mandalaybudismo2

Mindfulness. El poder sanador de la meditación. Rubén González

Espiritualidad y Ciencia.
Ruben González Lillo. Monje Zen. Terapeuta Gestalt.
El Poder Sanador De La Meditación.

Durante estas últimas décadas estamos asistiendo a una confluencia entre las distintas maneras de obtener los conocimientos, que existen entre las diferentes culturas y corrientes del pensar y del saber. El pensamiento científico occidental ha puesto su mirada en el oriente, con sus ricas tradiciones espirituales y meditativas, que vieran la luz hace ya muchos siglos. Al mismo tiempo, oriente también ha ido depositando su atención en occidente, menos rico en tradiciones espirituales, pero más rico en el manejo de la materia y de la ciencia.
Las dos grandes visiones que existen de nuestro mundo se han ido acercando paulatinamente la una a la otra, produciéndose de esta manera una aproximación entre el pensamiento occidental, más científico y materialista, y el pensamiento de oriente, que es más filosófico y espiritual. Por lo tanto, estamos viendo como la ciencia occidental converge con las tradiciones espirituales y meditativas de oriente como nunca antes lo habían hecho hasta el momento actual.
Podemos ver que por una parte, la ciencia se ha ocupado fundamentalmente, hasta ahora, de la parte exterior de las cosas. Preocupándose principalmente por descubrir de que está hecho y como funciona todo lo que hay en la naturaleza. También se ha preocupado del lugar que ocupamos dentro de ella. Preocupada por las leyes que gobiernan los fenómenos naturales, ocupándose más de comprender lo observado que al propio observador. Al contrario que en el pensamiento occidental, en las tradiciones espirituales la dirección de la indagación y de la investigación se ha dirigido básicamente, al menos hasta el momento actual, hacia el interior. Se ha ocupado básicamente del estudio del funcionamiento de la mente y de su dominio.
Hasta no hace mucho tiempo la experiencia interior se veía un tanto menospreciada por la mente pensante de talante más científico, pragmática en exceso. Hablar de trascendencia y espiritualidad era sinónimo de pensamiento no científico. Había una notable polaridad entre la visión “subjetiva” y la visión “objetiva”, aun hoy existe aunque en menor grado. En la mente de talante más científico prima lo “objetivo”, todo aquello que se puede ver, mesurar y ser demostrado de alguna manera.
Por el contrario, la mente de talante contemplativo tiene mayor peso el pensamiento “subjetivo”. Prima más la introspección y la atención a los contenidos internos mucho más que el discurso puramente intelectual. Pero hoy en día estas dos visiones se están encontrando de alguna manera, pues al fin y el cabo, su naturaleza es común a las dos. La una no podría existir sin la otra, ya que son dos fragmentos de la misma unidad. Hoy día existe una visión más equilibrada entre estas dos percepciones de la experiencia de la vida y de la mente humana.
Como no hay nada en el pensamiento científico que pueda explicar realmente la naturaleza de nuestra experiencia interna, al menos hasta el momento actual, parece sabio pensar que la realización de una honda investigación de nuestra naturaleza interna, pueda contribuir considerablemente a la indagación equilibrada de la mente profunda y de la experiencia humana. Incluidos en esta experiencia el sufrimiento que genera la codicia, la agresividad, el engaño y la ignorancia, que son algunos de los venenos que llevamos en nuestro interior. Este tipo de indagación siempre ha sido más vivo y relevante en las tradiciones contemplativas que en el mundo de la ciencia.
Aunque el espíritu de indagación de las tradiciones contemplativas dista mucho del espíritu científico, en el sentido de que, en la ciencia existe cierto ánimo de apropiación de aquello que va descubriendo para su propio beneficio. En cambio, en el espíritu contemplativo la meditación es en sí misma el fin de toda búsqueda. No existe necesariamente la necesidad de constatar científicamente algo de lo que ahí ocurre. Porque hablando estrictamente, no hay un practicante que esté meditando. Es la meditación la que medita a través de la persona que se ha colocado en su corriente.
