El ciclo de la experiencia - Teoría Gestalt

1. Sensación

Es el primer paso, la primera fase en el desarrollo del ciclo gestáltico. En el caos de las manifestaciones y de las necesidades vitales, una química sutil se organiza y permite que emerja en primer plano un estado, una imagen o un pensamiento, un fenómeno de visión, percepción o impulso, una necesidad en la experiencia, sea orgánica o sentimiento corporal, raíz con vibración e intención. Una sensación prioritaria que hay que satisfacer entre otras que por un momento se difuminan en un segunda plano. La vida que “sentimos y nos motiva” es tan sutil que es difícil traducirla en palabras, sobre todo cuando no estamos acostumbrados a estar atentos a las impresiones, percepciones y mensajes de nuestro cuerpo: temblores, dolores, picazón, escalofríos, vértigos, olores, sabores, sonidos, emociones… las sensaciones en general.
La sensación no tiene base objetiva alguna. Confundimos el fenómeno de la vida con la vida misma, lo que intentamos definir es la figura que emerge del fondo, la forma, la gestalt, y lo que da origen a la forma no podemos ni tocarlo, ni verlo, lo sentimos solamente, y refleja el alcance pleno de nuestra situación organísmica Es el fondo sobre el que basamos el ciclo de la experiencia, de la satisfacción de la necesidad, o de la autorregulación.
Nuestra capacidad sensorial puede estar orientada hacia nuestro sentido interno del sí mismo, nuestra realidad personal, o hacia nuestra relación con el entorno, a través de los sentidos de vista, oído, olfato, tacto. Cuando esta capacidad sensorial es perturbadora, bien sea por su incomodidad intrínseca o por conflicto con las propias creencias, y no se puede evitar alterándola o escapando de ella, podemos mitigar sus consecuencia a través de la desensibilización. La persona que bloquea la sensación, e impide el acceso a la conciencia, recurre al mecanismo de la represión, no permite que surja la conciencia. En este bloqueo puede experimentar algunas de sus sensaciones, pero no comprende que significan las señales que recibe de su cuerpo, éstas le son extrañas e incluso pueden provocarle miedo. También se puede producir un estado de conciencia empobrecida dentro de la propia represión. El mecanismo que se interpone entre sensación y toma de conciencia es para algunos autores la proyección y para otros la introyección. (no sientas tu organismo).

2. Toma de Conciencia – Awareness
Formación de FIGURA: DARSE CUENTA

La segunda fase del ciclo es la “toma de conciencia” de una sensación vital prioritaria emergente. Con esta toma de conciencia, (comprensión, concepto, conocimiento) se manifiesta una mayor lucidez de las sensaciones. Estás atento, descubres, nombras y comprendes sensorialmente lo que vive en ti, y esto te estimula. Ayudas al organismo a orientarse y actuar.
Es la “toma de conciencia de”, no “el prestar atención a”. La atención se fija exclusivamente sobre una cosa, la toma de conciencia incluye percepciones diferentes, no es exclusiva, es inclusiva, es sabiduría, es conocimiento que transciende al intelecto. Es la luz inteligente de todas las formas oscuras, desapercibidas e ignoradas del mundo de las sensaciones múltiples. Es la capacidad de nombrar y describir los mecanismos sensoriales:
¿Qué necesita mi cuerpo en este momento?
¿Qué sucede en mi interior y que puedo hacer para sentirme mejor?
La formación de la figura es reunir la experiencia en un todo significativo que pueda organizar la conducta, que permita el emerger de la figura como combinación de la sensación en términos de necesidad y en relación con el entorno. Cuando una figura no se forma adecuadamente y no es completada, queda como una figura inconclusa, algo que queda en el fondo a la espera de ser atendida y puede determinar una estructura de carácter, o puede ser indicio de neurosis. El bloqueo entre la formación de la figura y la movilización de energía trae el mecanismo de la Introyección: (Se ha tragado las ideas de los otros sobre lo que está bien o lo que está mal, y es incapaz de localizar su propia energía).
La energía es bloqueada por el miedo a excitarse o a sentir emociones fuertes (sexualidad, ira), o a manifestar expresiones de alto concepto moral de uno mismo (dignidad, ternura, amor). El bloqueo fisiológico que acompaña al miedo se da en la respiración, la cual es sin profundidad, sin oxigenación y carente de energía. Un vaciarse de energía que impide la expresión saludable de los sentimientos. Para Kepner aquí ocurre la proyección del cuerpo, desfase entre la experiencia corporal y el sí mismo. Lo que se experimenta se mantiene separado del yo, el cuerpo es objeto de la experiencia y no es parte del sí mismo, es algo diferente. Es una interrupción típica en el trastorno obsesivo-compulsivo, personas que se comprenden a si mismas pero que son incapaces de movilizarse para la acción.

