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El mundo interno-La piel que habito

“Un intenso egoísmo nos protege contra la enfermedad; pero, al fin y al cabo, hemos de comenzar a amar para no enfermar, y enfermamos en cuanto una frustración nos impide amar. (Freud)
En el mundo Interno las nueve valoraciones y los nueve devalores son conceptos en términos de una valoración de contenido intrínseco, ya que la visión intrínseca está referida al “soy yo conmigo mismo”. Mundo externo, o gran intrínseco, como nos dice Alfonso, que corresponde a la experiencia inmediata en una cantidad continua de propiedades. Es la manifestación interna en lo cotidiano, así su pensamiento corresponde al razonamiento informal, y su lenguaje es exhortativo o parenético, conectado con la verdad de quien habla. En el intrínseco  el conocimiento es por familiaridad, por intimidad, y la valoración es una “cosa única”, ya que al ser intrínseco se ve en singular, y lo valorado se vuelve único.
El mundo interno nos revela la calidad en la percepción y la relación de la persona con sí misma, con su propio mundo interno. Es la capacidad de percepción del sí mismo  como un todo y en cada parte, nos habla de la capacidad de objetividad o distorsión, así como del manejo de la energía psicosomática y emocional ante su realidad interna, es el estado anímico en relación conmigo mismo.
En su dimensión intrínseca el mundo interno percibe la individualidad, la imagen concreta del sí mismo y su valoración, la autoestima, y el estado del self, el compromiso y la relación con lo trascendente, y el contacto con vida y muerte. Asimismo nos habla del manejo del pensamiento en la imagen del sí mismo, es decir, abarca los aspectos íntimos y esenciales del ser humano.
En la dimensión extrínseca lo relacional, la esencia se proyecta, es el yo proyectado al mundo, y corresponde a la relación con la necesidad y de la dependencia-independencia en lo concreto, lo que tu significas para mi (lo afectivo), nos habla de la capacidad para discernir los valores dentro de sí (en el mundo interno),  es el rol frente a uno mismo y el manejo de la relación con el cuerpo, son las necesidades primarias de contacto o afectivas
El mundo interno sistémico son los propios conceptos de ideales, objetivos, proyectos y metas que tiene la persona y regula su capacidad para poder tener en calma y armonía todos estos conceptos dentro de sí, la relación entre  rigidez y flexibilidad, la calidad del juicio de si mismo, imagen ideal del yo y el yo ideal, es la capacidad para discernir el orden dentro de uno mismo, y el manejo de los impulsos, está en relación con la figura de introyección femenina.
El mundo interno, “la piel que habito”, para poder desarrollarse en plenitud necesita de un buen contacto que, como nos dice Perls, “garantice la posibilidad de sentir la unión con el otro y al mismo tiempo delimite la separación que permite mantenerse distinto y uno mismo”. Cuando entramos en contacto se produce la fusión (que no con-fusión) con el “tu”, el “vosotros”, o el “ellos”. El contacto nos lleva a unirnos y a separarnos, a juntarnos y a retirarnos,  y esta paradoja nos acompaña continuamente, y nos cuesta mucho resolverla. O bien nos sentimos solos, o bien nos quedamos pegados, o bien escapamos continuamente, o tal vez evitemos.
El límite o frontera de contacto es el punto en el que se experimenta el Yo (organismo) en relación con lo que no es el Yo (ambiente). El límite se va haciendo a lo largo de toda la vida, tiene que ver con todo lo vivido y aprendido en  el crecimiento de la persona, es lo intrínseco que posibilita el cambiar cada encuentro y ajustarlo creativamente en las distintas situaciones de vida. La “frontera o límite” es algo que separa al organismo de su ambiente, más bien limita al organismo y su ambiente, lo contiene, lo protege, esto en el intrínseco es la manifestación interna de lo cotidiano, un grupo infinito de propiedades continuas, que queda reflejado en las distintas valoraciones y comprensiones extrínsecas.
El contacto es una función que se desarrolla en la frontera que une a la persona y a la vez la separa de otros, otros que pueden ser otro organismo, un objeto inanimado, o una nueva cualidad o habilidad que desarrollamos. Los límites eficaces no son rígidos  y permiten encuentros en libertad entre el organismo y el ambiente.
La frontera de contacto se construye a lo largo de toda la vida, tiene la característica intrínseca de cambio continuo que permite a la persona realizar un ajuste adecuado y creativo en las distintas situaciones por las que va atravesando y es determinada por todas las experiencias de vida. Al crecer vamos fortaleciendo la capacidad de afrontamiento en determinados aspectos, y la vez, resistencias en el crecimiento de otros aspectos de la vida, de la frontera, zonas que quedan rezagadas y que nos siguen anclando en la inseguridad y la duda.
“El miedo a la ruptura de la frontera habitual es más fuerte internamente que la voracidad por lo nuevo”. La persona por mucho que explore y modifique siempre tendrá a su disposición sus conocidas  actitudes ante el mundo, sus normas sistémicas ya conocidas de conducta y los viejos propósitos, evidentes o encubiertos, que motivan  su quehacer.

