La autoregulación organísmica y las puertas de la percepción (Iñaki Zapirain)
1.- El Proceso Gestáltico
El proceso gestáltico deviene en una especie de onda o ciclo en el que el individuo, ese ser integrado en diversos planos, resulta un ser en el mundo interactuando permanentemente con el medio. Ese ser, ese sí mismo corporal, guarda en su seno una serie de fuerzas madurativas e integradoras que impulsan hacia un proceso que podríamos denominar como de individuación. Este proceso genera todo un sinfín de movimientos polares que van desde la dependencia hacia el auto-apoyo, y desde la autonomía hacia la satisfacción de las propias necesidades en concordancia con el entorno.
Podemos describir al si mismo como un sistema fluido que tiende a armonizar a los diversos planos del ser. Así se conjugan los planos somáticos con los emocionales y la vertiente intelectual con la psicológica. Tanto los procesos instintivos , en su dimensión erótica, vital, expansiva o progresiva como los tanáticos, en su dimensión regresiva o de retirada (incluyendo pulsiones de muerte).
De igual modo, ese si mismo vital, existencial, resulta un sistema orgánico en permanente interacción consigo mismo y con su entorno, generando múltiples contactos e interacciones con el entorno. Por ello, siguiendo a Kepner, podemos señalar que este sistema denominado “el si mismo” resulta un integrador de las experiencias del ser humano, orientándolo hacia el cumplimiento de los deseos las necesidades básicas, así como hacia el intento de resolución de lo inconcluso.
El sistema regulador impulsa hacia la individuación y la realización de uno mismo, encauza los diversos potenciales disponibles impulsándolos hacia una corriente vital que concluya en la culminación de las necesidades mas básicas del ser humano. Estas potencialidades disponibles se distribuyen en las diversas funciones de contacto.
2.- Las funciones del contacto
La terapia gestáltica es en palabras de Zinker, un encuentro existencial entre personas e implica un proceso con diversos elementos. Esencialmente, propicia un incremento del nivel de la conciencia ( del sí mismo, del ambiente, de las emociones, del cuerpo…), lo que implica un aumento cierto de la toma de conciencia de las necesidades de nuestro organismo.
Para ello resulta esencial restablecer la conexión con el cuerpo, escuchando y comprendiendo los matices de su vocabulario, en una cesante integración de los procesos que se despiertan a partir de esa conexión y una asimilación y elaboración de los aspectos inconclusos.
Propiciando una asunción, un proceso de responsabilización en la construcción de los propios cimientos vitales, y un incremento de la conexión con la propia energía, la propia espontaneidad y expresividad, así como con el contacto pleno con los diversos aspectos de la vida.
3.- El ciclo del Contacto – Retirada
(Proceso e interrupciones)
En el sistema que gobierna los impulsos tendentes hacia la autorregulación del organismo, nos topamos con una serie de procesos denominados de distintas maneras, el ciclo de satisfacción de necesidades, ciclo de contacto y retirada, autorregulación organísmica…
Este ciclo, proceso, viene determinado por una serie de pasos, que de algún modo constituyen los peldaños que nos orientan hacia la satisfacción de nuestras necesidades. Algunos autores han señalado estos pasos como un proceso global de pre- contacto, contacto y post- contacto, pero, tradicionalmente se han pautado los siguientes pasos:
Desde el fondo de la retirada emergerían las sensaciones. Este fondo sensorial constituye la base, el espacio de los cimientos de nuestras experiencias a modo del material las pinturas y colores disponibles para un artista. Las sensaciones corporales nos arraigan en la realidad del si mismo, en nosotros mismos y en el entorno.
La sensación corporal conlleva la formación de figuras de conciencia, impulsando una (traducción), comprensión de los procesos sensoriales, y ofreciéndoles un sentido y una orientación consciente.
Al formarse una determinada figura consciente, la persona necesita movilizarse para la acción y para ello requiere de la energetización, de una excitación del caudal energético del que dispone la persona proveyéndola del ímpetu necesario para actuar.
La energía generada, el impulso movilizado se va orientando y concretando hacia la actuación que nos impulse a atravesar el límite entre el organismo y el entorno, en dirección hacia el objeto de deseo, de nutrición y satisfacción. Así el proceso del sentimiento interior deviene en movimiento expresivo del entorno.
Aquí se produce la culminación del proceso, en cuanto que se establece el clímax de la satisfacción, resolviéndose la necesidad. Es el contacto.
Finalmente se produce la retirada, donde uno puede integrar, digerir y elaborar el proceso realizado.
Todo este proceso y sus peldaños poseen unas interferencias debido a toda una serie de corazas, mecanismos de defensa y “puntos ciegos” que se han ido edificando debido a las “heridas” emocionales producidas en el proceso madurativo.
Las frustraciones o vivencias carenciales de índole afectivo, así como las normas y exigencias del entorno han ido delimitando, inhibiendo y constriñendo los potenciales expresivos, la espontaneidad, la energía o la creatividad del ser humano así como su capacidad de ser consciente en el mundo por lo que determinados peldaños del proceso han podido quedar dañados.
Señalemos en brevedad diversos mecanismos o interrupciones en el proceso del ciclo de culminación de las necesidades:
La represión, la de-sensibilización del cuerpo pueden narcotizar la vivencia de nuestro cuerpo. El empobrecimiento de la conciencia, la proyección, la dispersión… Pueden dificultar la comprensión de las sensaciones que van emergiendo.
El temor a la energía, a la excitación, a la emoción, la inhibición, las normas y los debiera interiorizados, introyectados pueden generar rigidez, somatizaciones e interrupciones diversas en la movilización de la energía.
La inacción, la contención, las normas, la retroflexión ( o el volcado hacia si), pueden generar un aislamiento, un parón en el encauzado de la actividad hacia el encuentro con el entorno. La deflexión, la distracción, la dispersión, la superficialización… Generan obstáculos en la culminación del proceso de la satisfacción de la necesidad. La confluencia, el apego a la situación, el temor a parar, a la quietud, la separación o la soledad pueden impedir una retirada necesaria para la elaboración del proceso.
4.- La Autoregulación Organísmica
Para finalizar este bosquejo del ciclo de contacto-retirada, podemos señalar el proceso como un despliegue fenomenológico y existencial plasmándose cual “arco-iris” cargado de coloraciones diversas que van emergiendo, desplegando sus pulsaciones hacia la vida. Estas coloraciones, estos movimientos energéticos van escalando los diferentes planos que conducen al encuentro y contacto con el río de la vida, con sus múltiples afluentes.
Tal vez una de las principales raíces que nutren el árbol de la Gestalt viene configurada por una profunda Confianza en la capacidad de autorregulación del propio organismo que va expresando sus recursos de múltiples maneras.
Una de las grandes enseñanzas de Perls fue la de poner el acento en esa confianza y para ello apuntalar una auténtica apología de la integración, más allá de la alineación, o la “psicocirugía” de los síntomas, enfermedades y las diversas manifestaciones de la existencia.
Iñaki Zapirain. Mayo 2.003
La autoregulación organísmica, las puertas de la percepción
Iñaki Zapirain