “el negador lógico”. La palabra no, que obviamente existe en todos los lenguajes del mundo, no es material sino formal.
Hecho y valor. El valor aparece en el hecho mismo del lenguaje, según nos dice Hartman “es una línea divisoria tenue, pero profunda, una grieta invisible en nuestra comprensión”, hecho y valor, valor y hecho, han de respetar para cumplir su misión comunicativa un sistema lógico, el lenguaje. Siguiendo la teoría de Hartman, “el hecho es una propiedad del valor descompuesta en propiedades descriptivas, siendo el valor la cuantificación de las mismas”.
El objetivo consiguiente es el de seguir esa línea divisoria, que surge como “las dos orillas de la cresta filosa de un acantilado, estrechamente unidas, pero clara y eternamente divididas”. Si hablamos de lenguaje, la teoría de Hartman nos lleva a la afirmación de que, una propiedad del valor es la cuantificación de las propiedades descriptivas de una cosa, y si la cosa y sus propiedades descriptivas son el hecho, entonces el hecho es de por sí la cuantificación de las propiedades descriptivas de valor.
La delgada y profunda línea entre hecho y valor, no es por tanto, realmente entre hecho y valor, es el hecho, y a los dos lados del hecho corre el valor, como una delgada línea que corre a través del hecho y lo mide, siendo en consecuencia el hecho parte del propio valor. Tiene así una doble naturaleza, es valor como medida y hecho como grieta, al igual que la vara de medir es norma como medida y hecho como simple vara.
El mero hecho es un vacío dentro del propio valor, es el valor privado de su significado de valor, y por tanto, de su carácter esencial, el hecho es la corteza del valor. Es lo que aparece en la superficie, lo que los sentidos perciben pero la mente no comprende, entendemos el significado esencial del hecho a través de nuestra capacidad de medir el valor, siendo el hecho la representación simbólica del mundo del valor.
El lenguaje en su expresión gestual y creativa, actitud y acto, “pensamiento hace palabra, ésta crea el acto, y origina tendencias que derivan en hábitos…que quedan rigidizados en carácter”, es la exteriorización del pensamiento, la que delimita el mundo externo de nuestro mundo interno. Es el pensamiento mismo lo que está regido por la lógica, ya que está inserto en el hecho mismo de pensar con lógica. Toda persona que usa un lenguaje está guardando y cumpliendo las leyes de la lógica, aunque no se dé cuenta de ello, ya que la realidad correspondiente a los conceptos analíticos no es en modo alguno la del hecho, es el mundo de los hechos sensoriales, y estos hechos varían con cada propia estructura conceptual del lenguaje. El lenguaje en su conjunto es la manifestación interna del mundo intrínseco, la concepción analítica del extrínseco y el lenguaje sintético.
Para Hartman el lenguaje tiene un medio ingenioso de expresar ese mero valor de hechos sensoriales: la metáfora. “Una metáfora es un conjunto de propiedades descriptivas sin su referente, y por tanto, es aplicable a cualquier cosa, es, en otras palabras, pura intensión”. Teóricamente cualquier comprensión puede servir como metáfora, cualquier nombre puede servir como propiedad de valor para cualquier combinación de comprensión y extensión, es decir, para cualquier otro nombre que sea al mismo tiempo significado y ejemplificado.
Esto quiere decir que el lenguaje de la metáfora contempla dos vertientes, por un lado, el lenguaje intrínseco de la pura comprensión sin referencia extensiva, y por otro, el lenguaje descriptivo que es de numerablemente infinito de elementos, puesto que cada uno de sus elementos infinitos tiene aplicaciones de numerablemente infinitas, es la extensivo de la estructura extrínseca, las comprensiones analíticas.