Frontera del cuerpo:                                                                                                                                               

Se va haciendo a través de las experiencias concretas de la persona con su cuerpo en cada momento de su desarrollo físico, es la integración de la energía psicológica a través del organismo. A través de la somatización de nuestros contactos vamos perfilando el límite corporal con el entorno. Si el contacto se establece con naturalidad y espontáneamente, con la totalidad interna, vamos perfilando un límite claro que nos beneficia en nuestro mundo de relación.
Conforme vamos cambiando tanto en nuestro aspecto corporal como en su funcionalidad, desarrollamos el aspecto de nuestra frontera corporal y delimitamos, la cantidad como la calidad de contacto que necesita nuestro organismo para que la energía somática fluya adecuadamente, esto en el IVH nos lo va a dar el INT %, la integración porcentual, que es el factor de somatización, que nos habla del manejo de la energía psicológica en los tres mundos, de la somatización emocional, y de los problemas psicológicos con  los demás o con uno mismo.
La piel, junto con los pulmones, es nuestro mayor órgano de contacto. Es la frontera que delimita nuestro mundo externo de lo interno, es a través de ella, como mostramos nuestra voluntad de contacto hacia el otro, es en la piel donde se producen las somatizaciones mas visibles a la dificultad en el contacto. Respiración es ritmo, el ritmo es la base de la vida. La función central de la respiración es un proceso de intercambio: inspiramos oxígeno del aire conduciéndolo a los glóbulos rojos, y expiramos expulsando el anhídrido carbónico. Acoger y Expulsar. Tomar y Dar. El aire es nuestra energía vital primaria, ya que contiene el oxígeno que nos da la vida o el prana, la fuerza vital, que nos proporciona energía.
La respiración actúa en nosotros pero no nos pertenece. El aliento no está en nosotros, sino que nosotros estamos en el aliento. Por medio del aliento nos hallamos unidos a algo que se encuentra más allá de lo creado, más allá de la forma. Vivimos en el aliento como dentro de un gran claustro materno que abarca mucho más que nuestro ser material, pequeño y limitado, la vida, ese secreto supremo que el ser humano no puede definir, no puede explicar. La respiración es el cordón umbilical por el que esta vida viene a nosotros. Unido a esta permanente vida está el mundo interno sistémico, los propios conceptos de ideales, objetivos, proyectos y metas que tiene la persona y que regula la capacidad para poder integrar las otras dimensiones, “lo que significas para mí”, y la armonía interna de todos estos conceptos. La relación entre  rigidez y flexibilidad y el juicio de si mismo

 Frontera de los valores:                                                                                                                                              

Esta integración física nos lleva a la frontera de los valores, la integración de las tres dimensiones, intrínseca, extrínseca y sistémica a nivel interno. La capacidad intrínseca de relación está fundada en la capacidad de percepción del sí mismo y del otro, en asumir la propia vivencia sin ponerla fuera, en el respeto a la vida, la capacidad de compromiso, el concepto que uno tiene de sí mismo y de su manifestación externa, de lo que entrega al mundo y de lo que el mundo ve de él.
La parte extrínseca es la relación con mundo y universo y contempla la satisfacción de las necesidades, de forma inmediata, a medio y largo plazo. Es el manejo de los medios para la acción, la capacidad para integrarse en el sistema y la capacidad para relacionarse con el otro en lo afectivo.
La dimensión sistémica,  construida en base a creencias, al “sistema de normas” que rige la educación de la persona. Leyes y reglas que funcionan como norma interna que tiene que ver con las expectativas, objetivos, ideales y reglas que derivan de la educación recibida, “el deber-ser”, impuesto y asumido como norma moral, que nos hace comportarnos de una determinada manera ante el otro.
Si las tres dimensiones no están integradas con la necesidad de la persona, esta  tenderá a la rigidez, y le impedirá verse a sí mismo y al otro más allá del mundo de creencias propio. Si se ha ido constituyendo con flexibilidad, dará espacio para una actitud más abierta a la experiencia, facilitando a la persona el extraer de cada situación vivida lo que le sea útil y gratificante para su crecimiento. Marca el límite del contacto admisible en función de la ética de cada persona.

