En cualquier aspecto de la naturaleza, y en cualquier forma de nuestro organismo todo tiene su opuesto, noche-día, ying-yang, bueno-malo, claro-oscuro, fuerte-débil.
Todas, formas polares, son parte de nuestra naturaleza, y en si mismas no son incompatibles, somos nosotros quienes a través del juicio previo limitamos nuestra conciencia considerando adecuada una de las partes. Nuestro proceso de conciencia, tras percibir la sensación que origina cualquier fenómeno, elabora un proceso mental de análisis, desmenuza la realidad en dos partes y discrimina sobre la bondad de una de ellas, eligiendo y rechazando el otro lado, el contrario, a través de esta primaria discriminación rechazamos el todo, la unidad, y polarizamos nuestro existir.
En la unidad, todo y nada se fusionan en uno, la nada no tiene manifestación o límite con lo que no es polar, en la unidad no hay reconocimiento, no hay discriminación posible, no hay empeño ni objetivo, solo hay ser porque no hay un algo externo que añorar, lo polar entonces no es el fenómeno, sino el conocimiento que tenemos de él a través de nuestra conciencia.
La polaridad de la conciencia queda reflejada en la anatomía de nuestro cerebro. Unidos por el cuerpo calloso tenemos dos hemisferios cerebrales, distinguidos por su naturaleza y por sus propias funciones, y que gobiernan el lado contrario del cuerpo. El hemisferio izquierdo se encarga del pensamiento lógico y el lenguaje, lectura y escritura, es analítico y racional, se encarga del tiempo, del cálculo y de los números. Es la capacidad analítica del “hemisferio verbal”. En el hemisferio derecho tenemos las facultades opuestas, aquí concebimos un todo partiendo de una pequeña parte, es la concepción de ideas y estructuras complejas, pensamiento analógico, imaginación, y capacidad creativa. Según la actividad predomina uno u otro.
Esta especialización de los dos hemisferios nos explica la polaridad; el izquierdo es masculino, yang, sol, es la actividad. El hemisferio derecho es yin, receptivo y femenino, es lo lunar, el lado nocturno e inconsciente, y rige el lado izquierdo del cuerpo. Para integrar el concepto de polaridades Perls utiliza la influencia de la teoría de la indiferencia creativa de Sigmund Friedlander. Marco teórico basado en la afinidad de los contrarios, plantea que cada acontecimiento consta de un punto cero a partir del cual surge la diferencia de estos contrarios, los cuales demuestran en su contexto específico una gran afinidad el uno por el otro. Encontramos ese punto cero a partir de confrontar la diferencia de los contrarios y descubrir su simetría invisible. Su punto de unión, el lugar en que ambos se neutralizan, el punto medio.
Perls dice que los opuestos existen por diferenciación de “algo no diferenciado” y que el punto 0 es el punto donde comienza la diferenciación. En la aplicación terapéutica esta diferenciación es importantísima: la llamamos polarización, es decir, que los opuestos se definan con claridad, que extremen sus posiciones para poder reconocer quienes son estos contendientes, para poder establecer un diálogo entre ambos, donde se reconozcan, se escuchen, se entiendan y puedan llegar a algún tipo de acuerdo(Peñarrubia).
En terapia gestalt las polaridades están profundamente arraigadas en el funcionamiento del organismo. Estos dualismos son disposiciones de conducta y pensamiento. La relación de los opuestos consiste en que la existencia de uno necesariamente exige la existencia del otro; la interacción de los mismos funciona como un proceso dialéctico. (Castanedo).
Las polaridades están relacionadas con la historia particular de cada persona y con la percepción de su realidad interior. Esta realidad determina que se desarrollen polaridades cuyas características son ego sintónicas o aceptables para la conciencia de la misma y ego distónicas o inaceptables para el sí mismo. A partir de polaridades en pugna se generan conflictos polares que pueden ser tanto intrapersonales como interpersonales. Zinker (1999) afirma que la persona presenta conglomerados de fuerzas polares, las cuales se interceptan entre sí pero no necesariamente en el centro; cada característica no solo posee un opuesto sino varios opuestos, creando así “multilateralidades”.
La terapia gestáltica busca la integración armónica de las polaridades complementarias de cualquier comportamiento humano (por ejemplo: agresividad y ternura) más que la eliminación de una en provecho de la otra, intentando lograr una solución que una ambos polos para formar una figura más importante que la simple combinación de los opuestos: una creación nueva.
En este contexto las cualidades no son contradicciones irreconciliables, sino distinciones que serán integradas en el proceso de la formación y destrucción de la gestalt. Un concepto importante retomado del psicoanálisis Freudiano y que sirve para entender las polaridades es el de catexis.
“La catexis se refiere a la actitud repelente / atrayente del individuo sobre las cosas de su medio deseo, por un lado, y miedo, por otro. Que esta catexis sea positiva o negativa depende solamente del concepto mental de la persona o de su percepción” (Castañedo,).
Desde el punto de vista de la actitud del terapeuta, Freud recomendaba a los analistas “atención flotante” y “escepticismo benevolente”. El gestaltista combina una implicación activa y a la vez una permanencia en ese punto 0, lo cual no es nada fácil. Fritz era un buen ejemplo de ello, como atestigua Claudio Naranjo:
“Perls mostraba un grado asombroso de indeferencia creativa como psicoterapeuta por su capacidad de quedarse en el punto cero sin verse atrapado en los juegos de sus pacientes. Pienso en el punto cero como el refugio del terapeuta gestáltico en medio de una participación intensa, no solo como una fuente de fortaleza, sino como su último apoyo.” (Paco Peñarrubia)
Con la polaridad, a través de la afirmación vamos creando un “yo idealizado”, y a la vez, negamos aspectos propios del organismo que al tomar conciencia de ellos, nos conectan con lo que evitamos, “yo negado”, mantener esta negación nos implica un gran esfuerzo organísmico, tensión interna, ya que hay en nosotros capacidades, características propias que no nos vamos a permitir usar.
De esta forma, ante necesidades que nos van apareciendo en el campo, y que necesitan de recursos de los cuales disponemos, el organismo va a tratar de “negarlos” y buscar una solución neurótica, que signifique manipular el entorno para dotarse de recursos del mismo, en vez de usar los propios incorporados a su “yo negado”. Es de esta manera que el organismo pierde la capacidad de autorregulación, ya que no es solo cognición, un proceso exclusivamente mental de conceptos y teorías, sino que es organísmico, bloqueo en la capacidad sensitiva y muscular y manifestación de emociones ligadas a lo que es bueno, a lo aceptado. Así evitamos el darnos cuenta de aspectos propios que no queremos reconocer
en nuestro organismo.
Polaridades básicas trabajadas en gestalt son, amor-odio, masculino-femenino, apoyo-confrontación, contacto-retirada, alegría-tristeza, perro de arriba-perro de abajo, etc.