Lo primero que enseña la gramática de cualquier idioma es a respetar las reglas de la Lógica, todas las lenguas de la Tierra, vivas y muertas, garantizan un cumplimiento mínimo de las reglas lógicas. Si no fuera así, sería imposible la comunicación humana. Pensar es ya encontrarnos con los valores, cuando se trata únicamente de expresar nuestros sentimientos subjetivos, la palabra verdad puede equivaler a sinceridad. Podemos expresar nuestros sentimientos tal como son, o podemos falsear o evitar, pero tanto si somos sinceros como si no lo somos, para que la gente entienda lo que decimos, estamos respetando la verdad de las reglas lógicas.
Esta verdad es más profunda que esa otra verdad en cuanto mera sinceridad, de las diversas acepciones que tiene la palabra verdad, la más radical de todas es justamente esta verdad formal de la Lógica, que gobierna tanto el lenguaje como el mismo pensamiento, de ahí que en las concepciones sistémicas, el valor sea el de la perfección o no existencia, propiedades sin extensión y definidas, cuyo cumplimiento implica jerárquicamente un menor valor ya que es la valoración más simple, simplemente es, o no es.
Si seguimos la lógica natural vemos que esta es una forma de explicar el razonamiento humano, es un mínimo denominador cognitivo, un sistema básico construido por reglas simples, por eso es natural y no aprendida. Algunas leyes de lógica son leyes del pensamiento humano ya que la lógica forma parte del sistema cognitivo humano.
Para la lógica natural la mente está dotada de un núcleo de reglas inferenciales básicas y simples ya conformadas, y que constituyen la estructura lógica, ya cuando razonamos entran en juego otros procesos para poder sacar conclusiones, intervienen procesos de comprensión. Los esquemas de inferencia constituyen la pieza fundamental de la lógica natural, que a su vez constituye la pieza primordial para razonar. No se trata de una injerencia en particular, es un tipo de inferencia.
-Los esquemas de inferencia tienen validez lógica
-Son psicológicamente elementales, no hay proceso, es un paso único cuando se razona.
-No son accesibles a la introspección
-Son un conjunto delimitable
-No hay diferencias individuales ya que como lógica natural son universales.
Así pues, la lógica es enteramente universal, en la lógica no hay valores subjetivos expresados con lenguaje exhortativo o parenético, el lenguaje lógico no puede ser más indicativo o apofántico. Si un ser humano habla un idioma y se entiende lo que dice, está respetando el valor en su más genuina acepción. Hay algunas fórmulas lógicas que son verdaderas siempre, cualesquiera que sean las combinaciones de valores de verdad de sus componentes, son los teoremas de lógica, o fórmulas válidas, una validez es verdadera en todo mundo posible, como decía Leibniz, que es tanto como afirmar que es imposible que exista un mundo en que esa validez no sea verdadera, que no se cumpla.
Las equivalencias son sólo una clase de valideces, no se trata sólo de las fórmulas válidas, sino del conjunto de toda la lógica formalizada. Hay tres tipos de fórmulas y nada más que tres: valideces, contradicciones y consistencias. Si encerramos entre paréntesis una validez, y ponemos delante un negador que abarque a todo lo encerrado entre paréntesis, lo que resulta es una contradicción. En la lógica del lenguaje una contradicción es falsa en todos los casos; en todo mundo posible, como diría Leibniz. Lo contradictorio no puede existir. Hay un tercer tipo de fórmulas lógicas, las llamadas consistencias, que pueden resultar verdaderas o falsas. Las valideces necesariamente existen como verdades formales. Las contradicciones por ellas mismas no tienen existencia real, no puede haber una realidad que exista de hecho y sea contradictoria. Así como las valideces indican lo que necesariamente es, las contradicciones indican lo que necesariamente no es. Y las consistencias denotan lo que puede existir o no existir.