Frontera expresiva:                                                                                                                                                 

Los tabúes contra el comportamiento expresivo empiezan temprano: no toques, no te muevas, no llores, no te masturbes, no te hagas pis…. y así se van trazando las fronteras. Las prohibiciones originales las transformamos en el crecimiento dotándolas de otras formas de comportamiento más acordes a nuestra edad pero que sutilmente tienen el mismo resultado de prohibición. Tendemos a reprimir la expresión adulta en función de las fronteras establecidas desde niños.
Al estimular nuevas conductas de expresividad en la manifestación  de las emociones propias, de lo que sentimos en cada momento, nos podemos permitir el ampliar nuestra  frontera expresiva dotándonos de la apertura necesaria para poder vivir el auto apoyo. La tendencia a reprimir el contenido emocional por temor a repetir viejos esquemas aprendidos de frustración, insatisfacción y desencanto, la podemos hacer evolucionar a nuevas formas expresivas acordes a la realidad interna a fin de lograr el equilibrio entre estructuras.

Frontera de la familiaridad:                                                                                                                                   

El miedo al cambio, el miedo a lo desconocido, el miedo al fracaso, el miedo a la muerte en definitiva. Miedos que hacen que las personas prefieran vivir limitadas en ambientes disfuncionales ya conocidos. Dice Perls que una polaridad de la impotencia es el exceso de control, control que conlleva inmovilismo, ya que por intentar controlarlo todo me paralizo, es imposible que pueda hacerlo, en el IVH esto queda marcado en una preponderancia valorativa del sistémico interno, control y rigidez sobre un intrínseco debilitado y carente de recursos. Frontera íntimamente unida al miedo a la soledad y al apego, quedarse fundido con algo que alguna vez sirvió y que quedó estereotipado como algo conveniente y actitud generalizada ante la vida. Por el temor a lo desconocido no se toleran cambios en el modo de vida.
La flexibilidad de esta frontera estará determinada por la variedad de experiencias vividas desde niños, que  permiten tener una actitud abierta en un contacto saludable con las nuevas experiencias que siempre se presentarán. Este aspecto marca el límite de tolerancia a las novedades, ya que tendemos a reprimir la expresión adulta en función de las fronteras establecidas desde niños.

Frontera de la exposición:                                                                                                                                       

El secreto es común a todos nosotros, todos tenemos algo que no llegamos a comunicar a los demás: Experiencias, pensamientos, deseos que nos reservamos, manteniendo su conocimiento para unos pocos,  es más, hay algo propio que no se da a conocer puesto que hay una parte nuestra que no lo acepta, que es algo que “no debemos” tener y por tanto no lo aceptamos y lo proyectamos.
Tenemos algunos secretos asociados a sentimientos vergonzosos o de rechazo tan fuerte que producen una negación de la experiencia. Con algunos secretos una parte de la experiencia o casi toda ella no está representada en nuestra estructura mental y así permanece apartada en archivos ocultos que llenan nuestro sistema, pero a los que no tenemos acceso directo.
La experiencia tiene tal carga emocional, que es negada a la conciencia y a nuestro mundo de relaciones, no se digiere y genera tensión y sufrimiento.  Al excluir estas experiencias como propias dañamos el contenido de nuestra estructura mental ya que queda un mapa incompleto que no refleja la totalidad del territorio. Este “mapa” es de gran importancia para la vida pues representa en el interno el mundo de las experiencias vividas. Es la referencia para poder vivir, y al estar incompleto entorpece el contacto con el mundo.
El secreto por lo general está más vinculado a personas con predominio de valores rígidos y morales, donde el “pecado” y “la culpa” están muy presentes. Cuando estos valores no aceptan la experiencia ésta es guardada en secreto, y cuesta mucho transformar, flexibilizar el paso de la experiencia reprimida, ya que el costo es muy grande y viene acompañado de sufrimiento.

Melchor Alzueta. Pamplona. 2.012