3. Energetización
Movilización de energía / excitación

Es la tercera fase, el preludio de la entrada en acción con una consumación y una realización satisfactoria. La toma de conciencia de una sensación conlleva una energetización excitación, imaginación, pulsión o estremecimiento, un proceso emocional; un sentimiento observable desde el exterior. Es el calentamiento, la expansión, la vibración interna que se exterioriza. Es una activación muscular. La habilidad con que nos movemos, el brillo de la piel y la fuerza con que nos movemos y hablamos, nuestra capacidad de salir adelante ante la dificultad, todo ello habla de nuestra capacidad de movilización en la vida. Es la manifestación psico-fisiológica que se exterioriza, ya que moviliza la maquinaria vital del organismo y la propulsa hacia el objetivo de su necesidad del momento, como el motor de un vehículo que gira, parado, dispuesto a arrancar en cuanto se le embrague.
A menudo tomamos esta energía como algo que se da por descontado, en ella hay inmersos tres procesos:
Un estar alerta, concentración para la acción.
Un arraigo y una postura corporal y muscular.
Una carga energética, acopio de energía e ímpetu para la acción.
Aquel que separa su energetización de su acción es un retroflector, se hace a si mismo lo que le gustaría hacer a otros, lo que debería hacer en su ambiente. En vez de nutrirse de la energía del exterior, socava la suya propia. Se vuelve contra si mismo. Para Paco Peñarrubia, el bloqueo en el paso a la acción está en el no responsabilizarse de la movilización propia, en el no actuarla sino mas bien el proyectarla en el otro. En esta forma de bloqueo la persona hace patinar las ruedas, no logra trasladar sus impulsos a la acción, puede llegar a movilizarse pero no aplica su energía al servicio de una actividad que le reporte lo que desea, de aquí pueden resultar hipertensión o tensiones musculares crónicas, o disfunciones como la impotencia, cuando la persona puede tener contacto con su energía pero no puede consumar su acción.
Hay que estar dispuesto a llevar el mundo de las ideas a la práctica, a sacudirse de su dominio trasladando los pensamientos a comportamientos por pequeños y humildes que nos puedan parecer, ya que seguramente no lo serán así para nosotros. Esta movilización implica un riesgo, requiere salir de la seguridad de la inacción, al riesgo desconocido de la acción, y ello conlleva una adecuación de la estructura corporal para poder pasar a la acción.