En lógica, la materia prima son letras del alfabeto para denotar frases del lenguaje cotidiano, ese es el elemento material con que se mezclan los operadores lógicos, lo importante es esto: “después de todas las manipulaciones que queramos, si no nos hemos equivocado en el cálculo lógico, lo que resulta siempre es una nueva fórmula de lógica, ya sea validez, contradicción o consistencia”. El cálculo lógico no da sorpresas, lo importante es saber que existe y que determina nuestro pensamiento por medio de los valores, y que incide sobre lo que puede o no puede existir, no olvidemos que para la lógica natural la mente está dotada de un núcleo de reglas inferenciales básicas y simples ya conformadas, que constituyen la estructura lógica, que hace que la cosa sea, validez, no pueda ser ya que es una contradicción, o que pase a ser otra nueva cosa, consistencia.
En la triple integración que hace la axiología formal, (extrínseco, intrínseco y sistémico), de la estructura del lenguaje cotidiano, está referido el mundo inmediato, cada palabra dice lo que quiere decir y quiere decir aquello a lo que se refiere, a diferencia del lenguaje filosófico que se refiere al mundo mediatamente a través de la clasificación de sus abstracciones, Hartman nos dice que “el lenguaje filosófico es tanto en referencia, como en sentido, como en extensión y en comprensión, mucho más vago que el lenguaje cotidiano y científico, en realidad no es posible entender una filosofía, uno se puede aproximar más o menos en base a la intuición”, la filosofía no tiene una estructura fundamentalmente diferente a la del lenguaje cotidiano, un concepto está ligado a otro concepto, mediante la implicación y la asociación, da origen a otros conceptos y lleva implícitas las ensambladuras para encajar con otros significados y con el resto del lenguaje. Toda la concatenación de conceptos refleja el mundo tal como este se nos presenta a nosotros, pues los conceptos analíticos son abstracciones del mundo y se refieren a él.
Para resumir lo relativo al lenguaje concretamos con que no basta con conocer el mundo y representárnoslo mentalmente, se hace necesario pensar formal y sistemáticamente y conocer el vocabulario y el simbolismo del sistema. El mundo del valor entendido como un sistema de relaciones formales no se refiere a objetos y propiedades, ya que las relaciones no son un asunto de los sentidos, la argumentación de la axiología formal se dirige al intelecto no a la intuición sensorial, exige ver las relaciones formales en sí mismas.
La axiología formal como ciencia no tiene referencia, ni directa ni indirecta al mundo sensible, es aplicable a él, y aplicación no es referencia, tiene una estructura compleja que consiste en teoría y práctica, en relaciones formales y observaciones materiales, siendo la coordinación de ambas, hablando estrictamente, la ciencia axiológica. Utiliza elementos del mundo de acuerdo con sus propias leyes y lo combina para formar nuevas estructuras, tanto teóricas como prácticas. Así las expresiones lingüísticas son valorables no tan solo por su estructura, sino por su estructura como expresión de un fenómeno de valor materialmente discernido.
Pensamiento.
El término razonamiento informal surge como alternativa al razonamiento lógico o razonamiento formal. Tradicionalmente, se ha considerado que el modelo del razonamiento humano es la lógica formal. Desde esta perspectiva, alguien que razona bien realiza inferencias inductivas o deductivas correctas según las reglas de la lógica formal. Las reglas de la lógica formal constituyen, desde este enfoque tradicional, el modelo que rige y define el razonamiento humano, que permite evaluar si es correcto o incorrecto, y para algunos autores, el que determina la “racionalidad” o “irracionalidad” del ser humano.
Si razonamos correctamente aplicando las reglas de la lógica, nuestro razonamiento será igualmente bueno, independientemente del contenido sobre el que razonemos. Las reglas de la lógica son aplicables a cualquier contenido y conducen a razonamientos correctos, o incorrectos si no se siguen. Por ello, en los problemas utilizados habitualmente en este enfoque encontramos contenidos abstractos tales como números, letras o formas geométricas.