Obviamente no podemos generalizar de tal manera, viendo por una parte a la ciencia como algo estrictamente objetivo, y por otra parte a las tradiciones meditativas como algo puramente subjetivo. Ni la ciencia se dirige únicamente hacia afuera, ni las tradiciones meditativas se dirigen exclusivamente hacia el interior. Son muchos los campos que existen en la ciencia hoy en día, que se ocupan del estudio de la naturaleza de los fenómenos mentales. Por otra parte las tradiciones meditativas no establecen diferencia alguna entre interior y exterior. Ellas reconocen que son dos aspectos diferentes de la misma experiencia, y de una misma totalidad más profunda en la cual no existe la dualidad.
Y que nuestra vida es el reflejo de todo proceso interior en el que estemos inmersos, que se manifiesta en el exterior en el mundo en el que uno vive. Pero es cierto que la ciencia siempre ha tenido la apariencia de una actitud más racional, cuyas disquisiciones mentales son fundamentalmente dirigidas hacia el exterior. Mientras que las grandes tradiciones contemplativas han mirado primordialmente hacia el interior, hacia la naturaleza profunda del ser humano donde se halla toda la realidad de nuestra existencia.
La aproximación de estas dos visiones de la vida, nos está proporcionando la posibilidad de expandir nuestra conciencia y de calmar nuestra mente, llena de grandes tribulaciones producidas por la incapacidad de ver más allá de lo aparente. Nuestra mente esta velada por una maraña de deseos e ilusiones que nos impiden ver la vida tal cual es. Estamos constantemente interpretando la vida que vivimos, lo que vemos, lo que oímos, lo que sentimos, lo pasamos constantemente por nuestro intelecto, contrastando continuamente lo que percibimos fuera de nosotros mismos con las imágenes e ideas de la vida preestablecidas por viejas experiencias vividas, impidiéndonos ver la realidad del instante presente.
Si por lo que fuere perdemos el control, nos volvemos ansiosos, nos estresamos ante la imposibilidad de controlar totalmente nuestra vida. Esta manera velada de percibir la vida nos produce algo tan universal y común en nuestras vidas como es el sufrimiento (llamado dukkha o insatisfacción en la tradición budista). También se puede denominar como neurosis a esta manera distorsionada de ver la vida que nos produce tantísima insatisfacción y sufrimiento.
Para calmar este estrés que esta visión distorsionada de la vida nos produce, existen varias formas de proceder proporcionadas por las prácticas meditativas, principalmente orientales, que nos permiten ir desprendiéndonos de nuestra mente enferma y disociada en algún grado de la mente infinita que somos en realidad. Mente infinita de la que no solemos ser conscientes en absoluto. Gracias a la práctica de la meditación podemos equilibrar y llegar a sanar nuestra mente y nuestro cuerpo de los dolores y sufrimientos, básicamente neuróticos, que surgen de la falsa visión que tenemos de nuestra existencia en este mundo.
Así como existen remedios para nuestros males físicos, proporcionados principalmente por la ciencia médica, existen la psicoterapia, las enseñanzas espirituales y la meditación para paliar nuestra infelicidad e insatisfacción profunda. Aunque en apariencia la vida nos pueda ir de maravilla y nos haga creer lo contrario. La experiencia nos dice que no siempre somos felices.
Hoy en día la psicología, por medio de la psicoterapia, utiliza prácticas meditativas extraídas fundamentalmente del budismo, para ayudar al hombre actual en su realización de la felicidad auténtica, que nace de la calma de la mente que nos permite vislumbrar lo que hay detrás de ella. Sin olvidar el origen dharmico (espiritual) que en ellas existe, ha ido enfocándolas hacia las dificultades que el hombre moderno tiene en la actualidad para calmar la avidez y el estrés que la vida moderna le origina.
