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Felicidad y Terapia - Miguel Albiñana Serain

Pasamos buena parte de nuestra vida a la búsqueda de la felicidad o, al menos, de experiencias agradables. A veces, no nos detenemos en tratar de definir lo que ello significa e implica en nuestra vida, fuera de una huida de dolor o de una búsqueda de placer. Hay quienes simplemente, ciegos, avanzan por la vida camino de su final, la muerte, la cual pretenden diferir lo más posible.
Como meta de la especie humana, este estado -la felicidad- se ha definido de forma variable en el tiempo (en épocas antiguas o contemporáneas) y en el espacio (en civilizaciones diferentes), según los tipos de carácter (introvertido, extravertido…), las edades del individuo (pensemos en lo que nos hacía felices de niños, de adolescentes, de jóvenes…) Sin embargo, es tal vez posible encontrar un denominador común.
Sabemos que, en general, se precisan unos mínimos internos y externos para sentirla, o al menos para que se presente (de subsistencia, sociales, afectivos, sexuales…). Y que la evolución individual y colectiva trae objetivos de bienestar nuevos. La dicha, como estado permanente, es negada por algunos, al menos en este mundo. Para otros, es la consecución de momentos necesariamente transitorios; o parciales en intensidad.
Hay quien la considera incompatible con la impermanencia de la vida ¿Cómo se puede ser feliz a ratos sabiendo que se va a acabar? O con la coexistencia del malo del dolor… Algunos la posponen a otra u otras vidas (el paraíso, la reencarnación, otros planos de existencia, el final de la lucha de clases…). Hay quien estima que sólo la congruencia con los valores éticos puede acercarnos a ellos (2).
Tratemos de discernir la felicidad como un estado presente, no futuro… “Sólo es feliz quien ha perdido toda esperanza, pues la esperanza es la mayor tortura y la desesperanza la mayor felicidad” (3).
He recogido algunas claves de reflexión desde la aportación del psiquiatra y escritor Luis Rojas (4). Las creo de interés para el que pretende conocer este importante aspecto de nuestra vida. He aquí algunas:

Ingredientes a mezclar para ser feliz

1 .Una buena porción de autoestima favorable, unida al sentido de controlar razonablemente la propia vida( frente a otras épocas, en que la Naturaleza -o el destino- lo predecía-condicionaba todo)
2. Una tajada de talante abierto y comunicativo: históricamente, se relaciona con la fuerza optimista de la especie humana que, junto con el lenguaje, que permite transmitir los avances entre generaciones y no “partir de cero” al final de cada una, impulsó cambios fundamentales en nuestra evolución desde los primates.
3. Un chorreón de buena capacidad para adaptarse a los cambios y para superar los retos que impone periódicamente la existencia.
A nivel de la especie, podemos reflexionar acerca del avance radical que supuso el invento de la agricultura y la domesticación de los animales hace 12.000 años. Las poblaciones sedentarias pudieron dedicar tiempo y energía a otras actividades fuera de la caza y de la defensa frente a los agresores naturales. Sin dejar de lado que el aumento de la población, con el sedentarismo, permite acometer una sola función social en la comunidad: ello aporta al individuo más tiempo para el ocio y para el desarrollo del ingenio.
Se quedan fuera unos temas relevantes para asumir la verdadera dicha. Aspectos como la atención consciente de la vida, la aceptación de la propia libertad, dentro de una marco moral o ético, la vida contemplativa… Pienso que para cada vez más seres humanos la experiencia vivida de estas prácticas son elementos principales para alcanzar la felicidad.

Factores que intervienen en este asunto.