El razonamiento inductivo es singular, porque sus conclusiones hacen siempre referencia a la realidad, y problemático porque esas conclusiones son provisionales. Una generalización inductiva es, con frecuencia, la base de muchas de nuestras conclusiones deductivas. Las inferencias inductivas están formadas por proposiciones empíricas que tratan sobre acontecimiento futuros o pasados, aventuramos lo que puede suceder, o ha sucedido. Esta extrapolación desde unas observaciones hacia otras, futuras o pasadas, es la base de la mayoría de nuestras creencias o conocimientos, por ello, la inducción es la base de nuestro conocimiento. El talón de Aquiles es que toda conclusión inductiva se basa en que, lo que acontecerá será similar a lo que ha acontecido. “Lo que todavía no es, será como lo que ya fue”. Este condicional, si el futuro es similar al pasado, es el que impide a la inducción poseer la capacidad de demostración que tiene la deducción.
La deducción establece verdades necesarias, la inducción sin embargo, establece verdades probables, y esto es su debilidad pero también su fuerza, ya que una conclusión de la misma forma que puede debilitarse con hechos venideros, puede también fortalecerse con otros, esta es la diferencia, un argumento deductivo no cambia su validez cuando se añaden más proposiciones, ya que las verdades lógicas una vez establecidas son inmutables. La diferencia fundamental entre ambos modos de razonar es que la inductiva se mueve en el mundo de las verdades probables y la deductiva en las verdades necesarias. Una verdad inductiva no es una verdad necesaria.
El conocimiento se apoya en ambas, deductiva e inductiva, sin esta no podríamos acrecentar nuestro saber. La provisionalidad de una conclusión inductiva es otra de sus características importantes, otra es la extrapolación o generalización de un conjunto de observaciones a otras, y también a pasado o a futuro, las generalizaciones a las que llegamos son una base muy importante de nuestras creencias y base de nuestro conocimiento, son una necesidad. El argumento deductivo se mueve en el terreno de la certeza, y el inductivo en el terreno de la inseguridad.
El pensamiento real tiene su propia lógica, es ordenado, racional y reflexivo. La distinción entre proceso y producto no es inamovible y absoluta, no es que el resultado final sea lógico y el proceso, que implica deseo y propósito no lo sea, distinguimos entre forma lógica aplicada al producto, y método lógico correspondiente al proceso, en resumen, aplicado al proceso de pensar, el término lógico significa que el curso del pensamiento se conduce reflexivamente, en el sentido de que la reflexión se ha distinguido de otro tipo de pensamiento, ha existido una comparación y equilibrio de evidencia y sugerencias y de que no se limita a observar su valor superficial, sino que lo pone a prueba para determinar si es lo que parece ser, en el sentido de que una actividad auténticamente reflexiva termina por declara cual es el resultado. (J. Dewey)
El pensamiento psicológico es el proceso real, es fáctico, puede ser azaroso, desordenado o fantasioso, pero si nunca fuera otra cosa no tendría ninguna utilidad, si el pensamiento no tuviera nada que ver con las condiciones reales, y si estas no pasaran a los fines que hay que alcanzar, jamás inventaríamos nada, ni resolveríamos problemas o dificultades, Para J. Dewey las necesidades prácticas de conexión con las condiciones reales existentes, naturales y sociales, invocan y dirigen el pensamiento, esto queda recogido en la teoría de Hartman en el valor extrínseco, es el valor de la comparación.
Valora las cosas dentro de clases y como miembros de clases. Hay una clase común para todas las cosas concretas, como sillas, caballos, ropa, coches…, el concepto de esta clase es el concepto previo, y su extensión es la totalidad de todos los artículos económicos, es la aplicación del valor extrínseco a cosas, así la lógica formal, los elementos intrínsecos, y la comprensión de las propiedades analíticas introducen en el pensamiento valores, valideces o cualidades, auténticamente lógicas o reflexivas.