Intentando acercar la práctica de la meditación a las personas que no se hallan inmersas en la realización de algún camino espiritual, o a aquellas otras que, por su aversión hacia todo lo espiritual o religioso nacida, quizás, de una educación religiosa castrante y represiva, o aquellas otras que se creen incapaces de meditar o de unirse a cualquier tradición meditativa, tengan la posibilidad de poder aprovecharse de la práctica de la meditación para su equilibrio personal.
Todos tenemos muchas cosas en común. Nuestros cuerpos son básicamente iguales. Todo ser humano tiene las mismas necesidades básicas para poder vivir en este mundo. Así que la meditación no está limitada para un tipo de ser humano especial o privilegiado, todo el mundo la puede practicar. Quizás en tiempos pasados estaba más restringida a la persona que de algún modo era llamada a la vía espiritual. En la antigüedad no era aceptado todo aquel que quisiera transitar el camino del espíritu. Debía mostrar un gran poder de determinación para tomar ese camino. Ya que había que abandonar todo lo mundano para seguir la vía espiritual. Con el paso del tiempo los caminos se han ido expandiendo paulatinamente hasta llegar al momento actual, en el que gracias a esta convergencia de pensamiento esto ya no es así. Hay más apertura y difusión, siendo mucho más accesible al hombre moderno.
Es muy positivo para el bien del ser humano lego en estas prácticas del espíritu, para el ser humano normal, hacer llegar la práctica de la meditación sin que por ello perdiera su valor esencial. Sin que llegue a perder el poder inherente que hay en ella. Ese poder que nos religa con el ser esencial que habita en nosotros. Ese ser que realmente somos, sin que llegue a convertirse en una mera técnica de relajación, o técnica terapéutica vacía del contenido profundo que ella porta en su esencia.

Mindfulness, Las Aplicaciones De La Meditación En La Salud.

Una de las prácticas meditativas más conocida en occidente es la meditación “vipassana” utilizada en el budismo Theravada. El término “vipassana” se puede traducir como “visión profunda” (la conciencia clara de lo que estamos viviendo en el instante mismo que lo estamos viviendo.) Su objetivo es el de proporcionar a la persona que la practica una visión cabal del funcionamiento de la vida, y la compresión profunda de nuestra naturaleza esencial.
“La meditación vipassana es un proceso de limpieza y un camino de purificación. Si una impureza se va, soy liberado de ella. Incluso si se va parcialmente, soy liberado de la parte que se va. Dejad que las impurezas suban: vienen y se van… Con una observación precisa de cada parte del cuerpo, uno ve nacer las sensaciones y marcharse…”
Son conceptos fundamentales de este tipo de meditación, una sensibilidad del espíritu, atenta y sutil, y una actitud de ecuanimidad. La sensibilidad nos facilita el estar conscientes de nosotros mismos y del mundo que nos rodea. La ecuanimidad nos permite ser el observador de los procesos mentales, distanciándonos de los mismos.
Este desapego mental, que supone la cesación de toda evaluación, de todo juicio de valor y de toda censura, coincide con la condición del darse cuenta gestáltico (awereness). “Un testigo que juzga no es un verdadero testigo… Las ideas preconcebidas limitan la observación a una mera confirmación de evidencias… Si se observa la actuación sin juzgarla, el resultado no sólo es categórico, sino también informativo, conduciendo a la introvisión y a la comprensión.”
Podemos ver, que este continuo darse cuenta es algo muy parecido a la atención sostenida y focalizada en el momento presente, y abierta a todos los contenidos mentales y emocionales, que se utiliza en la meditación vipassana, en la meditación budista y también en el mindfulness, encarna un valioso poder terapéutico y sanador, para la persona que está en ese proceso de atención tan fundamental para abandonar nuestra neurosis. M. de Smedt – Citado en el libro “Terapia Gestal. La vía del vacío fértil, de Francisco Peñarubia. Alianza Editorial. S. Resnick, “La terapia gestáltica como práctica meditativa”. Citado en el libro “Terapia Gestalt. La vía del vacío fértil de Francisco Peñarubia.