4. Acción

La cuarta fase es la entrada en acción. Es la capacidad para movernos y manipularnos y manipular el ambiente constructivamente. Al asumir este proceso dinámico se trata de hacer un esfuerzo de querer, de prepararse, de realizar una intención o un impulso. Se trata de movilizarse, de tener voluntad, audacia y decisión, de ir hacia el objeto de nuestro deseo, hacia la fuente que se ha escogido para responder a una necesidad fundamental y existencial del momento, y esto es una agresión, es dirigirse hacia, con energía. La acción siempre es agresiva.
Es una tentativa de destrucción de la acción actual para construir otra acción nueva. Si no hay acción, sensación, pensamiento y excitación quedan sin salida, sin realización posible, no movemos lo que está dentro nuestra, y no atravesamos el límite organismo / entorno. La acción nace de una energetización originada por una toma de conciencia de una sensación prioritaria. La puesta en marcha de la acción consciente revela la libertad que libera. Al expresar nuestra vida interior logramos descargar la energía y tensión acumuladas en la energetización, y comunicamos al entorno nuestro estado interior por lo que podemos obtener una respuesta del mismo.
La persona que aísla la acción de su capacidad de contacto se aísla afectivamente y no relaciona su actividad con su experiencia. Mecanismo de despersonalización. Es una persona “histérica” que habla mucho y hace muchísimo, pero no puede asimilar su experiencia. No tiene contacto con su trabajo. Su energía se difunde por todo el límite de su cuerpo, en vez de centrarse en un sistema específico y apoyar una función particular. No logra actuar a propósito de algo, está disperso y distraído, puede experimentar un sentimiento de vacuidad y superficialidad traducido en una sensación de vacío en el pecho o en el abdomen.
Hablamos del mecanismo de deflexión… Hacer, hacer, pero no contactar, una maniobra tendiente a soslayar el contacto directo con otra persona, un medio de enfriar el contacto real. En la deflexión la energía esta utilizada para evitar centrarse en si mismo. El deflector no cosecha los frutos de su actividad. Simplemente no pasa nada, aunque hable se siente impasible o incomprendido. sus interacciones no cumplen lo que cabria esperar. Su incapacidad de llegar al interlocutor malogra el mensaje, aunque lo transmita en forma válida y precisa. El objetivo de la deflexión es quitar conciencia. Hay un bloqueo en el contacto.

5. Contacto

La quinta etapa del proceso, la acción, el movimiento hacia el objeto deseado. El contacto es el encuentro, el gesto, el movimiento, el ensayo, el titubeo, el tocar, la caricia, el roce, el acercamiento, el preludio… aquello que ocurre en el límite entre el organismo y el entorno, en el encuentro del si mismo y el otro. Contactar es permitir con una cierta tensión creadora, el paso de la corriente del yo al tu. Del ser al objeto, del objeto al ser. Es sentir la forma, la existencia y los límites del otro. Y estar en contacto con el otro es sentir lo que nos diferencia, lo que nos rodea diferenciado de uno. Es estar uno mismo con el otro. Y aquí interviene la base corporal del estar en contacto, la musculatura superficial y nuestros dos exponentes de contacto en el cuerpo: piel y pulmones. El contacto no es la confluencia, ni la simbiosis, ni el parasitaje, ni la fusión. Es el encuentro de las diferencias, es la unión con el otro, la comunión. El contacto es el proceso psicológico por el cual me comprometo, algo del medio se convierte en mí. La necesidad del organismo se resuelve intercambiando con el entorno. Por fin puedo satisfacer mi necesidad, y el resultado es el cambio: incorporo cosas exteriores, tomo algo del otro lado de la frontera y me nutro. Entre contacto y retirada hay un ritmo. Uno debe aprender como prestar atención a sus propias necesidades, como actuar para satisfacerlas y luego retirarse y descansar, estar constantemente movilizado supone carecer de paz.
El maníaco-depresivo es una versión exagerada de esto, en el fondo es el temor a la quietud, a lo pasivo, a lo femenino, a la inactividad. Es el temor a la soledad, el temor a la muerte. El problema en el contacto surge cuando hay alguna dificultad en regular forma y velocidad, tiempo y espacio, el espacio límite del contacto. Para ello es necesario el desarrollar la conciencia del propio límite y la capacidad de limitación de uno mismo de una manera flexible y respetuosa. Atendiendo a las propias necesidades y enunciándolas con claridad uno descubre cuáles son sus direcciones personales exclusivas y puede obtener lo que desea.
La confluencia es base demasiado precaria para una relación, se da cuando la persona y el ambiente se confunden, la persona no siente ningún límite entre él y el ambiente, sintiendo que es uno con él. Cuando este estado de identificación es total y crónico, y la persona es incapaz de ver la diferencia entre él y el resto del mundo, entonces está psicológicamente enfermo, no puede vivenciarse a sí mismo, no sabe que es él y hasta donde llega la diferencia con los demás. El confluente no hace las cosas porque le guste: no tiene suficiente contacto consigo mismo para saber cuándo le gusta lo que hace. Se preocupa más en averiguar lo que les gusta a los otros.
Hay un mecanismo que puede actuar antes de la realización, de la consumación del contacto, es la desvalorización. Si no le doy valor al contacto que establezco a través de la acción difícilmente podré lograr la satisfacción de la necesidad, si yo mismo devaloro mi acto en si es difícil que logre realizarme.