1 .La historia de la especie humana que incluye, entre otras, al día de hoy: una vida más larga para la mayoría; la participación de la mujer en casi todos los roles sociales; dejar de lado prácticas tan generalizadas en otras civilizaciones como la del abandono de niños (frecuente todavía en la Europa del XIX); mayores y mejores oportunidades y calidad de vida para todo el mundo (al menos -añado- en Occidente)… Rojas afirma ( a través de estadísticas) que la mayoría de las personas nos consideramos felices la mayor parte del tiempo. Puede que sea una visión algo optimista, de esas que permite ser más feliz (o cerrar los ojos) en un mundo lleno de crueldad y de egoísmo… Pero, observemos, por nosotros mismos, dentro y a nuestro alrededor…
2. La llegada de los dioses, y su importación al interior y exterior del individuo desde la imagen y semejanza humana (antropomorfismo) influye en nuestra dicha. Nuestras divinidades -las de las religiones establecidas- son hoy, en principio, menos autoritarias y menos crueles (menos semejantes al humano). Ello debería influir en nuestro comportamiento social y por tanto formar sociedades más tolerantes. Aún cuando es fácil ver que no siempre es cierto, en un planeta de talibanes y de monetarización de ideales, si lo comparamos con mundos de Inquisición, de hace cinco siglos, a nivel internacional, parece que hay un cierto progreso.
3. La contribución de los grandes líderes espirituales de la humanidad (en los que, en mi opinión, se adopta todavía una visión excesivamente centrada en el mundo heleno-latino judío-cristiano). Pensemos en o con Sócrates, o en Séneca, en Tomás de Aquino o en Lao Tse, en Buddha o en Jesús. Nuestros Padres Espirituales nos aportan, con sus reflexiones y con su conducta, valiosos puntos de vista para la cavilación personal acerca de cómo construir los propios valores e ideales: lo que llamaríamos nuestro Credo consciente e inconsciente, individual y colectivo.
4. La tradición científica. Desde sus orígenes obscuros, ha aportado luz a la vida humana. Hay que destacar como y cuanto la humildad y la curiosidad de los hombres dedicados a la Ciencia son elementos esenciales del progreso. La Medicina, por ejemplo, ayuda a lograr una vida más larga, más sana y más digna y una muerte, en principio, más dulce y más auto-controlada. La Física nos ayuda a resolver enigmas y a disolver creencias dogmáticas, esotéricas o rígidas acerca de la realidad individual y universal…La Filosofía (y aún la religión) se ha movido entre el hedonismo (la adecuada búsqueda y consecución de placeres) y el estoicismo (el autocontrol objetivo de los deseos).
Inquiramos acerca de si la felicidad es más bien subjetiva u objetiva. Si se trata de algo a encontrar en el mundo interno o externo al ser humano (o es ecléctico)… Podemos pasear por lo que nos dijeron, Aristóteles, Avicena, Descartes o Einstein; Freud o…Perls. ¿Qué es lo que le pido a la vida (o qué me pido en la vida) en tanto que posibilidad de ser dichoso en ella? Todo ello nos regresa a examinar de nuevo el concepto de la felicidad…
Ahora bien, junto o entre todos estos ingredientes, existe la interrogación, tan relacionada con el pensamiento existencial, de si puede concurrir, de si se puede disfrutar, de una indiscutible felicidad en tanto la persona no haya tomado conciencia de su origen y de su verdadero destino. Buena parte de la sensación de desdicha, si es que no toda, se encuentra en el pensamiento ( y en su capacidad de recordar y de prever), en esa madeja de la que nos habla Krishnamurti (5)… La percepción del aquí y ahora (el Fondo) pasa por la comprensión, o -mejor- percepción, de nuestro entorno y de nuestro umbral y meta última en el marco del Universo (la Forma).
Este ha sido el objetivo en su origen de la religión. Su práctica estaba destinada a re-unirnos de nuevo y en vida con el Todo, o, como diría Raimón Pániker (6), a des-ligarnos de lo aprendido mecánicamente para aceptar nuestra auténtica naturaleza.
Como si de una herencia religiosa se tratase, buena parte de lo que hoy entendemos en Occidente como Terapias de Crecimiento Personal van encaminadas a buscar una felicidad desde este mundo. El conocimiento de los mecanismos que nos llevan a prácticas mecánicas en la vida (mecanismos de adaptación o de defensa, corazas, caracteres, fijaciones…), esos sistemas inconscientes que obstaculizan una mejor adaptación de nuestro organismo a un mundo cambiante.. Las creencias rígidas, los valores aceptados incondicional e inconscientemente… Un proceso terapéutico bien llevado nos obliga a replanteamientos
existenciales: a desligarnos y a religarnos.
Hasta cierto punto el panteón de los dioses, de los padres, de los antepasados, se viene abajo. Crecemos sobre y mediante sus cenizas. Es preciso plantearse la realidad individualmente (o individuada mente, como diría Jung) y aportar esa experiencia colectivamente.
Desde esas cenizas, el brujo, o la maga, que todos llevamos dentro, debe aparecer y ofrecernos respuestas a cada una de nuestras verdaderas preguntas: ese es un marco para la felicidad verdadera. Nuestro sentido comunitario nos lleva a compartir esas respuestas, que después cada quien habrá de cuestionar y adoptar su propios criterios.
La felicidad entonces, concluyo, es un estado en el que el ser ha podido reencontrar su lugar en el Universo mediante la utilización de sus propios recursos, en asociación con su comunidad. No puede existir un estado de placer ( que existe junto al dolor ), de negación, ni de indiferencia (negar los sentidos que son parte indisoluble del organismo), sino de conciencia y de aceptación de la realidad.
Como meditación del terapeuta ante su paciente, ante las expectativas de su paciente, ante sus esperanzas y desesperaciones, me parece primordial tomar en cuenta esta reflexión ante los propios valores y metas del terapeuta. Como una sana medida ante tentaciones contratransferencia les o paternalistas.
“Sigo estando vivo y contento de estarlo; salvo desgracia o angustia particular (ni soy ni seré nunca un sabio) ; amo la vida, me alegro de vivir y de luchar. Si esto no es la felicidad, ¿Qué es la felicidad? (7)

BIBLIOGRAFIA

1. André Compte-Sponville. La felicidad desesperadamente. Pág. 67. Paidós 2001
2. F. Savater. “Ética para Amador’. RODESA 2001.
3. Mircea Eliade. El yoga. Citando el Mahabarata.
4. Luis Rojas Marcos. “Nuestra Felicidad”. Edit. Espasa Calpe 2000.
5. Krishnamurti. “La madeja del pensamiento”
6. R. Pániker. “Iniciación a la Sabiduría”,
7. André Compte-Sponville. Idem id : Pág. 97

FELICIDAD Y TERAPIA
“La felicidad es el objetivo;
la verdad es el camino o la norma”
MIGUEL ALBIÑANA
Artículo publicado en Boletín A.E.T.G.
Gestalt nª 22. 2.002