En el budismo Zen también se alude a esta práctica de vivir el momento presente, como una pérdida del falso yo a través de la cesación del pensamiento, de estar pensando en el pasado, y de querer anticipar lo que nos va a ocurrir en el futuro.
Desde el punto de vista del vipassana la práctica de la meditación es una indagación constante sobre la realidad de la vida. Indagación que también se realiza en la psicología a través de la psicoterapia, y en particular en la terapia gestalt, que nos invita a vivir constantemente desde lo más auténtico que hay en nosotros, y conscientes del momento presente que estamos viviendo. La meditación es un análisis minucioso del proceso de percepción. A través de su práctica, podemos ir desentramando capa tras capa el tupido entramado de ilusiones e ideas falsas que tenemos sobre nosotros mismos y sobre la realidad de nuestra vida, que nos hace ver el mundo con una visión equivocada, hasta que podamos ver la realidad tal como es sin que ninguna distorsión mental nos incapacite para ello.
En la actualidad existe una corriente terapéutica que ha tomado básicamente como modelo esta práctica meditativa llamada mindfulness, que está cogiendo mucho auge en el ámbito de la salud, que ha tomado sus bases principalmente de este tipo de meditación que acabo de mencionar.
El mindfulness es una conciencia que se desarrolla prestando una atención deliberada y sostenida, sin juzgar al momento presente. Es estar atento a lo que está ocurriendo dentro y fuera de nosotros instante tras instante, sin necesidad de hacer ningún juicio de valor sobre ello.
El mindfulness se basa en siete actitudes esenciales que fundamentan su práctica. Aunque hay más, como pueden ser la generosidad, la gratitud, el dominio de uno mismo, el perdón, la amabilidad, la compasión, la alegría empática y la ecuanimidad, éstas se desarrollan a partir del cultivo de estas siete actitudes básicas: no juzgar, la paciencia, la mente de principiante, la confianza, la no-violencia, la aceptación y el dejar ir.
1.- No juzgar.
Es muy importante no hacer juicios de valor sobre nuestra práctica y de lo que en ella va surgiendo. Se trata de mantener una actitud de no-juicio, que nos permita ver el discurrir de nuestras ideas y opiniones que van emergiendo en nuestra mente de una manera automática, que tenemos habitualmente y de manera inconsciente, sobre casi todo lo que ocurre en nuestra vida. Cuando empezamos a prestar atención a lo que pasa en nuestra mente, enseguida nos podemos dar cuenta que, de una u otra manera, lo teñimos todo con algún tipo de juicio hacia ello. Aunque es muy bueno el darse cuenta de este hecho (esto es algo primordial), no es necesario juzgar, ni tratar de cambiar nada de lo que vaya surgiendo. Es así de este
modo cuando puede aflorar el discernimiento verdadero que permite ver las cosas tal cual son. No tratar de saber inmediatamente todo os permite abrirnos y ver con ojos nuevos.
2.- Paciencia.
En el mundo ajetreado de hoy en día el hombre va frenéticamente de un lado para otro tratando de saciar en todo momento sus deseos. Se siente incapaz de permanecer pacientemente en aquello que está realizando. Siempre anhelante de algo nuevo que hacer, de algo nuevo que conseguir. Después de obtener aquello que ambicionaba, o de descubrir aquello que tanto quería saber, se lanza con avidez a otra empresa casi sin haber terminado en la que estaba inmerso. Nos impacientamos y nos motivamos con suma facilidad. Esto es algo que nos impide estar donde estamos. Aunque solemos estar de cuerpo presente, nuestra mente suele estar en otro lugar diferente del lugar donde nos hallamos. Traer nuestra mente al momento presente supone un esfuerzo.
Un gran esfuerzo de atención constante que requiere de una gran paciencia para no perder la consciencia del momento que estamos viviendo. De este momento que está “más allá del tiempo que marca nuestro reloj”. Para mantenerlo debemos desarrollar la perseverancia y la paciencia, que nos ayude a estar en constante atención en el momento presente. La práctica de la paciencia genera paciencia. Este es un punto muy importante. Ya que sin ella no podremos nunca perseverar lo suficiente para calmar nuestra mente. Y mucho menos avanzar y profundizar en un proceso de índole meditativa o terapéutica.