Lo psicológico y lo lógico, lejos de oponerse, o de ser independientes, mantienen entre sí la relación de etapa inicial y terminal, o conclusiva del mismo proceso, la única manera en que una persona puede lograr habilidad para realizar definiciones precisas, clasificaciones y generalizaciones comprensivas es la de pensar alerta y cuidadosamente en su propio nivel presente (aquí y ahora).
Lógico significa que lo que se demuestra proviene de términos con significados claros y definidos, convincentes, inmersos en un proceso ordenado de pensamiento, se trata en definitiva de un significado reflexivo que significa regulación de los procesos naturales y espontáneos de observación, sugerencia y comprensión, esto es, el pensamiento como arte.
Nos dice Hartman que por pensamiento ordenado se entiende un procedimiento que ofrece una explicación de un máximo de objetos con un mínimo de conceptos. El pensamiento ordenado en el campo del valor no se considera diferente del pensamiento ordenado en el campo de los hechos, significa la construcción de patrones isomorfos con los fenómenos de la disciplina. La distinción entre el pensamiento y su objeto no separa a estos, al contrario, los funde, ya que el pensamiento no puede ser pensamiento a menos que sea distinto de su objeto, y solo entonces puede penetrar en este, el pensar debe ser lo opuesto del hacer, al fin de fundirse con este, la fusión de los dos sin distinción es confusión.
Nuestro pensamiento se inscribe entre lo que ya sabemos (sistémico), nuestra memoria, (intrínseco), y lo que percibimos (extrínseco). Somos nosotros los que damos significado a las cosas, inferimos más allá de lo dado, de lo conocido a lo desconocido. La inferencia es un proceso de llegar a una idea de lo que está ausente, (formación de figura), sobre la base de lo que está a mano (fondo), tiene lugar a través de la sugerencia que surge de todo cuando se ve y se recuerda (figura-fondo). Cuando la sugerencia irrumpe en la mente, tiene unas características concretas que dependen de la experiencia en curso, y esta a su vez, de la cultura del momento por un lado, y de las preferencias, los deseos, los intereses y el estado emotivo inmediato de la persona por otro. Implica un salto en el proceso.
Recursos innatos en la formación del pensamiento:
Curiosidad.
Aristóteles dijo que “el asombro era el padre de la ciencia y de la filosofía, el asombro no es lo mismo que la curiosidad, sin embargo se confunde con ella cuando la curiosidad alcanza el plano intelectual”. (Dewey,J.). Todo ser vivo mientras está despierto permanece en constante interacción con su medio. Está inmerso en un proceso de intercambio, actúa sobre los objetos que le rodean y a la vez recibe algo de ellos: impresiones, estímulos. Este proceso de interacción constituye el marco referencial de la experiencia. No hay una única facultad llamada curiosidad, todo órgano sensorial y toda actividad motriz normal está siempre en actitud de alerta, anhelan una oportunidad para entrar en acción, y necesitan algún objeto sobre el cual actuar, la suma de todas estas tendencias constituye la curiosidad. Es el factor básico en la asimilación de la experiencia y germen del pensamiento reflexivo.
Sugerencias. (Gestalt: figuras)
Todo lo que se experimenta nos viene acompañado de algún otro objeto, cualidad o acontecimiento, un objeto ocupa el centro y es el más claro, pero gradualmente se transforma en otras cosas, la experiencia no es una sensación simple, sino compleja, pues incluye una gran cantidad de cualidades relacionadas, la parte de la experiencia presenta que se asemeje a la anterior nos recordará o sugerirá alguna cosa o cualidad con ella relacionada, presente en la experiencia precedente y que guarde relación con ella. Es un continuo de movimiento.
Son ideas de carácter espontáneo, de manera continua e irrefrenable se nos ocurren cosas, es “el factor capital del pensamiento”. Algo percibido sugiere algo no percibido, una cosa significa o indica otra. “El hecho de tener ideas es algo que nos sucede más que sea algo que nosotros hacemos”, cuando las sugerencias tienen lugar en nosotros se presentan en calidad de funciones de la experiencia pasada y no de nuestra voluntad o intención presentes. Las vamos haciendo presentes en el continuo de movimiento.