6. Realización

La consumación. El ser entero es movilizado y arrastrado, se torna accesible, se desliza, se abre y penetra para por fin realizar, intercambiar, consumar, recorrer y terminar lo que se había elaborado con paciencia y delicadeza en el preludio de las etapas precedentes. La realización es la consumación, es la fusión. Ya no estamos en contacto con nosotros mismos, estamos disueltos en el otro, somos absorbidos y nos volvemos confluyentes e indiferenciados.
Consumar o realizar no es tragar, es degustar, tragar sin degustar nos da ganas de volver a empezar o nos deja insatisfechos. Realizar no es correr y pisotear todo velozmente por temor a que el otro (proyecto, obra, alimento, afecto…), se nos escape. Realizar es vivir el placer del afecto, el placer del momento, no es algo de usar y tirar. Es la experiencia del contacto final, cuando la frontera entre el si mismo y el otro desaparece, es el momento del climax, del orgasmo, el yo se fusiona en un intercambio de energías. El punto culminante del ciclo que permite retirarse plenamente satisfecho.
Como bloqueo antes de pasar a la etapa de reposo podemos reseñar la insatisfacción, la falta de libertad para la realización. Si no acabo de satisfacerme no logro pasar al reposo, no permito la alegría que trae la realización y quedo bloqueado en la insatisfacción del momento, sin lograr sentir un goce pleno, quedo colgado de la experiencia por el miedo interno que produce el abandono al y del otro, el miedo a la fusión, a la entrega en el momento con absoluta libertad.

7. Retirada

Es el último paso del ciclo de satisfacción de la necesidad. El proceso de apertura hacia el entorno externo a uno mismo se ha convertido en un proceso, de pausa o abandono, de renuncia y de retiro o de mutación, de retorno hacia uno mismo, de volverse a centrar en el mundo interno de los órganos sutiles de asimilación, de digestión, de transformación, de reproducción. Desdeñando las preocupaciones superficiales, el humano se despoja y retorna hacia las profundidades de su ser, se repliega sobre si mismo. Se reúne con el laboratorio invisible de sus esencias.
La plena satisfacción de una necesidad que emerge nos conduce hacia el retiro necesario, nos permite comprender el mismo proceso en el otro y respetarlo, y, asimismo, el reconectarnos con nosotros mismos desde la quietud, desde el espacio de paz que nos otorga el momento y que nos permitirá conectar de nuevo con una nueva sensación que emerge desde lo interno de nuestro fondo.
Desde esta conexión de la retirada con el ciclo siguiente. Nuevo ciclo que comienza con la sensibilización, se puede producir bloqueo; Bien sea por no retirarse adecuadamente de la experiencia anterior y seguir pegado a ella, confluencia; Bien sea, que por la insatisfacción producida en la realización opte por la negación, o la desensibilización; Bien sea por que la propia rigidez del perfeccionista le impide aventurarse de nuevo desde su desmesurada exigencia, o por la ansiedad que produce la separación, o bien por la angustia que puede producir el miedo a lo nuevo. Disociada. La persona profundamente retraída en sí misma no parece escuchar o contestar a otros, pueden ser casos de depresión o conversión.

El ciclo de satisfacción de la necesidad
Instituto Ananda