3.- Mente de principiante.
“A la mente del principiante se le presentan muchas posibilidades, a la del experto, pocas.” (Shunryu Suzuki maestro Zen nacido en Kanagawa el 18 de mayo de 1904, que murió el 4 de diciembre de 1971. Fue un maestro Zen que popularizó la práctica del Zen Soto en los Estados Unidos.) La mente de principiante es una actitud de nuestra mente que nos permite mantener un espíritu fresco ante lo nuevo. No significa que no sepamos nada, ni que no podamos llegar a ser unos expertos en algo. Significa que estamos tan abiertos ante lo nuevo, que no nos quedamos estancados en lo que ya sabemos o en nuestras experiencias previas.
4.- Confianza.
Todo ser humano necesita en alguna medida, tener una confianza básica en sí mismo. Es algo esencial para que nuestra vida pueda llegar a ser íntegra y plena. Sin confianza poco podemos hacer en nuestra vida. La confianza se torna en una actitud esencial en la práctica de la atención plena, de todo proceso psicoterapéutico, y en general de nuestra vida. Necesitamos confiar en lo que hacemos, en lo que pensamos, en lo que intuimos, para que nuestra experiencia en esta vida sea autentica para nosotros.
5.- No-esfuerzo.
Este fundamento puede llegar a ser muy difícil de comprender en nuestra sociedad en la que, la acción y el esforzarse para conseguir aquello que anhelamos es tan sumamente importante. Nuestra cultura se asienta en la acción y el progreso. Siempre necesitamos estar haciendo algo. Durante la práctica de la meditación, cuando habitamos el momento presente, no hay en realidad ningún lugar a donde ir, ni nada que hacer, ni nada que obtener. No necesitamos hacer algo, simplemente meditamos, habitamos el ahora sin necesidad de hacer esfuerzo alguno. En este sentido el no-esfuerzo tiene una cualidad atemporal. Esta actitud de no-esfuerzo implica darse cuenta de que ya estamos aquí y ahora, y por lo tanto, no hay ningún lugar al que podamos ir. Solamente tenemos que estar atentos y despiertos a lo que está ocurriendo en el instante presente.
6.- Aceptación.
La aceptación no tiene nada que ver con la resignación pasiva ante los acontecimientos que ocurren en nuestra vida, es algo muy diferente. Es más bien la toma de conciencia de cómo están las cosas en realidad, sobre todo cuando las cosas se tuercen y no marchan como nosotros queremos. Aceptar los hechos tal cual son, tomar conciencia de que las cosas van mal, se convierte en el punto de partida donde poder apoyarnos para hacer algo apropiado al respecto. Esta actitud básica del mindfulness es esencial para no perder de vista la realidad de nuestra existencia.
7.- Dejar ir.
Dejar ir se asemeja al no apego. No nos apegamos a los resultados de la meditación. Dejamos de identificarnos con lo que queremos, con todo aquello a lo que nos aferramos, a lo que creemos que simplemente debemos tener. Dejar ir también significa no aferrarnos a lo que más odiamos, a todo aquello por lo que sentimos una gran aversión. Ya que la aversión, al fin y al cabo, no es más que una representación negativa del apego.
Dejar ir es la actitud del soltar, de dejar que las cosas sean tal como son, de no identificarnos con ellas. Esta actitud no implica distanciamiento ni desapego reactivo. Tampoco debe confundirse con la pasividad, ni con las conductas disociativas, ni mucho menos con los intentos de alejarse, aunque solo sea un poco, de la realidad. Tampoco se trata de una actitud nihilista. Es una condición notablemente sana del corazón y la mente que nos permita comprender la realidad de un modo nuevo y más fresco a cada momento. Es una actitud excelente para soltar los atavismos y las ideas falsas que podamos tener sobre nosotros mismos.