Cuando una persona tiene capacidad adecuada de respuesta para las condiciones que determinan la aparición de una sugerencia, y sólo cuando acepta la responsabilidad de utilizar la sugerencia para examinar que se desprende de ella, tiene significado la introducción del yo como agente y fuente de pensamiento.
Las creencias.
Significado que se da al pensamiento es el de creencia, que es una afirmación acerca de alguna cosa. La creencia se refiere a algo que le trasciende y que al mismo tiempo certifica su valor, la creencia realiza una afirmación acerca de una cuestión de hecho de un principio o de una ley. Una situación, o una ley, se aceptan o se rechaza, cuenta, o no, con nuestro conocimiento, abarca todas las cuestiones de las que uno dispone de un conocimiento seguro, pero en las que confiamos lo suficiente para actuar de acuerdo.
No hay nada en el pensamiento que pueda revelar si la creencia está bien fundada o no, se trata de una idea heredada de otros y que se acepta porque es una idea común. Tales pensamientos se dan inconscientemente. Son simplemente acogidos no sabemos cómo. De oscuras fuentes y por canales desconocidos se insinúan en la mente, y de manera inconsciente, se convierten en parte de nuestra estructura mental. Tienen su base mayormente en funciones introyectadas.
Estos pensamientos son prejuicios, ideas preconcebidas, no conclusiones a las que se haya llegado como resultado de una actividad mental personal, como la observación, el recuerdo y el examen de la evidencia. Aunque sean correctos, es causal en lo que concierne a la persona que los sostiene.
Para Ortega y Gasset “las ideas se tienen, en las creencias se está”, nos dice que no hay vida humana que no esté desde luego constituida por creencias básicas y, por decirlo así, montada sobre ellas. Vivir es tener que habérselas con algo: con el mundo y consigo mismo, más ese mundo y ese “sí mismo” con que el hombre se encuentra, le aparecen ya bajo la especie de una interpretación, sobre el mundo y sobre sí mismo.
Esas ideas que son en verdad “creencias”, constituyen el continente de nuestra vida, no son ideas que tenemos, sino ideas que somos. Al ser creencias, se confunden para nosotros con la realidad misma, y pierden el carácter de ideas, de pensamientos nuestros, no tienen un origen propio, son creencias introyectadas. Con las creencias propiamente no hacemos nada, sino que simplemente estamos en ellas. “El lenguaje vulgar ha inventado certeramente la expresión “estar en la creencia”. En efecto, en la creencia se está, y la ocurrencia se tiene y se sostiene, pero la creencia es quien nos tiene y sostiene a nosotros (Ortega y G.).
Pensamiento Reflexivo.
John Dewey se refiere al pensamiento reflexivo como un examen activo, persistente y cuidadoso de toda creencia o forma de conocimiento a la luz de los fundamentos que la sostienen y las conclusiones a las que tiende. La reflexión incluye la observación, esta se realiza mediante el uso directo de los sentidos, y a través del recuerdo de observaciones previas, propias y ajenas, algunas de las observaciones son obstáculos, otras ayudas, recursos, ya sea que las condiciones lleguen por percepción directa, o bien a través de la memoria, todas ellas conforman “los hechos del caso”, son las cosas que están en el presente, y con las que hay que contar. Cabe aquí la reflexión de hecho y valor de Hartman, “el hecho es una propiedad del valor descompuesta en propiedades descriptivas, siendo el valor la cuantificación de las mismas”, con lo que los hechos del caso de Denwey son para Hartman valor, ya que el valor aparece en el hecho mismo del lenguaje.
Junto con las observaciones surgen las sugerencias de posibles modos de acción, esta continua interacción entre, por un lado, los hechos desvelados por la observación, y por otro, las propuestas de solución y los métodos de tratamiento, continua hasta que una solución sugerida satisface todas las condiciones del caso y no entra ya en conflicto con ningún aspecto del mismo aun por descubrir, es decir, se cierra la figura.
El término técnico que designa los hechos observados es “datos”, sin olvidar que la línea que divide hecho y valor es profunda, pero tenue, y que para Hartman el hecho es una propiedad específica del valor. Estos datos constituyen el material que hay que interpretar y explicar, aplicando las soluciones sugeridas desde la observación, desde la que podemos diferenciar sus propiedades descriptivas, la comprensión de los contenidos analíticos, y la sistematicidad de los sintéticos. Digamos que datos (hechos), e ideas (sugerencias), constituyen los dos factores indispensables y correlativos de toda actividad reflexiva, enmarcada por ella misma en el mundo del valor.
El pensamiento reflexivo:
*Posibilita la acción como objetivo consciente. Intrínseco.
*Hace posible el trabajo sistemático y la invención. Sistémico.
*Carga y enriquece las cosas con significados. Extrínseco.
Por tanto es un proceso, una cadena donde cada término deja un residuo que es aprovechado en el término siguiente, la función de la reflexión consiste en producir una nueva situación en la cual la dificultad encuentra solución, la confusión se disipa, la preocupación se suaviza y la pregunta es respondida. Esta particular verificación empírica de los componentes analíticos conlleva una estructura de pensamiento que verificar, todo proceso particular de pensamiento llega naturalmente a su fin cuando la situación (figura) que surge y ante la que se encuentra la mente se estabiliza, se decide, ordena y aclara, pues entonces ya no hay nada que estimule la reflexión, hasta que vuelva a presentarse otra situación dudosa o inquietante (estímulo intelectual).
El mundo de los hechos es el resultado de un desarrollo histórico. Lo que en el mundo moderno es un hecho, no lo era en el mundo antiguo, ni en el medieval, y del mismo modo, lo que hoy es un hecho en el mundo occidental no tiene porque serlo en el tercer mundo. Lo mismo es cierto respecto del valor. La felicidad, la libertad, por ejemplo, significaban algo bien diferente para el hombre medieval, o lo que significaba para Aristóteles, o para nosotros en la actualidad.
La frecuente distinción entre hecho y valor como los dominios de objetividad y subjetividad, respectivamente, es por tanto no válida, no está de acuerdo con los hechos, es decir, con las observaciones concretas de las personas que reaccionan en diferentes culturas frente a los mismos datos.
Cualquier pensamiento en que esté inscrito el valor, el cual concierne a todo hecho, deviene en acto, siendo en sí mismo, ” una propiedad del valor descompuesta en propiedades descriptivas, siendo el valor la cuantificación de las mismas”, como nos dice Hartman.
Así, el valor se debe contemplar en tres niveles:
(1), El de la teoría, el valor formal o valor.
(2), el de la práctica, el valor fenoménico o valor, y el de la combinación de los dos primeros,
(3), el valor axiológico (científico).
El hecho existe en los mismos tres niveles:
• -El formal de la teoría, o sea, el hecho formal o hecho, que es un conjunto de fórmulas que constituyen un concepto sintético. (Sistémico)
• -El nivel de sentido común de la práctica, o sea el hecho fenoménico o hecho, que es un conjunto de observaciones sensoriales combinadas con un concepto analítico(.(Extrínseco)
• -Y la combinación de ambos, el hecho científico, que es un conjunto diferenciado de observaciones sensoriales combinadas con un concepto sintético. ( (Intrínseco)
Robert S. Hartman:
El conocimiento del bién. FCE. Mex. 1965
La ciencia del valor. UNAM Mex. 1964
La estructura del valor. FCE. Méx. 1959
R. Frondizi:
¿Qué son los valores? FCE Méx. 1959