Podemos ver tras la lectura de estos siete principios, que se desprende de ellos un profundo aroma y valor terapéutico, y también espiritual, con el que el ser humano puede regir su vida de un modo más pleno y sincero con lo que él es en esencia.
La práctica del mindfulness no solamente es beneficiosa en el campo de la psicoterapia y de la salud. Puede ser también muy beneficiosa en otros ámbitos de la experiencia humana. Por ejemplo en el ámbito de la docencia. Por ser la base de nuestra sociedad, sería muy positivo que profesores y maestros de escuela bien entrenados en esta experiencia meditativa la pudieran trasmitir a sus alumnos, enseñándoles el modo de prestar la atención sostenida y concentrada característica de esta práctica.
Animándoles a cultivar, tanto en el aula como en sus casas, una mayor conciencia de su cuerpo, de sus pensamientos y de sus emociones. Por mediación de la práctica del mindfulness se puede ayudar a desarrollar el equilibrio y la inteligencia emocional de niños, adolescentes y jóvenes. Proporcionándoles una mayor capacidad de resistencia en situaciones límite y estresantes, y alentar en ellos la inteligencia y la cooperación social, fomentando el respeto entre unos y otros, haciendo de este mundo un mundo más solidario.
La honestidad y el sosiego que su práctica proporciona a la persona que lo practica, le permite ir viviendo desde la realidad del momento presente, libre de toda idea falsa que pueda tener de sí mismo y de la sociedad. Proporcionándole de este modo, una apoyatura en la realidad intrínseca del instante que está viviendo. Pudiendo concentrar toda su energía en ese instante, sin dejar que ella se disperse en pensamientos limitadores de la percepción de lo que está viviendo en este momento.
Esta práctica meditativa puede ser de gran ayuda para el conocimiento profundo de nuestro ser. Hace que la persona vaya abandonando comportamientos obsoletos y erróneos, que antes no podía percibir de sí mismo. Le proporciona una gran liberación del estrés que entumece su mente y le impide ver las cosas, para bien o para mal, tal cual son. La práctica de la atención consciente y sostenida hace que la persona abandone todos los atavismos mentales que le impiden vivir con autenticidad. Le puede ayudar también a satisfacer su necesidad profunda de autenticidad, de conexión profunda consigo mismo y de creatividad, que emerge a través de esta práctica como algo más que la suma de sus componentes individuales, como un todo integrado en sí mismo.
Evidentemente los beneficios del mindfulness no se limitan exclusivamente al ámbito de la docencia. Puede convertirse en un buen aliado en casi todas las profesiones. Ya que si la persona está bien consigo misma estará bien con el entorno social en el que se relaciona. El mindfulness nos enseña nuevas formas de mejorar y optimizar nuestra eficacia y el entusiasmo por aquello que estamos haciendo en nuestra vida. Esto puede ayudarnos a movilizar nuestra creatividad y a satisfacer nuestra necesidad de relacionarnos con los demás, necesidad basada en la autenticidad y en la buena voluntad. El impulso que nace de esta práctica puede transformar el mundo a muchos niveles.
Ya que la transformación de nuestro mundo empieza en cada uno de nosotros. No podemos cambiar nada en el exterior que no hayamos cambiado previamente en nosotros mismos. Una buena relación y profundo conocimiento de uno mismo posibilitará que tengamos una buena y profunda relación con los demás. Si apelamos a la sabiduría innata que hay en nosotros mismos y escuchamos nuestros corazones, nos podemos dar cuenta de que, en el lapso de tiempo que dure nuestra vida, contamos con el tiempo suficiente para asumir la responsabilidad del modo en el que nos relacionamos con la realidad de nuestra vida, de cómo nos relacionamos con lo que es. Nos podremos entregar sin condición alguna, cada cual a su manera, a la aventura infinita de hacer realidad lo posible.

Rubén González Lillo.
Maestro Zen. Terapeuta Gestalt.
Rubenglillo@gmail.com
Pamplona, Junio del dos mil catorce